martes, 27 de marzo de 2018

LIBROS-PADRE LEONARDO CASTELLANI- "CRISTO Y LOS FARISEOS"-APENDICEI-1-Parábola del Fariseo y Publicano 2-El Sepulcro y lasvívoras

APÉNDICES

-I-

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Parábola del Fariseo y el Publicano




Fariseo. — ¡Hola! ¡Zamarriel! ¿Tú por aquí? Tanto bueno... Raquela. —Te olvidaste que le habías dado hora para ahora. Te estamos esperando hace una hora. La pobre Carmela está cada vez peor. Fariseo. —No es nada. Fui a rezar al Templo. La obligación con el Señor es lo primero de todo. ¿Cómo esperaríamos la justificación de Jahwé si descuidáramos nuestras oraciones obligatorias? He vuelto jystifi- cado, con una extraña paz en el corazón. La obligación es antes que la devoción. Raquela. —Te olvidaste de la consulta de los médicos; Iatricós y Benjamín se fueron, porque no quisieron hacer nada sin estar pagados; y éste ya se iba. Fariseo. —Bueno, querida, ya te dije la razón. He sido nombrado Velador del Sanedrín esta semana, y bueno fuera que no me viesen orando en mi lugar a la hora del «quashim». Hombre, no. Mañana se puede tener la consulta. Tu hermana no está mal. No seas... !' Raquela. — Está peor. (Se va enojada.)




