La desorganización social.
(El
peligro contemporáneo para el hombre, es el mismo hombre, no como
individuo sino en su relación colectiva con los otros; es el quien ha
desorganizado la geografía, es el quién ha vaciado de contenido a sus
instituciones, es el, en el ejercicio del poder con el que fue
investido, quien produce la desorganización social).
¿Qué es la desorganización social?, ¿cuándo se produce?
Un
sistema social organizado es aquel relativamente integrado, ordenado y
centralizado, que responde a las necesidades de afirmación y proyección
de la sociedad global. En tal caso el comportamiento de los distintos
integrantes coinciden con los modelos de conducta colectiva
preestablecida en todos los entes sociales, individuales y colectivos.
Cuando
el cambio sociocultural al cual fue lanzada una sociedad no se produce
en forma sincrónica y simétrica, esa situación anómala producirá una
disyunción entre las normas institucionalizadas y las aspiraciones
fundamentales de las partes, que podrá expresarse por un simple
disconformismo o incluso, hasta por una rebelión abierta. Dicho de otro
modo, en lenguaje de patología social y de estasiología (sociología de
la revolución), la desorganización social implica todo desajuste de las
“partes”, todo conflicto y toda desviación de las pautas normadas
Como
concepto sociológico, la desorganización social se refiere al fracaso
de los organismos institucionales, a la desintegración de vínculos y
controles que hacen que el equilibrio social pueda o no mantenerse.
La
desorganización social es un concepto que abarca varios fenómenos como
el conflicto social, el conflicto de culturas, el desajuste entre los
medios y los fines socialmente aceptados, y otros tipos de
incompatibilidades y contradicciones, asumiendo a veces la forma de
normas y valores que resultan incompatibles o contradictorios, que
parecen permitir diferentes tipos de conducta en una misma situación.
La
coexistencia de dos o más sistemas valorativos o de diferentes esquemas
de comportamiento, produce conflictos de discrepancias en la conducta
social de las “partes” integrantes de un sistema social, pudiendo
aparecer entre las “partes” rezagadas o en conflicto, un deliberado
propósito de resistir al cambio.
Los
grupos o individuos que están más expuestos a las presiones generales,
son los más susceptibles de ignorar y violar las normas sociales. Sus
reacciones dependen de los valores, expectativas y necesidades que
llevan consigo cuando se enfrentan a las particulares dificultades que
les crean las circunstancias en las que se encuentran.
Cuando
los hombres dejan de compartir valores esenciales, la sociedad se
enfrenta a un debilitamiento potencial de los vínculos que mantienen
unidos a sus miembros. Quienes no utilizan cauces aceptables a través de
los cuales puedan intentar el mejoramiento de sus condiciones, llegan a
ser enemigos potencialmente explosivos del orden existente, cayendo en
la anomia, que es en sí misma una forma de conducta desviada basada en
el colapso personal, aunque no constituya inicialmente, un desafío directo a la sociedad, a la autoridad o al derecho.
Siempre
hay tendencias a la no conformidad que son inherentes a la propia vida
social, la fuerza de tales tendencias varía con el grado de
desorganización social, que está siempre parcialmente presente, pero que
puede agudizarse en algunos sectores de la sociedad.
Mientras
los medios institucionalizados permitan la realización de fines
socialmente valiosos, la gente obtiene recompensas “como producto y como
proceso, como resultado y como actividad”. Pero si se pone énfasis
excesivo en los objetivos o si los medios definidos se revelan
inadecuados o inaccesibles para alcanzarlos, la gente se declarará
insatisfecha porque percibirá una disociación entre la realidad objetiva
del crecimiento, y la percepción subjetiva de la satisfacción entonces,
las presiones hacia la materialización de conductas desviadas, pueden
aparecer en aquellos que se sientan o sean efectivamente afectados,
debido a su posición o a su actividad en la sociedad, para obtener los
fines que persigue.
Cuando
se generan cambios que aparecen como imprevistos para la sociedad (o
para un sector significativo de ella) y las instituciones y/u
organizaciones establecidas no pueden resolver los problemas planteados,
se producen presiones o provocaciones que pueden conducir a conductas
grupales no convencionales que llegan a afectar generalmente al clima
político, generando esfuerzos organizados para introducir las reformas
necesarias a la solución de sus dificultades. El éxito o fracaso de
estos esfuerzos dependerá de factores tan complejos como el liderazgo,
la organización, la ideología y las relaciones entre las fuerzas
políticas actuantes.
