EL LAVATORIO DE LOS PIES HECHO POR JESÚS EN LA NOCHE DE LA PASCUA
[El bellísimo sermón que traemos, en este jueves Santo en que
Cristo celebrando la Pascua judía, procedió al lavatorio de los pies de
sus discípulos, nos presenta una dificultad en la que seguramente pensó
su autor, pero sin resolverla.
En efecto dice el predicador que esta sublime acción de Jesús tuvo
lugar el día anterior de la Pascua como lo dice el Apóstol Evangelista: "ante diem festum pasche coepit lavare pedes discipulorum" , la víspera de la festividad de la Pascua.
Pero Nuestro Señor Jesucristo sabemos que procedió al lavatorio de
los pies de sus discípulos, precisamente dentro de las ceremonias de
aquella tarde memorable, en que celebró la comida de la Pascua,
instituyó la Eucaristía, celebró la primera Misa e inauguró la Nueva y Eterna Alianza o Testamento, derogando la Antigua Alianza. Todo dicho por los tres evangelistas sinópticos.
He ahí dos declaraciones evangélicas que se contradicen
formalmente. Y además ha sido objeto de innumerables estudios desde los
primeros días del cristianismo. También en nuestros días ha sido objeto
de tomas de posición por parte de escritores, quizás menos respetuosos
con los datos bíblicos que los antiguos, y que se decantan por despojar
del carácter pascual - contra la letra evangélica, grave yerro- a la
Cena celebrada por el Señor, reduciéndola a una simple cena de
despedida, o a una comida entre amigos. Entre ellos está Ratzinger (Jesús de Nazaret, II) resuelve
la aporía diciendo que los evangelios sinópticos son "problemáticos" y
por lo tanto negando implícitamente, su veracidad e inerrancia frente a
los datos del Evangelio de San Juan, por cuya veracidad se inclina. ¡
Grave ofensa a la santidad de los Evangelios derivada de su ignorancia y
falta de respeto a la Tradición y a la Escritura!. Antes de él ningún
escritor eclesiástico se atrevió a ello, explicando como podían, de
manera insatisfactoria, la aparente disyuntiva.
Sin embargo la aparente contradicción no lo es en absoluto. En
este blog nos hemos ocupado de ello en un post que el lector puede
consultar, y en el que se establece, de manera irrefutable, que la "La Última Cena fue una Cena Pascual",
sin que obste que lo narrado por San Juan también sea verídico, pues se
refiere a la Pascua oficial, que los fariseos celebraban al día
siguiente de la Pascua ordenada en los libros del Levítico y de los Números.
Solamente la matanza de los corderos en el Templo tenía lugar dentro
del día de Pascua, en las últimas horas (en lugar de serlo en las
primeras horas como estaba taxativamente ordenado por la Ley) del 14 de
Nisán, a las tres de la tarde, horas que precedían al comienzo, a las
seis de la tarde, del día primero de los ázimos.
Ruego encarecidamente al lector consulte la susodicha entrada, pues
creo que la solución dada, marca un hito- mérito del autor escriturario
en quien se basa- en los estudios escriturísticos.] (Ver importante Nota A a esta introducción al final de la entrada)
SERMÓN DEL LAVATORIO DE LOS PIES*
P. Lector Juan Planas, Dominico
Sabiendo Jesús que se le acercaba la hora de consumar el curso de su
vida mortal, dar cima á la gran obra de nuestra redención, y volver á su
divino Padre que le había enviado; sabiendo que su Padre le había dado
un poder ilimitado sobre todas las cosas, que de Dios procedía por un
origen eterno, y á Dios volvía por el camino de una acerbísima pasión;
sabiendo que en breve había de separarse de los hombres, á quienes tanto
amaba, que poco tiempo podía estar ya con ellos, y que apenas le
quedaba espacio para decirles unas cuantas palabras; sabiendo,
considerando, repasando en su entendimiento divino todas estas cosas,
quiso, antes de separarse de ellos, darles á conocer que, si durante la
vida les había manifestado un amor grande, próximo á morir les profesaba
un amor sin límites.