12 Doce Parábolas Cimarronas.

Zamarriel. —Bueno, pelillos a la mar, por mí no hay que pelear. Volveré cuando sea. De modo que orando ¿eh? Fariseo. — ¡Orando al Santo de los Santos! ¡En aquella quietud que da devoción! ¡En medio de aquellas doraduras y plateaduras! ¡En mi propio lugar, en voz alta, solemne y devota! ¡Cerca del Tabernáculo! ¡Casi tocando el Arca de la Alianza! ¡Con la conciencia tranquila, digan lo que digan! ¡Cumplidos todos mis deberes religiosos! ¡«Impecable», como dijo Barhizimal al proponerme para Velador! Sesenta y ocho denarios de diezmos he pagado este año, sin contar los sacrificios, y creo que no me corresponde tanto, pero por no discutir... con ese Eliphaz... Zamarriel. —Hombre, ahora que recuerdo, días pasados estaba yo orando también, y vi a la viuda esa, Abisail, que fue a oblar, y obló (a que no adivinas) ¡una dracma al Templo! Hombre, no hay derecho. Nosotros tenemos que soportar todo el culto. ¿Y sabes lo que dijo después un Rabbí ambulante, de ésos que andan ahora? ¡Que esa mujer había oblado más que nadie! Fariseo. — ¿Quién? ¿Jesús de Nazareth? Zamarriel. — ¿Lo conoces? Fariseo. — Así, así. De vista. Lo vi al salir del Templo hablando con un Publicano. Zamarriel. — ¡Con un Publicano! Bien, está en sus costumbres. ¿Y qué le decía? Fariseo. — ¡Qué sé yo! Nt acercarme quiero a esa gentuza. Ese Publicano estaba en un rincón al entrar yo al Templo, déle darse golpes de pecho, y susurrando sin cesar, que esto lo oí: «Señor, ten piedad de este pecador.» Con eso lo arreglan todo muy fácil esos traidores a Israel. ¡Tenía una cara de bandido! ¡Golpes de pecho, ya te daré yo! ¡Otros golpes se necesitan! Estafadores, ladrones, adúlteros, doy gracias a Dios de estar muy lejos de ser como ellos... Zamarriel. — Exacto. Y hablando de todo, ¿qué hay de política, Zaburrón? ¿Cómo ves la situación? Los Publícanos están ensoberbecidos. Fariseo. —Todo esto se va al tacho si no lo paramos a tiempo. Los Romanos han echado un nuevo impuesto para edificar algo que llaman Kiliseo o Karroseo; y Pilatos hizo pasar a cuchillo a dieciséis galileos que protestaron. ¡Yo no sé cómo el pueblo no se subleva! ¡Qué pueblo tenemos! Zamarriel. — Éste no es pueblo, es plebe, esa plebe inmunda que no conoce la Ley, ese aluvión zoológico, chusmaje, como dice siempre nuestro gran Eliphaz. Detrás de esos se van, detrás de ese Jeshoua, o del otro Bautizador, que Herodes, por suerte... ¡Demagogos! ¡Comunistas! — como dice el gran Eliphaz. Fariseo. —Sí, ese Jeshoua es peligroso. Es increíble lo que se atreve a decir, según cuentan. No está con nosotros. El Publicano criminal le hablaba con grandes gestos a solas, sus discípulos aparte, y él levantó lentamente la mano más alta que los ojos, y le oí... «¡Nuestro Padre de los Cielos!» ¡El Padre de él... y mío! ¡Nuestro! ¡El Padre mío y de ese Publicano, todo junto! ¡Vergüenza! Yo pasé sin mirar y recogiendo mis fimbrias como cuando hay basura, como dice la Ley. Entonces me miró, y dijo a sus discípulos algo; y todos me miraron. Yo no me digné mirar. Zamarriel. — Pero viste todo. Fariseo. — Así hay que hacer en política. Como te iba diciendo, la situación está en un «tris»; los Romanos son odiados; el pueblo se levantará a su tiempo, cuando ya no pueda más; por eso conviene que Pilatos haga atrocidades; y Caifás se las hará hacer, pierde cuidado. Por eso hay que andar bien con Pilatos. Ya lo hemos hecho pelearse con Herodes. También hay que andar bien con Herodes. Hay que andar bien con todos, pedirles puestos y embajadas, y minarlos por debajo. Eso es genuino Nacionalismo. Eso es política realista y moderada. Te digo, Zamarriel, que jamás ha habido en Israel tanta política y tan gran política como ahora. Nuestro Caifás es grande, aunque no estoy de acuerdo con lo que dijiste del «gran Eliphaz», su cuñado. ¡Eliphaz es un gato! Pero Caifás es un zorro, y Anás, que está detrás, es un lince montaraz, y Butor, su yerno, es un fenómeno, vamos, una fiera. Pero ¡no me hables de Eliphaz! ¿Ves este vaso de pórfido que está allá? Zamarriel, — Eximio. Con tantas cosas que hay aquí, uno no se fija. Eximio. ¡Qué sala tienes! Fariseo. —Pues es regalo de Butor, a cambio de unas informaciones; que se lo sacó al capitán romano de la Antonia por nada; es decir, por otras pocas informaciones. Así hay que hacer... hasta que llegue la hora, ¡la gran hora! Raquela. — (Entrando.) El té. Zamarriel. —Caro amigo, tienes una sala que te la envidio. ¡Qué esplendidez! Demasiadas cosas, quizás, para mi gusto, ¡pero de gustos no hay nada escrito! Y demasiado gusto griego, yo prefiero generalmente el gusto sirio: es más «congènito» al nuestro; pero me gusta aquella estatuita de Venus... Moisés prohibió las estatuas, pero claro que se puede interpretar... Éstas son para ornam ento, no para culto. Tomaré otro panqueque, con permiso, doña Raquela. Fariseo. — ¿Por qué has tardado tanto?

