jueves, 12 de marzo de 2015

LA MALDICION DIVINA

LA MALDICION DIVINA
011
«…salieron de la ciudad unos muchachos y se burlaban de él, diciéndole: “¡Sube, calvo! ¡Sube, calvo!”. Volvióse él a mirarlos y los maldijo en el nombre del Señor, y saliendo del bosque dos osos, destrozaron a cuarenta y dos de los muchachos» (2 Re 2, 23.24). Muchos no tienen vida espiritual y no saben discernir entre el pecado de maldición y la maldición. El pecado de maldición es un pecado grave, que va en contra de la justicia y de la caridad.
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Este pecado consiste en invocar un mal contra alguien. Querer un mal a otro es ir en contra de la caridad. Ese mal que se quiere no está dentro de la Justicia de Dios. Es un mal que es un pecado, que va en contra de una ley de Dios.
«El que maldijese a su padre y a su madre, sea muerto» (Lv 20, 9).
El hijo que quiere un mal, un pecado, a sus padres, se opone a la ley natural: todo hijo debe amar naturalmente a sus papás. No puede ordenar un pecado en contra de ellos. Este es el sentido de la Palabra de Dios.
No se puede desear al otro un pecado, pero sí una Justicia de Dios.
Son dos cosas diferentes.
El profeta Eliseo maldijo a los muchachos: no obra el pecado de maldición, sino que obra una maldición divina. Los maldice en el nombre de Dios. Dios quiere castigar a esos muchachos a través de la palabra de su profeta.
El profeta, inspirado por Dios, dice esa maldición y se cumple: salen del bosque y son destrozados los muchachos.
El hijo no puede querer un pecado contra sus padres, pero sí puede querer una justicia divina contra ellos.
Un esposo infiel, que se va con otras mujeres, casado con el Sacramento del Matrimonio, puede recibir de su esposa una justicia divina por su pecado de infidelidad. Para eso es la gracia del Matrimonio: para dar un amor divino o una justicia divina al cónyuge.
Hay que saber discernir entre el pecado de maldición y la maldición que viene de Dios por Su Justicia.
Muchos confunden esto y quieren tratar a todos con bonitas palabras.
Todos los profetas del Antiguo Testamento maldijeron en nombre de Dios. Y todos los profetas de Dios maldicen.
La maldición divina es la que produce o causa un daño a la criatura sobre la cual recae. Y es propia de Dios. La usó el mismo Cristo, cuando maldice a la higuera, que se seca al instante. La usa Cristo en el juicio final, cuando maldice a los de su izquierda, que son arrojados al fuego eterno en ese momento.
Los Santos maldicen a los demonios:
«Son, dice, tantas veces las que estos malditos me atormentan, y tan poco el miedo que yo ya los he, con ver que no se pueden menear si el Señor no les da licencia… Sepan que a cada vez que se nos da poco de ellos, quedan con menos fuerza y el alma muy más señora… Porque son nada sus fuerzas si no ven almas rendidas a ellos y cobardes, que aquí muestran ellos su poder» (Sta. Teresa – Vida nn.10 y 11).
Todo exorcista maldice al demonio.
Cuando un profeta maldice a una persona está revelando la obstinación del alma de esa persona. Y, por lo tanto, le está diciendo el castigo que viene de Dios por esa obstinación.
Dios maldice a la higuera: en ella se ve la obstinación del pueblo judío. Y la higuera se seca: el pueblo judío queda sin el alimento del amor de Dios.
Cuando se maldice a otro, por mandato de Dios, se está descubriendo que esa persona vive en su pecado, obra su pecado, lo muestra a todo el mundo y no quiere quitarlo. Obra como un demonio. Los demonios son malditos, porque carecen del amor divino. No pueden amar, no pueden ver a Dios, no pueden aceptar la Voluntad de Dios.
Una persona pública que constantemente está mostrando su pecado a los demás como un bien, como un valor, como una obra que hay que realizar, es una persona maldita para Dios: obstinada en el mal.
Hay mucha gente así en el mundo.
Si los hombres tuvieran una vida espiritual, entonces, sin ningún problema podrían maldecir a esas personas en el nombre de Dios.
Pero la gente carece de vida espiritual y cree que tratando a los demás con cariñitos, con besos, con abrazos, están obrando en la Voluntad de Dios.
