PERÓN (Una lectura crítica del libro La Caída.1955)
[En la tarde
del miércoles, Pablo Gerchunoff presentó en la librería Dain, del barrio
de Palermo, su último libro. Acompañamos al autor Felipe Sola y quien
escribe. También un amplio grupo de amigos y lectores de la obra de
Gerchunoff. Entre ellos estaban Enrique Nosiglia, Julio Raffo, Martín
Lousteau, Miguel Bein, Eduardo Sguiglia, Carlos Piñeiro Iñíguez,
Santiago Soldati, Luis Tonelli, Martín Sivak, Trini Vergara y Nacho
Iraola. En esa presentación leí este comentario de lectura]
Viva la patraña*
No es una infidencia. Conversando con
Pablo Gerchunoff hace unos días me reveló, casi con pudor, cuál es, para
él, el principal desafío de La Caída ante la academia: ¿se puede
escribir historia de esta manera? Steven Spielberg, cuando terminó la
cuarta entrega de Indiana Jones se preguntó: ¿hay que contar las
historias de esta manera? Para mí, que quiero recrear el cine serial del
sábado a la tarde, sí. Pero hay otra forma, que es la de Peter
Greengrass, en Bourne III; que parece ser la manera de narrar según de
la sensibilidad de hoy.
Gerchunoff ofrece caminar esta segunda
avenida, que es más rica por los debates que le propone al lector para
entender y discutir un hecho misterioso de la historia contemporánea.
¿Cayó Perón por su pelea con la Iglesia, porque se alejó de los EE. UU.
cuando menos le convenía, porque fracasó la aventura continental o
porque se le derrumbó la economía?
Ese abanico de hipótesis no tiene una
solución unívoca en el autor. Quizás no la tiene ningún hecho de la vida
pública. Adelanta, con honestidad, su percepción de que seguramente se
desmoronó por desgaste, por cansancio, por la incomprensión de los
propios y de los adversarios. Por soledad (pág. 290).
Esta hipótesis fuerza a un apartamiento
del canon historiográfico, de la manera convencional de escribir
historia. Ese modo descansa en el corsé de viejo realismo novelesco que
la novela ya abandonó hace rato. Tal canon supone que los regímenes
militares, verticales, autoritarios, como fue el primer peronismo, son
fuertes, y arrastran el mismo ciclo biológico de los seres vivos –
nacimiento, apogeo y muerte. La hipótesis de que un régimen así haya
caído por cansancio y soledad, por abandono del líder a su pueblo,
necesitaba una forma distinta de escribir la historia.
Claro, Pablo, que se puede escribir la
historia de otra manera. La que elegiste en La Caída te permite deslizar
que quizás ese régimen era débil, que estaba herido por
vulnerabilidades que lo acosaron en muy pocos años después de su
instauración. Que era muy fácil que cayera, casi sin sangrar.
El libro es en realidad dos libros. La
primera parte es un reportaje imaginario a Juan Perón en 1973.La segunda
narra e interpreta los hechos que sirven a la formulación de una
hipótesis sobre la caída de Perón en 1955, montada sobre una revisión de
la oferta explicativa de la historiografía sobre el tema. Con libertad,
Gerchunoff inventa un nuevo formato para el género histórico. Con
libertad, el lector puede elegir por dónde arrancar.
Con la elección de un género novedoso,
que explota la “soledad gloriosa” con que define el crítico Mario Valdés
la especificidad del lenguaje literario, el libro encuentra la mejor
manera de acercar al lector los elementos para entender mejor el pasado.
Desde este ángulo, La Caída es un texto
de ficción porque tiene “la capacidad de provocar una re-descripción del
mundo en su lector” (Valdés, 1998). A lo Bourne, Gerchunoff ofrece al
lector un menú variado modos de caminos de ingreso al misterio de la
caída de Perón. Para la interpretación, echa mano de un tesoro
documental que incluye hasta un cuaderno de Alieto Guadagni, sobre sus
pininos en la política en la fundación de la democracia cristiana bajo
el régimen de Perón. Nadie imaginaba que Alieto, el polígrafo,
escribiese escrito algo y ya no lo hubiera publicado. Pero es uno de los
aportes claves del libro de Gerchunoff, que se saca de encima el molde
del recitativo convencional. Importante para un tema sobre el cual no
hay una interpretación canónica. Nadie sabe por qué cayó Perón. El
asalto a ese enigma ofrece varias laderas. Gerchunoff las propone todas.
Con el libro de Pablo podemos discutir la
caída de Perón bajo nueva luz y él nos ofrece, además, una
participación en el acertijo. Este 62, modelo para armar, puede leerse,
cortazarianamente, de la mitad hacia adelante, con el relato lineal del
autor y sus hipótesis sobre el tema del libro. O leerse desde el
comienzo, entrando en la ficción del diálogo imaginario de Pablo con
Perón. Ese diálogo es un híbrido, transgénico – dicho en homenaje a
Felipe – que está entre el cuento fantástico, el reportaje periodístico y
el drama escénico. Elige tu propia aventura. El mejor servicio del
autor es ese abanico de pasadizos hacia la comprensión del enigma.
¿Es legítimo? Lo es si propone una
re-descripción de la realidad histórica. El gran enemigo, muchas veces
invencible, del historiador es la patraña. No hay con qué darle desde la
verdad. La historiografía sobre San Martín se revuelve desde hace más
de siglo y medio en el debate sobre la veracidad o falsedad de carta de
Lafond que éste afirma le envió San Martín a Bolívar después de
Guayaquil. Se han roto matrimonios por esta discusión que algunos creen
puede iluminar ese otro misterio, que es por qué San Martín se bajó de
la campaña de la emancipación y se volvió a su casa. (¿desgaste,
cansancio, incomprensión, soledad?) La historiografía, después de más de
170 años, va creyendo que es verdadera. Antes que nada, porque los
hechos externos, los que están afuera de la carta, no disienten con su
contenido.
Tranquilo, Pablo. Dentro de 200 años
esta patraña de tu diálogo con Perón va a ser considerada verdadera de
toda veracidad. Lo leerán como único registro ológrafo de lo que pasó en
1955. Leonardo Sciascia en su pesquisa del Teatro de la Memoria,
plantea que el presente totalizante y totalitario destruye la ambigüedad
del pasado y justifica hasta lo que parece ficción. Por eso este
diálogo real de toda realidad tendrá en su momento el valor probatorio
que tienen los diálogos platónicos sobre la existencia de Sócrates. ¿Qué
más quiere un historiador que imponerse a la patraña, ese enemigo
oscuro y falaz, con una patraña mejor?
*Pablo Gerchunoff, La Caída. 1955 (Buenos Aires: Crítica, 2018)