Segunda Parte
A pocos dias del golpe Militar, almuerzo en Casa de Gobierno. "En un mismo lodo y todos manoseau" a cuatro que identifico desde el 2º de la izquierda. Videla, Borgues, Sábato y nuestro querido y sabio maestro EL PADRE CASTELLANI. De los de la foto, LEONARDO CASTELLANI cuenta aquí "como el 13 en la docena", si en la "rosada" aunque pintada de celeste sería un color apropiado para VARONCITOS
Agregado por http://elquijotesiglo21.blogspot.com.ar/
"Cartas a los Relogiosos"
Sobre la Obediencia
A mis HH. los Profesos de la Prov. Argentina. Amados hermanos en Xto. Jesús:
Entre los "medios para conservar la Compañía", nuestras Constituciones (X, 9) recomiendan "crebra communicatio rerumque mutua notitia", el frecuente y sincero trato epistolar de unos con otros. Este mandato de N. S. Padre no se satisface del todo con las corrien- tes N o t ic ia s d e l a P r o v in c ia que son secas, incompletas y aun a veces parciales o fútiles. No quiero creer lo que me dicen que algún Rector ha parado estas cartas mías escritas con el corazón en la mano en homenaje y amor a la verdad; si así fuera, algún día dará cuenta de su conocimiento del Epítome, cánon 849, N° 6“. Yo digo: si a mí no me contestan de Roma, si a mí el Provincial no me oye, y si no puedo tampoco hablar con mis Hermanos acerca de nuestra Provincia tal como la tengo en el corazón, ¿qué clase de Sociedad serla ésta? El que destruye estas cartas tendrá que destruir también, si puede, el canon 849 y muchos otros del Epítome, incluso el 3°. Y es un hombre que tiende a destruirme a mí. Veremos si puede.
Yo de mí sé decir que
quisiera hablar con cada uno de los NN. A ninguno le tengo rencor, malquerencia
ni antipatía, al contrario. De todos aprendo algo: si dicen cosas originales,
aprendo cosas nuevas; si dicen cosas comunes, me confirmo en lo que ya sé.
Hasta de las pláticas del P. Rosanas saco fruto. A ninguno niego la palabra ni
dejo de contestar las cartas; y considero que estas dos cosas, que por
permisión de Dios he tenido que sufrir en carne propia, no son lícitas entre
hermanos. N.M.R.F. General me dijo una vez: "No se meta a reformar donde
no tenga autoridad. Limítese a defenderse." El calamar y el periodista se
parecen en esto, que se defienden con su tinta. Ahora que Dios N. Señor me
concede algún vagar, y tengo que abandonar el periodismo "ad extra",
me dedicaré un poco al periodismo epistolar "ad intra", porque no es
justo que sólo para los de fuera haya yo aprendido este arte; pidiendo a Dios
quiera darme algo útil a decir sin ofensa. Somos hombres, AA.HH., para no
ofendernos de la verdad: hombres y soldados. Mas si alguna ofensa o defecto en
estas cartas apresuradas se deslizare, con la multiplicación de ellas irán
disminuyendo y con vuestra benigna indulgencia serán atenuados y subsanados.
Para eso, las pongo bajo la alta protección de San Pedro Canisio, patrón de los
periodistas. Esta carta versará sobre la virtud de la obediencia. Uds. pueden
saber más que yo acerca de ella, y la Carta de N P a los de Coimbra es un
tratado completo. Pero puede no ser superfluo refrescar algunos conceptos de
ella, basándose en la doctrina de Santo Tomás y la Escritura. Estos conceptos
son: la obediencia religiosa está enderezada a la perfección evangélica; sólo
puede producirse en el clima de la candad; y el abuso de la autoridad no
solamente la hace imposible sino que constituye una especie de profanación o
sacrilegio.
La definición de
"obediencia" de Santo Tomás es "oblación razonable firmada por
voto de sujetar la propia voluntad a otro por sujetarla a Dios y en orden a la
perfección." . Esta definición contiene claramente los límites de la
obediencia porque no hay que creer, A. H„ que la obediencia es ilimitada. Todo
lo ilimitado es imperfecto. La obediencia religiosa es ciega, pero no es
idiota. Es ciega y es iluminada a la vez, como la fe, que es su raíz y fuente.
Sus dos límites son la recta razón y la Ley Moral. Ambos límites están también
fijados por San Ignacio al afirmar a una mano que físicamente es imposible
asentir a algo absurdo, y a otra, que no hay que obedecer cosa en que se viese
pecado, no ya mortal solamente, sino de cualquier clase. No se puede ejecutar
virtuosamente ninguna cosa donde exista la más mínima porquería, relajamiento,
vileza o claudicación moral. Esto significa simplemente que ningún hombre puede
abdicar su propia conciencia moral, como nota Angélico en De Ver. 17, 5, Ad 4m.
