"CRISTO Y LOS FARISEOS"
- VII
El enchus contra Pharisaeos
(Mateo 23)
"¡Ay de vosotros, escribas y fariseos hipócritas..."
No todos los fariseos
tenían fariseísmo, algunos de la facción o secta o congregación religiosa de
los fariseos eran incontaminados, y aun quizá santos. Algunos fueron discípulos
de Cristo. Saulo no era hipócrita sino por el contrario fanático, antes de
volverse Pablo. La palabra fariseo tomó después de Cristo su significado
peyorativo, lo mismo que la palabra 'sofista" después de Platón. Los
sofistas eran algo como los "conferenciantes" de hoy día, como García
Sánchiz o Pemán. Los "separados", Pherishajja, que eso significaba fariseo,
contaron con hombres como el sabio Hillel, el que formuló la máxima de "no
hagas a otro lo que no quieras hecho a ti", a Gamallel el viejo, maestro
de San Pablo; a Simón amigo de Cristo, Nicodemus, José de Arlmatea, y numerosós
conversos cristianos con los cuales argüirá más tarde San Pablo: '¿Fariseos son?
Y yo más." Los fariseos eran los "separados" de los saduceos;
porque los saduceos defendían que en sólo la Thorah o Ley escrita se contenía
la revelación, como los protestantes; mientras los fariseos añadían a los
Libros la Tradición. Lo que de esa tradición oral (en sí mismo justificada)
hicieron ellos, lo sabemos por las palabras de Cristo.
La historia de los
fariseos ha sido netamente narrada muchas veces desde Flavio Josefo.
Descendientes de los "asideos" o "celosos", legatarios del
tema nacional- religioso de Matatías Macabeo, constituyéronse más tarde en los
"zelotes* o nacionalistas y los "sicarios", algo como el
Sinn-Féin irlandés. Los fariseos tomaron consistencia tal que se pueden
comparar a una congregación religiosa moderna, y una influencia tal que se
consideraban (no sin lógica) por encima de los sacerdotes y los reyes: su
fuerza estaba en el saber, en el conocimiento de la Ley; que en un pueblo
teocrático tenía valor máximo. De ahí que Cristo los conglomera con los
"escribas" que eran los doctos, aunque de suyo un fariseo podía no
ser "doctor" sino solamente hombre riguroso y observante, lo que
llaman hoy beato o jesuitoide. ” Por eso Cristo no los incriminó a todos, en su
terrible sermón que está en el XXIII de Mateo, sino que añadió el adjetivo
"hipócrita", que se ha de entender como determinante más bien que
calificativo. Sin embargo/ el conjunto de la facción en tiempo de Cristo era
condenable; y su espíritu puritano, gazmoño y falso estaba ya formulado, escrito
y hecho constituciones y reglas de las que Cristo citó dos: "El que ofrece
un don al altar por su padre, no está obligado a su manutención..." En el
Talmud, la Tradición casuística y jurídica codificada, se encuentran sentencias
parecidas. Por ejemplo: "Más validez (práctica) tienen las palabras de los
escribas que las palabras de la Thorah." "Las palabras de la Ley
tienen preceptos graves y leves; pero las palabras de un escriba son siempre
graves."
"El estudio de la
Thorah es más importante que la construcción del Templo." "El estudio
de la Thorah es mayor que venerar padre y madre." • v "La Ley está
más alta que el sacerdocio y la realeza." "La masa que ignora la
Thorah es maldita." "La plebe del terruño no es piadosa y ningún
rústico teme el pecado." > . "Estar en una reunión de la masa es
mortífero." "Es lícito pegar a uno de la masa aun en sábado y aunque
fuese sábado y Kippur." No hay ninguna sociedad tan mala que no tenga
algún bueno ni tan buena que no tenga algún malo; y lo mismo se puede decir de
las doctrinas... Sin embargo el juicio moral no es imposible, aunque sea
difícil en algunos casos, porque el juicio se basa en el "grupo que da la
tónica". O como dicen en la escuela, la parte "formal" que puede
a veces ser una minoría. Un ejército de leones mandado por burros (como dijo
Napoleón del ejército español) es un ejército asnal; que sin embargo le puede
dar una coz a Napoleón Primero. No basta que una sociedad sea mandada por un
malo para que sea mala. A veces es peor mandada por un tonto. La Iglesia no fue
mala durante el Pontificado de Alejandro VI; basta que no lo imite y que
resista en lo posible. Salvaron la honra de la Iglesia en aquella coyuntura
algunos santos; el rey de Francia, los obispos españoles, una cantidad de
italianos descontentos y el pobre Savonarola. Pero en tiempo de Cristo la
"minoría que da la tónica" era, entre los fariseos, realmente
farisaica. De ahí que Cristo al final de su vida pública se desata contra toda la
secta directamente, después de haber luchado incansablemente contra su
deformación religiosa y su nacionalismo fanático con las explicaciones, las
rectificaciones, la discusión, y sobre todo el ejemplo. Al final tuvo que echar
mano del terrible vocabulario de su Precursor y de todos los profetas y de la
amenaza profètica. Sabía lo que hacía y a qué se exponía, ya había predi- cho
su muerte a los discípulos.