Á este fin, siendo la vigilia de la gran festividad de la Pascua, hizo
preparar la última cena en un salón grande y bien aderezado; y viniendo á
él, puesto ya el sol, con sus doce discípulos, se sentó á la mesa con
ellos. Acabada la cena, que fue tan santa por los coloquios que en ella
tuvieron lugar, como por los manjares que se sirvieron, porque los
coloquios versaron sobre varias circunstancias de su próxima pasión, y
los manjares fueron el pan ázimo y el Cordero pascual; hizo tres actos
que dejaron atónitos igualmente que enternecidos á los discípulos,
porque todos revelaban el amor inmenso que nutria en su amantísimo
corazón. El primero fue lavarles los piés á todos con grande esmero, y
limpiárselos con humildad nunca vista. El segundo fue convertir en su
propio cuerpo un pan ázimo, y en su propia sangre un vaso de vino, y
dárselo á comer y beber á todos. El tercero fue hacerles un sermón
sumamente tierno y patético, en el que con encarecidas palabras les
recomendó la caridad, la constancia y la confianza en Dios.
Bien quisiera yo incluir en este discurso estos tres actos, así como
nuestro amantísimo Salvador los incluyó en una misma cena; mas siendo
esto muy difícil por la abundancia de reflexiones á que cada uno de
ellos se presta, esta vez me limitaré al primero, es decir, al lavatorio
de los piés. Y para declararos desde luego mi pensamiento, digo: que en
el lavatorio de los piés Jesucristo nos dió tres cosas, una muestra,
una figura y un documento: una muestra del grande amor que nos tiene,
una figura de la limpieza espiritual que se requiere para recibir su
cuerpo y su sangre, un documento sobre la humildad que nos corresponde
tener como discípulos suyos.
______________
Si bien todas las acciones de Nuestro Señor Jesucristo muestran su
inefable amor para con los hombres, pocas, en mi concepto, lo
manifiestan de un modo mas sensible que la de lavar los piés á los
Apóstoles. Mírese el tiempo en que ella tuvo lugar, mírese la dignidad
de la persona que la ejecutó, mírese la cualidad de los sujetos en
quienes se hizo, siempre se habrá de convenir en que solo pudo ser
efecto de un amor grande, ferviente, intensísimo. Miremos el tiempo.
¿Cuándo fue que el amantísimo Jesús lavó los piés á los discipulos? La
vigilia de la Pascua, dice san Juan, la víspera de su dolorosísima
pasion, la noche que precedía al dia en que habla de morir en la cruz : Ante diem festurn Pasche… cœpit lavare pedes discipulorum.
¡Ah! ¿cuál es el amor, por muy intenso que sea, que no se enfria en
presencia de tan terribles circunstancias? Veréis que un padre, mientras
está lleno de vida, muestra á sus hijos un amor fino, tierno,
apasionado. En ellos únicamente piensa, con ellos únicamente disfruta,
por ellos únicamente vive. Los hijos son el objeto continuo de sus
pensamientos, el fin constante de sus aspiraciones, el motivo perenne de
sus cuidados y ansiedades. Si son felices, él goza: si son
desgraciados, él padece: si les viene algun bien ó algun mal, él hace
propia su desgracia ó su ventura. No puede negarse que el amor de este
buen padre sea grande, fino, sincero. Pero suponed á este padre próximo á
partir de este mundo, suponed que ya se ve cási en trance de muerte;
vosotros vereis como su grande amor á los hijos se le enfria, se le
hiela. Ya no son ni el objeto de sus desvelos, ni el motivo de sus
ansiedades, ni la causa de sus alegrías ó tristezas: la proximidad de la
muerte, el miedo de la sepultura, la perspectiva de la eternidad, hé
aquí lo único que le ocupa, lo único en que piensa, lo único por que
muestra interés. Los hijos, ¡ah! los hijos le tienen en tan poco cuidado
que, á juzgar por la indiferencia con que los mira y les habla, se
diria que nunca los amó. Seguramente no hablaria del amor de este padre
Salomon cuando dijo: Fortis est ut mors dilectio, el amor es fuerte como la muerte, puesto que su sola presencia lo entibia y lo apaga.
No fue así el amor de Jesucristo para con los hombres: ni la presencia
de la muerte, ni la perspectiva de los mas grandes tormentos, ni el
cuadro horrible de una inmediata y sangrienta pasion, fueron capaces de
extinguirlo: Aquæ multæ non potuerunt extinguere charitatem [1].