"Unusquisque enim tenetur actus suos examinare ad scientiam quam a Deo
habet, sive sit naturalis, sive acquisita, sive infusa: omnis enim homo debet
secundum rationem ágere."“ ¡No
w Cada uno está
obligado a examinar sus actos según la ciencia que ha recibido de Dios, ya sea
natural, ya adquirida, ya infusa: pues todo hombre debe actuar según la razón.
Podemos salvamos al
tenor de la conciencia de otro! ¡No podemos eximirnos de discriminar
exactamente con nuestra razón el bien y el mal moral, uno para tomarlo y otro
para lanzarlo! ¡No puede ser nuestro guía interior la razón ajena: los actos morales
son inmanentes y su "forma" es la racionalidad! Si bastara para
salvarse hacer literal y automáticamente lo que otro nos dice ¿cuál sería
entonces la función de la fe, de la oración, de la meditación, de la dirección
espiritual, del examen y del estudio? Nuestro Padre Ignacio recogió de los
antiguos Padres dos expresiones metafóricas que si se tomaran literalmente
engendrarían una monstruosidad. Como bastón de hombre viejo hay que obedecer y
a manera de cadáver hay que obedecer: sí señor, pero no antes que la conciencia
moral haya asimilado el mandato, colocándolo en la línea de su conocimiento de
Dios y haciéndolo escalón de fe y de caridad divina. Es evidente que esto no se
puede hacer con una cosa torpe, absurda o ridicula. El "ir a tomar la leona
y traerla al superior suyo" podrá haber sucedido en La prehistoria del
Cristianismo, aunque por cierto a mí no me consta; pero ningún teólogo sensato
lo tendrá por lícito en casos normales. El obediente verdadero obedece al
Superior menor a la luz de la voluntad conocida y amada del Superior mediano; y
al Superior mediano a la luz conocida, entendida y amada del Superior Sumo; y
la de éste a la luz de las Reglas; y éstas a la luz del Evangelio; y éste a la
luz interior que el Espíritu Santo imprime en los corazones y con la cual el
Verbo ilumina a todo hombre venido a este mundo; de manera a formar una escala
luminosa por la cual cualquier voluntad contingente o ínfima haga actos muy
excelentes, superiores a su propia habitualidad tomada separadamente, por su
unión con otras voluntades mejores, y en definitiva con la de Dios. Y la
voluntad de Dios, no es de derogar el orden natural sino de coronarlo y
sobreelevarlo. Con esto queda dicho que la obediencia no se inventó para que en
la vida religiosa se hagan cosas raras, feas o disparatadas; para que el orden
natural se vuelva del revés y los necios presuman guiar a los entendidos y
"llevarlos al hoyo", como previno N. Señor en la Parábola de los
Ciegos. No se inventó la obediencia para substituir en el gobierno de los
hombres la inteligencia por el antojo de los ambiciosos o agitados; ni para
pretender que el que no sabe un oficio se entrometa a corregir al que lo sabe;
ni para destruir en los hombres la conciencia profesional ni la honradez
intelectual; ni para permitir que ocupen los comandos los medio- cíes
engreídos, esos "superiores briosos y sin letras" a los cuales la
cordura de Mariana atribuía la causa de los desórdenes sociales en la Provincia
Española bajo Acquaviva. Si para tales cosas dijera Cristo: "Qui vos
audit, me audit"w y para eso reglamentara la Iglesia la vida religiosa;
pensarlo es blasfemia, porque entonces más valiera que Cristo no hubiera
venido. Los que llevados de cualquier pasión, o por ignorancia o por malicia,
sabiéndolo o no sabiéndolo, quieren hacer un "cadáver" literal de sus
súbditos; o bien se sujetan al Superior con el servilismo inerte de estólidos
"bastones"; pecan, abusan del don de Dios, desacreditan a Cristo.
Como toda virtud marcha en medio de dos vicios, así la obediencia camina entre
la insumisión por un lado y por otro la sujeción servil, el espíritu de
esclavo, la obsecuencia muerta, la dependencia al hombre como hombre, la
ignavia64, la pereza de pensar y la cobardía de ser persona, cosas todas que
son abominables a Dios y al varón Cristo y que impiden al hombre ser dueño de
sí, tomar el timón y ser el capitán de su propia alma. Lo cual es el principio
de toda vida que no sea infrahumana y mucho más de una vida sobrenatural. o
Quien a vosotros escucha, a mí me escucha (Lucas 10, 16).
La verdadera
obediencia pertenece a la virtud de la religión, la primera de las morales; y
por tanto sólo puede producirse en el clima teologal de la caridad. Sin caridad
es informe. Una virtud informe es a veces más peligrosa que un vicio, "por
ser grande el peligro de la vía espiritual cuando sin freno de discreción se
corre por ella". Esas son las "virtudes locas", que a semejanza
de las "verdades locas" de Chesterton, son dinamita. El P. Genicot
pone el caso de un súbdito que notase en el Superior señales inequívocas y
habituales de hostilidad o enemistad; y preguntándose si en este caso estaría
obligado a obedecerle, responde que no, incluso en los mandatos donde no se vea
formidolosidad6*; pues un enemigo nos desea de suyo la destrucción aun sin
saberlo. Cesa la obligación de la obediencia, por incumplimiento por parte de
uno de los "contratantes". Aristóteles enseña (Eth. Nic, IX, 6) que
una sociedad cesa de serlo si se deseca en ella la "concordia", que
es la amistad social; entre religiosos llamada "caridad".
