"CRISTO Y LOS FARISEOS"
L a s M u je r e s
- IX
Los fariseos
despreciaban a las mujeres; y sin embargo tenían gran partido en ellas. Alguno
dirá que es lo natural, sobre todo si han leído a Nietzsche: "¿Vas a
tratar con mujeres? ¡No olvides el látigo!" Es cosa poco sabida y no obstante
del todo cierta que Nietzsche, siempre que trató con mujeres olvidó el látigo;
más aun, que no lo tenía. Por eso justamente escribió así. Dime de qué
presumes, te diré de qué careces. En realidad los fariseos defendieron a las
mujeres, aunque fuera indirectamente contra la brutalidad natural de las
costumbres y la liviandad de los saduceos al defender (por lo menos los de la
escuela de Hillel) la estabilidad a) menos relativa del matrimonio. Ésa debe
ser la razón. Eran los defensores de la regularidad y las
"conveniencias"; y las mujeres necesitan más que el varón de las
conveniencias. Los fariseos eran en religión los representantes de la ortodoxia
y la observancia. Yo no sé si las mujeres son más religiosas que los hombres;
pero es obvio que son más devotas. Las mujeres devotas son siempre muchas; y en
algunos casos son poderosas.
Eso debe ser la
explicación de lo que dice Josefo, que el pueblo seguía los fariseos "y
sobre todo las mujeres". Porque por otra parte consta, y más cierto que lo
de Josefo, que la secta mostraba hacia la mujer un desprecio arrogante. Consta
por el Talmud que anota la disputa o cuestión talmúdica de si un sacerdote
quedaba o no impuro legal (es decir, si podía oficiar o no) por haber pasado
tan cerca de una mujer que su sombra lo hubiese tocado. Consta mejor aun por
las mujeres del Evangelio: la escena de la adúltera arrastrada como una bestia
asustada a los pies de Jesucristo por energúmenos armados de piedras; el
desprecio de Simón hacia "Éste que se llama profeta" por permitir que
la Magdalena llorase a sus pies; y lo que quizá es más revelador todavía, el
asombro de los Apóstoles (ellos mismos tocados por el "fermentum") al
ver a Jesús hablando con una moza de cántaro cerca de la fuente de Siquem.
"Se asombraron pero no le dijeron nada." Sin embargo muchas mujeres
comenzaron a seguir a Jesús con toda devoción, abnegación y modestia; aunque en
algún caso, como la Magdalena, hacían lo que podían. Y aun esto puede haber
sido causa de un aumento de odio. Como la experiencia enseña, no son imposibles
los celos (aun entre hombres religiosos) por la clientela femenina. "Este
trata con publícanos y con prostitutas." * El decir "trata con
prostitutas" es una evidente hipérbole o exageración exclusivista por *trata
con mujeres; con todas; con la que sea.' ' ' Es infalible también el
resentimiento de la "devota" al no ser distinguida por el profeta y
ser tratada por él como las otras; Cristo las trataba a todas como a hermanas.
"¿Qué le pasa a esle hombre? ¿Ha perdido la razón?" Esa escena en
Nazareth en que tratan de impedirle que salga porque "está tin poco
delicado, indispuesto", tiene punta de chisme femenino y medida prudente
de parentela.
Como Ovejas sin Pastor
- X
El hombre se sentó
sobre una piedra bajo la sombra rala de una higuera y de la acequia que allí
formaba codo comenzó a beber con las manos el agua sucia y fresca. Uno de los
segadores que venía a beber también se quedó mirándolo y se sentó también, sin
quitar los ojos de él. El hombre preguntó: — ¿Por qué ponéis siete haces en esa
forma, con dos encima al sesgo? Señaló una parva. El campo estaba cubierto como
de soldados en formación. El segador lo miró y se puso a reír toscamente.
