-III
Sobre Tres Modos Católicos
de ver la Guerra Española
“
When doctors disagree, what deuce would people feeüi7 (Proverbio inglés)
Por modos de ver lícitos, no se debería disputar entre católicos, ni menos insultarse. Una de las ventajas de ser católicos es justamente ésa: haberse puesto de acuerdo de una vez y para siempre acerca de 14 puntos, para tener la libertad de discordar en todos los demás. Parece mentira, pero la fe (verdadera) da libertad intelectual: una vez que uno se afirmó indestructiblemente en ñarse de lo que dice Dios, todo lo que disputan los hombres se le vuelve de golpe disputas de hombres. Tienen su importancia propia, pero con altura se las ve —decía mi tío el cura. Y es dañino cuando la disputa por modos de ver surge entre Doctores: la escuela se desconcierta. Y lo peor es cuando el modo de ver lícito inferior insurge contra el modo de ver lícito superior: entonces es verdadera falta de jerarquía, y es desorden puroM.
** En Las Ideas de mi
Tío el Cura, Excálibur, Bs. As., 1984, p. 155 ss.
Cuando los doctos disputan, ¿qué puede pensar
la gente?
"Todo error nace
de pensar o de obrar según determinaciones (demasiado) particulares",
Hegel, Logik, 1, 24, II. (L.C.)
Se me ocurre que hay
tres modos posibles a un católico de ver la guerra española: un modo humano, un
modo filosófico y un modo teológico. El modo humano consiste en desear que
venza Franco pronto —lo mejor, cuando Dios quiera. No digo humano en voz
peyorativa sino en voz general, que según por donde tire, puede agarrar bien o
puede agarrar mal —o puede agarrar mezcla. La pura y simple humanidad del
hombre le impone que al ver dos riñendo desee que uno gane, aunque no sea sino
por amor de la paz o de las situaciones claras; y que no gane el peor. Yo deseo
con toda el alma que gane Franco, que en este caso, no es el peor. Para saber
que no es el peor, mis razones no son complicadas ni difíciles ni teológicas:
¡humanas! Del otro lado está la bestialidad, la inhumanidad. De este lado está
al menos la disciplina, aunque sea la disciplina de un "militarote",
como dicen los yrigoyenistas. Del otro lado se desataron los satanes bajos,
Behemot la hiena, Astaroth el cerdo, Moloch devoraniños. La disciplina es una
necesidad social, aunque no sea el supremo bien social; con ella se puede ir
más adelante, sin ella a ninguna parte. Y que gane cuanto antes, aunque más no
sea por toda esa sangre derramada y ese espectro rojo de la guerra devastando
reliquias milenarias sacras y humanas, segando hombres, segando mujeres y
niños. Si no sintiese así; si me sintiese frío e inconcemido en esta contienda
que divide no sólo la Madre Patria sino mi cara patria-mamá — lejos de creerme
por eso un superhombre, me sentiría infrahumano y hasta inhumano. Si en la Gran
Guerra fui francófilo, con más razón ahora seré "franquífilo". Si no
me paro ante las carteleras, discuto a gritos en el tranvía o me paso dos horas
al día leyendo diarios, o clavando banderitas, es simplemente porque me parece
inútil y no tengo tiempo. Pero no soy incapaz de comprender a los que tal
hacen, y si no los admiro, por lo menos los tolero; como los tolera el
Gobierno, poniéndoles un chafle al lado de las pizarras, en vez de mandarlos a
estudiar a sus casas. El poder motor específico de las imágenes, que dicen los
sabios, hace creer a estos excelentes ciudadanos que hacen algo por la causa
justa haciendo esas cosas y otras parecidas: es una ley psicológica.
