CARTA DE LOS INDIOS AL SANTO PADRE PÍO IX
[Mensaje de Hernán Federico Buteler]
Ave Maria.
Le adjunto una carta de los Indios del Norte hacia el Papa Pio IX y su contestación.
Salió en un Adsum, boletín del Seminario de Monseñor Pivarunas.
Dios lo bendiga.
P.Pio
Le adjunto una carta de los Indios del Norte hacia el Papa Pio IX y su contestación.
Salió en un Adsum, boletín del Seminario de Monseñor Pivarunas.
Dios lo bendiga.
P.Pio
Si
consideramos que los indios Coeur d’Alenec salieron, en definitiva, de
la más feroz tribu de las montañas, veremos en su ingenua y generosa
piedad un extraordinario fruto de la gracia. El Padre General presentó
la carta a Pio IX, el cual al leerla se olvidó por unos momentos de la
miseria de su cautividad. Si la antigua Europa repudiaba la Fe, la
Iglesia observaba en sus nuevos hijos, venidos desde el otro lado del
océano, frescas almas con la digna fidelidad de los primeros Cristianos,
ignorantes de la falsedad y oposición de los vicios y del error.
Carta de los Indios “Coeur d’Alene” al Papa Pio IX
De todas las tribus,
los Indios Coeur d’Alene se distinguieron por su devoción a la Iglesia.
Informados en 1871 de la situación del Papa y que el gobierno italiano
se había apoderado de Roma, los Coeur d’Alene escribieron inmediatamente
a Pio IX asegurándole su filial adhesión.
“Muy
misericordioso Padre, no es por temeridad, sino que el amor nos mueve a
escribirle. Verdad es que nosotros somos la más humilde de todas las
tribus, mientras que Tú eres el más grande de entre los hombres
vivientes. Pero fuiste el primero a mirarnos piadosamente. Si, Padre,
treinta inviernos ha, éramos un pueblo salvaje, miserables tanto en el
cuerpo cuanto en el alma, hasta que nos enviaste el gran “Túnica Negra”,
el Padre De Smet, a que nos hiciera hijos de Dios a través del
bautismo. Éramos ciegos, y nos lo enviaste para que nos abriera los
ojos. Muchos de nosotros estaban todavía en tinieblas cuando el padre De
Smet nos dejó; entonces nos enviaste el otro “Túnica Negra”, nuestro
buen Padre Nicolás Point, que vino y vivió con nosotros, despertándonos y
dirigiéndonos en el camino que conduce al cielo. Y ¡cuántos otros
Padres no nos distes a fin de enseñarnos a nosotros y a nuestros niños
la ley de Dios y hacer de nosotros buenos Cristianos!
“Entonces,
Padre, escuchando que Tú estás en aflicción, deseamos agradecerte por
tu caridad, y expresarte nuestro gran amor y profundo dolor al recibir
la noticia de que tus malos hijos siguen causándote sufrimientos después
de que hubieron saqueado tu casa.
“Aunque
somos apenas unos pobres Indios, ignorantes de las formalidades de la
vida, tomamos a esta conducta como un crimen. A solo cincuenta años
atrás éramos unos salvajes, pero nosotros no tendríamos el atrevimiento
de actuar así ya que sabemos que la dignidad y el poder del Papa vienen
de Cristo. Por esta razón hemos rezado y seguiremos rezando con todo el
ardor con que unos pobres indios son capaces, por Ti, Padre, y por toda
la Iglesia. Además, como nos reuniésemos desde varios campamentos a la
iglesia de la misión, hemos hecho, por nueve días, muchas oraciones y
hemos realizado actos de virtud, los cuales ofrecimos por Ti al Corazón
de Jesús. Esta mañana enumeramos los actos y las devociones y llegamos
al número de 120 527.
Juzgando
que esto era todavía insuficiente, ofrecimos nuestros propios corazones
por nuestro excelente Padre, el Papa, estando completamente seguros de
que este ofrecimiento no sería rechazado.
