“Sin duda alguna, un día Rusia atacará a Israel, lo dice la Torá”: Benjamín Netanyahu, Primer Ministro de Israel 1996-1999
Desde
el punto de vista profético, Israel es el “reloj” de Dios, el
cronómetro que nos dice cuán cerca ó lejos estamos de que concluyan los
actuales tiempos de las naciones y de la Iglesia, y comiencen los
tiempos mesiánicos del Reino de Cristo.
Precisamente por eso, por
los acontecimientos que estamos presenciando, podemos estar seguros de
que el mundo está a punto de cambiar abrupta y drásticamente, a partir
de circunstancias que afectarán a judíos, cristianos y musulmanes, en
primer término, pero también a las demás religiones de la Tierra.
Los
judíos esperan la venida del Mesías por primera vez, los cristianos lo
esperamos en su segunda venida. Ese grandioso advenimiento estará
precedido por una serie de hechos mediante los cuales Dios irá
preparando a la humanidad entera. Próximamente, Dios romperá el silencio
que ha guardado hasta ahora respecto al pueblo judío, y volverá a
actuar directa y portentosamente como lo hizo con prodigios admirables
en el pasado.
Toda la historia de Israel está caracterizada por
diversos momentos de castigo y silencios divinos, siempre debidos a las
infidelidades del pueblo adoptado por Él. Las Escrituras recalcan que
las deportaciones y dominaciones (de Egipto, Babilonia, Persia, Grecia,
Roma) fueron permitidas por Dios en vista de que los suyos quebrantaban
la alianza. De suyo, esa dramática historia de correctivos por parte de
Dios es la prueba indirecta de que efectivamente son el pueblo elegido,
pues lo son con pesar de eso mismo.
El último de los castigos de
Dios sobrevino en el año 70 de nuestra era por haber rechazado a su
propio Hijo. El Emperador romano Tito Flavio Vespasiano ordenó la
destrucción total de Jerusalén, obligando a los judíos a abandonar la
tierra prometida y a emigrar a todo el mundo. Del Templo, como lo
predijo el mismo Jesucristo, no quedó “piedra sobre piedra”.
Así,
el último de los silencios de Dios respecto de los judíos, el presente,
es el que va desde la extraordinaria manifestación divina el día de
Pentecostés, hasta el toque de la primer trompeta del Apocalipsis. Se
trata del silencio divino más largo de la historia.
Ahora bien,
el profeta Ezequiel predijo que, después de la dispersión, los
israelitas volverían a reunirse en la tierra prometida: “He aquí que tomaré a los hijos de Israel de entre las naciones a donde se fueron, y los reuniré y los traeré a su tierra”
(Ez 37, 21). Esa profecía se cumplió el 14 de mayo de 1948. A partir de
entonces comenzaron formalmente los así llamados “últimos tiempos”.
En
el Antiguo Testamento, la atención de Dios se centraba en los judíos y
su presencia en la tierra prometida bajo la ley que Dios dio a Moisés.
En el Nuevo Testamento, Dios guarda silencio respecto a su pueblo y su
atención se centra en la Iglesia, ofreciendo la salvación a todos los
gentiles.
Cuando el llamado de Dios a formar parte de la Iglesia
se haya completado, el tiempo de gracia terminará, Dios removerá a la
Iglesia fiel mediante la primera resurrección y el Arrebato de los
fieles, y se volverá a concentrar en su plan de salvación sobre los
judíos.
Gracias al profeta Ezequiel sabemos de qué manera Dios
romperá su silencio, antes de que inicie el periodo de la Gran
Tribulación. Él describe una batalla, comúnmente conocida como la
“Guerra de Gog y Magog”, en que Dios destruirá portentosamente a una
alianza de invasores que atacarán Israel, así como a las naciones de
donde vinieron esos ejércitos.
La Guerra de Gog y Magog es un
conflicto único en su cronología, en su propósito, en sus
características y efectos sobre Israel y sobre el mundo entero.
Ezequiel
predijo que, después de reunidos nuevamente en la tierra prometida, al
final de los tiempos, los israelitas serán atacados por los enemigos del
norte (países árabes) juntamente con Rusia: “He aquí que estoy
contra ti, Gog, príncipe soberano de Mésec y Tubal (actual Rusia) (…) te
sacaré con todo tu ejército (…) Con ellos están Persia (Irán), Cus
(Etiopía) y Fut (Libia), todos ellos armados con escudo y yelmo. Gómer,
con todas sus tropas, y la casa de Togarma (Turquía), desde el lejano
norte con todas sus tropas y muchos pueblos contigo (...) Después de
muchos años invadirás un país salvado de la espada, reunido de muchos
pueblos a los montes de Israel (…) En los últimos días atacarás a mi
pueblo Israel como nublado para cubrir la tierra” (Ez 38, 3-8, 16).