¿Qué digo? á manera de la luz que, cuanto mas próxima está á
extinguirse, mas se aviva y mayores llamaradas da, así, dice san Juan,
nunca Jesús mostró tanto amor á los hombres como cuando vió cercana su
muerte: Cum dilexisset suos… in finern dilexit eos.
El sabe perfectamente todo lo que dentro pocas horas le ha de
acontecer; y las inauditas penas, tanto del alma como del cuerpo, que
para el dia siguiente le aguardan, le son todas perfectamente conocidas;
conocida la condenacion de Judas, conocido el abandono de los
discípulos, conocida la negacion de Pedro, conocida la ingratitud de
Jerusalen, conocidas las angustias de su santísima Madre, conocidos los
escarnios, los esputos, los azotes, las espinas, los clavos, la hiel, la
cruz. Y cuando parece que esto era lo único que debia ocuparle, es lo
que menos le ocupa: y cuando se diria que solo debe de pensar en sí,
solo piensa en los hombres. Nunca mas amable, nunca mas dulce, nunca mas
obsequioso con ellos que cuando sabe que va á morir: durante la vida
les manifestó un amor grande, próximo á la muerte les manifestó un amor
inmenso: In finem dilexit eos. Entonces
es cuando practica con ellos una fineza que nunca habia hecho en toda
su vida, entonces es cuando, concluida la cena, se levanta de la mesa,
se quita la ropa exterior, toma una toalla, se la ciñe, echa agua en un
lebrillo; y postrándose á los piés de los apóstoles, comienza á lavarlos
y á limpiarlos con la toalla con que está ceñido : ‘Cœpit lavare pedes discipulorum, el extergere linteo, quo erat prœcinctus [2] .
Si esta fineza la hubiese hecho en otra ocasion, diríamos que era
prueba de un amor muy grande: habiéndola hecho cuando parece solo debia
pensar en la gran tormenta de angustias y dolores que le venia encima,
¿qué cabe decir sino que fue efecto de un amor sin límites?
Este
amor resalta todavía mas, si se atiende á la dignidad de la persona que
hace tan tierna y humilde accion. ¿Quién es ese que lava los piés á
unos rústicos pescadores? Vedlo, ángeles, y pasmaos; es aquel en cuya
presencia doblais reverentemente vuestras rodillas: miradlo, cielos, y
llenaos de asombro; es aquel ante el cual sois como un átomo
imperceptible: contempladlo, majestades terrenas, y quedaos atónitas; es
aquel gran Rey en cuya comparacion sois menos que polvo. Señior,
exclamaria aquí un profeta, ví vuestras obras, y quedé pasmado [3]‘.
Pasmoso es ver á Dios hecho hombre; pero ¡cuánto mas pasmoso es verle
lavar los piés á los hombres! Asombroso es contemplar á todo un Dios
puesto entre dos ladrones; pero ¡cuánto mas asombroso es contemplarle
lavando los piés á un Judas! Que una Abigail se ofrezca á lavar los piés
á los criados de David, no asombra, porque David es un gran rey, y
Abigail es una pobre aldeana [4]; pero que todo un Dios se abaje á lavar los piés á los hombres, aturde, porque el hombre es nada, y Dios lo es todo.
¿Diremos que tal vez en aquella ocasion no tuvo presente quién era, y
por esto se abajó tanto? ¿diremos que quizá en aquel lance olvidó su
grandeza infinita, y por esto no se desdeñó de hacer una accion de sí
tan vulgar? Cuando así hubiese sido, que no pudo ser, ello probarla que
su amor á los hombres era tan desmedido que llegó á quitarle el actual
conocimiento, y esto confirmaria lo mismo que estoy demostrando; Pero
no, dice san Juan, cuando él lavó los piés á los discípulos, no solo no
tenia olvidada la grandeza de su sér, sino que estaba considerando en su
interior la excelencia de su orígen eterno, la soberanía de su poder
infinito, y la inmensidad de la gloria en que iba á entrar; y por lo
mismo que se veia tan grande, tan excelso, tan poderoso, se humilló á
hacer lo que hizo con los discípulos: Sciens quia omnia dedit ei Pater in manus, et à quia Deo exivit, el ad Deum vadit… cœpit lavare pedes discipulorum. Baje un ángel á ponderar la intensidad del amor que esto supone, que yo me confieso inhábil para hacerlo.
