A la “segunda renovación” del peronismo le faltan varios ingredientes, entre ellos un líder
En
29 años no se recuerdan muchos actos para recordar el triunfo de
Antonio Cafiero en la provincia de Buenos Aires que le permitió al
peronismo iniciar años de gobierno en el principal distrito del país,
hasta que llegó María Eugenia Vidal. Es sabida que esta fue la excusa
que utilizaron un grupo de intendentes y gobernadores, distanciados cada
vez del gobierno nacional y provincial, para plantear la necesidad de
armar la “segunda renovación”.
Así como en otros momentos se intentó
imponer el tercer movimiento histórico desde el radicalismo que ese
triunfo de Cafiero frenó, luego Kirchner planteó la transversalidad y
ahora, desde el llano, quieren armar la segunda renovación. Tendrán que
pulir varios detalles y, sobre todo, encontrar un nuevo Cafiero que
seduzca al electorado. Por ahora, el peronista mejor mirado está afuera
de este esquema. Es Sergio Massa.
Hace tiempo desde este medio se
planteó la la información que un grupo de jefes comunales del conurbano
con poco rodaje en sus distritos aún, armaba la idea de una opción
propia que pudiera llevar a alguno de ellos como candidato el año que
viene. La idea es medir cuanto tienen de verdad en el territorio y
luego, hacia 2019 negociar qué lugar les toque en un frente electoral. Y
de máxima, poner el próximo candidato a gobernador del PJ. Ese punto es
el que decantó las primeras internas entre pares. Que volvieron a
notarse en el homenaje a Don Antonio, aquel que el propio Perón
recomendaba seguirlo de cerca. No justamente por sus buenos atributos
que, sin dudas, los tenía.
Martín Insaurralde y Gabriel Katopodis
armaron este acto con otros intendentes y gobernadores. Pero se les
escaparon algunos detalles. Es difícil hablar de renovación y subir al
palco a Gildo Insfrán, el multielecto gobernador de la provincia de
Formosa. O más cerca, a Alberto Descalzo, intendente de Ituzaingó desde
1995. También estuvo Daniel Scioli quien, de seguir así, se podría
convertir en el mal menor el año que viene ante la anemia de candidatos
seductores. Además, Florencio Randazzo sigue sin aparecer.
La
principal dificultad que tiene este armado es el candidato. Aunque falta
mucho, los intendentes pueden reunirse muchas veces pero les cuesta
mucho traspasar las fronteras del conocimiento en sus distritos. Alguna
ventaja tiene en ello Insaurralde, pero no por su labor política, sino
por haberse casado con la modelo Jésica Cirio. Igual no le alanza
todavía para nuclear a todos detrás de él. Como siempre, parece que el
factor ordenador de la política será el mismo de siempre, las encuestas.
El
palco y su conformación evidenció el clima de las relaciones entre los
intendentes “dialoguistas”. ¿Habrá sido casual la ubicación bien
marginal de Gustavo Menéndez y Leonardo Nardini? Está claro que no
quieren ser parte del grupo Esmeralda.
Las miradas de muchos de
ellos se posan sobre Tigre. Guste o no, de quienes se consideran parte
del peronismo saben que Massa es quien mejor mide. El tema es el propio
Massa, quien no se lo ve muy dispuesto a ingresar en ese barro de
confusión que es el rearmado de los restos del Frente para la Victoria.
Él, como pocos, sabe que si le va bien el año que viene en las
elecciones de medio tiempo, la renovación del peronismo se alineará
detrás de él. Y con mucho menos costo político.

