EL MÉTODO
12:00 – (Por Rubén Lasagno) – ¡Es la corrupción, estúpido!
digo parafraseando a James Carville, asesor de Bill Clinton, solo que
en vez de apuntar a la economía como matriz de cambio, lo voy a usar
para explicar el método de corrupción sistémica instalado por el kirchnerismo en el 2003 a nivel nacional, extraído del útero de la corrupción K: la provincia de Santa Cruz.
Los cuadernos, los bolsos de López, la “rosadita”, las bóvedas de Báez y todo aquello que nos sorprendía, quedó atrás. Hoy asistimos con enorme perplejidad a una operación a corazón abierto de “el método”,
la forma sistemática ideada, puesta a andar y perfeccionada durante 12
años por Néstor Kirchner y continuada por su viuda, para robarse un
país.
El método se define etimológicamente como “el modo ordenado y sistemático de proceder para llegar a un resultado o fin determinado”. Es aplicable a todas y cada una de las actividades humanas; la corrupción es una de ellas.
cuando en el 2006 y 2007 hablábamos de un “plan sistemático de saqueo” a la cosa pública y muchos colegas de la prensa nacional nos pisaban
en las entrevistas radiales para evitar que siguiéramos “diciendo
pavadas”, nos desviaban el objeto de conversación o hacían pequeños pero
profundos silencios en oportunidad de contarles cómo lavaban dinero con
los hoteles de El Calafate, cómo se acomodaban las licitaciones
públicas y se cartelizaban las obras, las cuales siempre caían en las
mismas manos, no pocas veces uno sentía que estaba solo hablando al viento y escribiendo sobre el agua.
Ya advertíamos la existencia de un método, el cual se estaba perfeccionando. Por supuesto el método estaba inserto en “el modelo”,
el arquetipo de gobierno, el marco general, el contenedor, el cual con
pautas especiales y comportamientos agresivos y discriminatorios, un
manejo de la economía vendido como razonable aún cuando fuera estatista
100% y cerrado, una forma conductista y discriminatoria, autoritaria y
controladora de proceder en el gobierno, todos debíamos seguir,
fortalecerlo y creer en él como la única receta que nos iba a salvar.
El modelo,
entonces imponía simular que se daba algo a cambio de nada y se
protegía a la sociedad mediante valores inventados, discursos vacíos de
contenido y sinceridad, pero orientados a “convencer” de que estábamos
bien, cuando íbamos mal. El populismo fue la base de aquel modelo,
por cierto perverso y falaz. Era necesario que la gente estuviera
contenta con precios bajos, nafta barata, pasajes al alcance de
cualquier bolsillo, luz y gas regalados, etc y los segmentos más
empobrecidos, en vez de darles trabajo, se inundaron de planes sociales,
ayudas económicas y a cambio les pidieron ser soldados de sus causas
inventadas en las calles, cuyas hordas organizadas hoy sienten la
abstinencia de aquellos años de obscena vagancia y servilismo rentado.
Paralelamente, por los submundos oscuros de la corrupción, los
sobreprecios, retornos y subsidios alimentaban un drenaje de fondos y de
futuro que no tenía fin.
Y finalmente el método
se reveló. La trama oculta de la inmundicia política, empresarial y
gremial que asoló el país en la década robada, comienza ahora a derramar
el pus y ya no hay antibiótico que la detenga. Es imparable. Los
esfuerzos de los culpables del latrocinio institucionalizado en la
Argentina, no pueden contener la hemorragia de semejante sangría. Lo que
no dijeron los políticos impunes, acostumbrados a las zamarreadas de
una justicia que mira con un ojo, lo han logrado los empresarios
coimeros, lavadores de plata, que se asociaron con la clase política
abyecta de la década pasada, para afanarse el país. Ellos no pudieron
resistir la presión. No están acostumbrados a padecer y no por ser más
sensibles, sino por ser más cobardes.
Ya nada importa de todo lo
que vimos anteriormente. No importan los bolsos, ni los cuadernos, ni
los Báez contando plata en una cueva financiera… En realidad, es como si
estuviéramos mirando lo ocurrido en 12 años, por el ojo de una cerradura. Hoy, la puerta se abrió
y tenemos ante nosotros la verdadera dimensión de lo ocurrido, sus
actores, la forma en que se llevó a cabo, los personajes que articularon
las maniobras, los fondos que desaparecieron, las rutas, los aviones,
los bancos, los empresarios de la mesa redonda y hasta los porcentajes
de las coimas y los sobornos que engrosaban enormes bolsos de los cuales
cada uno sacaba su parte y finalmente terminaban en Uruguay y Juncal de
CABA o en Río Gallegos.
Se reveló el método. Ahora sabemos cómo lo hacían, cuándo lo hacían, para qué lo hacían y para quién lo hacían. Solo falta que vayan todos presos y fundamentalmente los máximos responsables de la banda: Cristina Fernández, su hijo Máximo y algunos que todavía están sorteando a Comodoro Py donde sus cómplices han gastado las escalinatas en estos últimos meses.
A Néstor Kirchner le adjudican una frase que reluce frente a una Unidad Básica de Pablo González “Propongamos un sueño“. Dice, como un epitafio: “Quisiera que me recuerden por haber marcado un rumbo”
Y yo creo que es muy importante no olvidarlo a Néstor por el rumbo que bien marcó y con el cual nos marcó a todos los argentinos. El modelo para robar y el método de corrupción utilizado durante tantos años, deben vivir siempre entre nosotros para que, como ciudadanos, no volvamos a caer en el error de permitir
que alguien del mismo linaje que el entonces presidente y su viuda,
vuelvan a instalarse en la Argentina para terminar de quitarnos lo que
no pudieron llevarse. (Agencia OPI Santa Cruz)