EL INFIERNO QUEDO VACIO CON BERGOGLIO
«Pero si uno piensa que la vida moral sea solamente ”hacer esto’‘ y ”no hacer aquello’‘?
no es cristiano. Eso es una filosofía moral, pero no, no es cristiano.
Cristiano es el amor de Jesús que es el primero en amarnos. La moralidad
cristiana es ésta: ¿Has caído? Levántate enseguida y continúa. Este es
el camino. Pero siempre con Jesús» (ver)
Palabras
de un insensato, de un hombre sin norma de moralidad, que ha anulado la
ley de Dios, y sólo se dedica a cosechar aplausos de la gente,
contándole fábulas de viejas.
La vida moral son dos cosas: hacer la Voluntad de Dios; no hacer lo que Dios prohíbe.
Esto es todo en la vida moral. La vida moral es hacer esto y no hacer aquello.
Y esto es lo que tienes que pensar, que tener dentro de tu mente y de
tu corazón, no sólo para ser cristiano, sino para ser católico.
Si
quieres pertenecer a la iglesia de Bergoglio, sigue su necedad. Quita
de tu mente y de tu corazón la Palabra de Dios, que te enseña:
«Si me amáis, guardaréis Mis Mandamientos» (Jn 14, 15).
Para el que tiene dos dedos de frente, amar a Jesús significa cumplir con la ley de Dios.
Para
el que no tiene dos dedos de frente, coge esta frase del evangelio, y
dice: Jesús nunca se refirió a la ley de Moisés. Jesús se refiere a los
dos mandamientos: amar a Dios y amar al prójimo. Y, por lo tanto, la
vida moral es el amor de Jesús, el amor que enseña Jesús, que es –claro-
el primero en amarnos. ¡Cuánto nos ama Jesús! ¡Vamos a llorar un poco
hasta que entendamos que Jesús nos ama tanto!
La
moral cristiana no es la verdad ni la falsedad. Es la misericordia.:
has caído. Te doy un beso, un abrazo, te lleno el estómago de buena
comida; te doy un puesto de trabajo, te curo tus enfermedades… Y la vida
continúa. ¡Qué bella es la vida! ¡Vive y deja vivir! Pero no vengas con
moralinas de mandamientos divinos. Eso quedó en el pasado. Jesús es
amor. Dios es amor. Sé libre para amar.
Y, por eso, este gran necio, que se llama a sí mismo, papa…
(¿qué
clase de papa es que no sabe enseñar la verdad? ¿para qué se llama
papa? ¿por qué no se dedica a ser un pastor protestante?)
…
este hombre, que es un demente espiritual (tiene atado su mente humana a
la mente del demonio; y por eso habla como habla: como un demonio),
dice:
«…el
infierno era querer alejarse de Dios porque no se desea su amor. ”Pero
si tu fueras un pecador tremendo, con todos los pecados del mundo a
cuestas, y además te condenasen a la pena de muerte y cuando estás para
morir blasfemas, insultas y todo lo demás… Y en ese momento, miras al
Cielo y dices: ¡Señor! ¿Dónde vas, al Cielo o al infierno? ¡Al Cielo!…
Va al infierno solamente el que dice a Dios: ”No te necesito, me las
arreglo solo”, como hizo el diablo que es el único del que estamos
seguros que está en el infierno».
«el infierno era querer alejarse de Dios porque no se desea su amor»: ninguno va al infierno porque no desee el amor de Dios. Ninguno. Todos van al infierno porque desprecian el amor de Dios.
No
desear el amor de Dios lo hacen todos los hombres: sean santos o sean
pecadores. No se puede vivir deseando constantemente el amor de Dios.
Para eso, se necesita una gracia divina, que sólo Dios da al que se la
merece.
¡Cuántos
pasan la noche oscura del alma y no desean el amor de Dios! ¡Viven sin
deseo de nada!. Y eso no es pecado cuando el alma está en su
purificación. El que no desea el amor de Dios es por muchas razones. Y
no todas llevan al infierno. Y muchas llevan al purgatorio. Y unas
cuantas son necesarias para conquistar el cielo. Desear el amor de Dios
es un merecimiento del alma, no es un don de Dios. Y Dios no exige el
desear su amor para ir al cielo.
El infierno es querer alejarse de Dios porque no se cumplen sus mandamientos. Punto y final. ¡Es todo tan sencillo!