La Gracia, que es la Vida Divina, es para obrar o un amor de Dios o una justicia de Dios. Dios es Amor y Dios es Justicia. Estas dos cosas, mucha gente, no las entiende.
Si Dios maldice, también puede maldecir todo hijo de Dios. Pero, para eso, hay que tener vida espiritual, para no caer en el pecado de maldición.
En este blog se ha maldecido a Bergoglio muchas veces. Y pocos lo han entendido. No saben discernir entre pecado de maldición y maldición divina. Quieren tratar a Bergoglio con un cariñito, con una palabra, un lenguaje sentimental, afectivo, pero no con la verdad.
Un hombre público, que se pasa las 24 horas del día mostrando su pecado, hablando a las almas para engañarlas, obrando el pecado sin rubor; que además es Obispo y le han puesto como jefe de una iglesia que no existe, que la están levantando a base de socavar los cimientos de la verdadera Iglesia, no puede ser llamado bendito. Hay que llamarle maldito. Y eso es una Justicia Divina, no el pecado de maldición.
Llamando maldito a Bergoglio se está revelando lo que hay en el alma de ese hombre: se está poniendo en claro, a la luz de todos. Se cogen sus homilías, sus escritos, y se les desmenuzan para que vean la maldición de su palabra. Y muchos no captan esto, porque les asusta la palabra maldición.
Quieren un lenguaje en que se trate de forma respetuosa la mente de ese hombre.
No se puede respetar la mente de un hombre que no es capaz de decir una verdad. Cuando la dice, inmediatamente, pone su mentira al lado. No hay respeto al lenguaje de la mentira. No hay respeto a la mente que habla ese lenguaje de la mentira. No hay respeto a la persona que obliga a su mente a decir una mentira en su palabra, en su lenguaje.
Tampoco hay respeto a esa persona por el cargo que representa: no es Papa. No tiene el oficio de juez universal. Por lo tanto, se le puede juzgar tranquilamente.
Bergoglio ejerce un cargo político, de acuerdo a su gobierno horizontal. Y todo político puede ser juzgado por la Iglesia (por sus miembros) y por la autoridad de la Iglesia (por su Jerarquía).
¡Qué pocos tienen vida espiritual en la Iglesia!
La Iglesia está totalmente dividida. Todos andan en el juego del lenguaje humano. Pero a nadie le interesa la verdad. Ya nadie sabe lo que es la Verdad.
Por eso, este blog ni es para los progresistas, ni es para los tradicionalistas, ni es para los lefebvrianos, ni es para los católicos tibios, ni es para nadie que no tenga vida espiritual.
Aquí se trata la situación de la Iglesia desde un punto de vista espiritual, que es lo que nadie hace en la Iglesia. Se ve la Iglesia desde muchos puntos de vista, pero nadie da el Espíritu de la Iglesia. Nadie llama al pan, pan; y al vino, vino. Todos están en sus ensaladas. Y comen de eso. Y no son capaces de ver a los hombres en sus almas, no en sus mentes.
«¡Maldito el día en que nací! ¡El día en que mi madre me parió no sea bendito! Maldito el hombre que alegre anunció a mi padre: “Un niño, tienes un hijo varón”, llenándole de gozo. Sea ese hombre como las ciudades que destruye el Señor sin compasión, donde por la mañana se oyen gritos y al mediodía alaridos» (Jer 20, 14).
Estas palabras del profeta nadie las comprende.
El profeta está maldiciendo, en nombre de Dios, el día en que nació. Maldice al hombre que anunció ese nacimiento. Maldice su nacimiento, su propia vida humana.
Y Jeremías no está pecando en esta maldición.
En estas maldiciones está el alma del profeta, no su mente, no sus obras. Su alma ha contemplado su miseria, su pecado, sus manchas. Y las ve como Dios las ve, con claridad. Y, por eso, maldice el día en que nace: contempla su alma en el pecado original. Se contempla como un condenado, como un demonio.
Su madre ha traído al mundo un demonio: eso es maldito. No es una bendición nacer en este mundo. Para ningún hombre lo es. Pero son pocos los hombres que caen en la cuenta de lo que es su nacimiento. Se nace como un auténtico maldito a los ojos de Dios. Se nace en la Justicia Divina, para un castigo de Dios, para una sentencia de Dios. Y, por eso, el hombre que anuncia con gozo esa maldición, es también maldito: no sabe lo que anuncia.
