martes, 27 de marzo de 2018

LIBROS-PADRE LEONARDO CASTELLANI- "CRISTO Y LOS FARISEOS"-APENDICEI-III-Católicos y la Guerra de España IV-La Última Palabra



-III

Sobre Tres Modos Católicos

de ver la Guerra Española “

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When doctors disagree, what deuce would people feeüi7 (Proverbio inglés)

Por modos de ver lícitos, no se debería disputar entre católicos, ni menos insultarse. Una de las ventajas de ser católicos es justamente ésa: haberse puesto de acuerdo de una vez y para siempre acerca de 14 puntos, para tener la libertad de discordar en todos los demás. Parece mentira, pero la fe (verdadera) da libertad intelectual: una vez que uno se afirmó indestructiblemente en ñarse de lo que dice Dios, todo lo que disputan los hombres se le vuelve de golpe disputas de hombres. Tienen su importancia propia, pero con altura se las ve —decía mi tío el cura. Y es dañino cuando la disputa por modos de ver surge entre Doctores: la escuela se desconcierta. Y lo peor es cuando el modo de ver lícito inferior insurge contra el modo de ver lícito superior: entonces es verdadera falta de jerarquía, y es desorden puroM.



** En Las Ideas de mi Tío el Cura, Excálibur, Bs. As., 1984, p. 155 ss.

 Cuando los doctos disputan, ¿qué puede pensar la gente?

"Todo error nace de pensar o de obrar según determinaciones (demasiado) particulares", Hegel, Logik, 1, 24, II. (L.C.)