Y mucho mas si atiendo á la condición de los sugetos á quienes hizo
este obsequio. No lo digo porque eran pobres, pues sé que él siempre fue
amante de la pobreza; ni porque eran sencillos, pues sé que él siempre
fue amigo de la sencillez; ni porque eran de baja esfera, pues sé que él
siempre fue parcial de la humildad: lo digo porque entre ellos habia
uno que tenia urdida contra él la mas inícua traicion. ¿A ese tambien le
lavareis los piés, amantísimo Salvador? ¿tambien dareis esta muestra de
amor á ese discípulo ingrato, desleal, traidor, sanguinario, que tiene
ya vendida á los judíos vuestra vida? «Sí, Judas, dice hablándole
amorosamente al corazon, si me lo permites tambien te la daré. Sé todo
lo que contra mí tienes proyectado, y ninguna de las circunstancias que
acompañan tu traicion me pasa por alto. Tienes ya combinado con los
pontífices el modo de prenderme, sin que mi prision produzca alboroto en
el pueblo: ¿no es esto verdad? Estás ya convenido con ellos sobre el
precio de mi vida, debiendo ser este el de treinta dineros: ¿no es esto
muy cierto? Hazles prometido ponerme en sus manos esta misma noche,
debiendo ser tú el conductor de los que han de prenderme en el huerto:
¿no es esto muy exacto? Diste ya la consigna para el momento que han de
apoderarse de mí, debiendo ser esta un beso impreso por tí sobre mi
rostro: ¿no es esto así? Mira, Judas, si sé todo lo que maquinas, mira
si estoy al corriente de todo lo que contra mí llevas entre manos. Sin
embargo, acércate, discípulo ingrato; llégate, apóstol desdichado; y ya
que no otra cosa, concédeme poder darte la última prueba de mi
entrañable amor. Sé que no por esto desistirás de tu intento, sé que no
por esto dejarás de proseguir y acabar lo que tienes comenzado:
prosíguelo, acábalo; pero permite que antes me arroje á tus piés, los
lave y los limpie. Así verás que te he amado hasta el último momento,
así comprenderás que, si te pierdes, no será mia la culpa; pues no he
dejado de llamarte cariñosamente hasta el fin: In finem dilexit eos.»
Avalore quien sepa esta brillantísima muestra del amor de Jesús para
con los hombres: yo paso de la muestra á la figura. No puede dudarse
que, en la intencion de Jesucristo, el lavatorio fue, no solo una
muestra de amor para con nosotros, sino una figura de la purificacion
espiritual que en nosotros debe preceder á la recepcion de la sagrada
Eucaristía, instituida pocos momentos despues de aquel memorabilísimo
acto. Esto, á mas de enseñarlo los santos Padres [5] ,
lo insinúa bien claramente Jesucristo mismo contestando á la pregunta
de asombro que el Príncipe de los Apóstoles le hace al ver que se postra
á sus piés para lavárselos. Señor, le dice, ¿Vos á mí me lavais los
piés? Domine, tu mihi lavas pedes? Lo que yo hago, le responde, tú no lo conoces ahora, pero lo comprenderás despues: Quod ego facio, tu nescis modò, scies autem postea. Y fue como decirle, segun la expresion de san Cipriano [6] :
«Tú ahora no atiendes á mas que á la ablucion material que quita las
suciedades del cuerpo, y por esto te asombras de que yo la haga en tí;
pero pronto comprenderás que bajo la figura de esta yo te indico otra
ablucion mas espiritual y necesaria, que será menester hagas tú mismo.
Cuando veas, que lo verás luego, que tomo en mis manos un pan ázimo y un
cáliz lleno de vino, y despues de haberlos convertido en mi propio
cuerpo y en mi propia sangre, los distribuyo á tí y á tus coapóstoles,
diciendo: Comed y bebed todos; entonces
comprenderás que bajo el misterio de una ablucion exterior intento
manifestarte la necesidad de un lavatorio esmerado de la conciencia
antes de recibirme sacramentalmente, pues naturalmente se te ocurrirá
que el Cuerpo real y verdadero de todo un Dios no debe recibirlo sino
quien tenga la conciencia muy limpia de pecados.»
