EL GRAN SISMA EN EL VATICANO
«El
cisma en Mi Iglesia será llevado en diferentes etapas. La primera etapa
será cuando sólo aquellos que Me conocen verdaderamente, y comprenden
la Verdad de Mis Santas Escrituras, decidirán que no pueden aceptar
mentiras en Mi Nombre. La segunda etapa vendrá cuando a las personas se
les niegue los Santos Sacramentos, como significan en realidad. La
tercera etapa será cuando Mis Iglesias hayan sido profanadas y esto será
cuando Mis sagrados siervos comprendan, al fin, la Verdad contenida en
el libro del Apocalipsis» (20 octubre del 2013).
Nunca
la Iglesia verdadera, nunca la Jerarquía verdadera, produce el cisma en
la Iglesia, porque no es posible negarse a sí mismo. La verdad es como
es, la verdad no cambia, la verdad permanece siempre en aquellos
corazones que la aceptan sin poner su pensamiento humano, su idea, su
opinión.
La
Iglesia es la Verdad en Si Misma y, por lo tanto, no puede separarse de
Ella Misma. Quien se separa de la verdad, quien se aleja de la Iglesia,
es que no es de la Verdad, no es de la Iglesia.
Muchos,
que son de la Iglesia, se han separado de la Iglesia porque han visto
muchas cosas que llevan a la herejía y a la apostasía de la fe. Y se han
separado mal, porque la Cabeza de la Iglesia no producía el cisma ni la
herejía.
La
Cabeza de la Iglesia, aun con sus pecados, ha permanecido fiel a la
Verdad, íntegra a Cristo y a Su Iglesia. Esto, muy pocos lo comprenden.
¡Muy pocos! Y, por eso, son muy pocos los que han visto lo que es
Francisco y no lo han obedecido desde el principio.
Estamos
en la primera etapa del cisma. Son muy pocos los que tienen Fe en
Cristo, los que conocen de verdad a Cristo. Son muchos los que lo
conocen de oídas. Pero no tienen vida íntima con Cristo. No son almas de
verdadera oración ni de penitencia. Están en la Iglesia como todos:
haciendo cosas y, en realidad, no hacen nada de provecho para sus almas.
Son
muy pocas las almas que al ver a Francisco, la primera vez, hayan
dicho: éste no es Papa. Éste es un falsificador, un impostor.
Y
son muy pocas las que, hablando y obrando ese hombre en la Iglesia, se
hayan preguntado si eso –que habla y obra- viene de Cristo, si eso lo
enseña Cristo, si eso pertenece al Magisterio de la Iglesia.
Son
muy pocas que al leer las declaraciones de ese hombre, al leer sus
encíclicas, hayan dicho: no puedo obedecer a este hombre como Papa,
porque no da la Mente de Cristo, no enseña la Verdad del Evangelio. ¡Muy
pocas! Todavía hay mucha gente que da su obediencia a Francisco. Y,
sobre todo, la Jerarquía, que es la más culpable, porque posee más
conocimientos que todos los fieles. Pero, porque tampoco ellos tienen
vida de oración y de penitencia auténtica, no saben oponerse a
Francisco.
En
la primera etapa del cisma, que es en la que estamos, se ve la falta de
fe auténtica de muchos miembros en la Iglesia. Son todos unos
analfabetos en la fe. Y viene un baboso, con una palabrería barata, y
sucumben a su herética enseñanza.
El
cisma es siempre producido por aquella Jerarquía que no es la
verdadera, que se hace pasar por la verdadera: que ora, celebra misa,
confiesa, predica, pero que todo eso es sólo una ficción, una obra de
teatro; porque son gente sin fe: por tanto, ni celebran, ni dan
sacramentos, ni predican. Están en la Iglesia para su negocio. Y sólo
para eso. Son gente infiltrada en el sacerdocio, sin vocación para ser
sacerdotes. Sólo con la vocación del demonio, con el llamado del
demonio, para obrar, en la Iglesia, la ruina de Ella.
Este
punto es el que, también les cuesta entender a los miembros de la
Iglesia, especialmente a la Jerarquía. Por eso, han tapado el tercer
secreto de Fátima, que es el que habla sobre esto. Y no creen en el
Apocalipsis, y siguen esperando el fin del mundo y otras edades en la
tierra.
Hay
muchos, dentro de la Jerarquía que no creen en el milenio: en el reino
de Cristo en la tierra; un reino glorioso. Y no creen por sus teologías:
no saben explicar el pecado original y, por tanto, no comprenden el
reino glorioso de Cristo en la tierra. Y quieren explicar la Segunda
Venida de Cristo de muchas maneras; y, entonces, no comprenden los
Signos de los Tiempos. No puede ver a Francisco como impostor, sino que
lo siguen viendo como verdadero Papa.