Apatia, flojedad. **
Temor.
En ese caso
hipotético, el mecanismo de la obediencia se convertiría en un esqueleto sin
carne, en una máquina monstruosa que parece humana pero puede ser ocupada de
hecho por el demonio: máquina que no puedo considerar sin horror. En efecto, en
tal caso, aquel inmenso poder que presta a un mortal la atadura omnímoda y
total con que otro se le ha sujetado como si fuese al mismo Dios, moviéndose
desordenadamente y sin el control del amor divino y el lubricante del afecto
humano, puede producir estragos, puede torturar de una manera increíble; y yo
no dudo que puede, permitiéndolo Dios, llegar al homicidio indirecto poco
menos. La historia parece confirmarlo. Omnis, qui odit fratrem, homicida est4*.
En efecto, se produce el caso de la madre desnaturalizada, que es, dice
Aristóteles, la bestia más cruel que existe: i ¿Puede darse este caso? ¿Es
posible esta desaparición de la caridad y la consiguiente aberración del poder
en lo religioso? Hélas, todo es posible al hombre corruptible y el mortal puede
abusar de todo, incluso de la Eucaristía, como vemos en la Primera a los
Corintios, XI. Esto, hablando en tesis. Hablando en concreto, me parece difícil
que acaezca en nuestra Compañía, que parece conservar de San Ignacio una
herencia persistente de nobleza y dignidad independiente de la eventual baja
cuna o plebeyismo de tales o cuales superiores, y una de las contingencias más
temibles de la ambición y el nimio apego al mando. Sin embargo nuestros
enemigos nos han descrito muchas veces con esa figura de máquinas inhumanas, autómatas
inertes, conciencias mutiladas. Todo el que aborrece a su hermano es un asesino
(/ Juan 3,15). No solamente poetastros delirantes como Eugenio Sué, sino
hombres de talento, aunque adversos a nosotros, como Michelet, Quinet, Eduardo
Estauniée, Boyd Barret, Aldous Huxley, se han aplicado minuciosamente a hacer
grandes retratos odiosos de la Compañía como máquina destructora de la
personalidad humana y fabricadora de horrendos "robots" con sotana.
¿Qué veían en ella para poder hacerlos? Veían las reglas sin el interior
espíritu de amor y caridad. Veían lo que sería la Compañía si se violase en
ella la Regla Primera. Veían lo que puede ser la Compañía de Jesús sin gobierno
o con mal gobierno; y lo que tiene el deber gravísimo de evitar la Congregación
Provincial y la Congregación General. A las cuales asisto por medio de esta
carta. Porque a mí, la voz pasiva me la podrá quitar el Provincial, pero la voz
activa me la dio Dios. El que tiene boca, a Roma va, — dice el proverbio.
De la misma definición
puesta arriba, se deduce la tercera de las propiedades de la obediencia, a
saber: que ella ata al Superior lo mismo que al súbdito de tal modo que a causa
de ella un mandón indiscreto, un inepto para dirigir, un superior sin luz puede
cometer como una especie de profanación o sacrilegio. En efecto, los votos
hacen al religioso, según Santo Tomás, "res sacra"*7 a manera de los
antiguos sacrificios. Dios mató a los profanos que comieron los panes de la
posición, que eran panes no consagrados, sino meramente ofrecidos a Dios por el
pueblo. Mi buen amigo el P. Prato O.M.R.C. desenvolvió discretamente esta
doctrina de Santo Tomás en el retiro que dio a los PP reunidos para el Capítulo
Provincial: probó que un religioso era más sacro que un cáliz, una patena o una
custodia, con los cuales consta que se puede pecar aun gravemente por
irreverencia o profanación. Es una custodia viviente: para él se han hecho
todas las custodias de la tierra. Para el hombre se hizo el sábado. Si a algo
creado se puede comparar, sería a las mismísimas especies sacramentales,
depositarías de Cristo. Porque por la gracia no solamente en él vivimos nos
movemos y somos, sino que veramente "vivit vero in me Christus"68; y
por la profesión religiosa, somos simpliciter cosa e impersonación suya. Por
eso es sacrilegio matar a un clérigo o poner en él violentas manos. Por eso
también es profanación tratarlo como animal o planta. Ahora bien, el cordón
umbilical (si licet) de esta transvitalización no es otro que el voto de
obediencia; el cual por consiguiente agarraT con torpeza, manejar con descuido
o izar con violencia es cosa gravísima. Usar del mandato bajo santa obediencia
de cualquier manera, para cosas absurdas, irrazonables, fútiles, inútiles,
inconsideradas o simplemente menores en volumen o ridiculas en importancia, es
pecado grave según todos los teólogos. Es pecado de irreverencia y desecración.
Cristo quien vive en
mí (Cálatas 2,20).