Preguntó a su vez: —¿Por qué no te cortas la melena? —Es el uso de mi tierra —
dijo el hombre — ¿D'on ets tú? —D' en Galeleé — respondió en dialecto —Te lo he
conocido en la manera de hablar —dijo el rústico. — ¿No eres fariseo? El hombre
sonrió pesadamente. •—¿No eres doctor, ni escriba, ni levita, ni arcediano? ¿No
nos vienes a reprender que estemos trabajando en Sábado?
Castellani no puso título
a esta parábola.
— Estas dos orejeras
de mi turbante no significan doctor —dijo el hombre. Soy solamente targumán. —
¿Qué es eso? — Predicante libre. El segador cambió la conversación. —¿Quieres decir
que no ves por qué hay que poner así las gavillas? —¿Será para que si llueve no
las penetre el agua? — Eso lo sabe cualquiera —dijo el rústico — No es difícil
lu oficio entonces —dijo el hombre. El segador se encocoró. — Eso dicen ustedes
los bien comidos —dijo. El hombre sonrió de nuevo. Otro segador llegó
lerdamente y le hizo a su compañero un signo airado, que él respondió con otro.
Los dos eran parecidos, pequeños y flacos, desmedrados, las canillas como dos
cañas sobre las rotas almadreñas. El primero se levantó y bebió. Después dijo:
—¿Qué oficio tienes tú? — Fui carpintero. ' —Esos están bien comidos ' — No
siempre. Hoy no he comido todavía... —¿Cuánto te pagan por predicar? —Nada. Soy
predicante libre. — ¿Cómo vives entonces? El hombre señaló a los gorriones
sobre la parva: — ¿Cómo viven esas aves del cielo? — ¡Toma! Pues de lo que
apañan por ahí. —Yo vivo de lo que me dan; de lo que cae. —No pareces ayunar
mucho. El hombre se había levantado y avizoraba el camino. Otros tres segadores
se unieron al grupo. Al llegar uno guiñó el ojo y los otros hicieron gestos
convenidos. El hombre era alto y bien formado, les llevaba una cabeza a todos.
Uno dijo: —¿Qué buscas? El hombre respondió a la pregunta anterior: — El Padre
Celestial nos alimenta. Ayuno cuando es necesario. — ¡Mira! —dijo uno
extendiendo el brazo. Era escuálido y huesudo. En el torso desnudo se le veían
las costillas. — ¡El oficio nuestro no es difícil! — exclamó el primero. — Sí,
para los bien comidos no es difícil. Para el Idumeo. Los otros escupieron en el
suelo. — Comida tenemos pero no tenemos gana. — ¿Por qué? —Demasiado trabajo.
El hombre dijo lentamente: —Es un oficio sano. Como el de pescador. Al aire
libre, al sol, en contacto con la tierra vivificante. Doblados sobre la tierra,
sí, doblados como escuadras. Al venir hacia aquí os veía doblados sobre la
tierra. Yo también me he doblado sobre los maderos, en el banco. Pero aquí está
el cielo azul y el sol ardiente, los prados, las amapolas. Load a Dios.
—Demasiado trabajo —insistió el otro. Si fuésemos la docena o por lo menos los
diez... Pero siete es poco. Trabajo de sol a sol, sin parar. Y en tiempo de la
siega hay que trabajar el sábado —y de noche. Sin respiro todo el año. Recoge,
ara, abona, siembra, escardilla, siega, trilla, ata, y empezar de nuevo. No se
puede. Nos consumimos. Y el sacerdote a gritar porque trabajamos en sábado.
¿Por qué no le grita al Idumeo?
—Yo no piso más la
Sinagoga — dijo uno, y escupió, haciendo muchas muecas. Éste era el único
gordito. Cojeaba. — ¿Qué tienes en el pie? — preguntóle el hombre. —Un macho.
Una coz. Maldito sea. Me deshizo la rodilla. ¿Y esto es oficio? Esto es
esclavitú.
