martes, 27 de marzo de 2018

LIBROS-PADRE LEONARDO CASTELLANI-"CRISTO Y LOS FARISEOS" V-La sociología de los Fariseos VI-- VI La Defensa

 CRISTO Y LOS FARISEOS
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- V

La Sociología de los Fariseos


Dejémonos de teologías y vamos a ver un momento de cerca, a lo Augusto Comte, qué demonios pasó en puridad con esta sociedad de los "separados" (Pherushim o ífhérishajja, de donde fariseos). Va hemos dicho lo que pasó; pero la casuística, el ritualismo fanático, el mesianismo político y la política son los síntomas o si se quiere los morbos. ¿Qué es lo que hizo posibles esos morbos? Fue una sociedad que se socializó: es decir, se cerró sobre sí misma. En lo religioso, cuando una asociación se cierra sobre si misma se vuelve una secta: puede mantenerse entecamente ortodoxa y protestar de una perfecta fidelidad a la cabeza de la Iglesia; pero ha dejado de ser "católica". Sus lazos con la cabeza se vuelven puramente externos. Cuando un organismo empieza a crecer "para adentro", eso se llama cáncer... Es mala seña para un cuerpo social que la preocupación por la "unión" se sobreponga a la preocupación por la "finalidad". (¡Dios! Acabo de oír un discurso interminable en pro de la "unión de los españoles", ¡qué bodrio* Unirse, unirse... ¿para qué? Digan primero para qué...

Es pésimo síntoma que el cuerpo piense demasiado en sí mismo, antes y más que en el objeto real que constituye su razón de ser: es exactamente lo que le pasa a los enfermos, como nota Santo Tomás. "El fin de una cosa cualquiera no puede ser su propia conservación."

4 «La involución significa que una sociedad se cierra sobre sí y empieza a crecer para adentro, es decir, para sí misma, proceso que Bergson describió a fundo y A. Cochin denominó 'socialización': es la hipertrofia de lo colectivo hasta oprimir lo individual, en este caso, la personalidad de sus miembros. 'Sociedades cerradas', las denominó Bergson. Podrían llamarse sociedades 'corchificadas'.» {Castellani, Diario, enero de 1948). «Las sociedades cuando se vuelven muy grandes se hacen una cosa peligrosa; y los hombres que deben encarnar una cosa peligrosa se llaman 'esclavos de la máquina'. Tienen que despojarse de la humanidad y renunciar al conocimiento; empaparse de la regla y aborrecer las excepciones; especializarse en el cálculo llamado 'reducir a común denominador'. Si son bajos de entendimiento o chicos de corazón, se vuelven feos y feroces, verdaderas bielas, varas o ruedas de la máquina infrahumana o infrapersonal. (Castellani, Diario, enero de 1948).


- VI

La Defensa


"Y después dicen que es malo El gaucho si los pelea"

(Martin Fierro)

SÍ bien se mira, la acción antifarisaica de Cristo aunque parece agresiva, fue una defensa. El alboroto en el Templo con que la inicia es una afirmación de hecho de su misión mesiánica, ya combatida; y el terrible discurso "elenco contra los fariseos" con que la termina es una tentativa suprema de salvar su vida, ya condenada, losando de las más fuertes armas: la imprecación y la amenaza profètica. La expulsión de los tratantes del Templo es un acto sorprendente; tan incomprensible como el haberse quedado antaño en él sin avisar a sus padres, si se prescind è'de lo que Cristo era. 1 Son dos afirmaciones mesiánicas tan netas que destruyen de raíz la conocida teoría de Renan, a saber, que Cristo habría sido un paisano galileo y excelso moralista que empezó a predicar la religión interior y universal de Moisés contra la deformación localista y exterior de los fariseos; se fue entusiasmando al compás de sus ¡triunfos; concibió la idea de que el mundo se acababa pronto; se identificó con el Rey Mesías y finalmente después del triunfo del Domingo de Ramos pronunció palabras exaltadas en que se asimilaba a Dios mismo; palabras que siendo expresiones místicas hicieron mal los Hierarchas en tomar tan en serio; pero que tomadas en serio realmente según las leyes judías merecían la pena capital. Esto es pura fantasía. La verdad es que los actos de Cristo, desde el primero, llevan impresa la afirmación mesiánica. El ayuno total de 40 días, lo hacían los Hebreos al prepararse para una gran misión, y existía el precedente de Moisés y Elias. A propósito del cual ayuno, se equivoca grandemente Ricciotti cuando lo da como milagroso, inexplicable y sobrenatural y dice que “evidentemente el hecho es presentado por los evangelistas como sobrenatural en absoluto"-, y también al dar como "extraordinario" el que al final de los 40 días tuviese hambre7. Ese ayuno está al alcance del organismo humano; y el hecho de desaparecer el hambre a los 3 ó 4 días de dieta total y reaparecer con gran fuerza alrededor de los 40 días (que es el tiempo de vida del glóbulo rojo) es la ley general.