En la Primera a los
Corintios San Pablo explica las frecuentes enfermedades y muertes prematuras de
los fieles por las irreverencias y abusos vigentes hacia la Sagrada Eucaristía.
De donde arguyen los teólogos que Dios castiga esta especie de pecados con
flagelos corporales. "Ideo inter vos multi infirmi et imbecilles et
dormiunt multi.''6’ ^ Habiendo pues una analogía perfecta entre el Sacramento y
el sacro hombre que es el religioso, bien se puede temer en pura fe que un
bajón en la pureza, la verdad y la caridad en el modo de mandar, la falta de justicia
distributiva en el gobierno, y la flojera e impotencia en reparar las
injusticias y las iniquidades, no atraigan el peso del brazo airado de Dios
sobre las comunidades religiosas. He de decirlo aunque sea grave: el terrible
destino del Padre Abel Montes, el lento naufragio de esa fina y delicada
personalidad —de la salud en la neurosis, de la neurosis a la demencia, de la
demencia en la muerte trágica y desolada— pudo muy bien tener como causa las
fallas de la caridad en la Provincia y el uso inconsiderable del mandato ciego.
No me consta. Pero tengo suficientes datos para creer, delante de Dios Nuestro
Señor, que no es imposible. Y eso ya es bastantemente grave. r Si nó me consta,
¿por qué lo digo? Porque debo decirlo;* Para que no se me pudra dentro. *r Sea’
ello como quiera, Deus scit, el ¡caso es, AA. HH. míos, que estas
consideraciones son verdaderas y no pertenecen al mundo de la estratósfera ni
al planeta Marte; y me ha parecido expediente in Dómino hacerlas para mí
primero y luego para quien quiera recibirlas. Por eso hay entre vosotros muchos
enfermos y muchos débiles, y mueren no pocos (7 Corintios 11,30). Si nadie
quisiera recibirlas: si la afición al ocultismo y e! "tapujismo"
vigentes en la Provincia echara tierra encima de esta luz que por el más
indigno de sus hijos se hace patente, si los Rectores prudentes se creen con
derecho e impedirme la "communicatio crebra" con mis carísimos
Hermanos y Padres, después que se me ha excluido de la Congregación Provincial
y se me ha difamado por nuestras casas, ¿creen que voy a morir por eso? Ni
siquiera me van a parar, juro al cielo. Será peor para todos. Invenciblemente
non sine númine70 me siento obligado a decir mi verdad, por la vía que me queda
abierta, en el momento en que nuestra amada Provincia, como la Compañía toda y
la Iglesia por entero se preparan, como dijo su Santidad Pío XII, al futuro
próximo encuentro de Cristo con el mundo.
En unión de oraciones
sinceramente
Professus Mínimus
No sin inspiración
divina.
Sobre la Pobreza
Amados hermanos en el
Rey Cristo:
Estoy seguro que estas
cartas llegarán de algún modo a vosotros, aunque sea en forma de herencia
póstuma. Tengo ahora la impresión de que los días que me restan por vivir son
pocos, y siento como si no hubiese hecho en mi vida nada que valga la pena, un
sentimiento de frustración o desencanto. El "cupio dissolvi et esse cum
Christo"71 no tiene en mí ciertamente mucho mérito. Yo no he tenido
juventud. Mi disolución comenzó pronto. He sufrido la pobreza efectiva en forma
mucho mayor que la mayoría de los hombres: ha habido días en mi vida que he
sido invisiblemente más pobre que Lázaro y que Job. Y por medio de ello, he
venido a concebir un gran sentimiento y aprecio de la pobreza virtud, o por
mejor decir, basamento de las virtudes, que es necesaria para la vida interior
y que en su grado supremo se confunde pura y simplemente con el Reino. En el
vacío total de todas las cosas, el alma toca en la oscuridad a Dios,
Tengo deseo de morir y estar con Cristo
{Filipenses 1, 23).
