Manipulación mediática amenaza la paz mundial
Desde que se iniciaron los
primeros movimientos insurreccionales en Ucrania los medios informativos
occidentales “globalizados”, vienen divulgando falsedades de muy grueso
calibre. Tergiversan la realidad en lo que se refiere a la postura de
Rusia frente al conflicto.
La de un país con un pueblo que si
conoce los horrores de la guerra y para el cual, dicho en palabras de un
alto ex funcionario estadounidense, “…Ucrania (para los rusos) nunca
será simplemente otro país. La historia rusa se origina en la Rus de
Kiev, la cuna de la religión rusa. Durante siglos Ucrania fue parte de
Rusia”.
Aprovechándose de problemas internos y
del sentido malestar con la gestión de un gobierno surgido de las urnas
electorales, grupos radicales armados y bien entrenados, una minoría
auto-declara antisemita y antirusa, descendiente ideológica de aquel
Ejército Insurgente Ucraniano que fue responsable de crímenes de lesa
humanidad durante la ocupación nazi en los países del este europeo se
han hecho de manera ilegítima del poder. La escalada de violencia que
iniciaron culminó en lo que desde los inicios se había programado en
concordancia con sus amigos de occidente, un Golpe de Estado.
Sin embargo, antes de proseguir con el
presente comentario, es necesario aclarar que, entre tanta
desinformación, hay algo que es cierto. Sí hay militares rusos en
Crimea. Están allí desde el año 1783 cuando la entonces emperatriz
Catalina II anunció la creación de la Flota del Mar Negro en ese
entonces territorio de Rusia. Y algo no menos importante: el pueblo de
Crimea es mayoritariamente ruso parlante. Se siente ruso porque lo es,
tanto en Crimea como en una significativa proporción de otras regiones
del sur y el este de Ucrania. No son “colonos” y han vivido allí desde
siempre. Crimea es un territorio que después de la disolución de la
URSS, y luego de prolongadas y amigables negociaciones entre pueblos
históricamente hermanos, que pertenecen a una misma etnia, quedó bajo
jurisdicción de Ucrania con el nombre de República Autónoma de Crimea.
Es difícil predecir si la racionalidad
que conduce a la aceptación de las diferencias, que es pacífica
convivencia y al final mutua conveniencia, prevalecerá o se impondrá una
vez más las delirantes ambiciones de dominación por parte de quienes
vienen sumando en la historia de los últimos años páginas sangrientas de
golpes de Estado, apoyo a dictaduras genocidas, invasiones y
desintegración de Estados para un mejor apoderamiento de los recursos.
La democracia solo la respetan cuando los gobiernos elegidos
democráticamente se subordinan al poder, los intereses y los designios
de una corporatocracia internacional que no conoce de moral, de
principios ni de límites.
Tendría validez tal vez el reclamo a
Rusia por tener presencia militar en Crimea si quienes mantienen fuerzas
militares en Europa y en países árabes y asiáticos, invadidos algunos
so pretexto de garantizar la seguridad de un país o grupo de países,
desistieran de esa presencia o al menos no le negaran ese mismo derecho a
los demás. La intención es clara: rodear, aislar y debilitar a Rusia o a
cualquier otro país que no se subordine a ese poder imperial cada vez
más debilitado.
Dependerá en mucho de la opinión pública
que esta peligrosa aventura, esta violenta e irresponsable escalada que
pone en serio riesgo la paz mundial llegue a su fin. O que al menos sea
controlada a tiempo por los sectores más moderados, que sí los hay, con
el fin encontrar una salida que aparte los tambores de guerra y
devuelva la tranquilidad colectiva.
A quienes desde su suprema ignorancia de
la historia, aplauden o aceptan el golpe violento de una minoría
ultranacionalista neo-fascista en Ucrania alentado desde el exterior, la
pregunta es la siguiente: ¿Qué más hace falta para dejar de creer en
historias falsas mal contadas y de repetir, sin pensar con cabeza
propia, las burdas mentiras sobre Ucrania, camufladas, una vez más, como
ya es costumbre, en ropajes de “defensa de la libertad y la
democracia”?
O contribuimos en algo para obligar a
esos pocos poderosos arrogantes a vivir en las diferencias y a respetar
espacios en una multilateral cooperación que conduzca a una paz
definitiva, o la vida humana en nuestro planeta tiene los días contados.
Y para terminar nos hacemos la siguiente pregunta: ¿Qué pasaría si
Rusia hiciera exactamente lo mismo? Decidiera provocar insurrecciones en
otros países aportando, dinero, armas y mercenarios a grupos
ultranacionalistas y violentos en el País Vasco, en Quebec, en Cataluña y
en otras regiones del mundo en donde podrían suscitarse conflictos de
similar naturaleza? Algo no deseado por supuesto, pero… ¿Serían mejores
las condiciones para arribar a “diálogos y acuerdos transparentes” más
fructíferos y duraderos? Pensemos en esto.