Escribiendo por ejemplo que Franco es el mayor estratega de Europa, que España
se confunde con la esencia del Catolicismo, que ésta es la guerra más santa de
la historia, ayudan a Franco como pueden, o por lo menos desahogan su buena
voluntad. En tiempo de la Gran Guerra supe tener un amigo argentino —porque
aquí estoy hablando con los argentinos, los españoles son dueños de hacer lo
que quieran, yo respetaré su sentir— tuve un amigo argentino y francófilo —
murió ya el pobre— que tenía en el "hall" un busto del Kaiser, al
cual preguntando yo cierto día: "¿Cómo con ser aliado tenía un busto del
Kaiser?" me respondió el honesto muchacho: —"Lo tengo aquí paradito y
cada vez que viene una victoria alemana ¡lo derribo a trompis!" Y yo
comprendí a mi amigo. No sería argentino si fuese incapaz de comprender esa
cualidad argentina de penar por meterse en todo, sobre todo si son peleas. El
segundo modo sería (incluyendo el primero) considerar también lo que hubo antes
y lo que vendrá después; y con esto, sacar consecuencias y enseñanzas. Yo opino
que el filósofo francés Jacques Maritain está colocado en este modo. Filósofo
es aquél que profesa solemnemente el principio metafisico que no hay cría sin
madre ("nulla sine matre proles"), y cuyo oficio en este mundo es
buscar la madre de todos los corderos. Este cordero degollado parece tener más
madres que chivo de muchas madres; cuantimenos parece tener dos madres, y una
coja. Quiero decir que esta guerra tiene también una raíz social, tiene por lo
menos una de sus raíces en la injusticia social; y ¿creen voarcedes que la raíz
ya se secó o acabada la guerra se secará solita? Yo abrigo inmensa esperanza
que tanta sangre de mártires, troncos de virtud y flores de sacrificio como
Dios se ha dignado florecer en aquella admirable tierra de España no pueden
quedar sin fruto; pero eso es una esperanza, no una certeza: no hay primavera
que no pueda helarse. Y la sangre de esos mártires se derramó por Dios y no por
Juan March. Pero yo tengo también una certeza: que toda esa sangre de
cristianas venas (porque también marxistas españoles tienen sangre —y quizá
algunos alma— de bautizados) ha sido reclamada ante Dios por una gran pirámide
de pecados previos contra el pobre — de pecados contra el hermano, de pecados
contra el débil, de pecados contra el niño, de pecados contra Dios. De pecados
désos que dice la Escritura claman al cielo. Y no me parece imposible que en
esa mole de pecados que ahora se lava en sangre estuviesen también
representados algunos de los que hora más vociferan: ''¡Guerra santa, guerra
santa, guerra santa!" Los israelitas se postraron a adorar el becerro de
oro (véase el libro del Éxodo), bajó Moisés hecho una furia, y ser armó una
gran guerra civil y santa en que murieron 23,000 hombres. Entre los culpables
estaba también el sacerdote Aarón, hermano de Moisés, el cual salvó la vida: no
había idolatrado, pero había disimulado; no había sido sacrilego, pero sf
débil, o por lo menos tonto. ¿Qué dice entonces la filosofía? Porque esto es
historia sagrada. Lo que dice la filosofía es esto: primero, que no hay ,
revoluciones benéficas; y segundo, que las grandes corrientes sociales que subtienden
la historia no se desvían con lindas palabras, ni siquiera con buenas
intenciones. Revolución que de veras lo sea, no hay "per se" ninguna
benéfica, aunque alguna pueda ser inevitable. No es la revolución entonces la
que cura, sino el contragolpe della; y es quirúrgica y dura cura. Revolución es
subversión violenta del orden (o pseudo-orden) existente, como una fiebre
infecciosa o una septicemia es subversión violenta del equilibrio fisiológico.
Revolución es una enfermedad y nada más. Una enfermedad tiene una causa peor
que ella, y ella tira a la salud, pero no es la salud. Esa gran crisis del
sistema orgánico, esa lucha de cuyos posibles éxitos uno es siempre la muerte,
jamás puede ser deseable por sí. De aquí sigue que el Marxismo, que tiene la lucha
de clases llevada a términos violentos por cosa natural (por ende buena y
deseable en sí), y preconiza la revolución como medio normal y
"único" de solución social, es filosóficamente perverso. Pero también
sigue que una esperanza puesta de primo intento (y no como un último extremo;
indeseable, aunque quizá previsible) en revoluciones de derecha, es utópica.