Se me ocurre que hay tres modos posibles a un católico de ver la guerra española: un modo humano, un modo filosófico y un modo teológico. El modo humano consiste en desear que venza Franco pronto —lo mejor, cuando Dios quiera. No digo humano en voz peyorativa sino en voz general, que según por donde tire, puede agarrar bien o puede agarrar mal —o puede agarrar mezcla. La pura y simple humanidad del hombre le impone que al ver dos riñendo desee que uno gane, aunque no sea sino por amor de la paz o de las situaciones claras; y que no gane el peor. Yo deseo con toda el alma que gane Franco, que en este caso, no es el peor. Para saber que no es el peor, mis razones no son complicadas ni difíciles ni teológicas: ¡humanas! Del otro lado está la bestialidad, la inhumanidad. De este lado está al menos la disciplina, aunque sea la disciplina de un "militarote", como dicen los yrigoyenistas. Del otro lado se desataron los satanes bajos, Behemot la hiena, Astaroth el cerdo, Moloch devoraniños. La disciplina es una necesidad social, aunque no sea el supremo bien social; con ella se puede ir más adelante, sin ella a ninguna parte. Y que gane cuanto antes, aunque más no sea por toda esa sangre derramada y ese espectro rojo de la guerra devastando reliquias milenarias sacras y humanas, segando hombres, segando mujeres y niños. Si no sintiese así; si me sintiese frío e inconcemido en esta contienda que divide no sólo la Madre Patria sino mi cara patria-mamá — lejos de creerme por eso un superhombre, me sentiría infrahumano y hasta inhumano. Si en la Gran Guerra fui francófilo, con más razón ahora seré "franquífilo". Si no me paro ante las carteleras, discuto a gritos en el tranvía o me paso dos horas al día leyendo diarios, o clavando banderitas, es simplemente porque me parece inútil y no tengo tiempo. Pero no soy incapaz de comprender a los que tal hacen, y si no los admiro, por lo menos los tolero; como los tolera el Gobierno, poniéndoles un chafle al lado de las pizarras, en vez de mandarlos a estudiar a sus casas. El poder motor específico de las imágenes, que dicen los sabios, hace creer a estos excelentes ciudadanos que hacen algo por la causa justa haciendo esas cosas y otras parecidas: es una ley psicológica. Escribiendo por ejemplo que Franco es el mayor estratega de Europa, que España se confunde con la esencia del Catolicismo, que ésta es la guerra más santa de la historia, ayudan a Franco como pueden, o por lo menos desahogan su buena voluntad. En tiempo de la Gran Guerra supe tener un amigo argentino —porque aquí estoy hablando con los argentinos, los españoles son dueños de hacer lo que quieran, yo respetaré su sentir— tuve un amigo argentino y francófilo — murió ya el pobre— que tenía en el "hall" un busto del Kaiser, al cual preguntando yo cierto día: "¿Cómo con ser aliado tenía un busto del Kaiser?" me respondió el honesto muchacho: —"Lo tengo aquí paradito y cada vez que viene una victoria alemana ¡lo derribo a trompis!" Y yo comprendí a mi amigo. No sería argentino si fuese incapaz de comprender esa cualidad argentina de penar por meterse en todo, sobre todo si son peleas. El segundo modo sería (incluyendo el primero) considerar también lo que hubo antes y lo que vendrá después; y con esto, sacar consecuencias y enseñanzas. Yo opino que el filósofo francés Jacques Maritain está colocado en este modo. Filósofo es aquél que profesa solemnemente el principio metafisico que no hay cría sin madre ("nulla sine matre proles"), y cuyo oficio en este mundo es buscar la madre de todos los corderos. Este cordero degollado parece tener más madres que chivo de muchas madres; cuantimenos parece tener dos madres, y una coja. Quiero decir que esta guerra tiene también una raíz social, tiene por lo menos una de sus raíces en la injusticia social; y ¿creen voarcedes que la raíz ya se secó o acabada la guerra se secará solita? Yo abrigo inmensa esperanza que tanta sangre de mártires, troncos de virtud y flores de sacrificio como Dios se ha dignado florecer en aquella admirable tierra de España no pueden quedar sin fruto; pero eso es una esperanza, no una certeza: no hay primavera que no pueda helarse. Y la sangre de esos mártires se derramó por Dios y no por Juan March. Pero yo tengo también una certeza: que toda esa sangre de cristianas venas (porque también marxistas españoles tienen sangre —y quizá algunos alma— de bautizados) ha sido reclamada ante Dios por una gran pirámide de pecados previos contra el pobre — de pecados contra el hermano, de pecados contra el débil, de pecados contra el niño, de pecados contra Dios. De pecados désos que dice la Escritura claman al cielo. Y no me parece imposible que en esa mole de pecados que ahora se lava en sangre estuviesen también representados algunos de los que hora más vociferan: ''¡Guerra santa, guerra santa, guerra santa!" Los israelitas se postraron a adorar el becerro de oro (véase el libro del Éxodo), bajó Moisés hecho una furia, y ser armó una gran guerra civil y santa en que murieron 23,000 hombres. Entre los culpables estaba también el sacerdote Aarón, hermano de Moisés, el cual salvó la vida: no había idolatrado, pero había disimulado; no había sido sacrilego, pero sf débil, o por lo menos tonto. ¿Qué dice entonces la filosofía? Porque esto es historia sagrada. Lo que dice la filosofía es esto: primero, que no hay , revoluciones benéficas; y segundo, que las grandes corrientes sociales que subtienden la historia no se desvían con lindas palabras, ni siquiera con buenas intenciones. Revolución que de veras lo sea, no hay "per se" ninguna benéfica, aunque alguna pueda ser inevitable. No es la revolución entonces la que cura, sino el contragolpe della; y es quirúrgica y dura cura. Revolución es subversión violenta del orden (o pseudo-orden) existente, como una fiebre infecciosa o una septicemia es subversión violenta del equilibrio fisiológico. Revolución es una enfermedad y nada más. Una enfermedad tiene una causa peor que ella, y ella tira a la salud, pero no es la salud. Esa gran crisis del sistema orgánico, esa lucha de cuyos posibles éxitos uno es siempre la muerte, jamás puede ser deseable por sí. De aquí sigue que el Marxismo, que tiene la lucha de clases llevada a términos violentos por cosa natural (por ende buena y deseable en sí), y preconiza la revolución como medio normal y "único" de solución social, es filosóficamente perverso. Pero también sigue que una esperanza puesta de primo intento (y no como un último extremo; indeseable, aunque quizá previsible) en revoluciones de derecha, es utópica. Opino personalmente que la revolución de Franco fue en efecto ese último extremo por ende justa y legitimable, aunque no sacralmente santa 3*. [Pero no se buscan, vive el cielo, se soportan solamente los últimos extremos! Esto podría ir para ciertos nacionalistas impacientes o irritables en demasía, que parecen (por lo menos en las palabras) no vislumbrar más útiles de acción política para tratar los (graves) problemas de nuestro país que el palo, la escoba, el rebenque, la espada y otros parecidos medios de persuasión y cura. Este modo de hablar no es bueno, aunque pudiesen hacerlo, que tampoco pueden. Y mucho más si recubre el mismo modo de pensar, o mejor dicho de no pensar. Otra cosa que la filosofía sabe (o al menos supo en mi tiempo) es que con palabras no se sacan muelas; mucho menos las muelas de molino que según Jesucristo Nuestro Señor están colgadas al cuello de los que escandalizan pequeños.  SI la quieren llamar santa, las palabras son elásticas. SI la quieren llamar Cruzada, las palabras soportan todo. Sólo que la historia no va para atrás, y las otras Cruzadas las proclamaban los Papas en vez de Queipo de) Llano. Yo creo que Franco y Mussolini son católicos; pero de católico a santo hay que morirse primero, después hacer cuatro milagros y después ser canonizado ¡por el Papa Legítimo! No basta un sacerdote, ni siquiera unos cuantos. Ésta es la doctrina y lo demás son palabras. Yo por mí preferirla respetar tas palabras. (Una buena mujer decía un día: "Mi marido es un santo." Después añadió: "Lo único que un poquito le da por la bebida, ¡y cuando se toma es capaz de todo!') Las palabras son sirvientitas indefensas, mucamitas de la Verdad. Pero hay que respetarlas. Mons. Franceschi ha escrito aquí un excelente ensayo sobre el abuso déllas. El que no respeta mucho latí palabras no respeta mucho las ideas. El que no respeta mucho las ideas, no ama enormemente la Verdad. Y el que no ama enormemente la Verdad, simplemente, se queda sin ella. No hay peor castigo.

