La gran realización de Karl Marx: coaligar a los adeptos de una tendencia
Una tendencia radicalmente igualitaria y anárquica
La
gran realización de Karl Marx no fue la elaboración del llamado
comunismo científico, doctrina confusa e indigesta que pocos conocen. El
marxismo es tan ignorado por las bases comunistas y por la opinión
pública de nuestros días cuanto las elucubraciones de Plotino o
Averroes. Marx consiguió, eso sí, desencadenar la ofensiva comunista
mundial, coaligando a los adeptos de una tendencia radicalmente
igualitaria y anárquica, inspirada toda ella en el comunismo utópico.
En
otros términos, si los líderes marxistas están imbuidos de Marx en
mayor o menor medida, los soldados rasos que ellos comandan son en
general incapaces de conocer su doctrina. Lo que les lleva a
aglutinarse alrededor de sus jefes son vagas ideas de igualdad y de
justicia inspiradas en el socialismo utópico.
Y si los cuadros
marxistas encuentran fuera de sí mismos, en ciertos sectores de la
opinión pública, una aureola de simpatía, lo deben en el fondo a la
irradiación casi universal de los principios igualitarios de la
Revolución Francesa y del sentimentalismo romántico inherente al
socialismo utópico.
Un sustrato igualitario y anárquico continúa influyendo a fondo en la opinión pública
De
todas estas consideraciones resalta con claridad cuál es el principal
factor causante del caos en que va hundiéndose Occidente, y hacia donde
va arrastrando al resto del mundo.
Ese factor es la aceptación muy
generalizada de las tendencias y doctrinas de sustrato igualitario y
anárquico que continúan influyendo profundamente en la opinión pública. Y
así, ellas sirven de cebo a los comunistas para arrastrar, en
determinadas coyunturas políticas, a las turbas con las que pretenden
arrasar los últimos vestigios de sacralidad y jerarquía de la
civilización cristiana aún existentes.
Esto no quiere decir que el
pensamiento de Proudhon y de sus congéneres constituya la gran palanca
ideológica de los acontecimientos contemporáneos. Los utopistas están
muertos, y casi nadie los recuerda en nuestros días. Ellos no fueron
sino una etapa en la gran trayectoria iniciada por los movimientos
ideológicos y culturales del siglo XVI. Ellos contribuyeron a
universalizar las aspiraciones de nivelación económico-social que la
Revolución Francesa contenía tan sólo en germen. Dichas aspiraciones de
total igualdad económica y social, de las cuales los utópicos no fueron
sino portavoces, alcanzaron un eco difuso en todo el mundo. Ese eco
continúa repercutiendo a lo largo de la Historia, mucho tiempo después
de haber caído en el olvido tanto ellos como sus obras.
Si queremos, pues, detener los pasos de la nueva catástrofe que nos acecha, es necesario principalmente deshacer el trágico error doctrinal que identifica la igualdad absoluta con la justicia absoluta, y la libertad verdadera –de la que la Verdad y el Bien absolutos son merecedores– con el libre curso, e incluso con el favorecer de todos los errores y de todos los desórdenes.
Extractado de “Autorretrato filosófico”, de Plinio Corrêa de Oliveira