La pobreza es una gran
desconocida. Hay quienes parecen pobres y son ricos, y hay quienes parecen
ricos y son pobres. La pobreza consiste en el desapego interior hacia los
bienes de la tierra, en un desprecio iluminado de todo lo que no es Dios. ¿Y
qué es eso sino conocer de hecho "in actu exercito" a Dios? La
pobreza es muro, la pobreza es madre. San Francisco la llamaba su Esposa. Aquí
hay misterio: porque a prima faz parecería la pobreza una condición negativa de
la vida virtuosa, que elimina una cantidad de peligros y aleja los pecados por
el hecho de hacerlos imposibles; pero también imposibilita una cantidad de
actos , buenos, sustrae al hombre a la grandeza, y, como notó Aristóteles, le
hace impracticables las virtudes señoriales de la largueza, la magnificencia y
la magnanimidad. Por eso en el Psalmo se alaba al hombre "que pudo
transgredir y no transgredió, hacer el mal y no lo hizo," Pero el Profeta,
más profundo que Aristóteles, notó que la raíz de la gloria de este varón
estaba en que "no puso su confianza en el dinero y los tesoros",
señalando de ese modo la raíz verdadera de la pobreza evangélica, que es el
desapego interior, hijo de la fe en Dios. La pobreza esencial es el desapego y
renunciamiento permanente y gozoso de los bienes de este mundo, los cuales
están representados por el dinero, pero no son solamente el dinero. La falta de
dinero del fraile pobre corta de raíz el acceso a las grandes concupiscencias
de la carne y el poderío, haciéndolas imposibles en el efecto; pero aun con
falta de dinero se puede (como sabéis) no ser evangélicamente pobre: se puede
tener atado el corazón a fruslerías, se puede estar apegado a vanidades, se
puede manejar el dinero común como propio, se puede considerar a súbditos y
hermanos como rebaños, que deben rendir su lana y su trabajo. En suma, existe
el tipo humano que los ascetas llaman "el religioso propietario".72
El desapego permanente y gozoso ío puede concluir solamente el amor de Dios, el
cual no se halla nunca en verdad sin el amor al prójimo, el cual a su vez no
puede existir válidamente sino injertado en ese noble afecto de la amistad
humana, que Aristóteles llama no solamente una "virtud" sino campo de
todas las virtudes. No cede nunca el hombre ningún bien sino por un bien mayor,
pues "tender al bien" es lo que llamamos en él voluntad. Lo que
decíamos de la obediencia, que no puede existir sino en un clima de caridad, se
debe decir de la pobreza. El amor de Dios es en ello no solamente su
"forma" sino también su "causa eficiente", lo cual no os
parecerá imposible, si consideráis las leyes de ía causalidad recíproca73. Mas
el hecho de haber pronunciado el voto y renunciado a sus bienes no pone ipso
facto al religioso en posesión de ese desapego activo y gozoso. El
desprendimiento es una disposición positiva del alma y no una mera negación; es
un continuo preferir a Dios tan real y tangible como el batir de alas en un
pájaro, un sentimiento a veces levemente doloroso y vertiginoso de soledad y de
vacío. Hay religiosos que tienen un gran miedo a las mujeres y ningún miedo a
los cargos y dignidades; que se atufarían de estar a solas con una mujer, pero
no temen manejar en el mayor secreto, escondiéndolos a todos, los recursos de
la casa; que se confesarían de haber tocado con los dedos un cuerpo femenino
pero que zambullen los brazos con gozo en negocios y traficaciones, que por lo
demás, por justo juicio de Dios, casi siempre les salen mal. Conciben la
pobreza como una virtud negativa, o quizá como una virtud para los súbditos, de
la cual ellos están dispensados. Parecerían creer que los bienes terrenales son
peligrosos en el mundo, pero pierden toda su peligrosidad adentro de la
clausura. Adentro de la clausura es justamente donde son más sutilmente
peligrosos. Aquí es donde el diablo hace sus mejores carambolas. Hay religiosos
a quienes el voto de pobreza ha frutado el ciento por uno en esta vida,
haciéndolos granjeros, gerentes o financistas, cuando su capacidad real los
hubiera hecho en el mundo horteras o empleados públicos. La vida frugal y el
trabajo continuo de cantidad de religiosos puede producir naturalmente grandes
entradas de dinero, el cual no es del Superior absolutamente, sino de los
pobres de Cristo, que es como decir del mismo Cristo. Mas el terrible afecto
del "apego", que es natural al hombre, y en el no-espiritual es
inevitable, colándose a hurtadillas en el Superior, puede convertir a los
conventos en verdaderas empresas de oculta explotación del hombre: colmenas
sórdidas donde muchos se desentrañan para que unosicuantos, en medio del mayor
"ocultismo", gasten sumas cuantiosas en cosas inútiles, cuando no en
formidables equivocaciones, como por ejemplo en construcciones estultas, feas a
los ojos de Dios y de los hombres. Si en tiempos de la Reforma llegaron a
escandalizar los Papas que hadan hacer estatuas hermosas, ¿qué será hoy día los
Superiores religiosos que convierten el pan de los hambrientos en capillitas de
Colegio, en cuadros atroces o en libros idiotas? Una de las señales más claras
de la decadencia de una Orden es el malbaratar de sus bienes, que tiene tres
grados: uno es el descuido en administrarlos; otro, el despilfarro en
gastarlos; y el tercero, la producción de cosas inútiles, torpes o feas.
Tomemos por ejemplo los libros, producto tan propio de la Compañía. Las ediciones
costosas de libros pertenecientes a cierta "literatura de propaganda de la
Orden" causan desprecio en los seglares y molestia en los NN. sensatos.