Entonces habló Jesús a
la masa Y a los discípulos Diciendo: En el asiento de Moisés se sientan Los
Letrados y los Fariseos. Todo pues cuanto os digan allí hacedlo; Según las
obras de ellos no hagáis: Porque ellos dicen y no hacen. Porque atan cargas
pesadas insoportables Y las asientan sobre los lomos de los hombres, Y ellos ni
con el dedo las quieren mover. Todas las obras suyas hacen Para ser vistos de
los hombres: Y así andan con filacterias más anchas Y con vinchas sagradas más
grandes. Codician la presidencia en los banquetes, Y el gran pùlpito en las
sinagogas. Y las reverencias en las plazas, Y ser llamado "Dotor" por
los hombres. Vosotros no andéis a que os llamen Doctor; Uno solo es vuestro
Doctor, Vosotros sois hermanos. Y "Padre" no llaméis sobre la tierra,
Porque uno solo es vuestro Padre,
Que está en los
cielos. Y "Conductor" no os queráis llamar; Porque uno solo es
vuestro Conductor, Que es el Cristo, El mayor que sea entre vosotros, Ése será
vuestro servidor. Pues el que se exalta, será abatido; El que se abata, será
exaltado...
Pero entonces ¡Ay de
vosotros, Letrados y Santones hipócritas!. Que cerráis el Reino del Cielo a los
hombres; Pues vosotros no entráis, Y a ios que vienen no dejáis entrar. ¡Ay de
vosotros!
¡Ay de vosotros
Gramáticos y Observantes hipócritas! Que os devoráis las casas de las viudas
Orando largas oraciones; Por eso tendréis peor sentencia. ¡Ay de vosotros!
¡Ay de vosotros,
Doctores y Devotos hipócritas!, Que rodeáis el mar y la tierra para hacer un
prosélito Y cuando está hecho prosélito, lo hacéis Hijo de infierno, el doble
que vosotros. ¡Guay de vos!
¡Guay a vosotros,
guías ciegos! Que decís: El que jurare por el Templo, no es nada. El que jurare
por el oro del Templo, debe. ¡Estultos y ciegos! ¿Qué cosa es mayor, el oro del
Templo
O el Templo, que
santifica el oro? Y el que jurare el altar, no es nada, Mas el que jurare el
don del altar, debe. ¡Ciegos! ¿Qué es mayor, el don que está sobre el altar O
el altar, que santifica el don? Mas quien jura él altar jura por él Y por todas
las cosas que están sobre él, Y el que jura el Templo, jura por él Y por Aquél
que habita en él. Y el que invoca el cielo jura el trono de Dios Y Aquél que se
asienta en él.
¡Guay a vosotros.
Escribas y Fariseos hipócritas!, Que diezmáis la menta, el alpiste, el comino Y
habéis dejado lo más grave de la Ley: El juicio, la misericordia y la fe. Esto
había que hacer, Y lo otro no omitir. ¡Oh guías ciegos colando el mosquito Y
tragándose el camello!
¡Guay de vosotros,
Escribas y Fariseos hipócritas!, Que limpiáis lo de fuera del vaso y el jarro;
Y adentro estáis llenos de rapiña e inmundicia. ¡Fariseo ciego!, Limpia antes
adentro el vaso y el jarro, Para que lo de fuera se haga limpio.
¡Guay de vosotros,
Escribas y Fariseos hipócritas!, Que os parecéis a sepulcros blanqueados, . Que
de fuera parecen a los hombres hermosos, Y de dentro llenos de huesos de
muertos Y toda porquería.