Raquela. —Fui a vendar a la Carmela, que estaba en un grito. Fariseo. — Ya serán ganas de gritar. Raquela. —Te aseguro que sufre. Es culebrilla. Pierde sangre. No se cura. Fariseo. — Eso tiene remedio. Ahora estamos aquí con Zamarriel hablando de nuestra Ley que los Romanos han profanado; pero eso acabará, vaya si acabará, y muy pronto; y nuestra Ley no acabará jamás, pues tenemos las promesas de Jahwé... pese a todos esos Jesús de Nazareth (¡de Nazareth, no me haga reír!) y esos Juanes Bautistas... ¡Demagogos! (Comunistas! Ése que te dije va a acabar mal, lo mismo que el otro Bautizador, ése de Nazareth. [Te lo digo yo! Zamarriel. —¿Piensas que está cerca el Mesías? Fariseo. —Según la profecía de Daniel, no puede estar lejos. Pero no se ve ninguna figura prominente... No se ve a nadie... Raquela. —¿Y Caifás? Fariseo. —Hombre, calla, mujer. Digo figura prominente en el otro sentido. Un caudillo, un capitán, un hombre que haga prodigios como Josué... ¡Cómo estoy de ansioso de verlo! Y él se hará ver, jmecachis! En cuanto lo veamos, cataplum, levantamos al pueblo, armamos a las masas, nos encerramos en el Templo y ¡vrrac! Ustedes me entienden, toma aquí y echa allá; pim, pum, estacazo y tente tieso, ¡rrrrumpa! Abajo Roma, viva Caifás, ¡trúmtrúmtrúm! Ustedes me entienden. ¡Paf!, un rayo en la fortaleza Antonia, muera Pilatos, ¡crajjjjj! Raquela. —Has roto un pocilio... Fariseo. —Mujer, ¿quién te mandó ponerlos al borde mismo? Siempre serás la misma. Pues como te iba diciendo, todo eso yo lo he de ver... Tomaré una tacita más y unas cuantas masas, pero no mermelada, ¡ojo! mujer, quita allá, que hoy es día de ayuno; y la mermelada se considera alimento sólido; ¡por el Templo y el Altar! [Después de haber orado una horal Yo ayuno dos veces por semana, por las dudas. Zamarriel. — Ahora que recuerdo, te quería decir; ¿no te estaría espiando el Publicano ese? Fariseo. —Bien puede ser, ahora que lo dices. Son traidores. ¡Que un hijo de Israel se preste a cobrar los impuestos de los Romanos y recibiendo paga por eso! No lo puedo concebir. Son criminales, peor que los mismos Saduceos, que al fin sólo reciben regalos. Son estafadores, ladrones, adúlteros. La otra semana no más uno de ellos fue sorprendido ¡con una mujer casada! en circunstancias bastante sospechosas... Zamarriel. — ¿Y qué pasó? Fariseo. —¿Y qué va a pasar? ¡La Ley! Pedrea que te crió. Zamarriel. — ¿Y él? Fariseo. — Ella. Él se apretó la gorra, tomó el portante y agarró las de Villadiego, más que ligero... Zamarriel. —¿Y ella? ¿Qué tal? ¿Era bonita? Fariseo. —Yo no vi. La apresaron los Hermanos y la llevaron a la plazoleta para apedrearla. Como yo estaba en casa de la Rubena, para explicarle un paso del Deuteronomio, y hay tantos calumniadores... me escabullí. Y no pude ver la pedrea. Raquela. —No la apedrearon... Fariseo y Zamarriel. —¿Cómo? Raquela. —Yo lo vi todo. Pasó algo grande. Estaba sentado en un relieve de la plazoleta ese Jesús de Nazareth, con tres de sus discípulos. Cuando lo vieron,

quisieron penerle un caso; y les salió al revés. Se aproximaron con precaución, con la mujer a los lirones, entre Barjudá y Ibrahim. Le dijeron: «Rabbí, sabemos que eres justo y observante de la Ley. Esta desgraciada ha sido sorprendida en adulterio. La Ley de Moisés dice que a las tales hay que apedrearlas, «pena cápitis, pena cápitis», Misdrahím, càpite séptimo. El Sanedrín no se reunirá hasta pasado mañana. Ahora, tú dirás qué se ha de hacer,» Y él no dijo nada. Fariseo. — ¿Y tú qué hacías allí, Raquelita? Raqueta. — Pues... para decir la verdad.. . no estaba explicando un paso del Deuteronomio a Rubén... Había ido a ver si lo traía a curar a Carmela. Dicen que cura. Mi hermana pierde sangre que es un horror... y los médicos... Zamarriel. —No le han hecho el remedio que yo dije: la bosta de mulo blanco23. No se lo han hecho. Juraría. Ahora, si no hacen las cosas como uno las dice... Raqueta. — Hemos hecho todo; pero si los médicos se ponen en contra entre ellos...

Por et Talmud conocemos que un remedio indicado por los médicos para curar el flujo de sangre «era buscar granos de avena en la bosta de un mulo blanco; comiendo uno, el flujo debía cesar por dos días; comiendo dos, por tres días; y comiendo uno durante tres días, debía cesar para siempre. Otro remedio, y éste decisivo: azotarse los muslos con ortigas a la media noche un dfa sf y otro no durante un mes de Kislew (que corresponde a nuestro Noviembre-Diciembre) y la enfermedad debía desaparecer. Otros remedios que seguían hacían desaparecer tas ganas de sanarse. La medicina era ejercida por los Escribas, y consistía en un poco de emprirismo y mucha superstición. En la Mishna (Talmud) existe esta sentencia: 'El mejor de las médicos merece el Infierno’,» (Castellani, *£/ Evangelio de Jesucristo», Domingo Vigesimotercero después de Pentecostés).