Opino personalmente que la revolución de Franco fue en efecto ese último
extremo por ende justa y legitimable, aunque no sacralmente santa 3*. [Pero no
se buscan, vive el cielo, se soportan solamente los últimos extremos! Esto
podría ir para ciertos nacionalistas impacientes o irritables en demasía, que
parecen (por lo menos en las palabras) no vislumbrar más útiles de acción
política para tratar los (graves) problemas de nuestro país que el palo, la
escoba, el rebenque, la espada y otros parecidos medios de persuasión y cura.
Este modo de hablar no es bueno, aunque pudiesen hacerlo, que tampoco pueden. Y
mucho más si recubre el mismo modo de pensar, o mejor dicho de no pensar. Otra
cosa que la filosofía sabe (o al menos supo en mi tiempo) es que con palabras
no se sacan muelas; mucho menos las muelas de molino que según Jesucristo
Nuestro Señor están colgadas al cuello de los que escandalizan pequeños. SI la quieren llamar santa, las palabras son
elásticas. SI la quieren llamar Cruzada, las palabras soportan todo. Sólo que
la historia no va para atrás, y las otras Cruzadas las proclamaban los Papas en
vez de Queipo de) Llano. Yo creo que Franco y Mussolini son católicos; pero de
católico a santo hay que morirse primero, después hacer cuatro milagros y
después ser canonizado ¡por el Papa Legítimo! No basta un sacerdote, ni
siquiera unos cuantos. Ésta es la doctrina y lo demás son palabras. Yo por mí
preferirla respetar tas palabras. (Una buena mujer decía un día: "Mi
marido es un santo." Después añadió: "Lo único que un poquito le da
por la bebida, ¡y cuando se toma es capaz de todo!') Las palabras son
sirvientitas indefensas, mucamitas de la Verdad. Pero hay que respetarlas.
Mons. Franceschi ha escrito aquí un excelente ensayo sobre el abuso déllas. El
que no respeta mucho latí palabras no respeta mucho las ideas. El que no
respeta mucho las ideas, no ama enormemente la Verdad. Y el que no ama
enormemente la Verdad, simplemente, se queda sin ella. No hay peor castigo.
A un hombre que se
quiere engañar ¿qué castigo le hemos de dar? Pues dejar que se engañe, amigo.
No hay peor castigo.
(L.C.)
Miren que Cristo no
hablaba en broma. El problema social es un hecho, la división en clases
(opulenta y mísera) es un hecho, la injusticia social legalizada es un hecho,
la apostasía creciente de las masas es un hecho, el Marxismo crudo en la
Argentina es un hecho y también, voto a Cristo, la hipocresía y el espíritu de
clase de muchos sedicentes católicos opulentos. ¿Qué prueba si no el enorme
auge del Marxismo en un siglo; y su triunfo, aunque sea provisorio y precario,
en muchas regiones? Muchas de las previsiones de Karl Marx se han cumplido,
como lo prueba el eco actual de sus doctrinas. Bizco para ver en alto, Karl
Marx veía bien de cerca; equivocado en la "mayor" de su sistema,
acertaba en muchas "menores"40. El Materialismo Histórico es falso
como ley general de la historia; pero es un hecho histórico como ley de nuestra
época desquijarrada, con su hipertrofia de lo económico. La economía podrá no
ser de suyo la forma total especificante de todo el proceso histórico; pero es
de él la causa material; y la locura de nuestra época fue elevarla con el
Liberalismo Económico a causa directriz subvirtiendo las humanas jerarquías, y
pecando contra ta naturaleza11. Que lo que es por naturaleza inferior sea
sobrepuesto y rija a lo que es naturalmente superior (un necio hecho
presidente, un ciego hecho piloto, el comerciante mandando al pensador o al
guerrero) dice Sto. Tomás que es "peccatum in móribus et monstrum in
natura"42, en lo moral constituye el pecado, en lo natural algo
monstruoso. Esas monstruosidades se pagan caras.
La primera parte (Cap.
I) del Manifiesto de 1874 está repleta de medios verdades "de hecho".
(L.C.)
"La burguesía ha
despojado de su aureola a todas las funciones hasta entonces reputadas
venerables y en efecto veneradas. Del médico, del jurista, del sacerdote, del
poeta, del sabio ha hecho (o tendido a hacer) trabajadores asalariados"
(Marx, Manif., Cap. I). (L.C.)