Así vosotros parecéis
justos a los hombres; Y dentro estáis llenos de falsedad e injusticia.
¡Guay de vosotros,
Escribas y Fariseos hipócritas!. Que edificáis sepulcros a los Profetas, Y
adornáis las tumbas de los Santos, diciendo: Si viviéramos en tiempo de los
antiguos, No nos mancharíamos con ellos con sangre de Profetas. De modo que
vosotros mismos sois testigos Que sois hijos de los que mataron a los Profetas
Y vosotros henchiréis la medida de vuestros padres.
¡Serpientes, estirpe
de víboras!, ¿Cómo huiréis el juicio del infierno? He aquí que yo os mando
Profetas Y Sabios, y Letrados, Y de ellos mataréis y crucificaréis, Y de ellos
'azotaréis en vuestras sinagogas, Y perseguiréis de ciudad en ciudad, Para que
caiga sobre vosotros toda sangre justa Que se derramó sobre la tierra, Desde la
sangre de Abel el Justo Hasta la sangre de Zacarías, hijo de Baxaquías, Que
matasteis entre el templo y el altar. Yo os aseguro que todo esto Caerá sobre
esta generación...
( Sólo Cristo, el último y mayor de los profetas, podía pronunciar esta imprecación y esta amenaza. El destino
inmediato de Jerusalén estaba patente a sus ojos. También el suyo propio. Añade
Cristo la profecía final:
¡Jerusalén,
Jerusalén!,
Que matas a los
profetas, Y lapidas a los que te son enviados. ¡Cuántas veces quise congregar
tus hijos Como la gallina congrega sus pollos Bajo sus alas — y rehusaste! He
aquí que Vuestra Casa quedará desierta. Este retrato moral del fariseo es
tremendo. Él es eterno y no puede ser mejorado. Es el eco, ahora autorizado con
las tres máximas autoridades de la poesía, la ciencia y la misión profètica, de
una imprecación acerba contra la congregación de los fariseos pronunciada por
uno de ellos mismos unos 20 años antes y que se ha conservado en el apocalipsis
judaico de *La Asunción de Moisés Jesucristo sentía el veneno de esta gente, a
cuyo parangón los saduceos sensuales y descreídos son casi perdonados en su
predicación, desdeñados. No olvidemos que a ellos alude de "pecado contra
el Espíritu Santo que no tiene perdón ni aqm ni allá arriba", las palabras
más temibles que han salido de boca humana. Por lo demás, paladinamente les
dijo que eran hijos del diablo y que el diablo era su padre
El padre de la
mentira, El que es homicida desde el principio.
Cómo de hombres
observantes, celosos y dedicados al estudio de la Ley pudo salir este horror,
es cosa difícil de precisar pero no imposible de concebir. Primero apareció la
"casuística". Todo código completo postula una casuística, que es el
ejercicio de aplicar los preceptos generales a los casos particulares. Nada
malo hay en eso, al contrario. Pero la casuística degenera fácilmente por
exceso y por perversión: se hace demasiado frondosa, se corta de la ley y de su
espíritu, se vacía por dentro, y entonces fácilmente entra dentro el demonio,
que es "el espíritu de las cosas vacantes", y le gusta, como a las
chinches, los baúles vacíos. En las "cisternas agrietadas que dejan salir
el agua", como llamó Jeremías a los fariseos de su tiempo, se refugian
toda clase de bichos. La casuística farisea, el Talmud, el comentario de la
ley, la tradición de los doctores no dejaba de contener alguna fruta entre la
hojarasca, como que está hecho coleccionando los "dichos" de los
profetas y doctores; pero la hojarasca había crecido en inmenso y se había
podrido: "mandatos de hombres" - "que legislan acerca del
alpiste y la ruda", como les achacó Jesús; y sobre "los nidos",
y "los vasos" y los "pedúnculos de las frutas" e
interminablemente sobre el descanso del sábado, el pago de los diezmos y la
pureza ritual: si podía celebrar el sacerdote al cual había tocado al pasar la
sombra de una mujer, si podía exigirse el diezmo al hijo del hijo del hijo de
un deudor, si era lícito comer una fruta caída de por sí del árbol un Sábado.