Un Galileo de la
Psicología
- XI
Existe un Galileo de
la Psicología. Un precursor de Pierre Janet que tuvo que retractarse delante de
un Inquisidor de tener más talento que la Inquisición. Solamente que por
haberse retractado enseguida (hizo bien) y por no tener sus obras el alcance
universal del cascarrabias toscano, el Cardenal Pietro Petrucci es apenas
conocido. Su caso se puede leer "per longum" en las cédulas del
Cardenal Casanata, Códex Casanata, N° 310, sección manuscritos. Archivo del
Vaticano. De rodillas delante del Cardenal Cybo (pronunciar "chivo")
delegado del Papa Inocencio IX (el atrabiliario Doria que nos dejó divinamente
caracterizado Velázquez) tuvo que confesar que había "errado gravemente en
54 proposiciones extraídas de sus obras impresas, las cuales, no por temor ni
miedo movido (¡macana!), sino espontáneamente y libremente reconocía como
falsas, malsonantes, tem erarias, escandalosas, peligrosas, perniciosísimas,
próximas a las de Molinos, tirantes a herejía, blasfemas, injuriosas a la
Humanidad de Cristo y a la Providencia de Dios... y dignas de otras diversas
censuras..."
Esto pasó el 7 de mayo
de 1687. No sabemos lo que le aconteció después al manso obispo de Esina. Quizá
quedó aplastado para toda la vida. Quizá se irguió con coraje y siguió
trabajando más que antes. Hoy día no es necesario ser "grand clerc"
en Psicología para percatarse que el Cardenal Pedro Mateo, director de monjas,
era un varón dotado de intuito psicológico, en tanto que su censor era un
ignorante vulgar y silvestre y un mandón prepotente. El Cardenal se puso a
enseñar (quizá imprudentemente — no lo sé) la oración que llama Santa Teresa
"de recogimiento" y pone en la Tercera Morada en cartas espirituales
que después imprimió. Puede que haya sido imprudente en
"imprimirlas". Pero ciertamente imprimió la verdad y no el error,
como le impusieron decir sus jueces. Todas las proposiciones condenadas de esas
cartas extraídas, si se interpretan con benignidad o al menos sin ojeriza,
pueden atribuirse a Santa Teresa, al beato Suzón, a Taulero sin gran
dificultad, Pero en esto no me hago fuerte, la mística no es mi fuerte. En todo
caso, que aprenda por sonso a meterse a desasnar monjas. Quiero ocuparme de las
proposiciones psicológicas. Sin embargo, ya que estamos aquí: PROP. 23.-
"La regla de las reglas para vencer toda suerte de tentaciones, es el
servirse con la ayuda de la divina gracia de la libertad de las potencias
espirituales y especialmente de la voluntad, teniendo firme el albedrío en este
punto: quiero amar a Dios." ¿Qué hay de malo en esta aserción? A mí me
parece santísima y exacta, Dios me perdone si soy herético; a no ser la excesiva
extensión de decir "toda suerte de tentaciones". Pero ¿por qué
"temeraria, peligrosa y perniciosa en la práctica"? —como dijeron
todos los censores excepto Pérez. Pérez dijo lo mismo que yo diría : "non
censurabilis". ¿Quién es Pérez? Hay un censor español entre los cuatro
teólogos que censuraron a Petrucci que honra la cordura de los españoles, y eso
que éstos, respecto de los italianos, tienen más bien fama de fanáticos o
arrebatados. Pérez disiente de los otros casi siempre, y casi siempre entiende indulgentemente
y absuelve, o al menos nota con delicadeza y exactitud. Los otros —
*céteri"— descargan andanadas de pez y azufre. Por ejemplo, Pérez califica
simplemente de "hiperbólica pero no digna de censura alguna" una
proposición que llaman los otros "periculosíssim a et
perniciosissima". Es ésta: 11.- *La nada es el modelo de la vida mística.