Hablamos del ayuno total en el cual se bebe agua: los evangelistas no dicen que Jesús no bebiera. Este ayuno es conocidísimo en Oriente, aun como medio terapéutico*; y conocemos varias personas que lo han practicado sin inconvenientes y con ventajas. En tiempo de Cristo tenía un sentido religioso, que era el de prepararse a una gran misión. No es una cosa de juego ciertamente, pero no es ningún milagro a no ser que constara que no bebió agua tampoco. Eso sí creemos Ricciotti - Vida de Jesucristo - Traducción espartóla 1944 - Mlracle, Barcelona - § 271. (L.C.)

* Véase el libro del curandero ruso Suvorine El ayuno terapéutico. (L.C.)



biológicamente imposible por el lapso de 40 dfas sin milagro. Así pues el ayuno y las tentaciones subsiguientes ya son mesiánicos. El milagro de Caná, que parece una amable deferencia hacia sus amigos, ostenta la conclusión de que "creyeron en Él sus discípulos", es decir, los discípulos que el Bautista le envió, Pedro y Andrés, Juan y su hermano. El bautismo y el testimonio del Bautista son una solemne consagración de mesianismo. Y el primer acto público del nuevo profeta es un acto de autoridad que tiene el fragor indisimulable de una bomba. La recusación del Mesías, humilde y naddo en Galilea se había iniciado ya en la persona de su Precursor y primer discípulo el Bautista. Los fariseos no lo habían reconocido y le eran adversos, como se deduce de la violenta imprecación y amenazas con que éste los obsequia, evidentemente después del "examen" que trae San Juan Evangelista en el cual el Bautista les responde en cambio con toda modestia y deferencia. De aquel examen los fariseos sacaron que el Bautista, por propia confesión, no era el Mesías, no era Elias, no era profeta y que su autoridad derivaba de otro mucho mayor que él, que había de aparecer, que estaba ya entre ellos y ellos no conocían. "No creyeron en él", consta por los tres Sinópticos’ . Es muy probable y parece traslucirse del Evangelio que con esta "confesión" los fariseos comenzaron a combatir a Juan, desautorizándolo; y también por ende al otro "mayor" en el cual se apoyaba. * Mt. 21, 23-27; Me. 11, 27-33; Le. 20, 1-8. No hay que olvidar que la información religiosa estaba en manos de la logia: de la red de la predicación organizada y eficaz que cubría judea, comparable a nuestras parroquias modernas, la clave la tenían los Doctores de ,1a Ley. Con el resultado del "examen" de la comisión oficial, que no procedió adelante cuando se llegó al punto vital, táctica farisea que se repetirá muchas veces, se podía presentar a Juan como un cismático y un semiloco; y es prácticamente cierto que lo hicieron, visto que inmediatamente lo hacen con Cristo, como consta explícitamente en el Evangelio. "Estás loco. Tienes demonio. Contradices la Ley de Moisés." Los fariseos disponían de la llave de la información religiosa, de todos los "boletines eclesiásticos" como dijéramos. Asombra la mansedumbre de la defensa de Cristo, que a primera vista parece violenta; pero naturalmente es la defensa de un rey ante un usurpador por manso que sea: no es la defensa de un inferior. Podían haberlo arrollado en el Atrio del Templo, a un solo hombre armado de un cinto, contra una multitud; el que no lo hayan hecho demuestra la mala conciencia (y la debilidad que ella naturalmente causa) no sólo de los tratantes sino de tos sacerdotes custodios y sacristas. Se limitan a interrogarlo. A la pregunta, contesta Jesús atribuyéndose una relación especial con Dios y con esa casa ("la casa de mi padre") y al requerimiento de un milagro, no niega que pueda él hacerlos, antes se afirma capaz de un portento enorme, mayor de lo que ellos podían imaginar: chocante. ' Este acto de indignación y autoridad, especie de parábola en acción no se repite sino al fin de la campaña de Cristo, si es que la demostración que narran los Sinópticos al final10 no es la misma que Juan, más cuidadoso de la cronología, narra al principio", como algunos opinan. ,D MI. 21, 12-17; Me. 11, 15-19; Le. 19, 45-48. " Jn, 2, 12-22Es igual para el caso. Su sentido era claro para los judíos. Y la reacción de los fariseos es de perfecto cerrojazo a la afirmación mesiánica y “buscan cómo eliminarlo; pues le tenían miedo; y no sabían qué hacerle; porque la turba lo admiraba." El resto de la defensa de Cristo es verbal y se confunde con su misión de Maestro, Reformador y profeta. Es una discusión continua con los vacuos doctores. Consiste en denunciar la casuística farisaica como vana, vacía y perversa; en establecer que la salvación del hombre no está en pertenecer a una nación, raza, secta, congregación o grupo, ni en tener la doctrina verdadera ni siquiera en hacer milagros, sino en el amor