Siendo así que los más capaces de estas "observancias" prolijas y
sutiles son los caracteres pueriles o neuróticos, si se llega a la desgracia de
reponer la santidad en la "observancia regular", como no deja de
suceder, ayúdeme a pensar lo qué pasa en una comunidad religiosa. Cualquier
cosa puede pasar. "Entre uno que no sabe la Thorah y un burro, el burro es
mejor porque no habla." Se figura uno lo que sería aquello entrando en la
Biblioteca de un convento decaído: montones de manuales, de libros de devoción
inútiles, de sermonarios hechos de sermones sacados de otros sermones, cuando
no de un cascabel huero y ruidoso que es peor, comentarios del Código de Derecho
Canónico, mamotretos de teología moral y pastoral, las obras de San Juan de la
Cruz, de Ricardo León, del Padre Coloma y del P. Van Tricht en la sección
cerrada con llave "Literatura amena“, Biblias descompletas con balumbas de
vidas de Santos y de estudios históricos sobre su Fundador, todo confundido y
entreverado, sin orden y cubierto de polvo. Se puede estudiar a veces las
etapas de la decadencia en la Biblioteca como las edades de la tierra en los
estratos de una "falla" geológica. "De 1899 a 1905 pasó por aquí
un superior inteligente —me decía un perspicaz en uno de estos casos —y
basta." "¿Aquí enseñan filosofía? —añadió después— ¡No hay las obras
completas de un solo filósofo; solamente manuales y refutaciones/* En esta
vaciedad de la casuística farisea entró primero el engreimiento religioso,
después el ideal del mesianismo político, y después la soberbia, madre de la
mentira y la crueldad 13. Los únicos que podían cumplir toda la Ley eran los
que la sabían; y para saberla había que estudiarla toda la vida; pero eso era
lo mejor que existía en el mundo. "La Thorah es mayor que el sacerdocio y
la realeza, porque el sacerdocio exige 24 requisitos y la realeza 30; pero la
Thorah se gana con 48." Los sacerdotes abrumados por un ritual que se
hacía de más en más complejo habían abandonado el estudio de la Ley a los «La
crueldad en el corazón del sacerdote es la abominación de tanta desolación en
donde no debe estar. Dicen los intérpretes que esa frase de Cristo se refiere a
los 'ídolos'. Pues bien, cuando un sacerdote es cruel o simplemente duro de
corazón es que el Dios viviente se ha hecho un ídolo en él, ha dejado su lugar
a un ídolo.» (Castellani, Diario, 12-1-48), laicos y se habían convertido, en
general, en profesionales de la liturgia, es decir, vendedores afanosos de
ceremonias mágicas. Estas daban la prosperidad en esta vida, pero la Thorah
daba la ciencia, la sabiduría, la santidad y la salvación eterna. Con razón
rezaba el fariseo: "Gracias te doy, Señor, porque no soy como los otros
hombres... ni como ese publicano.., " Porque "el pagano que se
acerque al estudio de la Thorah merece la muerte..." (Sanhedrín, 59 a.
Citado por Ricciotti). El engreimiento religioso trajo el mesianismo político,
podemos colegir. Los fariseos necesitaban ser vengados de sus quemantes hum
illaciones, de sus revolcones y derrotas. La religión era humillada en ellos y
el Mesías debía vindicar la religión. Y si el Mesías había de ser político,
naturalmente había que preparar su venida haciendo política. Cien años antes de
Cristo los fariseos sostuvieron contra el rey Alejandro Janneo una guerra de
seis años que costó 50.000 víctimas; durante el reinado siguiente, de la reina
Salomé, fueron los verdaderos gobernantes pues la Reina se sometió a su
arbitrio, cuenta Josefo. Los saduceos fueron dominados sin piedad. - Se
refugiaron en las grandes familias sacerdotales y en la adulación de los
poderosos. Los fariseos tenían de su parte el pueblo, sobre todo las mujeres
devotas, que formaban una tribu numerosa, entremetida y temible. Cuando la
política entra dentro de la religión se produce una corrupción extraña. En
estas condiciones el poder se vuelve temible, porque puede obligar en
conciencia. Con una abjuración religiosa obligó Caifás a Cristo a proferir la
"blasfemia" que le costó la vida, a saber: que él era "el Hijo
del Hombre" de Daniel. La corrupción llega al máximo cuando lo religioso