Éste
es el punto crítico en tanta Jerarquía: ellos creen que siempre habrá
un Papa verdadero en la Iglesia. Que el cisma de la Iglesia no puede
hacerlo la cabeza, la Jerarquía. Y, por eso, no acaban de ver la
realidad de Francisco. Están ciegos, por su falta de fe; no por
inteligencia. Ellos comprenden las herejías que Francisco está diciendo.
Ellos las ven, porque ellos saben de qué está hablando Francisco. Pero
viven con temor, con miedo a la Autoridad en la Iglesia. No saben
oponerse a una Autoridad que ya no da la Verdad, que ya se sale
claramente de las reglas divinas y morales. Y serán los últimos en ver,
por su soberbia. Hasta que no vean la profanación de la Eucaristía no
van a entender nada. Hasta que no se les niegue la celebración de la
misa, no van a comprender nada. Van a seguir dando obediencia a
Francisco.
Estamos
en la recta final de esta primera etapa del cisma. Tiempo ha dado el
Señor para discernir a un maldito. ¡Y qué pocos han discernido! ¡Qué
pocos se han enfrentado a Francisco! ¡Cuántos continúan haciéndole el
juego, hablando de lo que dice o no dice, y esperando algo de él!
El
que es de la Verdad no puede obedecer una doctrina mentirosa, que no da
ninguna Verdad, como es la doctrina que Francisco ha impulsado en estos
meses: evangelio de la fraternidad, cultura del encuentro, el diálogo
con los hombres. Estas son las bases de la nueva iglesia herética y
cismática puesta en el Vaticano, en Roma.
Muchos
no acaban de comprender que con la renuncia del Papa Benedicto XVI, el
fundamento de la Iglesia, que es Pedro, que es el Papado, ha sido demolido totalmente. Y ahora se está levantando la abominación en Roma.
Esto
es lo que muchos no comprenden. Ya no hay Iglesia. Ya no hay más Papas.
Ya no hay más cabezas en la Iglesia. Todo ha sido tumbado por la
masonería. Lo que hay es el juego de los masones, el desfile de gente
para mostrar al mundo la nueva iglesia del nuevo orden mundial.
Francisco
no pertenece a la Iglesia Católica. Francisco no es sacerdote.
Francisco no es Obispo. Francisco es un infiltrado, que lleva viviendo
su herejía toda su vida; y que la ha obrado, especialmente, como
sacerdote y como Obispo. Y, ahora, en el podio de los vencedores, la
sigue obrando como un falso Papa.
Esto
es lo que no entra en la cabeza a muchos, incluso a gente que no es de
la Iglesia. Y a mucha gente, que se salió de la Iglesia, y que por
criticar a todo el Papado, tampoco ve lo que es Francisco. No saben
discernir los Signos de los Tiempos. No saben nada de nada.
Francisco
es sólo el inicio del cisma, pero no es todo el cisma. Hace falta algo
más para tumbar la Iglesia que las babosidades de ese hombre. Esas
babosidades dañan a la Iglesia, pero no obran lo que el demonio quiere.
Por eso, es necesario un hombre más fuerte, que rompa los dogmas. Es
necesario quitar a Francisco, porque ya ha cumplido su papel: el de ser
bufón en la corte. El payaso que entretiene a las masas. Y, por ser un
payaso, es un hombre sin inteligencia; que vive su herejía, pero que no
sabe poner las bases intelectuales para que otros la vivan. Por eso, la
masonería se encarga de quitarlo y poner a su hombre, el cual iniciará
la segunda fase del cisma.
Viene
el hombre temido por la Jerarquía. A Francisco no le temen, pero saben
cómo son las cosas en la Iglesia. Por eso, siguen callados. Mientras
haya un plato de lentejas, que las almas vivan como puedan en la
Iglesia.
Viene
el hombre que pone a la Jerarquía entre las cuerdas, que empieza a dar
excomuniones a quien no le obedezca, porque sólo así la Iglesia
funciona: con el miedo de la pena. Y aun así mucha Jerarquía callará,
seguirá con los ojos vendados, dando obediencia a quien no se debe dar.
Francisco
deja su falso Papado, renuncia a ello; le obligan a irse, como
obligaron al Papa Benedicto XVI. Pero es más fácil ahora, porque
Francisco se ha encargado de anular la figura del Papado en la Iglesia.
Con su gobierno horizontal, él deja un sustituto, otro que gobierne. Es
fácil crear una sucesión de hombres que gobiernen la Iglesia, cuando el
gobierno de la Iglesia es eso: la sucesión de Pedro. Se quita a Pedro, y
se pone otra forma de ser Pedro en la Iglesia, más acorde al
pensamiento moderno, a la cultura del hombre, a la nueva fraternidad. Es
cuestión de cambiar algunas normas, leyes de eso.