A
lo largo de los capítulos 38 y 39, los nombres de Gog y Magog son
utilizados en forma conjunta como título que denomina la combinación de
un gran adversario de Dios: Gog como un “príncipe”, y Magog como un país
ó región. Dos veces utiliza “Magog” para indicar el territorio de donde
es originario el líder denominado “Gog”, que en hebreo antiguo
significa “encumbrado”. Al mencionar a Gog como proveniente del “lejano
norte”, Ezequiel parece estar denotando el nivel máximo de autoridad
dentro de una alianza de naciones de lo que hoy son las ex repúblicas
soviéticas, territorio del antiguo reino de Anatolia y más allá del
Cáucaso.
Esa guerra mundial, en la que varios países se unirán
para atacar a Israel concluirá, dice Ezequiel, con una portentosa
intervención divina que frustrará la invasión. Meses después tendrá
lugar el falso acuerdo de paz firmado por el personaje a quien el
profeta Daniel llamó la “cuarta bestia” (denominado por San Juan como el “Anticristo”), el cual dominará el mundo durante siete años: “por otra semana sellará un pacto con muchos”
(Dn 9, 27). Jesucristo llamó a ese periodo la “Gran Tribulación” y es
la etapa en que la humanidad será purificada y preparada para su Retorno
glorioso, acontecimiento que cierra los tiempos de la Iglesia y de las
naciones, y da inicio a los nuevos tiempos mesiánicos del Reino de Dios
en la Tierra.
La guerra contra Israel descrita por Ezequiel, y
que es previa a los siete años de la Gran Tribulación, será abortada por
una acción directa de Dios: “Sobre los montes de Israel caerás tú y
todas tus tropas, y los pueblos que fueron contigo (…) Y haré notorio
mi santo nombre en medio de mi pueblo Israel, y nunca más dejaré
profanar mi santo nombre; y sabrán las naciones que yo soy Jehová, el
Santo en Israel” (Ez 39, 4, 7).
El profeta nos dice que los ejércitos que atacarán Israel serán derrotados de forma milagrosa y deslumbrante: mediante un gran terremoto (Ez 30, 19); por tempestad, enormes granizos, fuego y azufre (Ez 38, 22); y por una confusión masiva en la que los agresores comenzarán a matarse entre sí (Ez 38, 21).
Esa
intervención divina para proteger a Israel revivirá en los judíos la
conciencia de la elección, pero los confundirá al creer que el líder
ruso aniquilado era la cuarta bestia de Daniel, y que el promotor de la paz es el Mesías.
Cabe
mencionar que la guerra mundial descrita por Ezequiel no es, como
erróneamente se piensa a veces, la batalla de Armagedón, la cual será
otra campaña militar que se librará hacia el final de la Gran
Tribulación, una vez que el Anticristo haya roto el acuerdo de paz y se
vuelva contra los mismos judíos. La campaña de Aramagedón es descrita
por el apóstol San Juan en el libro del Apocalipsis (Ap 16, 12-16), y es
la que propiciará la Parusía, pues Jesús en persona volverá para salvar
a Israel de la destrucción que le pretenderá infligir el Anticristo.
Con
todo, a la Guerra de Gog y Magog también se le puede llamar “de
Armagedón” porque también tendrá lugar en el valle de Armagedón, llanura
de Meguido, al norte de Israel, pero claramente difieren una de otra,
en el tiempo y en sus características.
Los siete años de la Gran
Tribulación, también conocida como la “setenta semana de Daniel” (por
ser el período que falta a la profecía de las 70 semanas, de las cuales
ya se cumplieron 69 semanas), son dos partes divididas en tres años y
medio, de 1260 días exactos cada mitad (Ap 12, 14; 13, 5; Dn 7, 21).
Es
a mitad de la semana, es decir, a los tres años y medio de iniciada la
Gran Tribulación, cuando el Anticristo romperá el falso acuerdo de paz,
proscribirá el sacrificio divino, y desatará la persecución contra todos
los que no se sometieron a su gobierno: “a mitad de la semana hará
cesar el sacrificio y la oblación; y en el ala del Templo habrá
abominaciones desoladoras hasta el final, cuando la ruina decretada se
derrame sobre el desolador” (Dn 9, 27).