se ha reducido a mero instrumento y pretexto de lo político. "Amáis los
primeros puestos en la Sinagoga... buscáis el vano honor que dan los
hombres" — les imprecaba Cristo. La crueldad, cuya condición y primer
grado es la dureza de corazón, es infalible en consecuencia de la soberbia
religiosa. Ya es bastante cruel "devorar las casas de las viudas y los
huérfanos con pretexto de largas oraciones"; pero la crueldad de los
fariseos que hizo su ostentación en la pasión de Cristo, se ejercitaba
habitualmente en desterrar y matar a sus enemigos, casi siempre por medio de
intrigas solapadas. No querían aventurar el título de " Sapientismo y
Santismo Doctor" que exigían se les diera. Cristo les canceló de un golpe
este título cuando dijo: "Bueno hay uno solo, que es Dios. No llaméis a
nadie santo porque santo hay uno solo, que es el Padre. No llaméis a nadie
maestro, porque un solo maestro tenéis vosotros, que es el Cristo." La
política farisea se manifiesta enseguida. Al principio del segundo año de
predicación, en el primer viaje a Jerusalén (cuentan acordes Mateo, Marcos y
Lucas) "entraron en tratos los fariseos con los herodianos y empezar a
conferir como harían para perderlo." El eliminarlo estaba ya decidido, la
cuestión era el cómo. ¿No eran enemigos los fariseos y los herodianos? Sí lo
eran, pero eran enemigos "políticos", désos que se ponen de acuerdo
cuando surge un adversario no político, désos que perturban el funcionamiento
de los partidos, o "el libre juego de las instituciones
democráticas"; como se dice ahora. El acuerdo tuvo éxito: eliminarlo de
algún modo que no los dejara mal y no conmoviera al pueblo; y los encargados de
hallarlo fueron los más religiosos, naturalmente: los fariseos.
Y ahí andaban ellos,
haciendo fiesta y grandes discursos, prodigándose adulaciones y zalamerías unos
a otros, excitando a todos a la defensa de la religión contra la impiedad
saducea, es decir, a la defensa de ellos: retrancados, duros, implacables,
cerrados de mollera, hostiles a la vida y a la belleza; metidos en todo,
orgullosos, rencorosos, ilusos, astutos, tortuosos, solemnes, aparateros,
floripóndicos, atrevidos, presuntuosos, caraduras, olvidados de Dios y temidos
de los hombres como el Evangelio nos los muestra; llevando a un pueblo entero a
la catástrofe, pueblo que había de caer con ellos por esa misteriosa
solidaridad social, que hace que un pueblo tenga malos jefes solamente cuando
puede tenerlos. Las gentes de los campos de Galilea y los pescadores y pequeños
artesanos andaban como "ovejas que no tienen pastor"; pero las gentes
de las ciudades y los que daban la "tónica social" en todas partes
tenían malos pastores, lobos con piel de oveja, que los emborrachaban con
palabrería sublime centrada en torno de un ideal halagüeño radicalmente falso.
No se pudre el agua si no es estancada; los gusanos sólo prosperan en la carne
muerta: Cuando abrazó a los niños Jesucristo Faltó a la regla del tacto. La Magdalena
y la Verónica Faltaron a tres reglas del sumario De las Constituciones, parte
tercia, Título tres y cuatro. En lo cual las disculpa la ignorancia, Pues las
mujeres tienen huero el cráneo. Lo que pasó en el Templo Es por lo menos raro.
Es admirable pero no
imitable, 1 ' Porque a Dios no podemos imitarlo En todo, y el que tal pensar
osare Sería un verdadero temerario. En suma, Él era nada menos El Verbo
colorado 1 Que tenía licencias 1 Por lo tanto, Y permiso del Superior Para algo
y aun algos Que en un buen religioso desdijeran Y tendrían efectos —muy
nefastos. Porque Cristo ya estaba Si vamos al decir, asegurado Contra todo
riesgo De incendios y naufragios. Es decir, no podía, ni queriendo Incurrir en
pecado...
Mas se debe saber que
Él era Él Y venerar sus actos, Y no pensar que el Evangelio Se puede ad pedem
Httere tomarlo, Porque ninguno debe ir Por caminos extraordinarios. Y
Jesucristo mismo, si hoy volviera, Cambiarla su estilo' literario Y trataría de
sociología En serio y no en el género parábolo. „ i Él debía hacer eso porque
iba A morir por el género humano. Ya desde que nació Cristo iba muerto A la
cruz para salvarnos.