Pero
–para Bergoglio- para ese hombre que no tiene ni idea del Magisterio de
la Iglesia, la vida moral es un sentimiento hacia Jesús. Y, claro,
viene su discurso, su fábula de viejas:
Eres un gran pecador, con todos los pecados del mundo a cuestas,
y además recibes la justicia de los hombres…. Y cuando estás para
morir, te dedicas a hacer lo que hizo el mal ladrón: insultar,
blasfemar… y ¡cuántas cosas más! Y he aquí, que por arte de magia, miras
al cielo. ¡Oh, qué bello! ¡Qué frase tan tierna!… ¡Seamos tiernos con
los hombres! ¡Los hombres necesitan no temer a la ternura de Dios!…
Estás blasfemando contra Dios, estás echando demonios por tu boca, y
miras al Cielo….No te arrepientes de tus pecados….No; eso no…No dejas de
blasfemar…No; eso no… Miras al Cielo…y dices, en medio de tus
blasfemias: Señor…
¡Increíble! ¿Cómo uno que va a morir, y está blasfemando contra Dios, va a poder decir: Señor?
¿Han captado la demencia de Bergoglio? ¿Captan su fábula de viejas? ¿Su cuento chino?
Y como dices: Señor….Sólo por eso…Sólo por el deseo sentimentaloide
de decir la palabra: Señor… Estás lleno de irá contra el Señor, y una
sola mirada al Cielo te hace decir una palabra de ternura al
Señor???????
¿Quién se cree esta fábula?
Muchos. Muchos católicos.
Sólo por tu sentimiento, ¿dónde vas, al cielo o al infierno? ¡Al Cielo!
Peca
fuertemente. Peca fuertemente. Blasfema antes de morir, insulta al
Señor antes de morir. Pero acuérdate de mirar al cielo, y decir: Señor.
Porque te vas al Cielo de cabeza, sin pasar por el purgatorio.
Y a este hombre, ¿lo llaman Papa?
¿Dónde compró el título de papa? ¿Cuánto pagó para estar sentado en esa Silla de Pedro y hablar demencias cada día?
No he visto tan gran loco como Obispo en toda mi vida.
¡Qué demencia de predicación!
Y, claro, tiene que terminar con su herejía favorita, que es de cuño protestante: el infierno existe, pero está vacío:
«Va al infierno solamente el que dice a Dios: ”No te necesito, me las arreglo solo”, como hizo el diablo que es el único del que estamos seguros que está en el infierno».
Sólo
el diablo está en el infierno. Y como es espiritual, no se ve. El
infierno está vacío porque todos dicen a Dios, antes de morir: te
necesito. ¡Qué tierno! ¡Qué bello! ¡Qué hombre tan amoroso con los
hombres!
Y este subnormal se va a poner a confesar el 13 de marzo:
«La
Oficina de las Celebraciones Litúrgicas del Sumo Pontífice informa hoy
de que el Santo Padre presidirá el Rito para la reconciliación de
penitentes, con la confesión y la absolución individual, el próximo
viernes 13 de marzo, en la basílica de San Pedro a las 17.00 horas».
Si
no cree en el infierno, si no cree en el pecado, si no cree en la norma
de moralidad, si no juzga a nadie porque nadie comete pecado, ¿de qué
va a confesar? ¿qué charla psiquiátrica va a tener con la gente que vaya
allí?
No te confieses con este demente: cometerías un gran pecado. Y saldrías sin la absolución de tus pecados.
¡Cómo está el Vaticano! Bailando al son de un hombre sin verdad.
Concilio
XVI de Cartago (D 102, not.4): «Como quiera que el Señor dice: Quien no
naciere del agua y del Espíritu Santo, no entrará en el reino de los
cielos, qué católico puede dudar que será partícipe del diablo aquél que
no ha merecido ser coheredero de Cristo? Pues quien no está en la parte
derecha, sin duda caerá en la parte izquierda».
Hay
que merecer ser coheredero con Cristo para entrar en el Cielo. No sólo
hay que bautizarse, sino que hay que trabajar para ganarse el Cielo, con
el sudor de la frente.
El
cielo no es un regalo de Dios a nadie. No se da porque se desee o no se
desee. Se da el cielo porque se merece el cielo. El alma ha luchado, en
su vida terrestre, para irse al cielo. Ha luchado para cumplir con la
ley de Dios. Ha luchado para permanecer en la gracia. Ha luchado para
quitar todos sus vicios y pecados. Ha luchado para permanecer en la
verdad.
¡Es
increíble que los católicos prefieran las palabras baratas de este
hombre a luchar por Cristo, a luchar para merecer ser amados por Cristo!
El
que Cristo te ame es un merecimiento de tu alma, no es un regalo para
tu alma. Cristo, cuando te ama, te da una Cruz. Y tienes que llevarla
hasta el final. Y quien permanezca en esa Cruz, entonces se salva y se
santifica.
Es la Cruz la verdad del camino. Es la sabiduría de la Cruz lo que te lleva a la Vida Divina.
Pero, nadie quiere Cruz. A nadie le interesa la Verdad.