Cuando se dice que Bergoglio es un maldito se está diciendo que su alma vive constantemente en su pecado, en la obra de su pecado. Quien maldice de esta manera, no está pecando. Está diciendo la verdad. Pero son pocos los hombres que entienden el lenguaje del alma.
La vida espiritual es el lenguaje del alma. La vida humana es el lenguaje de la mente.
Si piensas como hombre, como ser racional, vives de esa manera. Y hablas a la mente del hombre, con su lenguaje, usando sus ideas racionales.
Pero si piensas como hijo de Dios, como un ser espiritual, entonces dices misterios en tu lenguaje humano: estás dando tu alma al otro. Estás diciendo lo que hay en tu alma; no en tu mente.
Y quien lea a Bergoglio con su alma, lo tiene que maldecir. Su alma encuentra una gran maldad, que la rechaza al instante, que la maldice.
La Sagrada Escritura es para el alma, no es para la mente del hombre.
Muchos no saben leer la Palabra de Dios: quieren investigarla con sus mentes.
La Palabra de Dios es Espíritu, es para el espíritu, es un ser espiritual.
La Palabra de Dios viene de la Mente de Dios. Y esa Mente es Espíritu. La Mente de Dios no es racional, como lo es la del hombre. Dios no piensa como piensa el hombre. Luego, no puedes leer la Palabra de Dios con tu mente humana. Tienes que leerla con la Mente de Dios.
Y tú tienes la Mente de Dios: «nosotros tenemos la Mente de Cristo» (1 Cor 2, 16).
Si comulgas, recibes a Cristo: tienes Su Mente y Su Voluntad.
El que no comulga no posee la Mente de Cristo. El Bautizado que no recibe la Eucaristía no posee la Mente de Cristo. Sólo tiene el Espíritu de Dios. El sacerdote, no sólo posee la Mente de Cristo, sino Su Poder. Y el Obispo tiene toda la plenitud de lo que es Cristo.
Muchos comulgan y, después, piensan como los hombres, no como Cristo. ¿Para qué comulgáis?
Muchos leen la Palabra de Dios con su mente humana, no con la de Cristo. ¿Para qué la leéis?
Lo que Dios da siempre al alma es un alimento espiritual: para su vida espiritual. No para su vida racional o humana.
Dios te habla al corazón, no a la mente. El demonio te habla a la mente siempre. El demonio quiere entender lo que piensas. Por eso, te pone cantidad de pensamientos, que parecen tuyos, pero son de él. Y así va guiando a los hombres, en sus pensamientos. Así va formando sus obsesiones y posesiones en la mente de las personas.
Lo que más se ve en el mundo, y en la Iglesia, es la posesión de la mente del hombre por el demonio. Por eso, muchos acuden a los psiquiatras. El demonio los vuelve locos. No tienen ninguna locura, pero el demonio se la pone: son locuras puestas por el demonio. Son enfermedades, reales, pero que tienen su origen en lo espiritual. No se quitan con pastillas, sino con la conversión de la persona y con muchos exorcismos.
Dios te habla al corazón. Y su Palabra es Amor. No son ideas, no son razones, no son filosofías, no son lenguajes bellos.
Cuando Dios te habla, te da un amor. Ama tu corazón. Es un amor que el hombre ni lo siente ni lo puede explicar. Es totalmente en el espíritu, obrado por el Espíritu. No es un sentimiento humano, no es un consuelo humano, no tiene nada que ver con lo que el hombre entiende por amor.
Cuando Dios te ama, ama tu corazón: lo penetra, se instala en él y lo mueve a Su Voluntad.
El alma, amada por Dios, no tiene que hacer nada: sólo seguir la inspiración divina, la moción divina en el corazón.
Esto no se comprende sin vida espiritual.
Si Dios te ha puesto en Su Iglesia, Dios te ama y te da a conocer, de manera espiritual, todo lo que pasa en la Iglesia.
La razón de por qué muchos todavía no se han enterado de lo que es Bergoglio, es sólo porque no tienen vida espiritual. No saben lo que es eso. Ven la Iglesia desde lo humano, desde lo histórico, desde las estructuras exteriores. Pero no ven almas en la Iglesia. No captan las almas en la Iglesia. Sólo captan las mentes de los hombres, sus obras, sus vidas.