Ya murió por nosotros
ciertamente El Santo de los Santos. Mas ¿qué Supérior Societatis ttostrae
Podría potentiá et actu Informar con jurejurando Que Jesús filius Dei vivi Era
aptus ad gubernandum?
- VIII
¿ Con Qué Autoridad ?
Es pecado cometido El decir ciertas verdades.
¿ Con Qué Autoridad ?
Es pecado cometido El decir ciertas verdades.
(Martín Fierro)
El comienzo y el
motivo del conflicto entre Jesús y los fariseos no es indicado claramente por
los Evangelistas. Nos presentan a Jesús en lucha con la logia desde el
principio. Más aun, la expulsión de los negociantes del Templo aparece como una
agresión de parte de Cristo. San Juan narra al comienzo de la Predicación y los
sinópticos al final. El estudio de los Evangelios parece rendir que, o bien
hubo dos escenas similares separadas por unos tres años, o bien este acto de
absoluta y violenta autoridad tuvo lugar al comenzar la vida pública del
Mesías, después del testimonio de Juan y el milagro de Caná. Parece una
provocación. ¿No tenía Jesús que predicar y actuar de acuerdo con las
autoridades religiosas de Israel y con la debida autorización? Eso se hace,
actualmente en la Iglesia. V dado caso que su suprema autoridad mesiánica, ya
sellada por el milagro de Caná, no dependiese de la autoridad legal de Caifás
¿no era lo prudente y lo "cortés" haber obtenido el placet de los
jefes religiosos de la nación o haberlo intentado al menos? Un fariseo podía
decir: "¿Cómo? ¿Aquí cualquiera predica la ley de Moisés y de la manera
que quiere;
mueve movimientos
religiosos en el pueblo y ejerce un acto de autoridad en el Templo, sin contar
para nada con los sacerdotes, directores legales de la religión; ni con los
doctores, que han pasado su vida estudiando la Ley?" , , Pero no lo
dijeron; y este hecho nos suministra la respuesta a esta dificultad. No lo
dicen. Ante la enérgica irrupción del joven armado de un flagelo "piden un
signo", es decir, un milagro. Estaban pues ya perfectamente impuestos de
la respuesta que Cristo hubiese dado: "Tengo una misión directa de
Dios", la cual en la teología judía debía ser confirmada por milagros. A
la petición de un milagro "ad hoc" Cristo responde como constantemente
en el curso de su vida con una negativa; aquí una negativa condicionada que
contiene una promesa y una amenaza. Contiene la promesa de un milagro,
misterioso entonces, que es su propia resurrección; y una amenaza todavía más
lejana, la mención de la destrucción del Templo, cuya
"indestructibilidad" era uno de los fetiches del fariseísmo, A los
oídos judíos la respuesta era un trueno. ¡Destruir el Templo! ¡Reedificarlo en
tres días! ¡Qué manera de hablar ! La respuesta era obscura y genial,
"pregnans". "Destruid este Templo y lo levantaré en tres
días", dice muchísimas cosas. Yo tengo el poder de hacer milagros y tos
haré cuando convenga. Este Templo puede ser destruido y de hecho lo estáis
destruyendo vosotros con vuestros abusos al convertirlo en una lonja. Yo he
recibido autoridad directa de Dios, mi Padre... Cuando incrim inaron a Cristo
esta frase en su proceso preveniéronse bien de modificarla y dijeron: *Éste ha
dicho: 'Yo destruiré el Templo'...” donde Cristo dijera “Destruid este Templo,
o mejor dicho "Seguid destruyéndolo": que eso indica el imperativo
aoristo del verbo "lyo", según enseñan los gramáticos. Eso muestra
que entendieron perfectamente la acusación de demoledores de la religión, que
el Templo simbolizaba, contenida en la críptica e inesperada respuesta. Si
Cristo hubiese ido a solicitar permiso a Caifás para predicar habría puesto un
acto falso y equívoco; netamente destructivo de su propia autoridad. Hubiese
mentido, en una palabra, mostrado que no era el Mesías, haciendo depender su autoridad
suprema de una autoridad legal y subordinada. Y eso mucho más después del
testimonio público de Juan el Bautista, al cual se atenía y remitía implícita y
más tarde explícitamente. Y esta es la fuente de donde los fariseos conocían ya
entonces perfectamente la autoridad que se atribuía Cristo. Juan el Profeta lo
había designado indubitablemente como el Secularmente Esperado. Cristo había
