Herencia espiritual y material
Ofrecemos trechos de la obra del célebre polemista católico de comienzos del siglo XX, Mons. Delassus, sobre una cuestión fundamental para la perpetuidad de las tradiciones familiares: la herencia material y espiritual. Ambas constituyen un vínculo de unión de las generaciones en el seno de la institución familiar.
Los trechos que siguen nos traen los perfumes y la sabiduría de épocas pasadas. Ellos nos pueden servir de orientación en la actual crisis familiar
Concepto de familia anterior a la Revolución francesa
«Una ley escrita en el corazón de los franceses, consagrada por una costumbre multisecular, aseguraba la transmisión del patrimonio de una generación a otra. Era una triple enseñanza: la primera, dada por la conducta de los padres y que los hijos tenían a la vista; la segunda, les era enseñada por las exhortaciones, consejos y amonestaciones que recibían; y la tercera, contenida en los escritos, llamados Libros de Cuentas o Libros de Familia [1], mantenidos y actualizados por cada generación. Todo eso garantizaba la transmisión de las tradiciones familiares.
«Hoy en día los libros de familia ya no existen, ni siquiera bajo la forma de recuerdos, a no ser en los archivos de los eruditos. El patrimonio sólo es considerado por los hijos como un botín a ser dividido. ¿Cuántos hay entre nosotros que puedan citar el nombre de sus bisabuelos?
«La familia ya no existe en Francia. Y es eso, digámoslo de paso, lo que explica los parcos resultados obtenidos por los sacerdotes y religiosos que tu vieron en sus manos, durante medio siglo, la enseñanza primaria y secundaria de más de la mitad de la población. Sus lecciones no encontraban ya, como base en que apoyarse, aquel fundamento sólido que las tradiciones de familia deben inculcar en el alma del niño.
Transmisión del patrimonio de generación en generación
Los trechos que siguen nos traen los perfumes y la sabiduría de épocas pasadas. Ellos nos pueden servir de orientación en la actual crisis familiar
Concepto de familia anterior a la Revolución francesa
«Una ley escrita en el corazón de los franceses, consagrada por una costumbre multisecular, aseguraba la transmisión del patrimonio de una generación a otra. Era una triple enseñanza: la primera, dada por la conducta de los padres y que los hijos tenían a la vista; la segunda, les era enseñada por las exhortaciones, consejos y amonestaciones que recibían; y la tercera, contenida en los escritos, llamados Libros de Cuentas o Libros de Familia [1], mantenidos y actualizados por cada generación. Todo eso garantizaba la transmisión de las tradiciones familiares.
«Hoy en día los libros de familia ya no existen, ni siquiera bajo la forma de recuerdos, a no ser en los archivos de los eruditos. El patrimonio sólo es considerado por los hijos como un botín a ser dividido. ¿Cuántos hay entre nosotros que puedan citar el nombre de sus bisabuelos?
«La familia ya no existe en Francia. Y es eso, digámoslo de paso, lo que explica los parcos resultados obtenidos por los sacerdotes y religiosos que tu vieron en sus manos, durante medio siglo, la enseñanza primaria y secundaria de más de la mitad de la población. Sus lecciones no encontraban ya, como base en que apoyarse, aquel fundamento sólido que las tradiciones de familia deben inculcar en el alma del niño.
Transmisión del patrimonio de generación en generación
«Durante un siglo, todos nuestros esfuerzos fracasaron. ¿Por qué? Porque sufriendo la acción deprimente de las leyes y de las costumbres, basadas en los sofismas de Rousseau, nosotros sólo tenemos la atención puesta en el individuo. Actuamos sobre el individuo, en vez de considerar a la familia y orientar nuestros esfuerzos para reconstituirla. La familia reconstituida producirá nuevo hombres. El clamor general es:
¡No tenemos hombres! Si no tenemos hombres, es porque no tenemos ya familias para producirlos. Y no tenemos familias por que la sociedad perdió de vista el objetivo de su propia existencia, que no consiste en ofrecer al individuo el mayor número posible de placeres, sino en proteger el florecimiento de las familias y ayudarlas a elevarse cada vez más alto.
«La familia, ya lo dijimos, tiene dos sustentáculos: el hogar y el libro de la familia, llamado en Francia Libro de Cuentas. La transmisión del hogar y del patrimonio que lo contiene formaba, entre las generaciones sucesivas, el vínculo material que las unía entre sí. A ese primer vínculo se juntaban otros que eran la genealogía y las enseñanzas de los antepasados.