a Dios y al prójimo cuya base es la justicia y cuya flor es la misericordia; en completar los preceptos meramente exteriores con la introducción de la pureza y santidad interior; en prevenir a sus discípulos contra el pervadente espíritu farisaico, que él llama "fermento"; en deshacer sus estratagem as y afrontar victoriosam ente sus interpelaciones; en definir el fariseísmo con rasgos cada vez más terribles; y por último en recurrir a la imprecación y la amenaza divina, al modo de los antiguos profetas. Hemos de creer que existió esta gradación en la lucha, como es natural, a medida que crecía la persecución y la inminencia del asesinato; y que las tremendas maldiciones de Mateo XXIII representan el último estadio del largo forcejeo, cuando ya el propósito homicida era patente y público. “¿No es éste el que quieren matar? ¿Y cómo anda aquí tan tranquilo predicando en el templo?" La discusión con los fariseos penetra y enmarca toda la predicación de Cristo, de modo que era de la más dramática "actualidad". Los hebreos según nos cuentan amaban las "payadas en contrapunto", como nuestros paisanos, y en general todos los pueblos primitivos: el pueblo gusta de instruirse y aprender oyendo el pro y él contra de una tesis en boca de dos peritos. En realidad es la manera más natural y eficaz de convencer, mezcla de instrucción, lucha y juego. Es tan interesante como el fútbol. La discusión con los doctores da pie a Cristo para exponer genialmente su doctrina: hasta las parábolas con que describe, define y funda su reino tienen en vista la idea farisaica del falso Reino mesiánico. Sus respuestas a preguntas sutiles, embrolladas o arteras que ahora nos parecen sencillas y a fuerza de oírlas, obvias, son geniales. Recuerdan el peligroso interrogatorio de Juana de Arco. A veces esquiva la pregunta contestándola con otra pregunta, como hacen los campesinos gallegos; otras veces responde con una parábola o una antítesis, metáfora o sentencia inesperada; cuando hay buena fe responde directamente; como al Escriba que le pregunta cuál era el mayor de los mandatos, y que habiendo testificado: "Maestro, has respondido bien, realmente el amor a Dios y al prójimo abarca toda la Ley" es premiado con esta invitación: "No estás lejos del Reino de Dios". El ejemplo típico de la pregunta esquivada es el que narran los tres sinópticos de los últimos días de la predicación, en el Templo, y no ante un doctor solo sino ante muchos reunidos y todo el pueblo. Le preguntan ya casi oficialmente — "príncipes de los Sacerdotes, o prelados como si dijéramos, escribas o sea teólogos, Ancianos del Pueblo o magistrados reunidos en uno: —Dinos con qué autoridad haces esto y quién te dio esta potestad." Lo había dicho ya cien veces. La pregunta tendía a hacerle confesar públicamente que no tenía permiso de ellos para predicar, o bien desmentirlo en su cara. Respondió diciéndoles: —Os preguntaré yo también/una cosa, que si me la dijereis, también os diré yo'la potestad que tengo. ¿El bautismo de Juan de dónde era? ¿Era cosa de Dios o cosa de hombres? Respondedme. Bien mirado, esta pregunta envuelve la respuesta a la otra: hago esto con autoridad de Dios como lo testificó fehacientemente Juan el Bautista. La pregunta llevaba la cuestión a sus fuentes, no era un subterfugio solamente. Ellos así lo vieron. "Si dijéramos: 'era de Dios', nos dirá: '¿Por qué pues no lo creisteis?' Si decimos: 'era cosa de hombres', el pueblo entero es capaz de apedrearnos; porque están ciertos de que Juan era verdadero profeta..." Tocaron a retirada: — No lo sabemos. Tenían obligación de saberlo. No querían decirlo. Por eso Jesús no contesta, como pedía la rima, "Yo tampoco sé lo que me preguntáis", sino que les responde: —Yo tampoco os digo con qué autoridad hago lo que hago —aunque en realidad se los había dicho en la forma sutil de los "contrapuntos" semíticos. El pueblo espectador sentenció sin duda con un murmullo de aprobación. Ejemplo de las dos otras dos maneras de responder, directa y parabólica, es la bellísima parábola del Buen Samaritano. La predicación ya está muy adentrada, han vuelto los 72 discípulos, Cristo recorre sistemáticamente la Judea, se habla de Él por todo. Un Doctor de la Ley se aproxima y lo interroga con sencillez: "Maestro, ¿haciendo qué cosa entraré en la vida eterna?" Éste debía ser uno de la séptima clase de fariseos que enumera el Talmud, "farlseo-de-temor", es decir, con verdadera religiosidad, "temor de Dios* para los hebreos. Las otras seis clases eran desastrosas: "fariseo por el precio", "fariseo santulón", "fariseo palitroque", "fariseo con mataduras", "fariseo rengo" y "fariseo de Liquem", o sea; aprovechados Así los clasifica el Talmud.