aceptado el testimonio y comenzado a obrar en consecuencia. Una especie de
decencia sobrenatural y divina modestia resplandece en este proceso, en este
misterioso comienzo de campaña. Con Juan sí comenzaron los fariseos con el
trámite obvio de mandar una comisión a inquirir con qué autoridad predicaba y
bautizaba. No que el predicar estuviese entonces sujeto a "licencias"
regulares como entre nosotros, pues cualquier israelita era dueño de exhortar a
sus hermanos, circular por los pueblos como recitador ambulante de la Ley y sus
comentarios, improvisar por su cuenta lo que hoy llamaríamos sermones,
recitados de estilo oral — que no se parecen en nada a nuestros sermones— y
finalmente interpretar a los profetas en las
reuniones sabáticas de la sinagoga. No. Eso era perfectamente libre y usual,
simple actividad intelectual, comparable a la de nuestros poetas y pensadores,
Pero Juan había increpado duramente y con amenaza los abusos religiosos del
tiempo. ¿Quién era esa "progenie de víboras que no podrán huir la ira del
que viene"? ¿Y cuál esa "hacha que está puesta en la raíz del árbol"?
La alusión a los fariseos y la alusión mesiánica era clara. Además Juan recibía
la confesión de los pecados y bautizaba, ritos informes todavía que
simbolizaban simplemente: la "metánoia" o cambio de mente para
obtener el perdón de Dios preparatorio a la recepción de las Magnas Palabras
Nuevas. , Así, pues, inquieren del áspero profeta de Makerón si él era el
Mesías, o bien Elias que lo había de preceder, o bien un profeta. No. Entonces,
cuál es su autoridad, Su autoridad es un reflejo. Su autoridad viene de la Suprema
Autoridad de otro que ha de venir de inmediato después de él, al cual él
conocerá por un signo milagroso que le ha sido revelado, después de lo cual Lo
designará a todos; y hecho esto, le convendrá "menguar para que el Otro
crezca", desaparecer cumplida su misión por eí camino sangriento del
martirio. ¡Oh sangrienta cabeza en bandeja de plata entregada a la danzadera!
El degénere vejete diademado es el responsable de su muerte y el motivo fue la
reprensión de su escandalosa unión con su cuñada. Pero quién llevó el cuento y
acució y animó al cobarde Rey —títere, muelle y supersticioso—, no es difícil
de adivinar. Los fariseos no eran para perdonar y olvidar la fragorosa denuncia
al pueblo de la raza de víboras abusadora de la religión y y ya enteramente
limpia del temor al juicio divino. "Esta gente procede como si Dios no
existiera", dijo Juan de la Cruz en su tiempo. De modo que al comenzar
Cristo su misión con el más dulce milagro, ya está bajo la mirada rencorosa,
malévola y homicida. Para los santulones ya no es más que una réplica y un
sucesor del otro aborrecido demagogo, más audaz y movible que éste y dotado de
medios de atracción aun más seductores. Ni soñar en que iban a cumplir lo que
era su estricto deber religioso y aun profesional, a saber, presentarse en el
lugar de la escena, reconocer el milagro, y rogar humildemente al taumaturgo
les dijera quién era y qué tenían que hacer ellos: lo que hicieron las pobres
gentes con Juan, movidos solamente de su penitencia y su predicación, de su
magnética facha de profeta. AI contrario, sigue inmediatamente contra Cristo la
acusación de "hereje": enseña a quebrantar el Sábado, cosa claramente
contra la Ley de Moisés. Ninguna acusación se eleva por lo hecho en el Templo;
por violento y ruidoso que aquello hubiera sido. Naturalmente: la escena fue
edificante para el pueblo, y ellos tenían sucia la conciencia en el asunto del
tráfico y del tráfago que deshonraba el Atrio. Pero la otra acusación era
especiosa. Cristo ignoraba tranquilamente la ridicula casuística farisea acerca
del Sábado; y ellos habían asimilado de tal modo sus ociosas discusiones y
tradiciones orales con la Thorah escrita e inspirada, que aquel follaje
inmenso, fatigoso y desecante no sólo se había identificado con el tronco sino
que lo había obliterado... "¿No sacáis vosotros en Sábado del hoyo a una
oveja o vaca que se os haya caído?" Y curar a una mujer con una palabra o
sin ninguna palabra era trabajar en Sábado.
