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ESTÁ SUFICIENTE PROBADO QUE SON POCOS LOS ARGENTINOS QUE DISPONEN DE BUENA MEMORIA. PARA ELLO RECORDAR Y EXPONER LO QUE LA SEÑORA MARÍA LILIA GENTA DE CAPONNETO EXPUSO EN PRENSA REPUBLICANA TIEMPO ATRÁS REFIRÍENDOSE A LOS ARGENTINOS MUERTOS POR LA DEPLORABLE GUERRA PROVOCADA POR MOVIMIENTOS MARXISTAS EN LOS AÑOS 70. ESA SEÑORA INTEGRA EL GRUPO DE FAMILIARES HERIDOS POR UNA VICTIMA Y SE TRATÓ LA SU PADRE EL PROFESOR Y MAESTRO NACIONALISTA Y CATÓLICO DON JORDAN BRUNO GENTA, DE NO SOLO SU DOLOR PERSONAL PERSONAL SE REFIERE EN SU NOTA, SINO DEL TAMBIÉN DEL DR. QUIROGA, MUERTO NO `POR MILITANCIA SINO POR OFICIAR COMO UN JUEZ HECHO Y DERECHO EN EL CUMPLIMIENTO DE SU CARGO. ES LAMENTABLE SOPORTAR EL HASTA HOY "ENCANTO, HOMENAJES Y TOLERANCIA" QUE RECIBEN AQUELLOS "CRÁPULAS ASESINOS".
Sangre en la Justicia. En los setenta y en el dos mil también –
Por María Lilia Genta
El otro día escuché con interés las declaraciones del Dr. Carlos
Donoso Castex, quien preside la Asociación de Fiscales y Funcionarios
del Ministerio Público Fiscal: comentando la muerte del Fiscal Nisman,
aseveró que “la muerte de un colega no la tengo en mente desde mi
juventud”. No sé a quién se refería el señor Fiscal pero yo sí recuerdo,
a mis treinta y tres años, la muerte del último juez que juzgó y
condenó a integrantes de las organizaciones guerrilleras en la década
del setenta, el juez Jorge Vicente Quiroga, “ajusticiado” por el
Ejército Revolucionario del Pueblo el 28 de abril de 1974. Esta muerte
quedó fuertemente grabada en mi vida, por razones políticas y
personales.
Días después del asesinato de mi padre, en octubre de 1974, a manos
de la misma organización terrorista que asesinó a Quiroga, nos visitó el
Dr. Pisano, juez retirado, amigo de mi padre. Venía de entrevistarse
con el juez Sarmiento, que tenía a su cargo la causa por el asesinato de
mi padre, y nos trajo este mensaje: dígale a la familia Genta que no voy a investigar nada porque estoy amenazado.
No nos enojamos con el juez Sarmiento; entendemos que son pocos los
que están preparados para una muerte heroica. Tampoco nos molestamos en
ir a ese Juzgado a reclamar, ni siquiera a partir de 1976. Hace pocos
años, un abogado amigo, por su propia cuenta, fue a investigar qué había
sido de la causa: se encontró con que ni siquiera está correctamente
consignado el nombre de mi padre pues figura su nombre Jordán como
apellido. Claro que con mi mentalidad un tanto antigua, me parece que
antes de entrar en la Justicia, las Fuerzas Armadas o de Seguridad, cada
candidato tendría que chequearse a sí mismo si tiene agallas para esas
funciones que pueden convertirse, de repente, en peligrosas.
En
cuanto al miedo que se tenía en los años setenta ¿cómo lo voy a ignorar
si me veo a mí misma asomándome al balcón cada mañana cuando mi marido
(médico militar) salía a la calle, no sea que ese día “le tocara” a él?
Este temor se acrecentó, sobre todo, a partir del asesinato del Capitán
Paiva, asesinado en la parada del colectivo que aguardaba para dirigirse
a su destino, la Escuela Superior de Guerra. En ese entonces asesinaban
a un militar o a un policía por día (y a veces más de uno).
Para no cansar con recuerdos personales (aunque tengo muchos de este
tenor) vuelvo al juez Quiroga. La placa de bronce que recordaba a este
magistrado ejemplar en el frente del edificio donde funcionaba su
tribunal fue retirada por orden del Presidente de la Cámara Nacional de
Apelaciones en lo Criminal y Correccional de la Capital Federal, Gustavo
Bruzzone. Ante este hecho sólo recuerdo, de parte de los colegas del
juez Quiroga, la declaración de la Asociación de Abogados por la Justicia y la Concordia
en rechazo y condena de tan miserable medida. Recuerdo, también, el
acto de homenaje a Quiroga que hizo esta misma Asociación frente a la
pared del tribunal en la que aún era posible ver la marca de la placa
removida.
Con el asesinato de este juez se acabó la justicia en los años
setenta. Uno de sus asesinos, Raúl Argemí, goza de buena salud en España
donde, curiosamente, escribe novelas sobre familias que tienen un
muerto en su haber; justo él que, además de allegar muertos a las
familias de sus enemigos, dicen que mató por accidente, al escapársele
un tiro, a su compañera “de cama y fierros”, según relata la guerrillera
Graciela Lilian Lavalle de Reina.
Traer
a colación el recuerdo de lo que acaeció con la justicia en los años
setenta me pareció pertinente ante la dudosa muerte, pero muerte
violenta al fin, del Fiscal Nisman (supongo que cuando el Dr. Castex
alude a su falta de recuerdo de colegas muertos desde su juventud, se
referirá a las muertes violentas ya que de muerte natural, durante todos
estos años, obviamente han muerto muchos). En aquellos años, un
asesinato paralizó la justicia. ¿Ocurrirá lo mismo ahora? ¿O, alguna
vez, en la Argentina, será cierto decir Será Justicia?