A un hombre que se quiere engañar ¿qué castigo le hemos de dar? Pues dejar que se engañe, amigo. No hay peor castigo.

(L.C.)

Miren que Cristo no hablaba en broma. El problema social es un hecho, la división en clases (opulenta y mísera) es un hecho, la injusticia social legalizada es un hecho, la apostasía creciente de las masas es un hecho, el Marxismo crudo en la Argentina es un hecho y también, voto a Cristo, la hipocresía y el espíritu de clase de muchos sedicentes católicos opulentos. ¿Qué prueba si no el enorme auge del Marxismo en un siglo; y su triunfo, aunque sea provisorio y precario, en muchas regiones? Muchas de las previsiones de Karl Marx se han cumplido, como lo prueba el eco actual de sus doctrinas. Bizco para ver en alto, Karl Marx veía bien de cerca; equivocado en la "mayor" de su sistema, acertaba en muchas "menores"40. El Materialismo Histórico es falso como ley general de la historia; pero es un hecho histórico como ley de nuestra época desquijarrada, con su hipertrofia de lo económico. La economía podrá no ser de suyo la forma total especificante de todo el proceso histórico; pero es de él la causa material; y la locura de nuestra época fue elevarla con el Liberalismo Económico a causa directriz subvirtiendo las humanas jerarquías, y pecando contra ta naturaleza11. Que lo que es por naturaleza inferior sea sobrepuesto y rija a lo que es naturalmente superior (un necio hecho presidente, un ciego hecho piloto, el comerciante mandando al pensador o al guerrero) dice Sto. Tomás que es "peccatum in móribus et monstrum in natura"42, en lo moral constituye el pecado, en lo natural algo monstruoso. Esas monstruosidades se pagan caras.

La primera parte (Cap. I) del Manifiesto de 1874 está repleta de medios verdades "de hecho". (L.C.)

"La burguesía ha despojado de su aureola a todas las funciones hasta entonces reputadas venerables y en efecto veneradas. Del médico, del jurista, del sacerdote, del poeta, del sabio ha hecho (o tendido a hacer) trabajadores asalariados" (Marx, Manif., Cap. I). (L.C.)