Y cual si con esto no hubiese sido bastante explícito, vuelve á
indicarlo, y con palabras mas claras, cuando dirigiéndose á todos los
discípulos inmediatamente despues del lavatorio, les dice: Vosotros
estais ya limpios, mas no todos: Et vos mundi estis, sed non omnes [7] añadiendo las últimas palabras mas no todos por causa de Judas, que era quien habia de entregarle: Sciebat enim quisnam esset qui traderet eum, propterea dixit: Non estis mundi omnes [8].
¿Y en cuanto á qué Judas no estaba limpio? en cuanto al alma, que tenia
manchada con horribles culpas; porque los piés los tenia ya limpios
como los demás apóstoles. Es, pues, evidente que Jesucristo, bajo el
símbolo de una ablucion corporal, quiso hacernos comprender la necesidad
de una ablucion mística del alma por medio de la penitencia, como
condicion indispensable para recibir dignamente su sacratísimo Cuerpo. Y
por esto será sin duda que san Pablo refiriéndose á este pasaje, dice
estas tantas veces oidas palabras: «Pruébese el hombre á sí mismo antes
que coma el Pan consagrado y beba el cáliz del Señor; porque quien lo
come y lo bebe indignamente, come y bebe la sentencia de su propia
condenacion [9].» ¡Palabras espantosas, capaces de consternar á todo cristiano sacrílego que no haya perdido enteramente la fe!
Pero si el lavatorio de los piés fue una figura de la limpieza
espiritual que se requiere para recibir la sagrada Eucaristía, fue
asimismo un documento con que se nos prescribió la gran virtud de la
humildad. Quien dude de esto, escuche las palabras que el Salvador
dirige á los Apóstoles luego de haber dado fin á la tiernísima ceremonia
del lavatorio. ¿Comprendeis, les dice, la significacion de lo que acabo
de hacer con vosotros? Scitis quid fecerim vobis [10]? Vosotros me llamais Maestro y Señor, y decís bien; porque en verdad lo soy: Sumn etenim.
Pues si yo, siendo vuestro Maestro y Señor, os he lavado los piés, ¿no
será razon que vosotros los laveis, si es menester, los unos á los
otros? Tanto mas que muy de intento os he dado este ejemplo, para que
como yo me he humillado con vosotros, así vosotros os humilleis con
vuestro prójimo: Exemplum enim dedi vobis, ud quemadmodum ego feci vobis, ita et vos faciatis [11].»
Pero si persuadirnos la humildad fue lo que se propuso en esta
ceremonia, ¿no bastaban los grandes ejemplos que durante su vida nos
habia dado? ¿Qué fue toda ella sino un continuado ejemplo de humildad, y
humildad profundísima? El haber bajado del cielo, el haberse vestido de
nuestra carne, el haber nacido en un establo, el haber sido
circuncidado como pecador, bautizado como publicano, perseguido como
delincuente, ¿no son ejemplos de grande humildad’? Y el haber escogido
una pobre doncella por Madre, una pequeña ciudad por patria, unos
rústicos pescadores por amigos, una reducida carpintería por profesion,
un simple tú por tratamiento, ¿no son tambien ejemplos de humildad, y
humildad nunca vista? Pues si tantos son los que ya nos ha dado, ¿á qué
añadir este de lavar los piés á los Apóstoles con sus divinas manos?
Es que sabe que los encargos que se hacen en los postreros momentos de
la vida, por lo mismo que son los últimos, se escuchan con mas atencion,
se graban mas fuertemente en la memoria, y suelen cumplirse con mas
puntualidad: por esto ha aguardado á hacernos este para cuando se ve
próximo á morir. Por otra parte él conoce á fondo nuestro corazon, sabe
que el orgullo nos es como natural, entiende que nos es muy costoso
humillarnos: por esto á los muchos ejemplos de humildad que ya nos ha
dado, añade el último, el mas sensible, el mas conmovedor, el de lavar
los piés á sus mismos discípulos. Y como sabe tambien que la humildad es
una virtud necesaria, indispensable en toda clase de personas, puesto
que sin ella es imposible que nadie, sea el que fuere, entre en el
cielo, por esto no cesa de inculcárnosla hasta el último momento.