Resulta que mientras el adulador tiene Mecenas, el buen escritor no halla
editores, desorden máximo en un tiempo en que el libro, la revista y el diario
tienen esencial importancia para la religión, como notó el P. General
Ledochowski en su Alocución a los Procuradores en 1921. El escribir es un
asunto personal, el asociarse con otros poco puede ayudar a conseguirlo, es más
bien un don doloroso de Dios que otra cosa; pero el conseguir que lo bien
escrito se edite convenientemente, se difunda aptamente, y obtenga el máximum
de efecto, eso sí es una obra social, y se concibe que se reúnan en sociedad
los hombres para procurarlo, ¿Qué sería, pues, una sociedad que con todo el
peso inmenso de su organización tendiera al efecto contrario, a sepultar y
aniquilar al buen escritor para dar paso franco al escritor inepto,
mistificador o engreído? )
En un cuaderno de
notas personales, y con fecha 30-111-58, Casfel&ni transcribe un
pensamiento de Berdiaef: "Para no dar razón a los marxistas, que achacan a
la religión el ser un instrumento de explotar, es menester que sus ministros se
abstengan rigurosamente de usarla para sus fines utilitarios." (E/
Cristianismo y la Lucha de Clases, p. 140). 73 La caridad es causa de toda la
bondad de nuestra alma; es superior a todas las otras virtudes como causa
motril, como fin y también como forma, pues al lanzar hacia a Dios la voluntad
inflamada de amor sobrenatural, arrastra todos los actos virtuosos y les impone
así su propio sello.
En su libro Historie
Thames, el gran Hilaire Belloc describe cómo la orden de San Benito salvó la
cultura europea y con ella la religión de Cristo "proporcionando en sus
monasterios vagar para el esfuerzo literario a los capaces, en tanto que
dedicaba a los demás a una regla de trabajo asiduo y perseverante." Si la
Compañía de Jesús no fuera capaz de lo mismo; si al contrario, a los hombres
que Dios gratuitamente le mandara capaces del trabajo y vida intelectual los hiciera
pedazos o los castigara por el hecho de tener talento, ¿qué duda cabe que se
hubiera convertido en un instrumento del diablo? Dios nos libre de semejante
maldición. El dinero empleado en la tan abundosa en nuestra Provincia
"literatura de propaganda", debería según la voluntad de Dios Nuestro
Señor darse a los pobres, en el caso de que por falta de visión y consejo
intelectual no pudiera emplearse en la suscitación de libros gloriosos a la
Iglesia y a Dios, útiles a la Patria: obra ésta máximamente propia de la
Compañía, y mínimamente floreciente en nuestra desdichada Provincia. Esa
"literatura de propaganda" es indecorosa y contraproducente;
recordemos la cómica aventura de la Historia del Seminatío del P, Isern: de la
cual un centenar o más de ejemplares regalados pomposamente a un "Congreso
de Historia" que se reuniera en 1936 (si no me engaño) fueron vendidos
pocos días después a $0,20 el ejemplar por el portero del Congreso a una
librería de viejo, y encontrados por mí en lo de Palumbo.
M «Estamos inundando
el mundo de literatura ascética mala, sosteniendo revistillas insignificantes y
aun oprobiosas, honrando a malos escritores y oprimiendo a los buenos. He aquí
los hechos. (Castellani, Diario, 9-1-48).
Si la alabanza en propios
labios envilece, no se exceptúa de esta vileza la alabanza colectiva, la
autoalabanza indirecta trompeteada a modo de propaganda comercial con estilo de
"affiche" en la exhumación inoportuna e iliteraria de glorias
pasadas, que piden más bien imitación que trompeteo. En la vida del Patriarca
de Asís léese que se indignaba con sus frailes cuando hacían ditirambos de los
antiguos santos y mártires, diciendo con razón el gran Francisco que los santos
querían más ser imitados que alabados; y que honraba al mártir no el que
parlaba de él, sino el que se le parecía. Una cosa es San Ignacio de Loyola y
otra cosa los que escriben vidas de San Ignacio de Loyola. Así que el gastar
mal el dinero común es falta de pobreza, y no pequeña; y una presunción de esa
falta existe dondequiera que el dinero común se maneja con demasiado
"ocultismo". El que no maneja el dinero como suyo sino como de todos,
no tiene dificultad en consultar con todos, al contrario, se siente como
obligado a ello; y muchos ojos viendo más que dos, muchos errores se evitarán,
que ahora se han hecho, y son irreparables. Cosas enteramente equivocadas como
el Colegio de Santa Fe, grandes sumas de dinero tragadas por crasos tropiezos
de mal contador, la venta apresurada y secreta del Parque Martínez que fue a
enriquecer a un dueño de burdeles, la compra de nuevas y nuevas casas de campo
para Colegios que a veces están ya en el campo, el error inicial de esa
"Universidad" campiriña y pampeana, productora de flores de estufa;
en suma, el panorama entero de las finanzas de la Provincia manejadas en el más
alto secreto y con la más evidente crasitud y puerilidad, son para mí
actualmente objeto de contemplación maguer amargo: veo en él la mano de la