“Tenemos
un grupo de soldados, no entrenados para la guerra, sino para mantener
el orden en nuestro campamento. Si estos hombres pueden ser útiles al
Papa, se lo ofrecemos de muy buena gana, y ellos se creerán unos
afortunados si derraman su sangre y entrega sus vidas por nuestro Buen
Padre el Papa Pio IX.
“Y
ahora ¿podríamos decirte nuestros miedos y nuestras incertidumbres? Los
vendedores de whisky avanzan cada día más hacia nosotros. Tememos
traicionar a Nuestro Salvador quitándole los corazones que Le hemos
entregado. ¡Ayudadnos y fortalecednos con Tus oraciones! Pero nuestros
queridos niños son dignos de mayor lastima todavía, puesto que están más
expuestos; no tanto nuestros hijos pues tienen verdaderos padres en los
“Túnicas Negras”, sino nuestras hijas, que todavía no tienen madres
celosas que la cuide. A menudo hemos pedido por las “Túnicas Negras” de
su propio sexo, pero nuestras voces son muy débiles para que sean oídas,
y somos muy pobres para hacer más que suplicar. ¿Quién nos mandará esas
buenas madres que instruyan a nuestras hijas y las fortalezca en contra
el enemigo que está ganando terreno, sino Tú, que nos ha tenido
compasión aun cuando todavía éramos paganos?
Estos
son los sentimientos de nuestros corazones, pero como nosotros, pobres
Indios, damos poco valor a la expresión de los sentimientos a menos que
vayan acompañados con regalos materiales, hemos recolectado unos dólares
y unas moneditas, para poder darte, que es, por decirlo así, un pedazo
de nuestra propia carne, para probar nuestra sinceridad. No obstante
nuestra pobreza, para nuestra gran sorpresa fuimos capaces de juntar
$110.
“Y
ahora, Padre, una vez más permitidnos abrir nuestros corazones. ¡Oh,
Cuán felices estaríamos, a pesar de nuestra indignidad, si pudiéramos
recibir una palabra de tus labios, una palabra que nos ayudaría, a
nosotros, a nuestras mujeres y a nuestros niños a encontrar la entrada
del Corazón de Jesús!
“Vincent, de la familia Stellam.
“Andrew Seltis, de la familia de los Emote.”
Si
consideramos que los Coeur d’Alene salieron, en definitiva, de la más
feroz tribu de las montañas, veremos en su ingenua y generosa piedad un
extraordinario fruto de la gracia. El Padre General presentó la carta a
Pio IX, el cual al leerla se olvidó por unos momentos de la miseria de
su cautividad. Si la antigua Europa repudiaba la Fe, la Iglesia
observaba en sus nuevos hijos, venidos desde el otro lado del océano,
frescas almas con la digna fidelidad de los primeros Cristianos,
ignorantes de la falsedad y oposición de los vicios y del error,
La respuesta del Santo Padre:
“Amados Hijos, ¡saludos y apostólica bendición!
“Los
devotos sentimientos que vosotros, en la simplicidad de vuestros
corazones, expresaron, Nos ha causado gran gozo. Vuestros dolores por
los ataques hechos contra la Iglesia, así como vuestra devoción y filial
amor a la Santa Sede, es una tocante prueba de la fe y la caridad que
llenan vuestros corazones, adhiriéndolos firmemente al centro de la
unidad. Por estas razones, estamos seguros de que vuestras oraciones y
suplicas, que de continuo están ante Dios, serán de buen provecho para
Nos y para la Iglesia, y Nos aceptamos con profundos sentimientos de
gratitud las ofrendas de vuestra generosa caridad. La mano de Dios
protege a aquellos que Lo siguen sinceramente, y creemos que vuestras
buenas palabras obtendrán la gracia de resistir a los peligros de
corrupción que les amenaza, y la ayuda espiritual que deseáis para
vuestras hijas. Suplicamos a Dios que complete en vosotros la obra de la
gracia, y que os llene de Su más selecta bendición. Como presagio de
esto y una demostración de Nuestra gratitud y paternal favor, os damos,
desde Nuestro corazón, la bendición apostólica.
“Dado en Roma, junto a San Pedro, a 31 días de Julio, año 1871, veintiséis de Nuestro Pontificado.
Pio Papa IX.”