Fariseo. —Basta, que quiero saber lo que pasó. Soy Velador del Sacro Velamen. Carmela puede esperar. ¿Qué pasó? Raquela. — Pues, pasó esto: él no dijo nada; y se puso a escribir con el dedo en la arena. Ellos más y más le insistían y declan que si no contestaba, quedaba reo de improlijación, o algo así. Entonces él levantó aquella cabeza —jamás me olvidaré de esto— y los miró muy despacio: a mí también me miró. Y dijo: *E1 que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.» La mujer se habla acurrucado junto a él como una paloma... con su cabeza en los pies desnudos de Él, llorando. Jamás me olvidaré. Fariseo. — ¡Apedrearlos a los dos, hombre! Zamarriel. —¡Miren qué gracioso! ¿Y la Ley? Raquela. —Ellos se quedaron fríos, se miraron unos a otros y al suelo, que estaba lleno de palabras hebreas, que no comprendo,,, dejaron caer las piedras y... empezando por el viejo Ibrahim (que sabemos lo que se dice de él) y el viejo Barjudá, desfilaron uno tras otro como ovejitas. Hasta yo me fui; pero antes oí una cosa estupenda. ¡El Rabbí de Nazareth le perdonó los pecados! Yo me fui porque tenía vergüenza de mis pecados. Fariseo. — ¡No es posible! ¡No es posible! ¡Eso sería espantoso! Me voy ahora mismo a... ¡Oh! ¿Qué es aquello? ¿Allí en la ventana? Raquela. — ¿Aquello? Es él, que pasa. Fariseo. —¡Y va con él el odioso Publicano! Zamarriel. — ¡Y los rengos, y los ciegos, y los mendigos lo siguen! ¡Y sus odiosos discípulos, esos galileos brutos! Raquela. —¡Zaburrón! ¡Esposo mío! ¡Llámalo que cure a Carmela!

Fariseo. — No grites, mujer, que nos oyen. La verdad es que tengo ganas de llamarlo. Una, que soy Velador del Sacro Velo, y tengo que informar pasado mañana, y debo saber lo que ha pasado. Otra, que me gustaría conocerlo a este tipo. Otra más, que a lo mejor hace un milagro, y me ahorra una cantidad de plata... Raquela. —¡Y otra que mi hermana está enferma! Fariseo. — No grites, burra, te digo. Manda al criado que le diga que venga. ¡Rápido! ¡De parte del Maestro Zaburrón! Zamarriel. —¿El Publicano es el que va a su lado? Creo que lo conozco. Fariseo. —Sí. Y se ha despojado de la insignia, la caperuza y esclavina verde. Y ahí hay una notoria prostituta, al final. ¡Y un soldado romano! Zamarriel. — ¡Y uno de los nuestros, Zaburrón, mira! ¡Nicodemos! jNicodemos el EscribaI Fariseo. — ¡Nicodemos! Se paran todos. Miran hacia aquí. Me miran. Vuelve el criado. Raquela. — ¡Hermana, el único que te puede salvar es este hombre! ¡Y a mí también! Fariseo. — ¡Fuera de aquí! ¡Te vas inmediatamente adentrol Tengo que hablar con ét en serio. Dios está conmigo y no temo a nadie. Hoy oré en el Templo, y descendí justificado, lo siento en mi corazón. Si ese hombre es Dios, ahora lo veremos. J- Criado (Entrando.) — Se niega a entrar aquí, Patrón. Raquela. (Adentro gritando.) — ¡Carmela, tienes que salir, tienes que salir y tocarle al menos la fimbria de su manto! ¡Él puede curarte! ¡Él puede curarte!





- II
“Parábola del Sepulcro y las Víboras”


