La VIDA no es democrática
Por Antonio Caponnetto
A través de la Comisión Episcopal de Comunicación y de la Comisión Episcopal de Laicos y Familia, fechado el 20 de marzo del corriente, nuestros pastores han dado a conocer un comunicado que contiene principalmente una consigna, mezcla informe toda ella de futilidad y de confusión. Consiste la misma en que los feligreses de las tradicionales procesiones del Domingo de Ramos, a celebrarse este domingo 25 de marzo, porten junto a las proverbiales palmas u olivos, un cartelito por ellos mismos diseñados, con el lema “Vale toda vida”. Algo así como un todo por dos pesos o combo publicitario, ya que ese mismo domingo “se celebra el Día del Niño Por Nacer [ya no la Anunciación de María Santísima]y muchos participarán de diversas marchas organizadas por grupos de laicos que invitan a expresar la defensa de la vida por nacer”. De este modo –prosiguen los obispos- “acompañamos a quienes participan y utilizan el derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”. Imperdible oferta litúrgico-cívica- demo-pascual y pluri-festiva. Ni el más irreverente sketch de cierto cómico local hubiera ido tan lejos en la parodia.
Séanos permitido expresar las siguientes reflexiones:
1)
Si el apodíctico “vale toda vida” es una alusión a las vidas de la
madre y de su hijo por nacer, es incongruente que los mismos obispos,
con fecha 20-2-18 hayan emitido un emasculado informe aceptando el
“diálogo democrático” sobre el aborto, a los efectos de
“escuchar las distintas voces y las legítimas preocupaciones que
atraviesan quienes no saben cómo actuar”, debiéndonos comportar durante
el debate sin “descalificaciones, violencia o agresiones”. Los que no saben cómo actuar son los pastores, devenidos en ciegos que guían a otros ciegos (Mt. 15,14): amenaza grave, según enseñanza del Redentor.
O
el “vale toda vida” es una afirmación inconcusa, reservándose a quienes
la nieguen el castigo canónico de la excomunión y el penal de la
sentencia prevista para los homicidas, o es una afirmación relativa y
mudable sometida al consenso de las multitudes. O el “vale toda vida” no
admite discusión alguna, al punto de que dado su carácter cuasi sacro
nos está permitido ahora repetirla como jaculatoria en la fiesta mayor
del Domingo de Ramos; o es mera doxa intercambiable en los aciagos
recintos parlamentarios. Sería como decir: “vale toda virtud”, y estar
dispuestos a la vez a discutir la interrupción voluntaria
de la justicia. O al que niegue el “vale toda vida” le espera el
infierno por asesino; o por el contrario, le aguarda un escaño en el
congreso para cotorrear sin “violencia ni agresiones”.
2)
Parece que el “vale toda vida” tiene sus excepciones para los obispos.
Por lo pronto, no importarían las vidas de los abortados, si la ley que
despenalizara el crimen fuera el resultado del “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, tras un diálogo institucional sin
“descalificaciones, violencia o agresiones”. ¿Qué argumento esgrimir
entonces si la ultima ratio mentada desde el comienzo es que se puede
plebiscitar lo implebiscitable? ¿Y a qué viene andar de plañideras los
Viernes de Pasión, si al fin de cuentas triunfó el “derecho a la libertad de expresión propio de la democracia”, que le permitió a los judíos elegir a Barrabás por sobre Jesús?.
Otra
excepción al “vale toda vida” serían los centenares de prisioneros de
guerra muertos en las vengativas celdas del Régimen,tras largos años de
particular saña, alevosía y crueldad. No hay un solo documento episcopal
que repudie o siquiera llore o lamente esa “toda vida” militar tirada a
los perros de la subversión dominante.
Tampoco
el “toda vida” ha incluido –en un documento colectivo y público de los
obispos- las vidas truncas de los tripulantes del San Juan o de las
inúmeras víctimas del garantismo jurídico, con algunos de cuyos
referentes mantiene la Iglesia cordialísimas ententes. Roma
es hoy un desfile constante de activistas del terrorismo marxista, sin
que Bergoglio –anfitrión aquiescente y contemporizador- les recrimine su
responsabilidad en haber segado “toda vida” de sus oponentes.