La situación de los bienes de la familia, de Antoine de Courtois, cuyo “Libro de Cuentas” fue publicado por Charles Ribbe, era precedido de estas líneas dirigidas a sus hijos: “Mis bien amados hijos, nosotros tenemos el usufructo de nuestros bienes, de los cuales solamente podemos consumir los frutos. Nuestros bienes están en nuestras manos para que trabajemos sin cesar en el sentido de mejorarlos, y para que después los transmitamos a los que nos prolongarán en el curso de la vida. Aquel que disipa su patrimonio comete un robo horrible, pues traiciona la confianza de sus padres y deshonra a sus hijos. Habría sido mejor, para él y para toda su raza, que jamás hubiese nacido. Temblad por lo tanto, ante la posibilidad de consumir los bienes de vuestros hijos y de cubrir vuestro nombre de oprobio”.
«Estos pensamientos procedían naturalmente de lo que todos tenían en mente: que el hogar y el dominio patrimonial eran objeto de un tipo de fideicomiso perpetuo, que no estaba permitido disminuir, y que todos debían esforzarse por aumentar.
(Mgr.Henri Delassus, L”Esprit Familial dans la Maison, dans la Cité et dans L”Etat, Société Saint-Augustin, Descleé De Brouwer, Lille, 1910, págs. 113-117).
[1] “Le Livre de Famille”: Una antigua costumbre que perduró especialmente en Francia, aunque también en algunos otros países europeos. Consistía en narraciones – normalmente a cargo del primogénito – del día a día de la familia (nacimientos, casamientos, muertes, comentarios, etc.). Estaba destinada a mantener vivo el recuerdo de las virtudes de los antepasados en la descendencia, impulsándolos hacia el bien. A través de estos libros se reconstituía la genealogía y la historia de las familias.
¡No tenemos hombres! Si no tenemos hombres, es porque no tenemos ya familias para producirlos. Y no tenemos familias por que la sociedad perdió de vista el objetivo de su propia existencia, que no consiste en ofrecer al individuo el mayor número posible de placeres, sino en proteger el florecimiento de las familias y ayudarlas a elevarse cada vez más alto.
«La familia, ya lo dijimos, tiene dos sustentáculos: el hogar y el libro de la familia, llamado en Francia Libro de Cuentas. La transmisión del hogar y del patrimonio que lo contiene formaba, entre las generaciones sucesivas, el vínculo material que las unía entre sí. A ese primer vínculo se juntaban otros que eran la genealogía y las enseñanzas de los antepasados.
La situación de los bienes de la familia, de Antoine de Courtois, cuyo “Libro de Cuentas” fue publicado por Charles Ribbe, era precedido de estas líneas dirigidas a sus hijos: “Mis bien amados hijos, nosotros tenemos el usufructo de nuestros bienes, de los cuales solamente podemos consumir los frutos. Nuestros bienes están en nuestras manos para que trabajemos sin cesar en el sentido de mejorarlos, y para que después los transmitamos a los que nos prolongarán en el curso de la vida. Aquel que disipa su patrimonio comete un robo horrible, pues traiciona la confianza de sus padres y deshonra a sus hijos. Habría sido mejor, para él y para toda su raza, que jamás hubiese nacido. Temblad por lo tanto, ante la posibilidad de consumir los bienes de vuestros hijos y de cubrir vuestro nombre de oprobio”.
«Estos pensamientos procedían naturalmente de lo que todos tenían en mente: que el hogar y el dominio patrimonial eran objeto de un tipo de fideicomiso perpetuo, que no estaba permitido disminuir, y que todos debían esforzarse por aumentar.
(Mgr.Henri Delassus, L”Esprit Familial dans la Maison, dans la Cité et dans L”Etat, Société Saint-Augustin, Descleé De Brouwer, Lille, 1910, págs. 113-117).
[1] “Le Livre de Famille”: Una antigua costumbre que perduró especialmente en Francia, aunque también en algunos otros países europeos. Consistía en narraciones – normalmente a cargo del primogénito – del día a día de la familia (nacimientos, casamientos, muertes, comentarios, etc.). Estaba destinada a mantener vivo el recuerdo de las virtudes de los antepasados en la descendencia, impulsándolos hacia el bien. A través de estos libros se reconstituía la genealogía y la historia de las familias.