Show militante en La Biela. Todo armado. (Nacionalismo Católico NGNP)
Toda la verdad sobre las lesbianas de La Biela. Por Agustín Laje
Hay inestabilidad permanente en toda
hegemonía. Su existencia depende de la continua reproducción de sus
fundamentos ideológicos, que refuercen diariamente la ilusión del
pensamiento único. Tal reproducción es uno de los campos específicos de
la acción política: crear y recrear situaciones que impongan más o menos
solapadamente a las personas la forma en la que deben pensar.
Esta es, en pocas líneas, la lógica
política subyacente a los hechos acontecidos recientemente en el
tradicional bar porteño La Biela. En términos del periodismo hegemónico,
los sucesos se dieron así: dos lesbianas se dan recíprocamente muestras
de afecto dentro del bar, lo que provoca que los mozos, “homofóbicos”
por supuesto, las hagan retirar. Punto final.
Aunque parezca un varón, se trata de la activista Belén Arena
(protagonista del escándalo en La Biela) mintiendo ante las pantallas de
TV, las cuales le brindan generosa figuración en horarios diurnos y al
alcance de los niños.
Afortunadamente, con Nicolás Márquez pudimos acercarnos a La Biela y
efectuar nuestra propia investigación al respecto (ver nuestro video en
el bar en pleno curso de “adoctrinamiento“). Allí
consultamos a una decena de mozos y personal gastronómico, a clientes
frecuentes del lugar, a la dueña del quiosco de revistas que se
encuentra en la vereda del establecimiento y a los taxistas que tienen
su parada justo en la esquina del lugar en cuestión y que conocen a
fondo lo que sucede en la zona. Asimismo, investigamos a las lesbianas
que protagonizaron el hecho.
Los datos recabados pintan una historia
totalmente distinta. En primer término, las dos lesbianas al parecer ya
habían intentado generar una similar reacción (sin éxito) en lugares
como McDonald’s y Starbucks. Venían buscando hace rato lo que obtuvieron
en La Biela. ¿Pero por qué? Muy simple: la realidad es que son
militantes políticas. ¿De dónde? De grupos feministas neomarxistas y
“queer” como Colectiva Lohana Berkins, al cual se vincula María Belén
Arena, la que mayor visibilidad pública adquirió tras el episodio.
Comparsa revolucionaria integrada por activistas de la “diversidad”
El hecho fue que sus intentos en McDonald’s y Starbucks no
fructificaron. El fracaso en estos lugares está dado por factores como
el tipo de servicio (fast-food, no hay mozos), la dinámica del lugar
(comer rápido y retirarse) y el tipo de público que asiste. Pero en La
Biela la cosa fue distinta: montaron un show (son actrices) en el cual
escenifican una pelea, luego se reconcilian, se besan y se empiezan a
manosear en partes íntimas, frente a la clientela del lugar.
Belén Arena “haciendo teatro”: pasatiempo suyo al que acude regularmente a calmar su histeria.
Las quejas, así, no tardaron en llegar. Fueron los mismísimos clientes
los que solicitaron al personal del bar que le pidiera a la pareja
lesbiana que guardara las formas. En palabras de los mozos, “daba igual
si eran lesbianas o heterosexuales, se estaban toqueteando frente a
todos y acá eso molestó a la gente”. Un mozo se acercó a pedirles a las
mujeres que adecuaran su conducta a las reglas del lugar, y explotó el
conflicto. Era lo que las militantes lesbianas estaban buscando:
reforzar la hegemonía de la dictadura de género a costa de perjudicar a
un comerciante y a su personal, vendiendo una historia deformada de
“homofobia y discriminación” a los grandes medios (siempre prestos a
servir al pensamiento políticamente correcto), y luego convocar a un
“tortazo”, es decir a una marcha lesbiana de repudio contra el
establecimiento.
Belén Arena dando un “curso autorreferencial” de porno-comunismo, es decir de Ideología de Género.
Nuevamente, los medios mostraron sobre el “tortazo” lo que convenía
mostrar: un par de lesbianas besándose en La Biela, sin hacer mayores
disturbios. Pero silenciaron lo más importante: el escrache no fue
afuera del lugar, sino adentro, y no fueron un par de lesbianas, sino
unas 150 personas metidas por la fuerza en el establecimiento (todas
militantes), subidas muchas de ellas a las mesas y a las sillas. El
personal del lugar nos comentó que fue un día completamente perdido; sus
clientes se retiraron de inmediato, y el salón quedó luego lleno de
mugre y panfletos que ellos después tuvieron que limpiar.
Foto “simpática”: Esta es la imagen “inofensiva” que publicaron los grandes medios en torno al escrache a la Biela.
Foto que te publicamos nosotros: La Biela invadida impunemente
de activistas que atropellaron el derecho de propiedad, ahuyentaron a
los clientes y ultrajaron los bienes del bar sin que ningún medio
denunciara ni mostrara nada.
Y aquí vale hacer un comentario sobre algunos de los amigos libertarios,
esos que siempre son tan funcionales al neomarxismo y que desde sus
redes sociales festejaban el escrache como una “manifestación legítima
de la libertad”. La libertad es una función del derecho de propiedad; de
éste se deriva el derecho de disponer de la propiedad y, por tanto,
admitir o no admitir ciertas conductas dentro del establecimiento
privado. El derecho a escrachar es sólo compatible con el ideario
liberal cuando no afecta ni la libertad ni la propiedad de los demás,
algo que por supuesto no ocurrió en el caso de La Biela, por una razón
muy simple: el objetivo de las organizaciones que están atrás de estas
movilizaciones políticas es precisamente afectar la libertad individual y
la propiedad.
Foto que te publicamos nosotros: La Biela invadida impunemente
de activistas que atropellaron el derecho de propiedad, ahuyentaron a
los clientes y ultrajaron los bienes del bar sin que ningún medio
denunciara ni mostrara nada.
Y el final de esta historia no podría haber salido mejor para el
reforzamiento de la hegemonía a la cual nos referíamos al inicio.
Gramsci decía que el Estado es “hegemonía acorazada con coerción”. Pues
el Estado no pudo dejar de intervenir en este asunto, ejerciendo
coerción para mantener la hegemonía de la dictadura de género: sometió
al personal de La Biela a sesiones de adoctrinamiento en ideología de
género, las cuales se llevan a cabo frente a los clientes del lugar como
claro mecanismo de humillación para los mozos, quienes obligatoriamente
tienen que dejarse adoctrinar por los burócratas del gobierno de la
ciudad de Buenos Aires bajo el riesgo de perder su trabajo.
Adoctrinamiento obligatorio al personal de La Biela: los
dos chantas de barba que se ven de espalda, son ideólogos a
sueldo enviados por el Estado para domesticar a los mozos e imponerles
esa paparruchada pseudocientífica conocida como “perspectiva de género”.
Cuando le preguntamos a los mozos en qué
consistían estos cursos, nos dijeron que no “sacan nada en limpio”,
porque les enseñan que “si un hombre se cree mujer, entonces es mujer; y
si una mujer se cree hombre, entonces es hombre”. Es decir, los
adoctrinan en el error, en eslóganes ideológicos que van a contrapelo de
la ciencia y el conocimiento de la realidad. Y lo peor de todo: el
adoctrinamiento lo pagamos con impuestos entre todos, incluidos los
adoctrinados.
Toda una bajada de línea relativa a los peligros de sacar los pies del plato del pensamiento políticamente correcto.