Cristo le contesta pues con la misma sencillez: "Eres doctor, ¿qué dice la Ley?" Responde con las palabras del Deuteronomio y el Levítico combinadas, como quizá sabía que Cristo había ya respondido alguna vez: —"Amarás al Señor Dios tuyo con todo tu corazón, tu alma, tus fuerzas y tu pensamiento; y al prójimo tuyo como a ti mismo." Aprobó Jesús y citó a su vez el Levítico: —Bien respondiste: Haz eso y vivirás. Mas el otro quiso hacer ver que preguntaba una verdadera dificultad y no una sabida referencia; que se refería a una cuestión debatida por la casuística del tiempo y embrollada por el orgullo nacional: quién es exactamente "el prójimo" para un israelita. ¿Por ventura los idólatras, los samaritanos, los prepotentes y opresivos romanos entraban también en cuenta? — ¿Y quién es exactamente mi prójimo? "Agarró Jesús", dice el Evangelio; es decir, recogió la oportunidad, tomó la actitud de los nabi-him y empezó a improvisar para todos en estilo oral, uno de sus "recitados rítmicos", una cosa como un "romance" de los tiempos del Cid o una "payada" nuestra.

"Un hombre bajaba de Salem a Jericó Y tropezó con ladrones. Los cuales, habiéndolo despojado Y héchole heridas, Se retiraron Dejándolo medio muerto.

Casualmente bajando un Sacerdote Por aquel camino Y viéndolo de aquella manera, Lo dejó de lado.

Del mismo modo —yendo un Levita Por aquel lugar Y viéndolo. Lo dejó de lado.

Más viniendo un Samaritano Por el mismo camino, Y viéndolo se apiadó, Y arrimándose vendó sus heridas Echándoles aceite y vino,

Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. z Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y te dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...