En
la medida en que varios grupos sociales afectados se empeñen en
eliminar las fuentes de donde proceden sus dificultades, podrán surgir o
no eventualmente las soluciones que restablecerán el consenso, la
solidaridad y la integración de la cultura y la estructura social que se
requiere, para que impere el orden y la estabilidad social, pero
paralelamente podrán producir inestabilidad política.
La
desorganización y la reorganización, no son meros aspectos estáticos de
la estructura social y cultural, sino procesos que están en movimiento
continuamente, incluso en forma simultánea, dentro de la vida social.
Los
indicadores de la Inteligencia Psicosocial Dinámica, es decir,
recientes y actuales, permiten apreciar ciertos márgenes o espacios ya
vulnerados por la situación de crisis analizada, que engloba a los
factores de índole económico, social, político e institucional.
El
contexto de desorganización social argentino lo sume en un estado de
gran vulnerabilidad, favoreciendo esta, la penetración de líneas de
agresión orientadas a la captura cultural de su sociedad.
Todos
los indicadores muestran que vamos a chocar frontalmente con una nueva
ola de conflictos sociales que podrán arruinar las potencialidades
estratégicas que permiten mantener la continuidad del actual crecimiento
económico, como así también los proyectos inclusivos del Gobierno.
La
intensidad de la violencia generada o a generar, o lo no aparición de
la misma, dependerá exclusivamente de la influencia desarticuladora que
posean las medidas que adopte Mauricio Macri para satisfacer la “marea
de expectativas crecientes”.
Algunos indicadores retenidos que pueden materializar la descripta desorganización social
1. Percepción de sectores de la población de situaciones de privación.
2. Reducida posibilidad de resolver conflictos internos por parte del Estado.
3. Vulneración permanente de los moldes tradicionales.
4. Percepción de escasa eficiencia operativa del gobierno.
5. Bajo nivel de logros por parte del Estado.
6. Desajustes
en el sistema económico (crisis, desocupación, pobreza, lockout,
dumping, monopolio y oligopolios, mercado negro, agio, usura, etcétera).
7. Resentimiento
en sectores de las clases medias al percibir que su situación
socioeconómica no concuerda con el autoconcepto de la valía que ellas
tienen en sí mismas.
8. Desajuste ecológico y sus problemas conexos (escasez de vivienda, “villas miserias”, desarraigo y marginación social).
9. Personalidades
marginales por deficiencias constitucionales o conductas anómicas
(drogadictos, alcoholicos, prostitución, homosexualidad, violencia,
etc.)
10. Desajustes demográficos.
11. Desaprensión en la atención por parte del Estado del “grupo de gran riesgo” integrado por la infancia y la niñez.
12. Deseos en grupos sociales de aliviar la carga tributaria de un régimen administrativo considerado ineficiente o injusto.
13. Convicción
en sectores empresariales de que sus oportunidades para mejorar
financierramente se ven indebidamente limitadas por medidas
gubernamentales.
14. Ausencia de armonía entre los grupos sociales más poderosos.
15. Existencia de mitos sociales antagónicos que describen una polarización ideológica en sectores poblacionales.
16. Incapacidad del Estado para efectivizar la integración nacional.
17. Apatía estatal ante la introyección, en la sociedad que conduce, de filosofías sociales irrealizables o corrosivas.
18. Disrrupción funcional entre el Estado y el cuerpo social que gobierna.
19. Atrofia
del Estado para registrar las creencias y representaciones colectivas
(motrices e inhibitorias) de las fuerzas intermedias del cuerpo social.
20. Ineptitud del Estado para concebir la formulación del interés nacional propio.
Breve conclusión respecto al tema en nuestro país:
En
Argentina la crisis social ha desintegrado el sistema de valores que
sirvió de marco de referencia a la conducta social y a la cohesión
nacional.
La
brecha entre las distintas generaciones, contribuye a esta disyunción
de los valores de referencia al punto tal, que lo que resulta
“prohibido, inconveniente o inmoral” para algún sector o estrato social,
es percibido por otros como “permitido, moral o deseable”.
Este
estado de confusión es la anomia, la carencia de toda norma. Todos los
indicadores psicosociales resaltan en nuestro país esta situación de
“SOCIEDAD ANÓMICA” y de conducta individual anómica.
Si
el Estado no corrige de inmediato la disarquía existente en todos los
campos de la crisis, concordante con el contexto situacional descripto,
la sola dinámica de la desorganización social estaría indicando los
pródromos de una altamente probable disociación (descohesión social,
antagonismos políticos irreductibles, etc.) pudiendo sobrevenir en tal
caso, lo que las ciencias políticosociales codifican muy bien: una
guerra interna.
En azul y blanco, HUGO CESAR RENES.