Y los efectos de esas monstruosidades, encamados en vastas marejadas colectivas, que tienen algo de ciego determinismo de las fuerzas cósmicas, no se atajan con "BridgeB de caridad en pro de las Obras de las Hijas de María Inmaculada" o con "Ballets de Beneficencia de las exquisitas damas de nuestra aristocracia (des)vestidas de negro en honor y pro del Patronato de Leprosos". No, no se atajan así, no se atajan así precisamente.1 Ni siquiera se atajan con gobernantes cortos y caducos que sean excelentes personas privadas, incapaces de matar una mosca. El buen gobernante, que no es igual que el gobernante bueno, debe ser capaz de matar un hombre, solfa decir mi tío. Según Aristóteles los supremos actos del principado son la guerra y el "judicium cápitis". Mas para dar bien una sentencia de muerte precisa ser todo un hombre; y además, gracia de Dios, que en rigor es Él el único que puede matar. El tirano tiene casi siempre un precursor, que es el gobernante alcanzálam ona. No hay vicio más irreformable que el hacer el mal por tontería.

41 S. Th. In Arist. De Anima III, 16. 'Si autem e converso accidit, quod appetitus superior transmoveatur ab inferiori, hoc est praeter ordinem naturalem. Unde et hoc facit peccatum in moribus, sicut peccata sunt monstra in natura ..." "Si por el contrario sucede que el apetito superior sea movido por el inferior, esto es contra e) orden natural y de ello se sigue pecado en lo moral, así como los pecados son algo monstruoso en lo natural." (L.C.)

La visión teológica de la guerra española: ésa es la que no tengo yo, porque para tenerla habría que ser un santo43. Teólogo es aquél que profesa solemnemente ver con Dios, ver por todo a Dios. Habría que poder ver desde aquí (y es imposible) por qué una parte del admirable pueblo español (que se confunde con la esencia del Catolicismo, según un escritor español), por qué una parte grande del pueblo pobre de España se puso de golpe a odiar a Dios, sañudamente a querer destruir a Dios, es decir los sacerdotes, monjas, templos, cálices, crucifijos, imágenes; las imágenes terrenas de Dios. Dicen: —Los rusos que se lo enseñaron. Digo: — ¿Y a los rusos quién les enseñó? Dicen: — Satán. Digo: —¿Y a Satán quién lo soltó? ¿Quién soltó los criminales de las cárceles madrileñas sino los millones de votos del Frente Popular, los votos de gente humilde que no quería saber más "con los curas"? Por eso digo que precisaría ser Santo para hablar de esto, habría que hablar del fariseísmo, de esa sutil enfermedad del instinto religioso llamada fariseísmo. En cualquier manual de Psicología encontrarás que hay dos "aberraciones del sentimiento o del instinto religioso" (no están de acuerdo si es un instinto o un sentimiento, aunque yo creo que en el fino fin de todo es un conocimiento): una la superstición, otra el fariseísmo.

Ésta es una guerra social-política, que tira a guerra de religión. A todo tirar, ésta sería una guerra de religión, como las guerras de la Contra-Reforma. Y las guerras de Felipe II y Richelieu, aunque los Papas las miraron con simpatía y aun cual Soberanos Temporales las ayudaron, jamás consintieron en comprometer la fe cristiana con ios otros intereses profanos —muy respetables a veces— en ellas implicados, canonizándolas. (L.C.)

Los psicólogos se ponen a describirlo: no es la muerte, es como una esclerotización de lo religioso en uno. Es un complejo proceso, tiene muchas formas y grados: desde la imperceptible desecación y vuelta a lo exterior que es su comienzo, ese sobrepeso del cuerpo (social) sobre el alma (mística) de la Iglesia que llaman "religión estática" o "traspaso de una mística en política" (Peguy) hasta la odiosa y criminosa hipocresía —mezcla de orgullo, ambición, avaricia, mentira, impiedad, dureza— contra quien tuvo que luchar Cristo y ha quedado burilada en acero para siempre en las páginas del Evangelio. Entre aquello y esto hay infinidad de grados medios: aulicismo, curialismo, clericalismo o pretensión del clero a regir lo civil, eclesiasticismo rutinario, fanatismo ciego, estoicismo, ritualism o, fachadismo o religión de aparato, ambicioncilia, intriguilla eclesiástica, beatería, frailonería o repugnancia al trabajo y al riesgo, etc. Ver los libros de Psicología Religiosa. ¿Cómo hizo Rusia, la Santa Rusia, la Tierra-de-Dios para llegar a ser la sede de los Sln-Dios? Es imposible imaginarse el fenómeno del odio colectivo a Dios y la aparición del primer estado anti-teo**, sin contar con el estado de la religión rusa, desvirtuada por diez siglos de Cisma, hundiéndose en el proceso degenerativo de la superstición y el fariseísmo, tal como fue déllo testigo alucinado Dostoievsky45. Una plebe inculta y pasional de religiosidad profunda pero miope y turbulenta detrás de extraños monjes de turbia y vehemente mística como Zósima (cuando no de bestial superstición como Rasputín), mientras allá arriba en las altas esferas los Popes de una iglesia de Estado montaban su guardia de policía espiritual en torno a los intereses de las clases pudientes.