Y los efectos de esas
monstruosidades, encamados en vastas marejadas colectivas, que tienen algo de
ciego determinismo de las fuerzas cósmicas, no se atajan con "BridgeB de
caridad en pro de las Obras de las Hijas de María Inmaculada" o con
"Ballets de Beneficencia de las exquisitas damas de nuestra aristocracia
(des)vestidas de negro en honor y pro del Patronato de Leprosos". No, no
se atajan así, no se atajan así precisamente.1 Ni siquiera se atajan con
gobernantes cortos y caducos que sean excelentes personas privadas, incapaces
de matar una mosca. El buen gobernante, que no es igual que el gobernante bueno,
debe ser capaz de matar un hombre, solfa decir mi tío. Según Aristóteles los
supremos actos del principado son la guerra y el "judicium cápitis".
Mas para dar bien una sentencia de muerte precisa ser todo un hombre; y además,
gracia de Dios, que en rigor es Él el único que puede matar. El tirano tiene
casi siempre un precursor, que es el gobernante alcanzálam ona. No hay vicio
más irreformable que el hacer el mal por tontería.
41 S. Th. In Arist. De
Anima III, 16. 'Si autem e converso accidit, quod appetitus superior
transmoveatur ab inferiori, hoc est praeter ordinem naturalem. Unde et hoc
facit peccatum in moribus, sicut peccata sunt monstra in natura ..."
"Si por el contrario sucede que el apetito superior sea movido por el
inferior, esto es contra e) orden natural y de ello se sigue pecado en lo
moral, así como los pecados son algo monstruoso en lo natural." (L.C.)
La visión teológica de
la guerra española: ésa es la que no tengo yo, porque para tenerla habría que
ser un santo43. Teólogo es aquél que profesa solemnemente ver con Dios, ver por
todo a Dios. Habría que poder ver desde aquí (y es imposible) por qué una parte
del admirable pueblo español (que se confunde con la esencia del Catolicismo,
según un escritor español), por qué una parte grande del pueblo pobre de España
se puso de golpe a odiar a Dios, sañudamente a querer destruir a Dios, es decir
los sacerdotes, monjas, templos, cálices, crucifijos, imágenes; las imágenes
terrenas de Dios. Dicen: —Los rusos que se lo enseñaron. Digo: — ¿Y a los rusos
quién les enseñó? Dicen: — Satán. Digo: —¿Y a Satán quién lo soltó? ¿Quién
soltó los criminales de las cárceles madrileñas sino los millones de votos del
Frente Popular, los votos de gente humilde que no quería saber más "con los
curas"? Por eso digo que precisaría ser Santo para hablar de esto, habría
que hablar del fariseísmo, de esa sutil enfermedad del instinto religioso
llamada fariseísmo. En cualquier manual de Psicología encontrarás que hay dos
"aberraciones del sentimiento o del instinto religioso" (no están de
acuerdo si es un instinto o un sentimiento, aunque yo creo que en el fino fin
de todo es un conocimiento): una la superstición, otra el fariseísmo.
Ésta es una guerra
social-política, que tira a guerra de religión. A todo tirar, ésta sería una
guerra de religión, como las guerras de la Contra-Reforma. Y las guerras de
Felipe II y Richelieu, aunque los Papas las miraron con simpatía y aun cual
Soberanos Temporales las ayudaron, jamás consintieron en comprometer la fe cristiana
con ios otros intereses profanos —muy respetables a veces— en ellas implicados,
canonizándolas. (L.C.)