El llamado "elenco contra fariseos", donde se halla la semejanza del sepulcro y las víboras, fue proferido dos veces, como se ve claro cotejando los lugares paralelos de Mateo XX y Lucas XI: la primera proferición, en una comida donde había fariseos presentes, es mansa, no contiene la contumelia directa de "hipócritas" aunque sí la de "bobos" (stulti), no termina con la amenaza del infierno, y es más bien un "argumento" (como dicen los ingleses) y una prevención, La segunda es el "élenjos" más terrible que se ha pronunciado en este mundo: es una maldición y una sentencia de muerte. La primera fue proferida más o menos en la mitad de la vida pública, la segunda el Martes de Pasión, ante la muerte; una en una comida privada, la otra ante el pueblo y los discípulos, quizás en el Templo; la una provocó simplemente una mayor obsesión de entramparlo con preguntas capciosas, la otra, la decisión de apresurar el asesinato legal; la una terminó en avisos a sus discípulos acerca de la persecución, la segunda, en sentencia de muerte para Jerusalén y sus Jefes {muerte eterna), envuelta en profunda tristeza, con una profecía esjatológica. Los lectores superficiales y también los exégetas antiguos las identifican o acoyuntan, y eso hoy día induce a grave error. Finalmente, en la segunda y más terrible, no hay réplica alguna y en la primera, un Escriba interrumpe para decir; "Maestro, nos estás haciendo contumelia." Hay que responder a este Escriba (Cristo no respondió, prosiguió simplemente su requisitoria) porque de ella viene el grave error actual, expresado por muchos escritores, que enunciaremos así: "Cristo insultó a los fariseos, ¿qué mucho que ellos lo quisieran mal?" El clérigo protestante y Profesor de Escritura Rvdo. George Herbert Box M.A. nada menos que en la acreditada Enciclopedia Británica (artículo Pharisee) lo trae en forma pulcra: describe a los fariseos como gente honorable, muy piadosa, rígida en moral, un poco estrecha y antipática pero honrada (más o menos como los "V icto rian o s" ingleses a quienes los asimila), que al fin cumplían con su deber al "investigar" a Cristo y celar la Ley de Moisés; de donde Cristo viene a quedar como una especie de demagogo anárquico, perturbador de la moral común.*5 El filósofo Santayana en un libro nada feliz (sobre un tema para el cual no tiene bastante preparación) La Idea de Cristo en los Evangelios, que han editado aquí como tantos otros bodrios, dice con candidez que: al fin y al cabo nada le habían hecho a Cristo (pág. 139), ¿por qué se irrita Él MBÍn que parezca que ellos hayan hecho  (En Una edición 1953 este articulo ha sido corregido; la eulogia del fariseísmo, retirada; y el artículo es solamente histórico; y correcto. Me refiero, pues, a las ediciones anteriores a 1940. La Enciclopedia Británica existe desde 1768. L. C.)

nada para provocarlo" (sic), si al fin y al cabo no había esperanza de cambiarlos? Más allá van Wellhausen y el "célebre" santón protestante Albert Schweitzer, que se extrañan de que la policía lo haya aguantado tanto tiempo (cinco semanas según él) a Cristo; y en el fondo, por ende aprueban (nefandum dictu) su asesinato legal. Algunos católicos, como Daniel-Rops (Jésus en son Temps, Fayard, 1949), tienden a atenuar y disculpar al fariseísmo, recordando a Hillel y Gamaliel, excelentes personas; y San Pablo, Nicodemos, José de Aritmatea, santos; olvidando que si fueron santos, fue porque "se dieron vuelta" a odiar al fariseísmo. No digamos nada de Sholem Asch (El Nazareno) y Ludwig (Vida de Jesús), para los cuales los fariseos son lo mejor de lo mejor del mundo; y Cristo amigo de ellos ¡y fariseo también! Cristo no comenzó su carrera insultando a los fariseos ni a nadie, como ni tampoco Juan Bautista: terminaron ambos por la imprecación, probado primero inútilmente todo lo demás. Cristo hubiese podido lícitamente comenzar por la maldición, pues allí había llegado ya Juan el Precursor, cuya prédica Él continuaba; pero no lo hizo. Volvió a fojas uno; aceptaba las invitaciones a comer de los fariseos y respondía a sus preguntas, mansamente al principio, aun cuando esas invitaciones no significaran hospitalidad, ni siquiera curiosidad, sino (después se vio) trampas odiosas. No predicó contra su ociosa casuística, sino cuando ella escombraba la Ley de Dios. Cumplió incluso sus necios mandatos, mientras no fueran contra la misericordia y la justicia o el sentido común. No los desacreditó públicamente como sacerdotes o como "catedráticos", mientras leían la Ley de Moisés: "Haced pues todo lo que os dijeren...", lo cual era difícil, porque el ejemplo de ellos era al revés y "exempla trahunt, verba dictant."16 El "mansísimo" Jesús fue mansísimo incluso en este tremendo "élenjos* que estamos considerando, créase o no. "Élenjos" llamaban los griegos a la parte de la oración jurídica en que el fiscal precisa los cargos y da las pruebas; o sea, en lenguaje moderno, la "requisitoria". Cumplió Cristo con su misión; hizo, con tristeza aquí, su deber. Su requisitoria enumeró en ocho acápites los hechos que eran públicos; deñnidos, juzgados y valorados con dureza y diafanidad de cristal de roca. La expresión "sepulcros blanqueados" es hoy término del lenguaje común del mundo entero, a causa de su certeridad. Las ochos acusaciones de Cristo, que definen para in aeternum un tipo, son menos violentas aunque no menos graves que las otras coincidentes que nos trae la literatura rabfnica de ese tiempo; como la clasificación de los Siete Fariseos que hace el Talmud (Sotah, 22 b, Bar.), la maldición a las "fam ilias sacerdotales" indignas, del Menahoth, XIII, 21, o las incriminaciones a los Altos Sacerdotes de Flavio Josefo en Antigüedades Judaicas, XXI, 179. Los fariseos traían a la mente de Cristo imágenes de muerte: sepulcros y víboras. ¿Qué mucho, si estaba ya condenado irremediablemente por ellos a muerte y viperinamente calumniado? Nadie lo podía ya sustraer a la muerte, ni su Padre mismo, oso decir. Contesta aquí con otra sentencia de muerte a la suya ya fijada; y hace con sus asesinos, anticipándoles su futuro, la última posible (inútil) obra de misericordia.