Providencia escarmentando no sin ironía a los falsos pobres que somos,
Huysmanns notó con horror en Lourdes que la Iglesia se estaba convirtiendo en
creadora de fealdad, habiendo sido o debiendo ser productora de belleza; y vio
en este hecho la huella del paso del Bajísimo. No es necesario ir a Lourdes
para experimentar ese horror religioso. La Iglesia Argentina se ha aplebeyado:
no se ve en ella más la virtud de la magnanimidad, pareciera por momentos
reinar en ella un verdadero odio a la inteligencia, un resentimiento contra la
belleza y la vida. No hay cosa donde ponga la mano que no deje con el sello de
lo charro. Nuestra Provincia no se ha exentado de ese plebeyismo, resentimiento
o io que sea. Cuando llegué de Europa, el P, Isern había hecho una
"Exposición del Libro Jesuítico" que era una verdadera exposición de
vergüenzas. Las obras de arte que de vez en cuando encarga algún colegio
nuestro son bodrios abominables. Del libro ya he hablado: basta que un libro
sea vulgar, tonto, alabancioso o inútil, producto del ocio, de la vanidad o de
la necesidad y no del trabajo, para que la Provincia lo prohijé. La Censura en
ella parece funcionar perversam ente al revés, contra naturam, dando que reír
al diablo. ¿Qué más quiere el diablo sino que se desperdicie el dinero de los
pobres de Cristo y sea empleado en hacer aparecer a la Iglesia ridicula, fea o
despreciable? El Judas hizo un trabajo más fino: sus treinta dineros se
emplearon en algo útil. Así que, hermanos carísimos, hay pobreza efectiva y hay
pobreza afectiva; y se puede pecar contra la pobreza cerca de los bienes
particulares y también cerca de los bienes comunes. En monasterios de monjas he
visto cosas enormes en materia de apropiarse una Superiora la casa y hacerse la
dueña, convirtiendo a sus hermanas en sirvientas: cosa que en las mujeres
resalta más, por ser ellas más espontáneamente mandonas; y lo curioso es que
parece esta tentación atacar principalmente a las de más humilde extracción y
baja cuna” . El hecho de mantener a los Superiores perpetuamente o largo tiempo
en sus cargos contra el espíritu y la letra del Derecho, contribuye grandemente
a esta tentación en hombres de poco espíritu. ¿Y qué diremos de los que una vez
nombrados Superiores, careciendo de otra superioridad que la titular, se
aferran de tal manera a sus cargos que no dudan en mistificar a Roma acerca de
sus gobiernos, con el fin de mantenerse en ellos, deformando la verdad,
produciendo informaciones parciales, tomando ojeriza a los súbditos en quienes
temen vista clara o lengua Ingenua y aun por ventura calumniándolos y
desprestigiándolos a tiempo para que no lleguen a hacerles sombra o a
descubrirlos?
” Es coaa de gran
peligro Un plebeyo en alto estrao. El que no está acostumbrao A mandar y a
gastar plata. Si se encumbra, desbarata Y es casi pior que un malvao.
Como se cuenta en el
cuento Del pavo que hicieron Rey, Que se le partió la grey Y murió de
pesadumbre. Hay que ser ave de cumbre Para saber hacer Ley.
Hay que estar cerca de
Dios, Que es Orden y Jerarquía. Siempre mi padre decía: Si estamos en mal
estao. Es que falló el Patriciao Y se entronizó otra cría.
Estamos aplebeyaos, Y
lo digo sin encono. Y aunque la cuna no abono, Cuando ella es pura fortuna,
Quien viene de baja cuna Peligra mucho en un trono.
Nobleza se necesita
Para no ser mal mandón. Y nobles dos solos son. Según yo lo esperimento: O
noble de entendimiento, O noble de educación.
{La Muerte de Martín
Fierro, Canto Nono)
Este estado de cosas
arruina de tal modo la pobreza virtud, que a veces la vuelve imposible a los
mismos súbditos, tentándolos el ejemplo del Superior propietario; y aun quizá
forzándolos la misma necesidad a tener peculios o reservas precaucionales para
proveer a sus necesidades, que el Superior egoísta ni remedia ni conoce ni le
interesa conocer. Tampoco incita mucho a nuestros Operarios a traer limosnas a
nuestras casas el ver de qué manera ellas son empleadas; y la idea amarga de
que el trabajo de uno está siendo explotado por otros que no trabajan
efectivamente ni producen nada útil, sino que solamente se agitan y consumen,
no puede por menos de producir en los religiosos el mismo efecto que el
Capitalismo actual produce en las masas proletarias. Se disuelve el vínculo
social, perece la concordia y hace su aparición la llamada "lucha de
clases". Ningún Superior tiene derecho en la Compañía a retener los
instrumentos de trabajo fuera del alcance de los hombres de trabajo, porque eso
ofende la ley natural. Pongamos por ejemplo que en una casa hubiese un Nuevo
Testamento en etiópico y un profesor de Escritura que supiese etiópico; y el
Provincial retuviese el libro en un aposento sin querer prestarlo a nadie
porque el libro está lujosamente encuadernado, con bordes de oro miniados al
buril, y hace una linda vista sobre su mesa. :Ese Provincial faltaría (según