Por eso, adoran a Bergoglio. Por eso, lo llaman como Papa. Por eso, les molesta que se diga que Bergoglio es un maldito. No lo entienden. No lo pueden comprender.
La misión de este blog es señalar el camino espiritual de la Iglesia. La Iglesia camina hacia lo remanente. Va hacia una Iglesia que permanece en la sola Verdad.
No es la Iglesia ni de los progresistas, ni de los tradicionalistas, ni de los moderados o centristas, ni de nadie que mira a la Iglesia con su mente humana.
Aquí no nos casamos con nadie. Aquí no damos besitos a nadie. Aquí damos la Verdad que nadie quiere escuchar y que nadie va a decir. Y sabemos que estamos solos. Y no nos importa. A nadie debemos nada. Cuando el Señor diga, se cierra la obra que Él comenzó. Y nos iremos sin decir adiós, porque la vida eclesial va a ser en la oscuridad, en la persecución. Y ya no será conveniente hablar públicamente cosas que hay que decirlas en secreto.
Los tiempos son muy oscuros. Y si no tienen la guía del Espíritu, si sólo tienen la guía de sus inteligencias humanas, se van a perder. Tienen que saber moverse en la oscuridad. Porque todo es un infierno. La Iglesia ya no da la Verdad y ya no lleva a la Verdad. Han puesto a un maldito: que guía en la mentira y que arrastra a todos hacia la mentira.
Y si la palabra de este maldito les hace vacilar, entonces no van a poder enfrentarse al Anticristo.
Si una palabra barata les confunde y piensan que Bergoglio dice alguna verdad, es que no tienen vida espiritual. Viven en la Iglesia de acá para allá: cogiendo aquí y comiendo de allá. Y al final terminan, como hacen muchos, negando toda la Iglesia.
Hoy día se quiere una tradición sin papas; se quiere un papa sin doctrina, radical, que lo rompa todo; se quiere una liturgia que no sea herética y que no sea con papas heréticos.
Hoy día, en la Iglesia, sólo se quiere al hombre, a su mente, a sus obras. Pero nadie quiere ver las almas de esos hombres.
Por eso, este blog escandaliza a muchos. Que sigan en sus escándalos.
La Iglesia va hacia el remanente. Son las almas que poseen, en sus corazones, sólo la verdad. Lo demás, no interesa. Lo demás, no es Iglesia.
Los progresistas, los tradicionalistas, los centristas, los sedevacantistas, etc… sólo están en el terreno de nadie: haciendo su iglesia, a su manera. Luchando por sus intereses, que los llaman de Dios. Pero ninguno de ellos se pone en la Verdad.
Cuando muera el Papa legítimo de la Iglesia, Benedicto XVI, la Iglesia quedará en Sede Vacante. Los Cardenales pondrán sus papas. Ninguno de ellos será papa. Porque hay un impedimento para elegir a un Papa verdadero: el gobierno horizontal, que ese maldito ha puesto.
Hasta que los Cardenales electores no quiten esa maldición, esa obra maldita, hasta que no salgan de la obediencia a ese gobierno horizontal y a ese falso papa, hasta que no tengan agallas de dejar la estructura interna, que los ahoga en la mentira del lenguaje de un hombre sin verdad, por más que elijan a un hombre para papa, no será Papa.
La Iglesia tiene que estar un tiempo sin papa: porque hay una maldición puesta en Roma. El gobierno de ese hombre, de ese político, de ese bufón. Una obra maldita que ha anulado el fundamento de la Iglesia: Pedro. Por más que quieran elegir a un Pedro, no podrán. Tienen que salir de todo eso para elegir al Papa que está profetizado: Pedro Romano, el cual finaliza el tiempo dado a la Iglesia para echar las redes. Y abre otro tiempo, uno nuevo.
Todos van a luchar, a partir de ahora, por un trozo de poder en el Vaticano. Por eso, viene una gran división. Y, por eso, habrá que esconderse.
Poca gente, en la Iglesia, entiende esto.
Todos esperan algo de Bergoglio y del Concilio que viene. Están ciegos y quedarán ciegos para siempre.
La Iglesia de Cristo camina, ahora, por otros caminos distintos a Roma. Por eso, dentro de poco hay que dejar de hablar de lo que sucede en Roma, porque será contraproducente para todos.
Hay que seguir a Cristo en la Iglesia remanente. Ya no hay que seguir a Roma.