“ Los ejemplos arrastran, las palabras exhortan”.

Cristo no "tiene dos estilos", como cree Santayana Jorge. Lo mismo que la imagen que Él nos trazó de su Padre (en realidad, Él fue por excelencia la imagen terrestre del Padre), Cristo es el mismo cuando increpa y cuando perdona, igual que la figura de Dios que Él nos diseñó, por un lado Padre magnánimo y buen pastor, y por otro lado sultán absoluto e irritable, no son sino las dos faces de la misericordia y la justicia de Dios, ambas inmensurables a medidas humanas, que no hacen sino una sola cara, la cara de Dios, la cual de suyo es inefable, y sólo se puede expresar humanamente así, con dos exageraciones que se equilibran. Cuando Cristo tenía que hacer de juez, hizo de juez sin dejar de ser el buen pastor, que da la vida por sus ovejas. La persona que sabía que un día habría de juzgar a esos hombres ciegos y condenarlos ¿es mucho que les gritara, cuando aún estaban a tiempo de salvarse? Fue ese griterío el último instrumento de salvación: el martillo para los corazones hechos piedra. Dadme un padre recto y justo, y comprenderá lo que digo. Mas un padre que increpa a su hijo que ya ve perdido, hasta lo último, suele generalmente conseguir su causa; aquí nones. Un padre romano, es decir, no argentino: un varón bueno como Lucius Brutus, quien, llorando, tuvo que condenar a muerte a un hijo. La prueba es que la imprecación de los ochos "Vae" (que propiamente en griego "ouaí" no expresan ira sino más bien tristeza) se resuelve en ternísima tristeza: "Jerusalén, Jerusalén, ¡cuántas veces quise cobijar a tus hijos como la gallina bajo sus alas a sus pollitos, y no quisiste!" Sigue la sentencia porque darla es el deber de Cristo: infierno para los malévolos y empedernidos asesinos — no tanto y no sólo de Su cuerpo y el de los Profetas "que yo os enviaré", sino sobre todo asesinos de las almas, de sus "ovejas" —y la ruina para Jerusa- lén. Pero no podía detenerse allí Cristo; y añade a la sentencia del Juez la promesa del Padre, la única que podía hacer, la lejana promesa y profecía de la conversión parusíaca de los judíos; algún día, perdido allí en las brumas de lo desconocido. Matadme, pues, para llenar la medida de vuestros padres y desbordarla, oh herederos de Caín y de todos los matadores de justos y profetas... Os aseguro que "ya no me veréis más hasta el día en que digáis: 'Bendito el que viene en nombre del Señor'," Así termina el "elenco contra fariseos". ¿Quería decir su entrada triunfal en Jerusalén el Domingo de Ramos? No, eso había pasado ya; y los que dijeron "Bendito el que viene en el Nombre" no fueron los deicidas, sino los Discípulos, el pueblo chico, los niños. Se refería a la conversión de los Judíos en el fin del mundo. Aludía al Domingo pasado, sí; haciendo a ese efímero reconocimiento del Hijo de David por una mínima Jerusalén, figura y "typo" del futuro reconocimiento total y definitivo. Su corazón fue a descansar allá, no teniendo ya en otra parte "donde reclinar la cabeza" —pero terminó con una bendición. Porque aunque la Justicia y la Misericordia de Dios son infinitas, la Misericordia es mayor —dice Santo Tomás: que yo no sé cómo puede ser. Que lo explique otro. He hablado mucho en El Evangelio de Jesucristo17 del fariseísmo y los fariseos: y es demasiado poco. Dije allí que los fariseos eran malísimos, y eso hay que decir, y lo dijo al máximo Cristo; que el fariseísmo es el