" San Pablo, II Tesalonicenses 2, 3-7.

Ver por ejemplo los dos grandes frescos del “Staréis Zósima" (Hermanos Karamazov, libro II) y de la Comunión Pascual de los presos (Casa de Muertos, cap. X). (L.C.)

Caro mío, estos son hechos. No hay corrupción más pésima que la de las cosas óptimas. El sacerdote debe odiar el fariseísmo en todos sus grados; es el primer deber de su ministerio celar la pureza de la virtud de la religión, la primera entre las virtudes morales; y debe discernirlo en todos sus repliegues con los ojos penetrantes del saber y del odio. Así lo odió Cristo. Le costó la vida. Jesucristo parece haber tomado el fariseísmo como empresa de su vida, como empresa personal de su poderosa personalidad viva. Jesucristo bajó a evangelizar todos los pueblos de la tierra, él con sus discípulos; pero él personalmente se reservó el pueblo de Israel y dejó los demás a sus discípulos. Bajó a predicar toda la ley de Dios, él con sus discípulos; pero él personalmente se reservó la prédica del mandato: "Amor a Dios y al prójimo", y dejó los demás a sus discípulos. Vino a luchar contra todos los vicios, maldades y pecados; pero él personalmente luchó contra el fariseísmo. Lo tomó por su cuenta. Ver los santos Evangelios. Empezó a quebrantar el farisaico Sábado, a olvidarse de las cuartas o quintas abluciones, a tratar con los ; publícanos, perdonar a las prostitutas arrepentidas; a curar en día de fiesta, a decir que escuchasen a los maestros legales pero no los imitasen, a distinguir entre preceptos de Dios y preceptos de hombres de Dios, a poner la misericordia y la justicia por encima de las Ceremonias, aun de las ceremonias del culto, y no del culto samaritano sino del verdadero; empezó a describir en parábolas más hermosas que la aurora el hondo corazón vivo de la religiosidad, del reino de Dios que está dentro de nosotros, y es espíritu, verdad, y vida. Lo contradijeron, por supuesto; lo denigraron, calumniaron, acusaron, tergiversaron, persiguieron, espiaron, reprendieron. Y entonces el sereno recitador y magnífico poeta se irguió, y vieron que era todo un hombre. Recusó las acusaciones, respondió a los reproches, confundió a los sofisticantes con cinglantes réplicas. Y haciéndose la polémica más viva cada vez, con unos enemigos que contra él lo podían todo, se agigantó el joven Rabbí magníficamente hasta el cuerpo-a-cuerpo, la imprecación y la fusta. Dos veces por lo menos, al principio y al fin de su heroica campaña, hizo manifestación de violencia, no se detuvo ante las vías de hecho. "Hijos de víbora", "sepulcros blanqueados", "raza adúltera", y el fulgurante recitado de las siete maldiciones (Mt., 23); "¡Ay a vos, escriba y fariseo hipócrita!" repetidas con fuerza inconmensurable. "Vae vobis, hipocritae!" ¿Está eso en el Evangelio canónico? ¡Está incluso en el Sermón de la Montaña, en el "dulce", en el "místico", en el "poético" Sermón de la Montaña (como dicen los que no lo han leído) aunque Tolstoi lo ignore y no acaben jamás de encontrarlo muchos católicos "bien"! Son los siete arbotantes de piedra de las Ocho Bienaventuranzas, el esqueleto férreo sin el cual el Cristianismo se vuelve gelatinoso, y el león de Judá deviene una especie de molusco, de esos que como las ostras y los pulpos pueden tomar todas tas formas que quieran. Si Cristo hubiese sido ostra, no lo hubieran matado. Lo mataron por eso y nada más: lo mató el fariseísmo. Mas Él parece haber seguido reservándose ese enemigo personalmente. Donde-quiera el fariseísmo ha empezado a mellar su Iglesia, la historia muestra que ha habido efusión de sangre y cosas divinalmente terribles.