Todos siguen a un hombre que tiene en su mente la posesión del demonio.
«…sin
misericordia, se corre el riesgo de caer en la mezquindad burocrática o
en la ideología. Comprender la teología es comprender a Dios, que es
Amor».
Bergoglio
ha puesto la misericordia, su falso concepto de misericordia, por
encima de la verdad. Por eso, resbala siempre cuando habla.
Es
la verdad el objeto de la teología. No es el amor de Dios. La vida
espiritual y mística trata del amor de Dios. La vida teologal trata de
la verdad divina.
Sin
verdad, -no sin misericordia-, se cae en la burocracia y en la
ideología. Cuando los hombres viven en sus mentiras, viven para el
papeleo; viven para sus ideas, para sus mentes, para sus filosofías de
la vida.
Es
la verdad la que lleva al alma hacia el amor de Dios. Sin verdad, sin
conocer la verdad, tenemos lo que es Bergoglio: un sentimental perdido
del hombre, que sólo vive para los hombres, tengan la mente que tengan.
Lo que importa es esto:
«..
también los buenos teólogos, como los buenos pastores huelen a pueblo y
a calle»: tienes que oler a mundo para ser un buen teólogo. ¡Qué gran
locura!
Y los teólogos que le escuchaban, ¿cómo no saltaron para degollarlo ahí mismo por esta blasfemia?
¡Todos se conforman con la charlatanería de este hombre! ¡Cómo gusta su palabras barata y blasfema!
Hipócrita
es Bergoglio, hombre de dos caras. Un hombre que no sabe entrar en su
corazón. Que sólo mira su mente, después mira al hombre, y con su boca
le dice al hombre lo que éste quiere escuchar.
Eso
es la hipocresía perfecta de este hombre. Pone la cara que el hombre,
el pueblo, quiere. Nunca se le ve lo que piensa. Siempre esconde su
verdadera intención a los demás. Y, por eso, habla siempre para engañar,
para decir otra cosa de la que realmente piensa.
Así es todo poseso del demonio.
«Aquí
tenemos, según el evangelista Juan, el primer anuncio de la muerte y
resurrección de Cristo: su cuerpo, destruido en la cruz por la violencia
del pecado, en la resurrección se convertirá en el lugar del encuentro
universal entre Dios y los hombres».
¡Gravísima herejía la que expone este hombre!
Para dar a entender lo que significa la expulsión de los vendedores del templo y su palabra final: «Destruid este templo y en tres días lo levantaré»; dice que su cuerpo fue destruido en la cruz.
Bergoglio no ha leído el Evangelio: «…uno
de los soldados le atravesó con su lanza el costado….para que se
cumpliese la Escritura: “No romperéis ni uno de sus huesos”» (Jn 19, 34.36).
Su
cuerpo no fue destruido, roto. Ni siquiera por la violencia del pecado.
Jesús cargó con el pecado de todos y no fue destruido por esa montaña
de pecado. Jesús murió por la fuerza de su amor, no por la carga del
pecado. Es más fuerte el amor que la muerte. Jesús venció el pecado,
cargando con él. Venció al mundo cargando con el pecado de todo el
mundo. Y ni el mundo ni el pecado destrozó su humanidad.
Y
en la resurrección, su cuerpo no se convierte en el lugar del encuentro
entre Dios y los hombres. ¡Esta es la gran blasfemia contra el Espíritu
Santo!
El
Cuerpo de Jesús no es un lugar. Es el Templo del Verbo Encarnado. Su
Cuerpo físico es Su Cuerpo Glorioso: el Templo del Hijo de Dios.
Su
Cuerpo Místico es Su Iglesia: el Reino de Dios, que es un lugar y un
estado. Un lugar que abarca las almas en la tierra, las almas en el
purgatorio, y las almas en el Cielo. Es un lugar que son muchos lugares.
Jesús resucitó para prepararnos un lugar: abrir el Cielo, llevar al
Cielo las almas del Purgatorio; poner en la tierra el camino para
salvarse y santificarse.
Y es un estado: lo místico son estados del alma. Y cada alma crece y se desarrolla en esos estados.
Y en esos lugares no existe el encuentro universal entre Dios y los hombres. Es su idea favorita: el ecumenismo.
En
cada estado del alma y en cada lugar que el alma esté, se produce un
encuentro entre el alma y Dios. Lo demás, no interesa, porque nadie sabe
ni lo que es el purgatorio ni lo que es el Cielo.
Pero,
este hombre –Bergoglio- habla por hablar: para tener a la clientela
entretenida, sin aportar ninguna verdad, porque no hay verdad en él. No
puede haberla. Su mente está tejida sólo por el demonio. Y vive del
demonio, se acuesta con el demonio, se levanta con el demonio y todo lo
obra con el demonio.