Los psicólogos se
ponen a describirlo: no es la muerte, es como una esclerotización de lo
religioso en uno. Es un complejo proceso, tiene muchas formas y grados: desde
la imperceptible desecación y vuelta a lo exterior que es su comienzo, ese
sobrepeso del cuerpo (social) sobre el alma (mística) de la Iglesia que llaman
"religión estática" o "traspaso de una mística en política"
(Peguy) hasta la odiosa y criminosa hipocresía —mezcla de orgullo, ambición,
avaricia, mentira, impiedad, dureza— contra quien tuvo que luchar Cristo y ha
quedado burilada en acero para siempre en las páginas del Evangelio. Entre
aquello y esto hay infinidad de grados medios: aulicismo, curialismo,
clericalismo o pretensión del clero a regir lo civil, eclesiasticismo
rutinario, fanatismo ciego, estoicismo, ritualism o, fachadismo o religión de
aparato, ambicioncilia, intriguilla eclesiástica, beatería, frailonería o
repugnancia al trabajo y al riesgo, etc. Ver los libros de Psicología
Religiosa. ¿Cómo hizo Rusia, la Santa Rusia, la Tierra-de-Dios para llegar a
ser la sede de los Sln-Dios? Es imposible imaginarse el fenómeno del odio
colectivo a Dios y la aparición del primer estado anti-teo**, sin contar con el
estado de la religión rusa, desvirtuada por diez siglos de Cisma, hundiéndose
en el proceso degenerativo de la superstición y el fariseísmo, tal como fue
déllo testigo alucinado Dostoievsky45. Una plebe inculta y pasional de
religiosidad profunda pero miope y turbulenta detrás de extraños monjes de
turbia y vehemente mística como Zósima (cuando no de bestial superstición como Rasputín),
mientras allá arriba en las altas esferas los Popes de una iglesia de Estado
montaban su guardia de policía espiritual en torno a los intereses de las
clases pudientes.
" San Pablo, II
Tesalonicenses 2, 3-7.
Ver por ejemplo los
dos grandes frescos del “Staréis Zósima" (Hermanos Karamazov, libro II) y
de la Comunión Pascual de los presos (Casa de Muertos, cap. X). (L.C.)
Caro mío, estos son
hechos. No hay corrupción más pésima que la de las cosas óptimas. El sacerdote
debe odiar el fariseísmo en todos sus grados; es el primer deber de su
ministerio celar la pureza de la virtud de la religión, la primera entre las
virtudes morales; y debe discernirlo en todos sus repliegues con los ojos
penetrantes del saber y del odio. Así lo odió Cristo. Le costó la vida.
Jesucristo parece haber tomado el fariseísmo como empresa de su vida, como
empresa personal de su poderosa personalidad viva. Jesucristo bajó a
evangelizar todos los pueblos de la tierra, él con sus discípulos; pero él
personalmente se reservó el pueblo de Israel y dejó los demás a sus discípulos.
Bajó a predicar toda la ley de Dios, él con sus discípulos; pero él
personalmente se reservó la prédica del mandato: "Amor a Dios y al prójimo",
y dejó los demás a sus discípulos. Vino a luchar contra todos los vicios,
maldades y pecados; pero él personalmente luchó contra el fariseísmo. Lo tomó
por su cuenta. Ver los santos Evangelios. Empezó a quebrantar el farisaico
Sábado, a olvidarse de las cuartas o quintas abluciones, a tratar con los ;
publícanos, perdonar a las prostitutas arrepentidas; a curar en día de fiesta,
a decir que escuchasen a los maestros legales pero no los imitasen, a
distinguir entre preceptos de Dios y preceptos de hombres de Dios, a poner la
misericordia y la justicia por encima de las Ceremonias, aun de las ceremonias
del culto, y no del culto samaritano sino del verdadero; empezó a describir en
parábolas más hermosas que la aurora el hondo corazón vivo de la religiosidad,
del reino de Dios que está dentro de nosotros, y es espíritu, verdad, y vida.