La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sterramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan, Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cual." Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y dljole Jesús: —Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (jUn Sacerdote! ¡Un levita! jUn samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad"

Y levantándolo sobre su caballería Lo llevó al parador Y lo cuidó. Y a la madrugada sacando dos dineros Diolos al paradero Y le dijo: Ten cura de él Y si expendes algo más, Yo en mi retorno Te lo abonaré...

La historia está netamente narrada; y es posible sea un hecho real. El trecho de 37 kilómetros de Jerusalén a Jericó siendo por una parte muy transitado, era por otra una sierramorena en cierto lugar que los judíos llamaban La Vueltita de la Sangre. Cristo pudo haber oído el hecho al pasar por Jericó esos mismos días. Es sabido que los grandes poetas inventan poco; aunque todo lo que saben lo reinventan. Es seguro que la gente empezó a decir: "Es verídico. Ha pasao tal cuaL" Después se volvió el narrador de nuevo hacia el teólogo y preguntó. — ¿Cuál de los tres te parece fue el prójimo del que tropezó con ladrones? Dijo él: — El que usó misericordia con él. Y díjole Jesús: — Ve, y hazlo tú igual: —réplica del epílogo anterior "Haz eso y vivirás", dicho esta vez con autoridad propia. La parábola era llamativa (¡Un Sacerdote! ¡Un levita! ¡Un samaritano! ¡Un asaltado y apuñalado!) y altamente antifarisaica, no sólo por la osada denuncia del mal corazón de las castas litúrgicas sino sobre todo por la proclamación del principio de la "proximidad"

de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es el fondo último del verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obligación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título: 12 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.

Después de la Parábola

SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC — ¡Sapristí! ¿No está todo a punto? LEV. — Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha costao...! SAC. — ¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el incienso, está la banda de música... SAC, — ¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venido el Gran Cochifrito? ( LEV. —Vendrá. Pero se hará esperar, porque para eso es el Gran Cochifrito.., de todo humano ser necesitado, fuese de la casta que fuese. La misericordia es en definitiva lo que regula la proximidad entre los hombres y no las fronteras o la situación social pues una especie de profunda compasión o "simpatía" es el fondo último de] verdadero amor, en tal forma que puede surgir para mi una obli- gación grave de hacer de padre o hermano a un extraño si la necesidad es extrema y no hay otro a quien más le toque; de acuerdo a lo que dice San Agustín: "Si pudiste salvarlo y lo dejaste, lo mataste". Si reliquisti dum servare potuisti, illum occidisti. Un amigo mió añadió un apéndice a esta parábola, o mejor dicho (para ser reverentes) compuso otra parábola con este título;

Después de la Parábola11

SACERDOTE. — ¿Está todo a punto? LEVITA. —Ud. cree que las cosas se hacen solas. SAC. —¡Sapristít ¿No está todo a punto? LEV. —Casi todo. Pero ¡el trabajo que me ha costado...! SAC. —¿Y a mi nada, verdad? ¿Está adornada la Santa Gabia? LEV. —Está adornada, están las flores, están las cintas, están las palomas, están los monaguillos, está el inciensa, está la banda de música... SAC..—¿Y la Perpetua? LEV. —Ha salido, vuelve al instante. Falta el guión... SAC. —¿Qué no ha venido el Gran Cochifrito? LEV. — Vendrá. Pero se hará esperar, porque para eso es el Gran Cochifrito...