Donde quiera hay un
exceso de "reglamentismo", una proliferación de mandatos, reglas,
costumbres, glosas, formalidades y trámites, no solamente hay peligro de
olvidar el espíritu y el fin de la ley, sino señal clara de que ese espíritu ha
claudicado. Y entonces son posibles y fáciles tres cosas: el necio aparecer
perito, el hipócrita pasar por santo y ser condenado el inocente. Con razón
Martín Fierro desconfía de la Ley —es decir, del "Procedimiento"—
apenas un mundo de leguleyos sustituye al modo patriarcal y personal de la justicia
del tiempo del "Restaurador de las Leyes": detrás de ese
Procedimiento se esconde una intención que él intuye adversa, que lo mandará a
él al contingente y a su hijo a la cárcel 14. Desde que Cristo es juzgado
hereje (o "samaritano") su suerte está sellada. Después vendrán
sucesivamente, a medida que la ira y la envidia por sus éxitos crezcan, los
apostrofes de loco - mago - poseído del demonio - y después blasfemo, sedicioso
y por último conspirador contra el César. Todo sirve. Es una acusación que va
creciendo sola a medida que pasa el tiempo, sin que se pidan descargos o
explicaciones al reo, al contrario, cada descargo que da éste se convierte
«Lo que es en realidad
una sociedad no se puede sacar de sus reglamentos, estatutos y constituciones;
sino de los hombres vivos que la constituyen y sobre todo la dirigen; y del
espíritu que los une, dependiente del fin; el cual de nuevo no se puede
computar solamente por el 'fin escrito' o declarado, sino por el fin ejercido y
vivido. Sociedades excelsas pueden existir sin leyes escritas, como la Iglesia
primitiva; sociedades abominables con leyes sacratísimas, como ia moribunda
Sinagoga. La letra de la ley más santa puede ser instrumento de tortura o
agencia miento de muerte.» (Castellani, Diario, enero de 1948).
El proceso es secreto. Cuando intervienen los jueces en público, ya no es una
acusación sino con una sentencia. Afirman calumniosamente y tratan de atrapar
al reo en un renuncio para hacer buena la calumnia. Uno asiste a la fermentación
lenta de la calumnia en el pueblo, refrenada y repelida por momentos por los
golpes geniales del acusado; y a la formación de los dos partidos. El eje del
conflicto: — "Éste no puede ser el Mesías porque no tiene la pinta que
nosotros creemos ha de tener el Mesías*— no es puesto nunca en discusión;
porque el ambicioso no puede nunca revelar el fondo de sus contiendas, es
decir, desnudar su ambición. Tampoco podía Cristo hacerlo directamente sino con
sus obras; pero sin embargo no cesa de decirles que si no lo reconocen es
porque el Padre no los trae, porque su soberbia les ha cegado los ojos a la luz
y cerrado las profecías; puesto lo cual, era inútil razonar con ellos. En
efecto, si un muerto resucitase aposta para darles testimonio de la verdad, no
lo creerían. Contemplamos en suma una autoridad religiosa real que resiste a
una autoridad religiosa superior; en este caso suprema, innegable y
avasalladora; de modo que la frase "resistió al Espíritu Santo" no es
exagerada. El choque entre sacerdotes y profetas no era desconocido en el
Antiguo Testamento, pues lo registra por ejemplo el profeta Oseas y Malaquías;
y que ese choque llegase hasta el homicidio del profeta lo sabemos por el mismo
Cristo, Con razón recomienda tanto San Pablo que los que tienen "carismas"
se respeten y conlleven mutuamente; mas sólo la caridad y la verdadera humildad
son capaces de obtener esto. Los que tienen el carisma de "pastor",
es decir, de directores u organizadores, si creen que ellos lo ven
todo, lo saben todo y lo pueden todo, eso los lleva a odiar al Profeta, que es
el hombre que ve. Entonces se les añubla el rumbo y se convierten en
"ciegos gufas de ciegos".
Por eso dirá uno: No matéis los
profetas, No neguéis los carismas, sacerdotes. Ellos tienen baquetas Y ven
cosas y encima ponen motes. Dios nos libre de burros y sus coces, Y de los
hombres que se sienten dioses.