Lo contradijeron, por supuesto; lo denigraron, calumniaron, acusaron,
tergiversaron, persiguieron, espiaron, reprendieron. Y entonces el sereno
recitador y magnífico poeta se irguió, y vieron que era todo un hombre. Recusó
las acusaciones, respondió a los reproches, confundió a los sofisticantes con
cinglantes réplicas. Y haciéndose la polémica más viva cada vez, con unos
enemigos que contra él lo podían todo, se agigantó el joven Rabbí
magníficamente hasta el cuerpo-a-cuerpo, la imprecación y la fusta. Dos veces
por lo menos, al principio y al fin de su heroica campaña, hizo manifestación
de violencia, no se detuvo ante las vías de hecho. "Hijos de víbora",
"sepulcros blanqueados", "raza adúltera", y el fulgurante
recitado de las siete maldiciones (Mt., 23); "¡Ay a vos, escriba y fariseo
hipócrita!" repetidas con fuerza inconmensurable. "Vae vobis,
hipocritae!" ¿Está eso en el Evangelio canónico? ¡Está incluso en el
Sermón de la Montaña, en el "dulce", en el "místico", en el
"poético" Sermón de la Montaña (como dicen los que no lo han leído)
aunque Tolstoi lo ignore y no acaben jamás de encontrarlo muchos católicos
"bien"! Son los siete arbotantes de piedra de las Ocho
Bienaventuranzas, el esqueleto férreo sin el cual el Cristianismo se vuelve
gelatinoso, y el león de Judá deviene una especie de molusco, de esos que como
las ostras y los pulpos pueden tomar todas tas formas que quieran. Si Cristo
hubiese sido ostra, no lo hubieran matado. Lo mataron por eso y nada más: lo
mató el fariseísmo. Mas Él parece haber seguido reservándose ese enemigo
personalmente. Donde-quiera el fariseísmo ha empezado a mellar su Iglesia, la
historia muestra que ha habido efusión de sangre y cosas divinalmente
terribles.
Mueren inocentes y
culpados —o se salvan a veces los más culpados, reservados quizá para la otra
vuelta. Murió Cristo y Jacobo Menor y Esteban; y perecieron después los
triunfantes fariseos a filo de espada romana. "Cabeza de Jacques de Molay
en el Temple de París, cenizas de Savonarola en el Ponte d'Arno, cuerpo de
Juana de Arco en Ruán, cárcel dura de San Juan de la Cruz y amenaza de muerte y
veneno, vosotros sabéis cuan diabólicamente dañino y duro es el fariseísmo. Las
corrupciones del espíritu son peores que las corrpciones de la carne"...16
El tío que había empezado bromeando acababa trágico: la gruesa vena de sus
sienes se hinchaba. Conocedor del daño que le irrogaban las violencias de su genio,
yo lo interrumpí para cambiarle el tema y echarlo todo a barato: —Tío, párese.
No sea el diablo que acabemos en una especie de Varrompisa...47
** No creo que mi tío
igualase todos esos nombres al respecto de su personal mérito o demérito.
Savonarola fue justamente condenado, Juana de Arco lo fue injustamente. Pero
sus jueces eran todos fariseos. (L.C.) 47 Alusión a Raúl Barón Biza, inquieto
varón de licenciosa vida y cuantiosa fortuna, merced a la cual pudo dar a
algunos de sus dislates forma de libros, tales como Punto Final y El derecho de
matar. En el ambiente menos destapista de mediados de siglo, sus audacias en
orden a los principios morales y algunas poses pseudo anarco-r evolucionarías
en materia sociopolítica, causaron escozor y justificado escandalete —y no
pocas delicias de los aburridos cronistas de sociales. FÍoy día, sus libelos
serian considerados devocionarios por el patoterismo cultural vigente. Casado
el susodicho Barón Biaza (o Varrompisa, vaya uno a saber) con Clotilde
Sabattini, presidenta que fue del Consejo Nacional de Educación y mujer de
notable belleza, hace unos diez años, atentó contra ella arrojándole ácido en
el rostro, lo que prueba su catadura y estilo. Falleció hace un par de años (N.
del E.).
—¿Qué es eso? —Ese
tipo del otro día, que dicen le ha escrito una carta de reprensión y desafío al
Papa publicándola junto con una especie de hemorragia sexual-patológica en
verso ("coprolalia'' en el nombre médico) a modo de vómito de borracho,
que un juez de Buenos Aires ha fallado judicialmente ser una obra de arte y
pertenecer a la literatura. — ¡Dios nos libre! — exclamó mi tío. agarrándose la
cabeza. ¡Ahora me acuerdo! Pero sin embargo, si yo soy un católico fariseo, ¿y
quién puede pararse limpio ante Dios?, si yo soy un fariseo, delante de Dios
estoy debajo de ese Varrompisa que dices (que al fin'será un pobre enfermo) y
hasta estoy por debajo — si no intelectualmente, al menos moralmente— del mismo
juez que aprobó el libro. Moralmente debajo del juez mis- mo, t —Intelectualmente
debajo dese juez es casi imposible estar —dijo mi tío el cura. Y añadió
pensativo: — En Madrid había jueces así en 1931, cuando empezó La tarantela —
según me contó el cónsul español de Toulouse, había habido por mucho tiempo
jueces y gobernantes dese tono. Cuando esto pasa, cualquier desastre que se
prediga de una Nación no es improbable.