11 Este texto fue incluido en Doce Parábolas Cimarronas.

SAC. — Que no nos vaya a fallar... LEV. —Pues no; pero creo que sería una gran suerte. Hay gente que solamente porque él lleva el guión, no acudirá a la procesión. „ SAC. —Sí, los sinvergüenzas. LEW —Y los pobres. SAC. Los que no tienen 5donde caerse muertos... LEV. — Para caerse muerto nunca falta sitio. ¡Ah! Ahora que recuerdo... SAC. — ¿Te has olvidado de alguna cofradía? LEV. — No. Pero decía yo que hoy, cuando venía por el camino de Jericó... ' SAC. — ¡Ah! ' . LEV. Vi un hombre muerto... - ' ; = SAC. ¡Ah! ¿Estaba muerto? LEV. ¿Qué lo vio Monseñor también? SAC. A mi me pareció demasiado vivo: borracho... LEV. Cosido a puñaladas... . ( SAC. Todo puede ser... Un samaritano, de fijo. Esa gente se emborracha, se trenzan entre ellos, riñen, se matan, y después vaya Ud. a recogerlos, dejar su quehacer y enterrarlos... LEV. —Es enteramente humano y razonable, Monseñor. Pero ¿no dice Ud. que lo vio vivo? SAC. —Por eso mismo. Ya se arreglará, dije yo. ' Si tiene fuerzas para hacerme señas con la mano, ya se levantará, y se irá a ca' otro Samaritano. Está lleno de Samaritanos. Esta gente tiene siete vidas como los gatos... y más hijos que los conejos. LEV! — Exactamente. Lo están llenando todo. Habría que prohibirles la inmigración. El Gobierno no sé que hace. Vienen aquí como moscas. Viene uno, se acomoda, llama su familia, después se trae un primo o un vecino, esto se llena como alud. Viven amontonados como bestias en cualquier parte. Y yo digo: ¡si sobrase aquí trabajo! Pero falta el trabajo para los nuestros, y lo poco o nada que ganamos, aun trabajando como negros...1 Esto es una plaga viva... SAC. —Y que se acomodan bien. Algunos andan llenos de plata, y lo peor es que no saben gastarla. En la Iglesia usté no verá ninguno. ¿Diezmos dice Ud.? A ellos no los obligan. ¿Colectas? Dan una miseria, si es que dan! Malcriados y basta. Borracheras y bailes. Bebedores y fumadores dé lo peor. Con eso no me extraña que vayan a morir por los caminos... LEV. — ¿Por qué no mandamos al camino dos jóvenes de la Acción Israelita? Tanto por ver. ¡Quién sabe si era Samaritano y quién sabe si está muerto? El muerto se mueve... es el título de una novela policial. No, déjeme pensar: El muerto mueve la mano... Muy buena la novela. Es de un inglés que se llama... déjeme recordar... ' SAC. —Déjate de novelas. Te he dicho ya mil veces que un Levita no ha de leer novelas: Tienes el Talmud y el Targum... LEV. —Yo casi me detengo, pero dije, digo: Detrás viene Monseñor, y si me encuentra aquí en el camino ' lidiando con un muerto, el día de la procesión de la Santa Gábia, ¡botones! Ya verá él si quiere. El que manda, manda... SAC. — ¡Necuáeuam! ¡Melocotones! ¡Enredos con la justicia, con la brigada número siete de guardia en la ¿Vueltita de la Sangre, que el sargento es un bruto como no hay! Que se arregle la policía. ¡Gente de mal vivir! ¡A mí que no me vengan con historias de gente de mal vivir! ¡Cada caluznia que le sueltan a uno sin dar el menor motivo! Caluznieros como los saduceos no hay. ¡Con la gente de mal vivir que se arregle la policía! LEV. — Verdad. Pero podía ser y no ser que a las vueltas de todo fuese un hijo de la Ley, mire Ud., que hubiese tropezado con la banda del Beneit: uno de los nuestros... El Beneit no respeta pelo ni marca. SAC. — La caridad bien ordenada comienza por sí mismo. Que cada palo aguante su vela. A burro muerto la cebada al rabo. Zapatero a tus zapatos. El culto divino está por arriba de todo. Los romanos son la mar de buenos a poner multas. ¡Y el que se arrodea con gente de mal vivir! Bueno; encima tuvo que escoger un día de procesión mayor. Tú dirás. LEV. — Es humano, Monseñor. Lo comprendo. Yo francamente, Monseñor, estuve en un tris de bajarme o no bajarme a la cuneta, el tipo se movía y era una sola mancha de sangre... La mancha de sangre: otra novela. Pero dije, digo: procediendo detrás de mí Monseñor, no procede; él verá lo que se ha de hacer. Es un hombre razonable y humano... y además, tiene su genio, tiene. SAC. —Pues yo dije; habiendo pasado el Levita, si no se ha detenido por curiosidad tan siquiera, o está borracho o está pasao del todo, quiero decir el otro, ojo, no se me soliviante, amigo. Para esto hay tiempo y la procesión no espera. A tu oficio, Paco. Los samaritanos no quieren saber nada con los sacerdotes. LEV. — La verdad es, Monseñor, que no vestía como samaritano. SAC. — Lo mismo da, ¿Dónde está mi capa pluvial? LEV. —La llevó la perpetua a coserle un broche. SAC. — [Pues que la traiga inmediatamente!

