Y NO… NO LO PUBLICARON… ¿SERÁ UNA REPRESALIA?
La tentación del… ¿cómo se diría? Ya veremos…
Nuestro amigo y corresponsal Osko ha elaborado un preciso artículo referido al post del sitio Wanderer del día 6 de Septiembre:
El título de
nuestro colaborador y el del post al que remite, coinciden en
desarrollar comentarios sobre las tentaciones; éste del personaje de El Señor de los Anillos, Bilbo Bolsón, y aquél del caminante.
Es oportuno
reflexionar sobre las tentaciones, porque son el preludio y motivo —en
cuanto acatadas— de nuestros pecados y, finalmente, de la condena de los
precitos.
En estos
tiempos postreros —que según nuestra firmísima esperanza han de ser
acortados en beneficio de los fieles de la pequeña grey— las tentaciones
son cada vez mayores y más sutiles, puesto que la defección de los
últimos infieles no será una caída sufrida y dolorosa, sino un
deslizamiento placentero hacia la apostasía final, por los engaños
sagaces a los que seremos sometidos todos.
El Nuevo
Orden Mundial podrá alegrarse de la derrota de los verdaderos creyentes
(Ap. XI, 10), pero ese revés, visto de ese modo por los secuaces del
Anticristo, será en realidad la victoria suprema, como la de todos los
mártires. El genuino fracaso de que nos preservará la brevedad de la
prueba final (Mateo XXIV, 22), será el del abandono de la fe y el
seguimiento del Anticristo y sus esbirros.
Por eso es
llamativo (aunque cada vez menos) ver a quien debería ser un auténtico
Príncipe de la Iglesia, caer, ya no en tentaciones refinadas, sino en
seducciones groseras, como las que pergeñó (vaya uno a saber por qué) la
señorita Valle Pastel, o Val Torta, como suena su apellido.
¡Y vaya si
hay abundantes valles de pasteles en sus escritos! Alrededor de 15.000
(sí, QUINCE MIL) páginas con “revelaciones” de Nuestro Señor Jesucristo y
su Santísima Madre, que recitaban como al dictado. No se trata de la
inspiración del Espíritu Santo propia de las Sagradas Escrituras, ni de
la reproducción escrita de las palabras proferidas por Nuestro Señor
durante su vida pública —tanto los textos de los Evangelios como los
ágrafas diseminados en los demás libros canónicos del Nuevo Testamento—
sino de supuestas comunicaciones verbales directas del Redentor y de la
Virgen María a la no menos sospechada vidente; u “oyente”, más
propiamente hablando.
Tan pueril y grotesco es esto, que la obra principal de María Valtorta, El Evangelio como me ha sido revelado, también titulado El poema del Hombre-Dios,
comienza con esta locución: “Dice Jesús:”, luego repetida innumerable
veces en todos sus escritos, así como la aseveración “Dice María:”.
De igual modo comienza el fragmento volcado por el Obispo-que-se-retracta-de-lo-que-le-parece
en su comentario Eleison 477: “Dice Jesús:”; aunque para mayor
confusión haya omitido esa expresión inicial, diciendo del pasaje, en
reemplazo de lo suprimido, “La siguiente cita, proviniendo como de
Nuestro Señor mismo,… ”, dándole así a las expresiones de MarÍa Valtorta
la calidad de revelaciones directas de Jesucristo, y transmitidas en
persona a la “auditora”.
El trozo
transcripto en el mencionado Eleison, proviene de los llamados
“Cuadernos de 1943”, y corresponde a lo “expresado” por Nuestro Señor el
día 27 de Junio; se puede encontrar en Internet, y según los sitios,
varía el número de la página donde figura este texto.
El estilo de
la “revelación” no es nada evangélico, por supuesto, ni propio de
Nuestro Señor Jesucristo; el lenguaje es edulcorado: “suavizándola con
esos místicos vapores… ” (¿vapores?); “¡Qué dulzura para los hijos… ”;
“… una dulce Majestad para contemplar,… ”; “… sobre el que desciende la
eterna sonrisa… ”; “… los velos candidísimos de su carne inmaculada… ”;
“… la Madre goza al dar otras almas enamoradas al Hijo,… ”; “… la
suavidad de su sonrisa”.
La
sensibilidad impregna varias expresiones del fragmento: “… que la hacen
soportable a vuestra limitada naturaleza.”; “¡Qué dulzura para los
hijos mirar a su madre!”; “… cuyo esplendor fuera suficiente para
arrebataros y cautivar vuestra mirada, pero no tan brillante como para
cegaros”; “Mientras que a María la podéis mirar todos”; “Y la Madre
tiene todas las piedades que os excusan,… ”; “… cuando vemos que
separándose de mis pies uno de vosotros va a María, o separándose del
regazo de María uno de vosotros viene hacia Mí”.
Como se ve,
formas de expresión totalmente impropias, y ausentes de las expresiones
afectivas de Nuestro Señor en los Santos Evangelios; cuando Jesucristo
llora lo hace con una tristeza genuina y no con lastimeras penas (Juan
XI, 35; Lucas XIX, 41), y sus demás manifestaciones sensibles son
sobrias y mesuradas, como cuando recibe y abraza a los niños que lo
rondaban (Marcos X, 13-16).
Muchas otras
críticas, y más severas, se le han hecho a los escritos de esta
pseudo-mística que tanto arroba al Obispo de Kent; no es la menor el
hecho de que su obra fue incluida en el Índex. No ha faltado quien la
defienda diciendo que no consta que hayan sido agregados sus libros por
heréticos al índice de los vedados, basándose en el escueto
pronunciamiento pontificio:

Pero en este
decreto tampoco consta QUE NO HAYAN SIDO INCLUIDOS POR HERÉTICOS, por
lo que ante la duda, más vale abstenerse, no como temerariamente procede
el Obispo kentiano, que los apoya y los utiliza como referencias casi
patrísticas.
Por algo los
sitios que son fieles seguidores suyos, no han replicado este
comentario Eleison 477; no creemos que sea una represalia frente al
silencio del prelado sobre las fundaciones de Monseñor Faure y compañía,
sino más bien por un pudor ampliamente justificado ante este desliz.
Claro que
pueden aducir que, lamentablemente, Monseñor de Deal no pudo resistir la
tentación de tan arrobadores escritos; ¿qué diremos entonces?; ¿en qué
tentación cayó el Obispo de Kent?
Parafraseando a nuestro corresponsal y amigo, que supo hablar de La Tentación del Caminante, nosotros podemos decir que el que no camina, vuela, y —estrenando un neologismo— que Monseñor Williamson ha sucumbido a La Tentación del Aviandante.