- IV
La Última Parábola
Yo sabia que no podía
acabar bien; pero nunca soñé que fuera a sucumbir de un modo tan espantoso. Mi
consejo no le faltó. Fue más o menos éste: «Hay que partir de este principio:
es forzoso contemplar a los poderosos. Y no es difícil hacerlo si uno se pone a
ello. Es algo indispensable. Hay que tomar a los hombres como ellos son y no
como queremos que sean. Con el que tiene el poder, es inútil querer hacerse el
tremendo. Hay que ponerse en razón.» «Tu estilo de escribir es magnífico. Hay
solamente las frasecitas. * Cabildo, 25-X-44 Son una frase aquí, otra allá, a
veces ninguna, a veces dos o tres, que irritan a muchos y que suprimidas no
perjudican para nada la belleza literaria del conjunto. También hay que
resignarse a no tocar algunos temas demasiado candentes, que de cualquier modo
que uno trate, descontentan a alguno inevitablemente.» ■„
«Después de esto hay que ganar a Caifás.
Caifás, en el fondo te aprecia. Por más que está ocupado en otros asuntos, no
es hombre desprovisto de gusto literario. Un día dijo de vos: 'Compone
espléndidamente. La cadencia es perfecta, las metáforas son abundantes, los
tropos son originales, lástima esas demasías que echan a perder todo, SI este
hombre entrase de una buena vez con toda el alma por el camino que le señalan
la ley y la voz de sus buenos superiores, podría hacer un bien inmenso, sin
dejar de ser un escritor genial',* «Tus parábolas son muy buenas; algunas son
pequeñas obras maestras del género. Eres un verdadero genio, te aseguro que
eres genial. El Hijo Pródigo es una cosa intachable, lo mismo que la de los
Talentos, aunque aquí ya la doctrina es un poco rara. La del Rico en el
Infierno ya es bastante fuerte, un1 poco violenta, los ricos se pueden ofender
de ella. La del Mayordomo Infiel, yo la entiendo bien, pero creo que es más
bien para hombres muy inteligentes. Ahora, la de ios Operarios en la Viña ya
son palabras mayores, creo hubiese sido mejor suprimirla. Decididamente. Una
parábola de menos no puede perjudicar la fama de un escritor ya reconocido como
vos. Hay mucha gente a quienes ha caído muy mal, que la ha tomado muy a mal.»
«No estamos en Nazareth, ya no somos criaturas. En una gran ciudad como ésta,
hay que enterarse que además de la Naturaleza hay una gran realidad: la
política. El lirio de los campos, las aves del cielo, el sembrador, ¡muy bien!