LEV. —Monseñor, perdóneme, le voy a decir la verdá: la mandé a la Perpetua con dos monacillos al lugardel muerto. Mejor dicho, se fue ella misma lo mismo que un cohete, que la curiosldá la comía apenas le conté el caso. SAC. — ¡Desdichado! ¡En el momento de la procesión! LEV. — No puede tardar mucho en volver. Vela aquí.

(La Perpetua muy alborotada)

PERPETUA. — ¡Dasastre! ¡Dasastre completo! ¡Barrebasada! ¡No era sem artetano! El otro era semaristano, el que lo arrequijló. Un semaristano lo arrequijió y nojotro no. La airamos por el medio, como dicen, la arrámos por el aje ¡por el ejo! En la fonda, muy enojao, no quiere ver a presona. No quiere saber nada, vamos. SAC. —¿Qué es eso? ¿Qué dice mujer? ¿De qué se trata? PERP. — Un semaristano levantólo en su mulo, y llevólo casa de la Déla, a la fonda. Todo pegado... pagado, digo. Por adelantal pagó todo. Vandólo él mesmo, le puso un rimedio. Siete. Siete puñaladas como puños. Ni una menos. Era un concejá, un vecino muy visto de Jericó. SAC. — ¡Dios nos valga! No será Mestre Llovet, que tenía que volver de Jeruslén, me figuro. PERP. — Eso. Me afiguro que sí: Mastre Llivet. Espere osté. Llivet, no. Una cosa ansí. Llavet, por un quizáes. SAC. —¡Maldición! ¿Y dices que era concejal?

PERP, — Concejá, no. Elcalde, cuasi, o algo ansí. Me lo dijo la Déla. Propietario jurao. Hombre de posibles. SAC, — ¡Vestido de ese modo! PERP. — Pa' que no los ledrones sispechasen. Pero fachao ya me lo teníen. Mucha calderilla l'han llavao. Mucha. Mejón lo hubían muerto del todo. Pero qué. Vandólo el otro. Duerme ahora y a denguno quié ver. SAC. — Pues voy a verlo ahora mismo. ¡Aceitunas! Que no me haya conocido, eso es lo que pido a Dios. LEV. — Están repicando la salida. SAC. —Y tú, bruto inmenso, tenías que ser tú. LEV. —¿Yo qué? SAC. —No haberte parao un minuto siquiera.,. LEV. —¿Y usté? ( i SAC. — Un hombre tirao en aquella cuneta como un perro, un levita que pasa... Ahora ¿qué va a decir la gente? , a LEV. —Comienza la procesión. SAC. — iQue espere la procesión! ¿Dónde queda la tonda esa? Es que podemos quedar muy mal. ¡Mire que haber ido a levantarlo justamente un samaritano! Ahiestá lo que es tener levitas sin cabeza... LEV. —Y usté, hombre sin corazón ¿me va a contar a mí que confundió un herido con un borracho? PERP. — ¡Calma! ¡Acalmansen ustés! SAC, — ¡Déjame que te estrello! ¡Que no sé qué hacer! LEV. —Bueno, ahora ya no hay nada que hacer. PERP, — ¡La capa prival! SAC. — ¡Dejemén pensar! LEV. Y PERP. (a coro) — ¡La capa prival! ¡Que se va la procesión! ¡Que ya los ateletas sacan la Santa Gabia!

SAC. — ¡Dasastre! Quiero decir ¡dasestre! Bueno ¡desastre! Pasen la capa. Ahora ustedes, de todo esto, ni mus ¿estamos? Otra vez que me encuentre un muerto o un borracho en el camino... será otra cosa. Pero ¿quién podía pensar...? ¡El Consejal Llovet, que puede quitarnos el impuesto y llevar el palio en las procesiones! Ahora lo único que nos falta es que nos falte el Cochifrito...