¡Dichoso quien sepa aprender la leccion de humildad que nos da
Jesucristo por último legado! ¡dichoso quien, visto el ejemplo de
humildad que acaba él de darnos hallándose ya cási moribundo, aprenda á
ser humilde de espíritu y de corazon! Á este le exaltará el Señor sobre
los orgullosos y los soberbios, á este le encumbrará en el cielo á
medida de lo que se hubiere humillado en la tierra. ¡Que esta dicha nos
quepa á todos¡ Amen.
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Nota ( A) importante de la introducción del Sermón:
El autor en quien se basa el estudio publicado en el post, D. Pedro de Felipe Rey, ha escrito una carta a Joseph Ratzinger, que no ha obtenido respuesta alguna ni siquiera acuse de recibo, y en una de cuyos puntos dice:
5) El problema de las dos pascuas,
que como Ud. sabe, Jesús ; ”
cuando llegó la hora se puso a la mesa; y los apóstoles con Él. Y
díjoles: Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros antes
de padecer[...] ( Lucas 22: 14-15). Ahora bien, en esa misma noche,
Jesús fue detenido y, a la mañana siguiente, los judíos lo llevaron a la
residencia de Pilato (el Pretorio) y ” era muy de mañana. Ellos no
entraron en el Pretorio por no contaminarse, para poder comer la Pascua”
(Juan 18: 28). Es evidente que entre la celebración de esas dos Pascuas
pasaron veinticuatro horas. y aquí surge la pregunta: “¿cuál de esas
dos Padcuas fue la legal, es decir, celebrada conforme a la Ley ( la
Torá)?
a) Ricciotti, en su libro
citado, refiriéndose a Juan 18: 28, dice: “en tal caso, Jesús murió el
14 de Nisán y la última cena celebrada por Él la noche precedente, no
era legalmente la cena del cordero Pascual” (Pg. 413)
b) Ud. en su segundo libro sobre Jesús de Nazaret,
afirma: ” Jesús era consciente de su muerte inminente. Sabía que ya no
podría comer la Pascua. En esta clara toma de conciencia invita a los
suyos a una Última Cena que no obedecía a ningún determinado rito judío,
sino que era su despedida, [...] ( Pg.. 137)
c) Es evidente que, según Riciotti Y Ud., la Pascua celebrada por los judíos el día 15 de Nisán fue la celebración legal de la Pascua, mientras que la Cena celebrada por Jesús el día 14
(un día antes) no fue la celebración legal de la Pascua, sino sólo una
cena particular de despedida; pero la Ley de los judíos (la Torá) dice:
“Habló Yahvéh a Moisés [...] y le dijo: Que los hijos de Israel celebren la Pascua a su tiempo. La celebrarán el día catorce de este mes, entre dos luces, al tiempo debido. La celebrarán según todos sus preceptos y normas[...] Y el que, encontrándose puro y no habiendo estado de viaje, deje de celebrar la Pascua, ese tal será exterminado de su pueblo. Ese hombre cargará con su pecado, por no haber presentándo la ofrenda a Yahvéh a su tiempo. (Números 9:1-3, 13). (Biblia de Jerusalén, edición de 1971). (La negrita es mía).
d) Observamos que, ante ese pasaje de la Ley (la Torá) de los judíos, la Pascua debía celebrarse el día 14 de Nisán; por eso , la única cena legal de la Pascua fue la celebrada por Jesús. Por consiguiente, la resolución del problema de las dos Pascuas consiste en saber: primero, que la Pascua celebrada por los judíos el día 15 de Nisán fue ilegal (por no ajustarse a la Ley (la Torá); segundo,
¿por qué, cuándo y cómo cambiaron los judíos la celebración de la
Pascua desde el día 14 (que ordenaba la Ley) al día 15 de su Tradición?
Ud. también ha tenido ocasión de resolver este problema en su segundo
libro; pero no lo ha resuelto; y, sin embargo, Ud. dice que habla del
Jesús histórico; ¿ cómo puede ser histórico un Jesús que Ud. no sabe ni
siquiera en qué día murió? (Cita de la obra del autor Jesús de Nazaret
II, su persona y sus obras, Pg. 329)