Recientemente
ha creado Francisco un Super-Dicasterio que recopila, mezcla y reúne la
labor de los Pontificos Consejos Cor Unum, Justicia y Paz y algún otro
más. El nombre elegido para este Macro-Ministerio es Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
Las tarjetas de visita del Cardenal Tuckson (que es el nuevo Prefecto),
van a ocupar medio folio. Y las presentaciones van a ser muy aburridas.
Me imagino una llamada telefónica:
— Aló, soy el Prefecto del Dicasterio para el Servicio del Desarrollo Humano Integral.
-¿Cómo dice? ¿Puede repetir?
–Que soy el Prefecto del Populismo Integral.
-Ah, ya. ¿Quiere usted hablar con la ONU, con Maduro o con las FARC?
-No, solamente quisiera comentarle una cosita a Raúl Castro.
–Vale, le paso.
El nombrecito no es casual, viniendo de Francisco. Si ya Maritain
hace años propuso su Humanismo Integral, que embobó a Pablo VI, e
influyó perversamente en el primer post-concilio, éste es el momento de
la reivindicación y la venganza. No sólo es el humanismo integral, sino
el desarrollo de un humanismo integral. Que no es lo mismo. O que es más
de lo mismo, pero peor. Una vez que la Iglesia se ha decantado en su
preocupación por el hombre, la palabra desarrollo tiene que aparecer por todas partes. Yo le habría añadido también progreso:
Dicasterio para el Servicio del Desarrollo y del Progreso Humano
Integral. Ya se sabe que solamente los progresistas se han ocupado del
desarrollo de los pueblos, haciéndoles conocer el hambre, el paro, la
miseria y la pobreza mientras las nenitas agitaban las banderas en favor
del Lenin, Stalin, King Yon o Fidel de turno. Todos ellos han desarrollado la pobreza y la miseria y han progresado
en ellas de forma exponencial. Si a todo ello se une que ahora -en este
tiempo de Gracia-, la Iglesia se ha dedicado a los pobres, queda
resuelto el sudoku vaticano. Más humanismo para construir más humanismo y
poder dedicarse más al humanismo. Ya se sabe que la Iglesia es experta
en Humanidad (Pablo VI dixit).
La gravedad de la cuestión estriba en el Populismo que lleva
encerrado. Parece como si la Iglesia nunca se hubiera percatado de que
hay pobres en el mundo a los que ayudar, y fuera solamente en estos días
(y concretamente en este Pontificado) cuando se ha dedicado a ello con
fuerza. Para los populistas, de nada sirve recordarles que antes de que
ellos cayeran del guindo, ya había órdenes religiosas entregadas a los
pobres, hospitales, asilos, orfanatos, hospederías, hogares para niños
abandonados…. y un largo etcétera. La Historia de la Iglesia desde sus
primeros días, es una historia de obras de caridad y de repartición a
manos llenas de misericordia con los necesitados. Lo que pasa es que en
aquellos tiempos oprobiosos, insistían mucho en la conversión, el
abandono del pecado, la práctica de los sacramentos y especialmente en
la salvación del alma. Qué horror.
Ahora, por el contrario, se deja esto a la conciencia de cada cual.
Yo le lavo los pies, (pongo por caso) a un musulmán o un travesti y no
me voy a enredar en esas consideraciones propias de teólogos de si la
Trinidad son tres o cuatro personas. Lo importante es que les he
atendido en sus necesidades y esto nunca lo ha hecho la Iglesia. Y creen
en el único Dios, claro está. Qué bien va todo ahora. Gracias Señor,
por habernos concedido llegar a este bendito siglo XXI para enderezar el
camino de la misericordia de la Iglesia.
Con este populismo en danza, no es de extrañar las medidas que se
adoptan y de las que se habla con profusión dos o tres días en la prensa
esclava-bobalicona. No sé lo que habrá quedado de las duchas en San Pedro,
pero no se volvió a hablar de ellas. Y hay que ver el agua que corrió
(a chorros) cuando Francisco proclamó que se iban a instalar.
Estos días casi me caigo de la banqueta monástica cuando leí que un
monseñor, a quien el Papa le nombró Limosnero Pontificio, con el expreso
encargo de que no estuviera nunca en su escritorio, sino que saliera a
la calle (no sé cómo estará cumpliendo el horario), se ha dedicado este
verano a darles pizzas
a los pobres de Roma y llevarlos a la playa. Uno de mis novicios me
enseñó una fotografía en la que el monseñor anti-despacho repartía
pizzas en la plaza de San Pedro. Eso sí, con el solideo puesto y los
fotógrafos delante. No faltaría más. Que estos obispos modernistas nunca
llevan el solideo, a no ser que tengan que repartir pizzas. De la playa
no tenemos fotos, y supongo que no se bañaría con solideo. A lo mejor
llevaba un bañador con fajín. Pero es tan curioso, tan populista, tan
guay todo esto, que San Francisco de Asís debe estar arrepentido en el
cielo por no haber tenido esta ocurrencia.
Por todo esto, y así se lo he comentado a mis habitualmente
bobalicones novicios, me ha llamado la atención tal creatividad
innovadora en los Dicasterios de la Santa Sede. Hace un mes fue el de
los Laicos y la Familia (engullendo lo poco que quedaba de la moral
familiar y natural, tras el cahondeo magisterial de la Amoris Laetitia).
Se da la circunstancia de que al mismo tiempo que se presentan estas
reformas de la Curia como esenciales a la vida de la iglesia
bergogliana, se ha oscurecido por completo la misión de otras Sagradas
Congregaciones: ¿Cuánto tiempo hace que no hemos oido hablar del
cardenal Müller? ¿cuánto tiempo que no hemos escuchado la más mínima
intervención de la Congregación para la Doctrina de la Fe? ¿qué hace la
Congregación para el Culto Divino después de ser aguada y descafeinada
por el cardenal Cañizares? ¿Hay alguna noticia sobre la Sagrada
Congregación para la Vida Consagrada, aparte del documento que impulsa
la desamortización de la vida contempaltiva en aras de un mayor
conocimiento del mundo? ¿hay algo sobre la congregación para el Clero?
El Humanismo Integral ha echado raíces en la Iglesia. Por eso es comprensible que ahora haya una Obra de Misericordia más:
el cuidado de la Tierra (la casa común, la llaman los cursis). El
cuidado de la Tierra, ¿es una obra de misericordia corporal o
espiritual? Bueno, yo creo que es una Obra de Misericordia Integral.
-¿Y qué hay de la salvación de las almas?, le preguntan al Jefe del Nuevo Dicasterio.
–Perdón……?
Decididamente, después de Teresa de Calcuta, hay que canonizar a Maritain.
Fray Gerundio