Publicado por Revista Cabildo Nº118
Mes de Agosto de 2016-3era.Época
Algunas reflexiones sobre la Partidocracia
DOCTRINALES
Héctor Daniel ALDAO
Algunas
reflexiones sobre la Partidocracia
"Pensando
engañado,
que es un dulce juego
das vuelta la noria, caballito ciego. Caballito ciego, ¡qué engañado estásl; ¡Ah, si tú supieras que no lo hallarás?'
José Pedrom
Si quisiéramos empezar bien | este sencillo
escrito debiéramos
hacerlo remitiendo a los que saben. Seguro que están en las mejores y
honestas librerías, así como las bibliotecas, abarrotadas de obras tratando eruditamente este tema menor. Así lo llamo porque lejos está la partidocracia de la verdadera
política, término que ha sido bastardeado
o vaciado de su superior contenido,
con fines espurios.
Pero estamos hablando de cosas diametralmente
opuestas; política es la del servicio al bien común; partidocracia,
la del negocio; las dos no pueden
cohabitar; la una morirá en la otra,
por ese principio según el cual entre lo malo y lo bueno sufre lo
segundo. Para la política,
en cambio, los maestros, desde la antigüedad, siguiendo todos ellos un hilo conductor, nos la han definido, perfeccionado y presentado' como baluarte para aquellos hombres de bien que rehuyen de la segunda: la partidocracia.
La partidocracia es
más
propia del
hombre víctima de la feroz publicidad que de ella se hace para imponerla y
sostenerla, a pesar de que este hombre común la sabe patológica, cuando no,
un remedio dulce al
tomar y amargo al tragar; o el peor negocio: aquel en el cual uno elige ser
estafado ex profeso al ingresar al salón donde se hallan los sucios escaparates
del producto a comprar. En este
momento en que se han exacerbado las pasiones de partido (empezando por los deportivos) le basta a
ese hombre común presionado o intimidado por este sistema, tomar
partido por lo que fuere. Ya lo decía el viejo tema de Pedro Aznar: "elegí,
nada importa sólo elegí"; tan repetido incansablemente hasta haber
penetrado en nuestras seseras y sentirnos logros si
no lo hacemos.
Lógicamente que este sistema no se mantiene
solo; necesita de un ejército
muy bien adiestrado con años de preparación (sobre todo • psicología y marketing),
específicamente incluso, un ejército llegai desde afuera, vulnerando nuestra idiosincrasia
ancestral y genuina. La partidocracia, como otros males es un producto
importado. Al llegar a estas costas se contaminó de todoe lo malo que
encontró a su paso.
La partidocracia o la tiranía de los partidos tiene
sus metas propicias, sus objetivos propios y sus medios propios que distan totalmente de
los intereses
reales de este hombre de a pie; no tenemos nada en común con este sistema. Al
contrario saca
lo peor de nosotros porque el no conoce de virtudes sino simplemente de
despropósitos. Basta volver la mirada hoy hacia sus principales
protagonistas, que no hace
otra cosa más
que mostrarse impúdicamente contando dinero sucio en
sus cuevas. Son tantos los hechos perversos que están a la
vista, que uno sobrepasa al otro. La par-tidocracia, en resumen, se devora las mejores voluntades; aquellas que queriendo inmolarse por el bien común son inmoladas pero no como víctimas sino, al mejor estilo mañoso, como
victimarios.
Nuestra
enemistad con la partidocracia no es caprichosa, es porque ella va contra el sentido común;
aquel
que aún se resiste a ser derrocado. Ella se ha encargando de ir construyendo, con el
correr del tiempo, sus propios males. Hasta
mostrarse tal cual es: una obscena
imagen repetida, corregida y aumentada desde hace mucho más de un siglo.
Todo
ha pasado ya pero aún falta lo
peor. Esta receta ya ha sido degustada por otras regiones y los
resultados han sido los mismos; los que decía Gramsci en sus Cuadernos: la
gran revolución. La de anular el sentido común. Así estamos.
Este
sistema al decir de Castellani es un esqueleto andante y
pútrido, con quien sólo se puede contraer "náuseas",
y nadie que yo sepa en su sano juicio quiere ésto.
La
democracia en todas sus facetas:
plutocracia, cléptocracia, dedocracia, partidocracia,
oclocracia, etc., no es venida del cielo. No; la han
hecho hombres y hombres de carne y hueso como nosotros, los mortales,
pero con una particularidad: quieren repartirse el botín.
Para ellos, la suntuosidad y el escándalo
son moneda corriente.
Pero
cuál será el secreto para intervenir partidocráticamente. No hay
secretos en la partidocracia; es puramente el azar. El azar
controlado como en la mejor ruleta del mundo; no
hay ciencia, la ciencia es el engaño, la trampa, el dolo y la
mentira.
Hay sí, como en una falsa religión, el cumplimiento de todos
los pecados y la obligación de que sus "sacerdotes"
sean los que den el "ejemplo"; esto es, que
cometan todos los pecados que sean necesarios cometer
para que la gran farsa de echar los votos siga en pie.
Esto
es esencialmente lo que nos esta
negado. Nosotros no debemos comer
las peras de aquel centenario olmo
"al que hicieron ceder a la tentación de un viejo reclamo".
No
seamos candidos; conocemos los resultados. Solamente tenemos nuestra ejemplaridad, silente
por momentos, pero en otros saliendo filosamente al cruce y denunciando a los
enemigos verdaderos; a los externos y a sus cómplices
internos; a aquellos que no han hecho más que
burlarse de todas nuestras instituciones, empezando por la familia.
¿Qué es lo que hay que hacer?
Aquello que decía
un poeta español de la Cruzada nos es aplicable: "mientras España exista, y rece y jure en
español su credo, siempre habrá en Somosierra un falangista, un
requeté en Navarra o un cadete en
Toledo". Esto es: resistir. Para
que no nos pase lo que entona esta elegía:
"Este es el
pueblo argentino el de los tristes destinos
El que lo ha tenido
y el
que todo lo ha perdido
El que forjó una leyenda
de martirios y heroísmo
Y
al repartir los laureles
no se acordó de sí mismo". •