famoso pecado contra el Espíritu Santo, "que no tiene perdón ni en esta ni en la otra vida"; y que toda la vida de Cristo se puede resumir en esta palabra: "luchó contra el fariseísmo", pues, en efecto, ésa fue la "empresa" de Jesucristo como hombre, desde su nacimiento a su muerte, así como todas sus acciones de "reformador religioso" incluso milagros, profecías y fundación de la Iglesia; y ella llena el Evangelio, de modo que se podría escribir un libro, que no se ha escrito; y se debería escribir, habiendo hoy día un repunte del fariseísmo; el cual es eterno más que los imperios y las pirámides de Egipto. Diré también ahora que "la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar" es también el fariseísmo. Y dirán que es manía. Y no lo es. Sobre esta palabra de Daniel1* repetida por Cristo” , qué significa en concreto, se dividen desesperadamente los exégetas. Es un modismo hebreo que dice "el colmo del desastre", o "el colmo de los colmos", que decimos nosotros. Opinamos que esa "abominación" que Cristo dio como señal de huir de Jerusalén y de la Sinagoga, es la misma muerte injusta y sacrilega de Cristo pairada por la "Religión (por los hombres oficialmente religiosos) de Israel" siguiendo en esto que diré una leve y vaga indicación de Maldonado. Todas las diversas opiniones de los Santos Padres, caen a prima consideración; por ejemplo: "Fue el entrar el ejército romano en la ciudad santa" (Orígenes): ya no había entonces lugar de huir. "Fueron las águilas romanas, que eran ídolos.

Mateo 24, 15.