El
fundamento de la Iglesia, que es Pedro, ya no existe en Roma. Existe lo
exterior, la apariencia externa. Pero, dentro de poco, ni eso. Los
hombres de la Iglesia, la Jerarquía infiltrada, la masónica, que se
viste de un ropaje adecuado, pero que obra la maldad del demonio, han anulado a Pedro en la Iglesia. Esto es lo que no se quiere comprender.
La
elección de Francisco por los Cardenales es sólo una ficción, una obra
de teatro, algo impuesto a la Iglesia; algo que tenía que dejar el Papa
Benedicto XVI, porque le obligaron a decir que la sede estaba vacante.
La
renuncia del Papa Benedicto XVI es falsa, es también nula; porque no ha
sido libre. Ha sido obligado a renunciar. Le han puesto una pistola en
la cabeza. Y su pecado, sólo Dios lo puede juzgar. Bien podría haber
dado la muerte por Cristo y por la Iglesia. Pero se bajó de la Cruz. Que
sea Dios quien juzgue su pecado.
El
Papa Benedicto XVI sigue siendo Pedro en la Iglesia; pero es inútil
porque no puede cumplir su misión. Pero los destinos de la Iglesia sólo
ahora le corresponden a Cristo, no al Papa. La forma de guiar a la
Iglesia, en esta gran oscuridad, cuando no hay cabeza visible, cuando
una impostura está en el gobierno de la Iglesia, ya no le pertenece al
Papa, a Benedicto XVI. Ya se encarga Cristo, que es la Cabeza Invisible
de la Iglesia, de guiar a toda Su Iglesia, a la Iglesia verdadera, a la
Jerarquía verdadera, hacia la Verdad.
Pero
Cristo sólo puede guiar a un alma cuando ésta abraza la Verdad. Cristo
está esperando que las almas despierten del engaño de Francisco y se
opongan a la mentira, con todas las consecuencias. Si el alma no lucha
en contra del error, de la mentira, entonces Cristo no puede guiarla.
Por
eso, es necesario saber batallar contra Francisco y contra todo aquel
que siga a Francisco, que obedezca a Francisco. No hay que hablar de
Francisco y meter en ello a los otros Papas, como muchos equivocadamente
hacen. Hay que anular a Francisco de la Iglesia Católica, porque no es
Iglesia, no pertenece a la Iglesia. No hay que anular a los otros Papas.
Un
antipapa pertenece a la Iglesia, porque no es herético. Pero Francisco
no es antipapa, es herejía, es cisma, es anticristo, es falso profeta.
Francisco no es Iglesia.
Si
no se sabe batallar contra Francisco, menos se sabrá luchar contra el
temido, contra el que lo sucede en el gobierno. Si ahora caen por las
estupideces de ese hombre, por sus palabras baratas y blasfemas; si
ahora por un sentimentalismo idiota, se les cae la baba por Francisco,
¿qué van a hacer cuando el que viene les diga tantas razones bien
concertadas, que parecen una verdad, y que serán sólo mentira, y se
queden con la boca abierta, sin saber qué responder?
Francisco
es el orgullo en la Iglesia: es decir, la vanidad, el amor propio, el
deseo de popularidad, la vida social, la vida exterior, el estar con
todo el mundo viviendo sus vidas. Eso es Francisco: se ama a sí mismo, y
sólo se ama a sí mismo. Después, habla de amor a los pobres para ganar
su salario en la Iglesia, para hacer su negocio en la Iglesia.
Pero
el que viene es la soberbia en la Iglesia, se deja de sentimentalismos:
es decir, es la idea triunfante, la razón que todo lo puede, que todo
lo ve, la filosofía que todo lo divide, la mente que nunca descansa, que
se sabe todos los caminos para obrar y conseguir lo que quiere. Un
hombre cerrado a la verdad que no atiende a razones, sino que quiere que
todo el mundo le obedezca por lo que dice y razona.
Si
no han sabido luchar contra el hereje sentimental de Francisco, menos
sabrán luchar contra el hereje intelectual de su sucesor en el gobierno.
El
cisma nunca lo hace la Iglesia, sino aquel que se sale de la Iglesia,
de la Verdad. Y no importa seguir dentro, en la apariencia externa,
porque el cisma comienza siempre en el interior de la persona. Cuando la
persona vive en su corazón el cisma, entonces lo obra exteriormente.
Esto es lo que ya se ve en el Vaticano, pero nadie se da cuenta. Quien
tiene ojos espirituales, ya reconoce el cisma en la Jerarquía. Y
comienza a distinguir la verdadera Jerarquía de la infiltrada.
Ya
no es tiempo de seguir a Francisco, a ver que dice, a ver qué hace. Ya
no se lucha en contra de él como al principio. Viene el tiempo de la
segunda parte del cisma. Y hay que prepararse para esa lucha de otra
manera.