Allá en el dulce ambiente pastoril, el Reino de los Cielos, el Padre Celeste,
la Causa de la Verdad está tan cerca de uno, tan a mano, que uno parecería los
toca, toca el cielo con las manos... Aquí hay que contar con los mecanismos
interpósitos, toda la organización oficial con los cuales también se va hacia
Dios, aunque menos directamente. Que ese organismo tiene fallas, evidente: se
trata de hombres no de ángeles. Que tienen puntos podridos, suponiendo que sea,
no los podemos curar nosotros por ahora. No tenemos los instrumentos.» . Desde
el cerro de Arcalón veíamos la sinagoga de Cesarea, el gran edificio chato
entre sus andamios como un animal dormido. Yo le dije: «Te repito que Caifás en
el fondo no es inaccesible. Lo.has disgustado mucho, lo has molestado mucho
(sin querer, desde luego), lo has ofendido mucho, creo que está enflaqueciendo
por causa tuya; pero en el fondo es un pontífice, es un hombre consagrado a
Dios ante todo. El trabajo enorme que le inflige el manejo de los caudales del
templo, ¿qué ser humano podría soportarlo a no ser por Dios? No ha tomado mujer
a causa de eso. Caifás es accesible. No se trata exactamente de prohibirte la
predicación. Se trata solamente de encauzar tu predicación de acuerdo a las
normas. Al fin y al cabo son superiores tuyos y todo lo que hay en ti les debe
estar ciegamente sometido; si se equivocan, ellos darán cuenta a Dios, es una
gran tranquilidad de conciencia eso de poder resignar en otro la propia
conciencia.» «Hay que agarrar con fuerza esta idea: la Verdad debe ser
administrada. La Verdad pura no es potable al hombre. La verdad necesita
filtro, necesita paliativos y necesita administración. ¿Y quién debe
administrarla sino el que oficialmente ha sido nombrado para eso?» «Tienes que
darte cuenta de cuán gran florecimiento religioso representa ese gran edificio,
y todas las capillas, leccionarios y adoratorios repartidos por toda esta gran
ciudad paganizada y turbulenta. Adorar a Dios en espíritu y en verdad está muy
bien, pero ¡eh! no es espíritu sólo el hombre. La plata es necesaria para todo,
incluso para la religión. No te imaginas la masa de bien espiritual en almácigo
que representa ese gran edificio que ahora se construye, el bien que se podrá
hacer a los fieles en esa casa de Dios, que dirige tan acertadamente el
arquitecto Jonatás: pero eso va a costar tres millones de sextercios y vos sos
un hombre que nunca ha sabido lo que es ganar la plata. Es muy lindo abrir el
Libro y decir: El profeta Isaías dijo: El espíritu de Dios me ha mandado a
evangelizar la aridez; venid y yo os mostraré brotar la fuente de aguas vivas.
Pero para decir eso hay que tener un techo, sobre todo si llueve. Para tener un
techo hay que tener un gran salón. Para tener gran salón se precisa plata,
mucha plata. Y la plata hay que administrarla bien. Cualidad en que nuestro
gran Caifás, como no me negarás, no le cede la palma a ninguno. ¡Eh, eh!, es
fácil despreciar a tos que no tienen facilidad de palabra; pero la predicación
¿por ventura es todo? La administración es lo más necesario que hay en
cualquier sociedad humana.* «Ellos están en el medio de la política; yo y vos,
nazarenos humildes, poetas de pueblo, escritores de tres al cuarto, ¿qué
necesidad tenemos de tocar temas candentes, habiendo tantos temas sobre qué
escribir con gusto y satisfacción de todos? Me dices que el predicador tiene
ante todo que hacerse oír, porque un predicador que no le atienden, y nada, es
la misma cosa. Y para hacerse oír hay que hablar del Reino, pues todo el mundo
hoy día está embalado con el famoso Reino. Muy bien. Una cosa es hablar del
Reino en general, como se debe hablar; otra cosa es descender al pormenor,
hasta llegar a aludir a los herodianos, a los hilleitas, a los saduceos, y lo
que es más grave, a los romanos. ¡Ay, ay, ay! La religión no tiene nada que ver
con esas cosas, y a nosotros lo que nos interesa solamente es la religión. El
religioso debe respirar religión, debe comer religión, debe hablar religión y
debe vivir religión en todos sus momentos; como hicieron aquellos grandes
padres nuestros los profetas, que eran pura religión ambulante. Nada más que
religión pura. Eso no ofende a nadie.» «Ahora, si es verdad lo que me han
contado, que has comenzado a aplicarte a Ti mismo las profecías y (lo que es
muy propio de tu ingenuidad) a tomar las palabras de los Libros Santos
¡literalmente!, entonces, qué quieres que te diga, francamente, hemos sido
amigos desde la niñez, y por mí, yo no deseo repudiar tu amistad, pero hay
cosas que pasan los límites y que yo, sinceramente, te lo digo con toda la
franqueza de la amistad, ¡yo no las entiendo!» Así mismo se lo dije; y que Dios
me mate si miento.
* * *
¡Pobre Jesús! Yo veía
que por ese camino no podía acabar bien; pero nunca jamás soñé, ¡Dios mío!, que
debía acabar ¡crucificado! ¡Gran Dios! ¡Crucificado!