Previsiblemente, la
Guerra de Gog y Magog será posterior a un ataque previo de Israel contra
Siria. Ese embate, que fue profetizado por Isaías, aparentemente
refleja una agresión nuclear, ya que la capital siria será completamente
destruida: “He aquí que Damasco dejará de ser ciudad; será un
montón de ruinas. Cesará el reino de Damasco, y lo que quede de Siria
será como la gloria de los hijos de Israel, dice Yahvé de los ejércitos” (Is 17, 1-3; 9). También Jeremías y Amós señalan que Damasco será destruida por el fuego (Jr 49, 23-27; Am 1, 3-5).
Isaías
establece una relación entre la devastación del Líbano (Is 10, 23-25;
34) y la total destrucción de Damasco. Ambas naciones son asirias, y el
Líbano ha estado esencialmente bajo control de Siria.
La Guerra de Gog y Magog traerá cambios significativos para Israel, para Medio Oriente y para el mundo entero.
Israel
atravesará por un proceso de limpiar y enterrar los cadáveres de sus
enemigos que durará siete meses (Ez 39, 11-16). Algunos estudiosos
sugieren que la mención explícita de Ezequiel de “siete meses” pudiera
ser para indicar el tiempo que tardará en iniciar la Gran Tribulación
después de la Guerra de Gog y Magog, es decir, del momento en que el
Anticristo firmará el falso acuerdo de paz.
Con la intervención
divina en la Guerra de Gog y Magog, Israel se despertará espiritualmente
a Dios, al Dios de los milagros del Antiguo Testamento. Los judíos se
congregarán festivos en Israel mientras las naciones que pretendieron
atacarla llorarán sus bajas.
Israel expandirá sus fronteras, readquirirá control total sobre Jerusalén y reconstruirá el Templo.
El
fin último del fundamentalismo islámico de borrar a Israel del mapa y
dominar el mundo mediante la ley islámica será innegablemente rechazado
por Dios.
Las naciones de Medio Oriente y muchas personas reconocerán abiertamente al Dios de Israel.
Erróneamente,
el mundo entero proclamará que la guerra ocurrida fue la batalla de
Armagedón, que el milenio de bienestar ha comenzado, y que el nuevo
líder surgido de las cenizas del conflicto mundial es el Mesías
esperado.
Pero en realidad, lo que habrá empezado es el engaño
supremo, y la batalla final entre el bien y el mal, entre el ungido de
Satanás y el verdadero Mesías, el cual volverá siete años después, al
final de ese periodo de tribulación.
Por más violento y corrupto
que percibamos al mundo en la situación actual, por más ausente y
silencioso que Dios nos parezca respecto a esta situación, la verdad es
más que clamorosa. El silencio de Dios durante esta era se puede
comparar a la quietud que precede la tempestad. La tempestad será el
cumplimiento del período de juicios de Dios conocido en las profecías
como “el Día del Señor”.
Dios no permanecerá silencioso por siempre. En palabras de Isaías, “Por amor de Sión no he de callar, por amor de Jerusalén no he de estar silencioso” (Is 62, 1).
El
enfoque de la profecía de Gog y Magog es significativamente la
implicación de Dios en primera persona. Él no usará a personas como
Moisés ó Aarón contra el faraón egipcio, como tampoco existe referencia
aquí a los dos testigos de San Juan (otra razón que lleva a concluir que
ésta guerra es previa a la 70 semana de Daniel).
Al inicio de
los dos capítulos 38 y 39, Dios declara “He aquí que estoy contra ti,
Gog...” Dios mismo en persona se muestra airado contra Gog y su alianza
de naciones por estar en su contra. Y Dios mismo es quien lo provoca
para salir de Magog y dirigirse contra Israel, haciéndolo caer en la
trampa: “Yo te haré dar media vuelta (...) y te haré salir con todo tu ejército” “Yo mismo te traeré contra mi pueblo”.
Algunos autores opinan que la referencia a dar media vuelta y ser traído “con garfios en las quijadas”
denotan la referencia a Gog ó Rusia resistiéndose a entrar en la
guerra, pero finalmente siendo arrastrada por la coalición de naciones
musulmanas.
La apertura del primer sello pudiera tener relación
con el Anticristo, ya que su forma de adquirir prestigio internacional
es por sus conquistas de guerra.