Santo Tomás) a la justicia conmutativa, cuyo es dar a cada cual lo suyo, en tal
forma que, en caso de grave necesidad, el Profesor estaría autorizado incluso a
r o bá rselo. Este ejemplo grotesco ilumina muchos casos reales de retención de
los instrumentos de^ trabajo en manos de ineptos, los cuales no son ya
grotescos sino trágicos. Dado que nadie tiene derecho a condenar a un hombre de
trabajo a la inacción, después de haberlo formado, el caso real que se
plantearía, en la emergencia de que le quitaran los utensilios para dárselos a
un idiota que se divierta, sería el siguiente: "Mi Madre la Compañía no me
da instrumentos de trabajo, Dios quiere que los busque.* Y una vez buscados y
hallados, si un Superior bizco quisiera quitárselos de nuevo, la respuesta
debería ser: "No debo entregarlos: no son míos." Éstas son las
consecuencias, mis amados hermanos, de la brecha abierta en el muro de la Santa
Pobreza por hombres que estuviesen tocados del tizne del apego; y ojalá que
nosotros las conociéramos solamente por haberlas leído en las historias. En
cambio cuando reina aquel santo y necesario desapego, la vida religiosa rebosa
de salud y de hermosura. Las virtudes de la limosna, de la munificencia y de la
magnanimidad son practicadas excelentemente por los pobres de Cristo con
asombro de Aristóteles, no singular sino colectivamente, con gran edificación
del pueblo cristiano: sea porque reducidas sumas de dinero por su buen
aprovechamiento rinden efectos magnos, como fue el caso del "Apostolado de
la Prensa" de Madrid, sea porque simplemente se consiguen y se emplean
según el Corazón de Cristo sumas cuantiosas, como en la Nueva Gregoriana de Roma,
mi Alma Mater. Y así fue la Compañía de Jesús, si lo observáis, en la mente de
Nuestro Padre San Ignacio. San Ignacio fundó la compañía para "bautizar lo
sociológico'', es decir, para hacer en defensa de la Iglesia obras de gran
empuje, de largo alcance, y de efecto trascendente, no sólo individual sino
colectivo y aun universal, si posible fuere. Para esas obras se necesitan a
veces instrumentos materiales poderosos y caros. ¿Cómo conciliar la magnanimidad
en pro de la Iglesia con la desnudez total de los pobres de Cristo? San Ignacio
concibió hombres tan bien formados que su trabajo fuese innegablemente
reconocido como útil a la colectividad donde viviesen, y tan desprendidos que
estuviesen prestos a vivir mendigando, en casas tan desinteresadas que no
tuviesen ningún bien estable o renta para su manutención, y donde todo fuese
como de prestado; pero que fuesen baluartes mantenidos si fuera posible de día
en día por esa misma colectividad o "ekklesía" con todo lo necesario
a un baluarte: armas y pertrechos de un Colegio, una Universidad o una Casa de
Escritores, colaboración hermosa de la liberalidad del laico con el heroísmo
del monje. En otra carta estudiaré cómo decayó este ideal de la Casa Profesa,
no sólo por causas externas sino por una causa interna, que fue la decadencia
de la formación de los NN76. Ahora baste acabar diciendo que ese ideal no debe
ser abandonado, que ese esquema de gran estratega espiritual no debe ser
renegado, y que su posible restauración y aun su germinal conservación dependen
de la pobreza virtud, del muro del desapego espiritual, del materno regazo de
esa disposición de ánimo que en los Santos Ejercicios se llama "indiferen-
cía „ La cual ruego a Cristo Nuestro Señor me quiera donar a mí completamente
antes de que llegue el día oscuro y turbinoso, el día de temporal y de
tormenta, en que me fallen todas las casas nuestras, en que no tenga dónde
reclinar la cabeza, y en que llenando los deseos de mi R. P. Provincial me vaya
de Buenos Aires sin salir de Buenos Aires y tome por última vez el tranvía
Lacroze77.
76 «La Compañía de
Jesús, por falla de los principios de selección, es actualmente una 'hacienda
misturada', una sociedad donde las dos clases esenciales, regente y regida
(materia y forma), están confundidas
En Xto. Jesús
Professus Infimus
P.D.- El plan de esta
carta llevaba como apéndice varias aplicaciones prácticas: Io) acerca del
oficio de Procurador; 2o) acerca del oficio del Comprador; 3°) de la comodidad
o incomodidad de nuestras casas; 4Ü) de las necesidades particulares de algunos
oficios; 5tf) de los viajes de los NN.; 6B) de la hospitalidad de nuestras
casas; 7°) del cuidado de nuestros enfermos; 8o) de los remedios caros,
refutación al P. Laburu; 9o) de la edición de libros; 10°) acerca del uso de
aeroplanos y automóviles; 11°) acerca de las bibliotecas; 12°) acerca de las
vacaciones de los NN. Pero si tratáramos tales puntos como conviene, la carta
esta resultaría un libro, por lo cual los dejamos al cuidado de la Venerable
Congregación Provincial; supuesto que no tratándolos tenemos menos trabajo y
cumplimos mejor el consejo de N.M.R.P. General: "No se meta a reformar
allí donde no tenga autoridad." V á l e t e.
” Tiene la estación
terminal frente al cementerio de la Chacarita.