¿Cómo estaba ella antes que Dios crease el mundo? ¿Pensaba en sí misma y curaba
de sí? ¿Apremiaba al Creador hacia su gran obra? ¿Exigía recabar, cuando fuese
creada, esta o aquella condición ? Ciertamente, no. " Aplicado a los dones
de la oración, esto lo dice San Juan de la Cruz. Esto está escrito mil veces, y
con más hipérbole todavía, en los grandes místicos ortodoxos, desde San
Bernardo hasta Santa Teresita. Pero en fin, eran los tiempos de Molinos, la
Curia estaba agitadísima, y el buen Cardenal Petrucci, meridional, exagera un
poco al escribir. Sobre todo ¡ese Molinos! Molinos Miguel, sacerdote español
(1628 - 1696) fue un enfermo. Tuvo una neurastenia sexual. Antaño murió en las
cárceles de la Inquisición. Hogaño sería Presidente Vitalicio de alguna
Sociedad Teosòfica. En realidad, lo indicado para él era una clínica. A falta
de clínicas psiquiátricas, la cárcel de la Inquisición sirvió para que al menos
muriese confesado.
Molinos describe su
enfermedad con precisión casi técnica en su "Guía Espiritual",
dándola, para su desgracia, como un alto efecto de la más sublime vida mística.
"Ley de Compensación" llaman hoy eso. O producto de su enfermedad
nerviosa, o engaño del demonio, debe haber tenido también estados místicos
pasivos, veros o falsificados, como pasmos o "ausencias", o quizá esa
languidez y apatía general que Santa Teresa, grande experta, trataba por medio
de la alimentación intensiva. A menos que no sea mera mistificación y mimetismo
de los místicos reales. No lo parece. Algo auténtico y sincero parece haber en
el cuitado. Junto a la masturbación involuntaria aunque consciente (neurastenia
sexual), que él complicó inútilmente fornicando con algunas locas como él,
persuadidas previamente que no había en ello mal alguno para los poseídos del
divino amor —Molinos ostenta el otro fenómeno de la oración pasiva. Llegada a
un grado evidentemente absurdo, y probablemente fingida, y mezclada con la
sensualidad enferma; lo que llaman hoy "sentimiento mixto" y
"aprovechamiento de la enfermedad". Pudo hacer un mal enorme en su
tiempo, y quizá en parte lo hizo, A falta de clínicas psiquiátricas, la cárcel
era lo mejor para él y desde luego para la sociedad. Era un loco suelto con
mimetismo de santo; en el fondo, un perverso. Pero Petrucci, a juzgar por sus
obras y por su vida, era una cosa diametralmente distinta. Fue arrastrado en la
estría de su tùrbine por una semejanza lejana externa y aparente. Por ventura
fue un buen director espiritual, désos a quienes les da un poco demasiado por
la mística, mística que conocen más bien de memoria, como mi amigo el
R.P................. Perdón. Casi cometo una indiscreción. En todo caso, las
proposiciones que más lo aproximan a Molinos, y que destiñeron sospecha sobre
todas las otras "non censurabiles" (como dice Pérez) revelan
simplemente un hombre con sentido común y penetración psicológica que se
encontró delante de un caso (o varios) de obsesión psicastènica y que los
resolvió bien. Eso sí, cometió la incaútela de publicarlos, transformarlos en
proposiciones abstractas. Pero es el verdadero descubridor histórico de la
psicastenia. Casi todos los verdaderos descubridores la pagan caro. La patente
de profeta es elevada. "El que tiene razón un día antes, durante 24 horas
es loco." No hay que hacer doctrina general de lo que es excepción. Pero
Petrucci precorre a los actuales psicólogos patologistas. Las proposiciones 30
a 37 (en el índice de las 54 que le enrostró el Cardenal Chivo) dicen que
Petrucci se encontró con el caso de personas que sufren impulsos violentos a la
blasfemia, a la coprolalia, o incluso a actos obscenos — que nunca o casi nunca
cumplen— y son por otra parte rectas, honestas y buenísimas. Estos accidentes,
que suceden en una especie de confusión y obnubilación del ánimo, las
atormentan muchísimo. Acuden hechas una miseria a quien tenga piedad para
escuchar y comprensión para facilitar la difícil confidencia. "Pasan vida
triste", como dice Juan de Yepes.