en el Templo de Jerusalén": lo mismo y más. "Fue la estatua de Adriano colocada en el Templo" (San Jerónimo): fue colocada después de la destrucción del Templo. "Fue el retrato del César que Pilatos introdujo en el Templo" (id.). No lo introdujo sino en la ciudad, de noche y clandestinamente ... "Fue la sedición de los Zelotes en el tiempo de Floro, los cuales profanaron el Templo..." "Fue el mismo cerco de Jerusalén por las Legiones..." (San Agustín). Dejo otras por no aburrir. Ninguna tienen atadero con el ser un "signo" de dejar la ciudad deicida, y "huir a las montañas", pues no quedaba lugar ya de "huir a las montañas". ¿Qué más abominación de la desolación que el Monte Calvario, el cuerpo desangrado del Justo de los Justos colgado de tres clavos; y el rasgón del velo del Tabernáculo30, acontecido milagrosamente al mismo tiempo? Cuenta el judío Josefo que al quedar eventrado el Tabernáculo, como cosa que ya no contenía a Dios ni a nada, se oyeron en el Templo voces aéreas que decían: "Huid, huid, salgamos de aquí." No. La abominación máxima y bien patente fue el fariseísmo deicida. Y la señal perspicua fue el partirse en dos el velo del Santísimo al fenecer Cristo, símbolo portentoso del acabamiento de la Sinagoga como casa de Dios. Me dirán que eso no fue "señal" de fuga de Jerusalén por los neófitos. Pues sí señor lo fue. Empezaron a desfilar (a filer doux, como dice el francés) desde la Crucifixión, empezando por los Apóstoles, exceptuando Santiago el Mayor, Obispo de Jerusalén. Instarás: pero la fuga en masa de los cristianos a la aldea mon famosa de Pelia en la Transjordania ¿no fue unos 30 años después de la Crucifixión? “ Mateo 27, 51; Marcos 15, 38; Lucas 23, 45.  Concedo; pero para esa fuga última y urgente. Cristo dio otra señal: "Cuando veáis la ciudad sitiada aunque no del todo"31; y eso entendieron bien los neófitos. Pues el primer sitio de Jerusalén por Vespasiano fue flojo y daba lugar a huir; el segundo, seis meses después por Tito (nombrado su padre Emperador de Roma), fue cerradísimo, incluso por una enorme muralla, el Romanum Vallum, contra el cual se estrellaban los míseros fugitivos y eran reenviados a la urbe "condenada por Dios* (palabras del Príncipe Tito), las mujeres con las manos o los pechos amputados, los varones eventrados para buscar oro o joyas, tragados para ocultarlos —es decir, cadáveres, si hemos de creer al historiador Josefo. Todos los otros "signos" de los Santos Padres —poco o nada cuidadosos de las fechas— acontecieron después del cerco de Tito: cuando ya no había caso de huir. Y esta opinión o presunción mía (que no doy sin pruebas) se confirma con el hecho de que este "signo" de la desolación abominable, serálo también del fin del mundo, pues al fin del mundo lo aplica Daniel; y también Cristo, como "antitypo". A los dos ñnales debe pues convenir el signo, a los dos desastres, al typo y al antitypo; y San Pablo cuando habla del Anticristo, da como señal el sacrilegio religioso, y no otra cosa: "Se sentará en el Templo de Dios haciéndose dios"111, es decir, se apoderará de la religión para sus fines, como habían hecho los fariseos; en forma aún más nefanda el Anticristo. Interpretación de la "abominación" por San Pablo. 11 Lucas 21, 20. Carta A los TesaIonicenses 2, 4. Si creemos a San Pablo y a Cristo (que en los últimos tiempos habrá una "gran apostasía"33 y que no habrá ya [casi] fe en la tierra31), sólo el fariseísmo es capaz de producir ese fenómeno. Cuando los judíos digan: "Bendito sea el que viene en el Nombre", será cuando los cristianos hayamos flaqueado y decaído, cuando "el Devastador esté a su vez devastado", dice Daniel; cuando Roma, el Orden Romano haya desaparecido, como a osadas está hoy desapareciendo. Sólo el fariseísmo puede devastar a la Iglesia por dentro; sin lo cual ninguna persecución externa le haría mella, como vemos por su historia, pues "la sangre de los mártires es semilla de cristianos." Si la Iglesia está pura y limpia, es hermosa, y atrae, no repele: atrae prodigiosamente, como se vio ya en su asombrosa propagación entre dificultades sin cuento, muertes y martirios. Me detengo un momento para resollar: tengo miedo... Solamente cuando la Iglesia tenga la apariencia de un sepulcro blanqueado, y los que mandan en ella tengan la apariencia de víboras, y lo sean, el mundo entero se asqueará de Ella y serán poquísimos los que puedan mantener no obstante su fe firme, un puñado heroico de "escogidos" que "si no se abreviara el tiempo, ni ellos resistirían."35 Entonces se producirá "el gran receso" y a causa de él, "el Hombre de Pecado, el Hijo de la Perdición" tendrá cancha para hacer su satánica voluntad en el mundo —por muy poco tiempo. Con todas las promesas divinas encima (hay que decirlo) 33 1 Tesalonicenses 2, 3. 34 Lucas 18, 8. 35 Mateo 24, 22, Si la Iglesia no practica la honradez, está perdida; Si la Iglesia atropella la persona humana, está perdida; Si la Iglesia suplanta con la Ley, la norma, la rutina, la juridicidad y la "política"... a la Justicia y a la Caridad, está lista. Porque entonces entrará en ella "la abominación de la desolación en el lugar donde no debe estar" que predijo Daniel Profeta, es decir, el fariseísmo. Por culpa del fariseísmo — "sepulcro que no se ve, por lo cual los hombres caminando lo tocan y se manchan" (Lucas 11, 44) según la Ley de Moisés (Números 19, 16: mancha legal "si alguien tocara un muerto... o un sepulcro, quedará inmundo por siete días"), por lo cual los judíos "blanqueaban" los sepulcros un mes antes de Pascua —las Puertas del Infierno c a s i prevalecerán contra Ella, y sobre ese c a s i de desesperación, volverá Cristo. Velad, pues. Y no toquéis los sepulcros ni las víboras.