Mueren inocentes y culpados —o se salvan a veces los más culpados, reservados quizá para la otra vuelta. Murió Cristo y Jacobo Menor y Esteban; y perecieron después los triunfantes fariseos a filo de espada romana. "Cabeza de Jacques de Molay en el Temple de París, cenizas de Savonarola en el Ponte d'Arno, cuerpo de Juana de Arco en Ruán, cárcel dura de San Juan de la Cruz y amenaza de muerte y veneno, vosotros sabéis cuan diabólicamente dañino y duro es el fariseísmo. Las corrupciones del espíritu son peores que las corrpciones de la carne"...16 El tío que había empezado bromeando acababa trágico: la gruesa vena de sus sienes se hinchaba. Conocedor del daño que le irrogaban las violencias de su genio, yo lo interrumpí para cambiarle el tema y echarlo todo a barato: —Tío, párese. No sea el diablo que acabemos en una especie de Varrompisa...47

** No creo que mi tío igualase todos esos nombres al respecto de su personal mérito o demérito. Savonarola fue justamente condenado, Juana de Arco lo fue injustamente. Pero sus jueces eran todos fariseos. (L.C.) 47 Alusión a Raúl Barón Biza, inquieto varón de licenciosa vida y cuantiosa fortuna, merced a la cual pudo dar a algunos de sus dislates forma de libros, tales como Punto Final y El derecho de matar. En el ambiente menos destapista de mediados de siglo, sus audacias en orden a los principios morales y algunas poses pseudo anarco-r evolucionarías en materia sociopolítica, causaron escozor y justificado escandalete —y no pocas delicias de los aburridos cronistas de sociales. FÍoy día, sus libelos serian considerados devocionarios por el patoterismo cultural vigente. Casado el susodicho Barón Biaza (o Varrompisa, vaya uno a saber) con Clotilde Sabattini, presidenta que fue del Consejo Nacional de Educación y mujer de notable belleza, hace unos diez años, atentó contra ella arrojándole ácido en el rostro, lo que prueba su catadura y estilo. Falleció hace un par de años (N. del E.).

—¿Qué es eso? —Ese tipo del otro día, que dicen le ha escrito una carta de reprensión y desafío al Papa publicándola junto con una especie de hemorragia sexual-patológica en verso ("coprolalia'' en el nombre médico) a modo de vómito de borracho, que un juez de Buenos Aires ha fallado judicialmente ser una obra de arte y pertenecer a la literatura. — ¡Dios nos libre! — exclamó mi tío. agarrándose la cabeza. ¡Ahora me acuerdo! Pero sin embargo, si yo soy un católico fariseo, ¿y quién puede pararse limpio ante Dios?, si yo soy un fariseo, delante de Dios estoy debajo de ese Varrompisa que dices (que al fin'será un pobre enfermo) y hasta estoy por debajo — si no intelectualmente, al menos moralmente— del mismo juez que aprobó el libro. Moralmente debajo del juez mis- mo, t —Intelectualmente debajo dese juez es casi imposible estar —dijo mi tío el cura. Y añadió pensativo: — En Madrid había jueces así en 1931, cuando empezó La tarantela — según me contó el cónsul español de Toulouse, había habido por mucho tiempo jueces y gobernantes dese tono. Cuando esto pasa, cualquier desastre que se prediga de una Nación no es improbable.

