jueves, 3 de abril de 2014

ALEJANDRO BAYER: PREGUNTAS … AL AIRE

ALEJANDRO BAYER: PREGUNTAS … AL AIRE

PARUSIA
Preguntas… al aire
Apreciado Fabián:

A juzgar por la insistencia en sus respectivas posiciones respecto a los llamados “sedevacantismo” y “milenarismo” por parte de quienes defienden una y otra, estos dos asuntos parecieran ser de primera o decisiva importancia en esta última batalla contra el poder de las tinieblas, bien porque el Señor desea que tomemos medidas adecuadas al respecto, y/o bien porque el enemigo está empeñado en que sobre esos asuntos se tomen decisiones que conduzcan a nuestra perdición. Algo urge a todos en esas direcciones, y ese algo bien puede ser una o ambas de las dos opciones.

Me gustaría que me permitiera formular públicamente algunas preguntas en torno a esos dos temas, preguntas de esas llamadas retóricas y que solo se dirigen a otro para que el (o los) interlocutor(es) considere(n) algunos aspectos que quien interpela cree que no se han considerado… o que no se han considerado adecuadamente. Me gustaría pedirle a mi lector que las considere profunda y tranquilamente tratando de llegar a la verdad, y que no se detenga si descubre en mi pregunta la intención de cambiar su punto de vista: es muy posible que sea así, si su punto de vista es contrario al mío, pero lo que a él y a mí debe importar es la verdad, y por tanto si se llega a ella no habrá habido pérdida alguna: tan solo bendición.

Que presente de este modo estas preguntas no quiere decir que no me interese conocer respuestas —que el administrador de este blog bien puede enviarme si lo tiene a bien—, sino que no encuentro medio distinto o más adecuado para tomar parte en la conversación.
Mis preguntas son las siguientes:

  • ¿Cómo se puede afirmar que hay dos Iglesias, una Católica, de Cristo, constante desde hace veinte siglos, y otra nueva, la oficial, la conciliar (póngasele el nombre con que se la desee nombrar), iglesia que, a fortiori, no es de Cristo, no es Católica, y a la vez decir o creer que los pastores de la nueva y conciliar son los pastores legítimos de la Católica, de la única Iglesia de Cristo?
  • ¿Cómo pueden afirmar algunos, sin incurrir en flagrante contradicción (pecado contra la luz [Newman]), que los jerarcas de la iglesia oficial dejaron la Iglesia, salieron de Ella, pareciendo querer decir que apostataron de la Fe en Cristo, y que aún así son los legítimos pastores de quienes no han dejado la Iglesia, los representantes de Cristo, los superiores queridos por Dios para quienes seguimos adentro?
  • ¿Es o no posible que haya falsos pastores?
  • ¿En qué sentido puede un falso pastor (no-verdadero-pastor=no-pastor) ser un pastor legítimo? ¿Qué entiende por legítimo quien afirme que sí puede serlo? ¿Acaso la situación llamada “de iure” (legalidad, legitimidad) puede contradecir o subsanar de algún modo la situación “de facto” (la falsedad del pastor)?
  • Si es posible que haya falsos pastores, ¿es posible para el discípulo de Cristo reconocerlos?
  • La negación de lo anterior (preséntese como se presente: de cualquier modo en que se frene al fiel a tomar decisión de nombrar al y separarse del falso pastor) ¿no sería la afirmación de la defectibilidad de la Iglesia por cuanto implica la afirmación de la inevitabilidad del posible triunfo del enemigo, y la simultánea negación de la Verdad de las palabras del Verbo encarnado —la Misma Verdad—, que dijo que habría falsos pastores y deberíamos cuidarnos de ellos?

  • Si es posible reconocerlos ¿un verdadero discípulo de Cristo debe hacer el esfuerzo por reconocerlos para precaverse de ellos y tomar medidas para obedecer los muchos mandatos apostólicos de “apartarse” de él, considerándolo anatema (Gálatas)?
  • Responder que no ¿no sería afirmar que el mandato del Señor es insensato, es decir, sin-sentido?
  • ¿Qué se supone que debe hacer el discípulo de Cristo que reconoce a un falso pastor?: a. ¿guardar silencio sobre su conocimiento o darlo a conocer a todos cuantos pueda comunicarlo?; b. ¿obedecerlo según lo que mande, tal como haría con un pastor verdadero?; c. ¿tratarlo como a pastor verdadero para algunas cosas y como falso para otras?
    * * *
  • ¿No vino el Señor Nuestro Jesucristo para ser Rey tal y como se lo dijo a Pilatos?
  • Ese reinado ¿lo será en la historia o acabada toda historia (tras el fin del mundo)?
  • Si ese reinado es metahistórico y no tiene que ver con naciones y pueblos, ¿por qué el Señor no sacó del error a los discípulos que le preguntaron aquello de “¿es ahora cuando restablecerás el reino de Israel, etc.”?
  • Toda la fe de los patriarcas y los fieles de Israel, y más adelante de la oficialidad judía de tiempos del Señor, respecto a un Mesías libertador y con vigencia en la historia y los asuntos de nuestra realidad temporal, ¿era una pura imaginación debido a una totalmente mala lectura de las Sagradas Escrituras?
  • ¿Cómo se cumplirían gran parte de las promesas de Dios a su pueblo, dadas a Moisés y a los demás profetas, sobre todo a David en relación a la realeza perpetua de su descendiente, si su reinado es tan solo espiritual (incluso ya comenzado) y no intrahistórico, para viatores, para seres que aún se casan y engendran y no son aún, en ese aspecto, como los ángeles? ¿Qué pueden importar las naciones en lo que llamamos bienaventuranza?
  • Si no hay reino temporal histórico que esperar, ¿para qué Dios revela con insistencia un reinado temporal (“mil años” dicho seis veces) con unos primeros resucitados (primera resurrección que se da cuando acontece la venida del Señor en gloria y majestad), y desde ese momento y hasta que se vuelva a liberar al dragón, la antigua serpiente?
  • ¿Es posible que coincida cuanto pedimos en el padrenuestro (que venga Tu Reino) con algo posterior a la existencia del mundo?
  • ¿Por qué nos enseñaría el Señor a pedir que viniera a nosotros ese reino en vez de enseñarnos a pedir que nos llevara o nos enseñara a ir a él?
  • ¿Un reino así, con su justicia, totalmente pensado para el no-tiempo de la bienaventuranza eterna, es el que han buscado por obediencia los discípulos de Cristo?
  • ¿Tan equivocadamente habrán comprendido lo recibido aquellos padres apostólicos que creyeron en el reinado temporal de Jesucristo? ¿No será esto inverosímil si, como parece, fueron la mayor parte de ellos?
  • ¿Mi lector se ha tomado el trabajo (delicioso) de leer al P. Manuel Lacunza, y ha logrado refutar la aplastante argumentación de ese santo estudioso en defensa del reinado del Señor?