3)
Mientras el “vale toda vida” sea una homologación ontológica del común
derecho a la existencia, nada habrá que objetar a la elemental aunque
veraz sentencia que acaban de descubrir nuestras lumínicas y mitradas
testas. Pero no estaría de más aclarar que hay otro sentido de la
expresión, que no puede serle ajeno a un católico fiel.
Vale
toda vida vivida al servicio inclaudicable de quien predicó “Yo soy la
Vida” (Jn.14,2-5). Vale toda vida que tenga la férrea decisión y el
anhelo firmísimo de “perderla por Mí” para “hallarla”(Mt. 10,39). Vale
toda vida de quien ama y se ofrece incondicionalmente al “Pan de Vida
bajado del Cielo” (Jn.6,51). Vale toda vida vivida de tal suerte “que
viva quede en la muerte”, según teresiana y bellísima expresión. Vale
toda vida asumida como un acto renovado de servicio a la Verdad, al Bien
y a la Belleza.
Y
a riesgo de escandalizar a mojigatones sentimentalistas, no vale lo
mismo la vida de quien elige la perversión o la iniquidad como norte.
Porque la vida no es democrática sino jerárquica. Por
eso es de Santo Tomás la enseñanza –pero puede hallársela antes y
después de él- de que la vida criminal de ciertos hombres impide el bien
común, así como la paz y la concordia social. Luego, dadas ciertas
condiciones,circunstancias y requisitos, será legítimo quitar la vida de
esos hombres (cfr.vg.Suma Contra Gentiles III,c.146). Téngase a los
aborteros convictos, confesos y prácticos entre esos casos de vida que
no valen lo mismo que la de los hombres santos.
Tambien
por otro motivo no menor es un desacierto fatal de los obispos este
lema elegido. Por lo que el mismo entraña de igualitarismo axiológico
vitalista. Porque el “toda vida vale” no puede aplicarse sin más
distinciones a la vida de una yarará, de una planta carnívora, de un
mineral y de un embrión humano. Parece que los efectos panteístas de la Laudato sí ya han empezado a dar sus tristes frutos.
¿Por
qué los pastores callan estas verdades de a puño? Por lo que dijera en
su momento Don Quijote: “bien predica quien bien vive”.
ºººººº
Vale
toda vida, dicen ahora nuestros funcionarios eclesiales, portando el
cartelito en la mano, no precisamente con la reciedumbre con que alzara
el Cid su Tizona. Vale toda vida, canturrean clérigos y monjas,
exhibidos en impúdicos coros, más próximos a los de las carnestolendas
caribeñas que a los angélicos. Vale toda vida, gritarán de consuno los
católicos vergonzantes, desnaturalizando la Fiesta de la Anunciación y
la del Domingo de Ramos, preludio del de la Resurrección. Pues
no; no es esa la consigna recta. Vale toda vida ordenada al Autor de la
Vida. Y malditos aquellos de quienes fue dicho: “Matásteis al Autor de
la Vida” (Hechos 3,15). Ayer, hoy y mañana.
La Patria
anda necesitando una marcha por esta VIDA. Recia, viril, desafiante,
alegre y jubilosa. Una marcha católica, mariana y argentina. Con el
Cristo Vence como cabecera y vanguardia. Con María Reina como coraza y
escudo. Con los santos y los héroes como patronos y heraldos. Una marcha
donde no quepan los demócratas porque desfilan los cruzados. Una marcha
a cuyo paso tiemblen los flojos, se arredren los sicarios, huyan
despavoridos los fariseos y se den a la fuga los demonios de la cultura
de la muerte. Una marcha izando palmas y olivos como si fueran arcabuces
y tacuaras. Una marcha dominado el espacio con los pendones del Señor
de los Ejércitos y atronando los ecos del alba con los sones armónicos del Salve Regina.
¡Danos Señor la gracia de marchar esta Marcha!