- IV

La Última Parábola



Yo sabia que no podía acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un modo tan espantoso. Mi consejo no le faltó. Fue más o menos éste: «Hay que partir de este principio: es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es difícil hacerlo si uno se pone a ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a los hombres como ellos son y no como queremos que sean. Con el que tiene el poder, es inútil querer hacerse el tremendo. Hay que ponerse en razón.» «Tu estilo de escribir es magnífico. Hay solamente las frasecitas. * Cabildo, 25-X-44 Son una frase aquí, otra allá, a veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que suprimidas no perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo que uno trate, descontentan a alguno inevitablemente.» «Después de esto hay que ganar a Caifás. Caifás, en el fondo te aprecia. Por más que está ocupado en otros asuntos, no es hombre desprovisto de gusto literario. Un día dijo de vos: 'Compone espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son abundantes, los tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo, SI este hombre entrase de una buena vez con toda el alma por el camino que le señalan la ley y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin dejar de ser un escritor genial',* «Tus parábolas son muy buenas; algunas son pequeñas obras maestras del género. Eres un verdadero genio, te aseguro que eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo mismo que la de los Talentos, aunque aquí ya la doctrina es un poco rara. La del Rico en el Infierno ya es bastante fuerte, un1 poco violenta, los ricos se pueden ofender de ella. La del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más bien para hombres muy inteligentes. Ahora, la de ios Operarios en la Viña ya son palabras mayores, creo hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una parábola de menos no puede perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como vos. Hay mucha gente a quienes ha caído muy mal, que la ha tomado muy a mal.» «No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta, hay que enterarse que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la política. El lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador, ¡muy bien! Allá en el dulce ambiente pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste, la Causa de la Verdad está tan cerca de uno, tan a mano, que uno parecería los toca, toca el cielo con las manos... Aquí hay que contar con los mecanismos interpósitos, toda la organización oficial con los cuales también se va hacia Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas, evidente: se trata de hombres no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo que sea, no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.» . Desde el cerro de Arcalón veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije: «Te repito que Caifás en el fondo no es inaccesible. Lo.has disgustado mucho, lo has molestado mucho (sin querer, desde luego), lo has ofendido mucho, creo que está enflaqueciendo por causa tuya; pero en el fondo es un pontífice, es un hombre consagrado a Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del templo, ¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer a causa de eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la predicación. Se trata solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las normas. Al fin y al cabo son superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe estar ciegamente sometido; si se equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una gran tranquilidad de conciencia eso de poder resignar en otro la propia conciencia.» «Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser administrada. La Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita filtro, necesita paliativos y necesita administración. ¿Y quién debe administrarla sino el que oficialmente ha sido nombrado para eso?» «Tienes que darte cuenta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran edificio, y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy bien, pero ¡eh! no es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo, incluso para la religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo que representa ese gran edificio que ahora se construye, el bien que se podrá hacer a los fieles en esa casa de Dios, que dirige tan acertadamente el arquitecto Jonatás: pero eso va a costar tres millones de sextercios y vos sos un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar la plata. Es muy lindo abrir el Libro y decir: El profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente de aguas vivas. Pero para decir eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un techo hay que tener un gran salón. Para tener gran salón se precisa plata, mucha plata. Y la plata hay que administrarla bien. Cualidad en que nuestro gran Caifás, como no me negarás, no le cede la palma a ninguno. ¡Eh, eh!, es fácil despreciar a tos que no tienen facilidad de palabra; pero la predicación ¿por ventura es todo? La administración es lo más necesario que hay en cualquier sociedad humana.* «Ellos están en el medio de la política; yo y vos, nazarenos humildes, poetas de pueblo, escritores de tres al cuarto, ¿qué necesidad tenemos de tocar temas candentes, habiendo tantos temas sobre qué escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices que el predicador tiene ante todo que hacerse oír, porque un predicador que no le atienden, y nada, es la misma cosa. Y para hacerse oír hay que hablar del Reino, pues todo el mundo hoy día está embalado con el famoso Reino. Muy bien. Una cosa es hablar del Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es descender al pormenor, hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los saduceos, y lo que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada que ver con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El religioso debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y debe vivir religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes padres nuestros los profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que religión pura. Eso no ofende a nadie.» «Ahora, si es verdad lo que me han contado, que has comenzado a aplicarte a Ti mismo las profecías y (lo que es muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de los Libros Santos ¡literalmente!, entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos sido amigos desde la niñez, y por mí, yo no deseo repudiar tu amistad, pero hay cosas que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la franqueza de la amistad, ¡yo no las entiendo!» Así mismo se lo dije; y que Dios me mate si miento.

* * *

¡Pobre Jesús! Yo veía que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás soñé, ¡Dios mío!, que debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!