Pero por lo mismo
merecen piedad y necesitan especiales cuidados. ¿Qué dice hoy Pierre Janet a
los tales? — Son síndromes psicasténicos, "obsesiones". Su mecanismo
psicológico es simple, lo entiende un gandul del bachillerato. Su cura no es
tan simple. Pero en fin, no hay que desesperarlos complicándolos con
remordimientos o cuestiones m orales, porque son síntom as más somáticos que
morales. Haga este tratamiento y esté tranquilo se les dice hoy. — ¿Qué dijo
Petrucci? •—Lo mismo más o menos en su lenguaje. Todo eso son tentaciones del
diablo, el cual puede poseer parcialmente al hombre — si es de fe que puede
poseerlo totalmente (31, 36). Pero no las anden contando a cualquiera (por
ejemplo al Cardenal Cybo) porque no todos son capaces de comprender, y algunos
se escandalizarán y otros les darán consejos desesperantes (32). No se aflijan
demasiado, como si fuese un horror; si no consienten con ellas, no hay
pecado> que es lo más importante (33), Incluso si llegan a blasfemar de
hecho, no se espante demasiado el confesor de esas almas atribuladas
(enfermas). Es una prueba de Nuestro Seflor, que así purifica esa alma a
martillazos para inserirla después en los muros de la celestial jerusalén —
dice Pettrucci. Hasta aquí el buen Cardenal es la cordura misma. Después viene
al caso mismo que él trató, de una "doncellita" (verginella) que
parece cuando perdía el control se ponía hecha una harpía. Quizá el manso
Cardenal la juzgó con demasiada benignidad, lo cual es soberanamente
disculpable para una "verginella". Quizá lo tomó demasiado por lo
espiritual y por la ley general sin notar bastante lo patológico y excepcional.
Ciertamente erró (aunque no gravemente) en creerlo una *elección’ y una gracia
("i'í Signare tremendamente la purifica per altamente coronarla“) cuando
en realidad es una desgracia. Una desgracia que, bien llevada, es claro que
puede convertir«- en mérito; y quizá eso era el caso en este ejemplo
particular. Pero una gracia que no hay que desear a nadie. , En todo caso, el
director no se equivocó, observó bien, aconsejó cuerdamente. Pero el idiota del
juez falló que la observación empírica del confesor era "temeraria,
ofensiva a los oídos píos, escandalosa, perniciosa en la práctica, blasfema y
ofensiva a la Providencia, Sapiencia y Bondad de Dios" (¡Idiota! Es una
cosa que de hecho existe, venga a verla si no la ha visto. "A priori* no
la puede Ud. negar). El único que imperturbable falló que "no merece censura"
fue el admirable Pérez. Los que son de veras blasfemos, perniciosos en la
práctica y ofensores de la divinidad y sobre todo de la humanidad (es lo mismo)
son esos badulaques prepotentes y abstractos que en nombre de dogmas mal
entendidos quieren negar con la violencia hechos bien observados: los jueces de
Galileo. Según-este juez tonto, que se sustituye a Dios y se hace Padre Eterno,
como suelen los tontos con poder, habría que decirle a la desdichada esta
enormidad: "C ada1 vez que blasfemas, pecas gravemente, aunque no quieras
pecar y no puedas impedirlo. Lo contrario sería contrario a la Providencia y
Bondad de Dios." *
¿Qué cosa puede haber
más contra Dios que esta enormidad de fanático mandón y obtuso? Los
representantes de Dios, cuando no son inteligentes, o en su defecto muy
humildes, tienden a tomar el puesto de Dios y a identificarse con la Deidad. La
Deidad es como ellos, piensa como ellos, y en realidad está en ellos, cuasi
hipostáticamente. Confunden el dogma de la Iglesia Visible con el dogma de la
Encamación. ¿Qué hizo Petrucci? Se sometió, se puso de rodillas, pidió perdón,
reconoció sus errores (siempre tenemos errores), retractó sus asertos, aceptó
la penitencia y se mandó mudar. Bien hecho. Le tiene que haber costado
muchísimo. Pero hizo bien. Alguno dirá que fue falta de carácter, cobardía y
vileza de ánimo. No lo crean. Hay situaciones que lo mejor es salir de ellas
cuanto antes y a cualquier costo; y una de ellas es la de estar en las manos de
tontos engreídos, de "Superiores briosos y sin letras", como decía el
P. Mariana. Si el Cardenal sospechoso de molinismo hubiese recalcitrado, si se
hubiese defendido, si hubiera escrito largos memoriales justificando e! recto
sentido de sus escritos, si hubiese apelado al Papa, si se hubiese quejado
amargamente de la falta de corazón de la Iglesia, si hubiese tratado de obtener
de Inocencio IX una audiencia por soi-presa para explicarle su caso, estaba
listo. Lo hacían polvo. Las Curias son tremendas en la cuestión de la herejía.
A las Curias se les escapan los herejes grandes, pero atrapan a los herejes
chicos, sobre todo, a los herejes buenos; los cuales, a causa de su conciencia,
no osan ni mistificar ni tomar el portante. Recordemos al pobre
San Juan de la Cruz en
su cárcel de Toledo, tratado peor que el peor de los herejes; aunque éste, no
siendo sonso, acabó por tomar el portante: medio muerto ya, es verdad. Huyó. Le
salió bien la huida, aunque casi se mata. Él dijo que la Santísima Virgen se la
había inspirado; y no hay por qué dudar de ello. Lo mismo hizo Petrucci, huyó a
su manera; "conociendo y confesando que he errado gravemente,
personalmente arrodillado delante de Vos; Emmo. Señor Cardenal Cybo, porque 54
proposiciones falsas, malsonantes, temerarias, escandalosas, peligrosas y con
otras más graves censuras respectivamente condenables por inadvertencia e
ignorancia escribí y afirmé en mis libros ya impresos..." ¡Ignorancia!
Pobre Cardenal Petrucci. Como todo hombre de estudio, no gustaba ni de mandar
ni de obedecer, y era inhábil por altura intelectual para los enredillos de la
política. Porque podéis jurar que detrás de estos errores (no del reo sino de
los jueces) —y yo apostaría cualquier cosa— había un enredillo político, un
brote de fariseísmo. Siempre lo hay en esos casos. ¿No habrá habido la intención
—seamos un poco maliciosos-^- de liquidarlo como papable? Detrás de estas
garrafales metidas de pata siempre hay algo turbio. El caso es que el cardenal
napolitano hijo de Giambattista Petrucci fue más flexible aunque quizá menos
digno que su contemporáneo el infeliz Arzobispo de Toledo Bartolomé Carranza, y
menos cascarrabias que Galileo y se libró de las manos del Santo Oficio con una
arrodillada y el gran sonrojo de declarar falso y pernicioso lo que en su fuero
interno seguramente sentía que era la verdad, "eppur si muove".
Después de lo cual (si
no me engaño, aunque aquí nada dice la historia) lió sus petates, sacudió sus
zapatos con hebilla sobre la Reverendísima Curia, se volvió a su diócesis de
Nápoles, y escribió el siguiente soneto — o lo que sea:
San Juan de la Cruz
Yepes se fugó del convento, Y eso que era un convento de Felipe Segundo.
Bartolomé Carranza murió como un jumento Por creer que existía justicia en este
mundo.
San Teresón fue cuatro
veces excomulgada, Por los que hoy le levantan altares con "cepillo".
Santa Tais, mi santa, se murió emparedada En un decoro de oro tintoretto
amarillo.
Porque es riesgoso hoy
día buscar resurrecciones. (Resucitar es cierto que será un gran consuelo, Pero
hay que pasar antes clavos y escupitones, Y ser izado patas arriba para el
cielo.
La Madre Iglesia tiene
bien los pies en el suelo.