EL DISCURSO VACIO DE VERDAD EN LA IGLESIA
Bergoglio se ha fijado un término a su falso pontificado:
«Yo tengo la sensación que mi Pontificado va a ser breve. Cuatro o cinco años» (ver)
1. Está enseñando que Dios no lo ha elegido como Papa: todo Papa es hasta la muerte. Están vendiendo la idea de tener falsos papas por un tiempo determinado.
2.
Y, después, enseña que fueron los hombres los que lo pusieron en ese
cargo para un tiempo. El tiempo necesario para destruir el centro de la
Iglesia, que es el Papado.
3.
Además, está aclarando las palabras del Cardenal McCarrick, cuando un
hombre muy influyente le obligó a votar, a hacer campaña por Bergoglio
en el Cónclave:
«Él
dijo: “Él podría hacerlo, ya sabes”. Le dije: “¿Qué podría hacer?”. Él
dijo: “Él podría reformar la Iglesia. Si usted le diera 5 años, él
podría ponernos de nuevo en el objetivo. Él tiene 76 años, si él tuviera
5 años, el Señor, obrando a través de Bergoglio, en 5 años podría hacer
que la Iglesia surgiera de nuevo”».
«Yo
no soy de la idea de poner una edad, pero sí soy de la idea de lo que
hizo Benedicto»: Benedicto XVI no renunció al Papado, sino que le
obligaron a renunciar. Él sigue siendo Papa, aunque le pese a Bergoglio y
a todos los modernistas que lo siguen.
Bergoglio
es de la idea de que hay que renunciar. Ya no cree en el dogma del
Papado. Se inventa su propio papado, su propia figura de papa, su propia
iglesia. Y hay muchos que lo siguen en este pensamiento diabólico.
«A
Benedicto no hay que considerarlo como una excepción. Sino como una
Institución. Por ahí sea el único en mucho tiempo, por ahí no sea el
único. Pero es una puerta abierta institucional. Hoy día el Papa emérito
no es una cosa rara, sino que se abrió la puerta, que pueda existir
esto».
El Papa emérito no existe en Dios, sino sólo en la cabeza de los hombres soberbios.
Se
ha acabado el Papado en la Iglesia. Éstas son las palabras de quien ha
hecho eso, de quien se ha encargado de dirigir un movimiento para quitar
un Papa y ponerse él mismo como falso papa.
¡Qué pocos creen en esto, porque ven la bondad humana de Bergoglio!
El
Papa, en la Iglesia Católica, no es una institución, sino que es la
misma Iglesia: «allí donde está Pedro, está la Iglesia». Pedro es un
Carisma en la Iglesia, no es una institución de los hombres. No es una
jerarquía que ponen los hombres, como el cardenalato. El Papa es la Voz
de Cristo, el Vicario de Cristo.
No
queremos en la Iglesia hombres institucionalizados. No nos interesa un
hombre que se convierte en institución. Queremos un Papa, una Cabeza que
una en la Verdad a todos sus miembros; que enseñe sólo la Verdad en la
Iglesia, que sea camino, en la Verdad, para salvar y santificar a la
Iglesia.
No queremos a un hombre con este pensamiento que refleja lo que es su vida:
«…lo único que me gustaría es poder salir un día, sin que nadie me conociera, e irme a una pizzería a comer una pizza».
Vete a tu pueblo a comer tu pizza. Pero deja de demoler la Iglesia con tus fantasías hegelianas.
Bergoglio: hombre de mundo, hombre puesto para destruir la Iglesia.
El
objetivo que tiene Bergoglio es llevar a la Iglesia a sus orígenes en
el pensamiento del hombre. Es decir, refundarla totalmente.
El falso pontificado de ese hombre, al que muchos llaman su papa,
y que se ha puesto un nombre para denigrar lo santo, Francisco, tiene
en su agenda cambios en la esencia de lo que es la Iglesia.
No
sólo cambia a personas, poniendo otros Cardenales, que son todos
hombres de herejía, de cisma, que llevan, -sin lugar a dudas-, hacia la
apostasía de la fe a muchos; sino que comenzó su falso pontificado
poniendo una estructura externa para dirigir la Iglesia: su gobierno
horizontal.
Ese conjunto de hombres hace que la Iglesia se rompa en mil pedazos.
Ya
no hay una Cabeza que una en la Verdad, sino que sólo existen mentes
humanas que dialogan para ver cómo cambiarlo todo en la Iglesia.
Bergoglio
anula toda Verdad en la Iglesia. Y esto es lo que muchos no han
comprendido, porque sólo están en el juego del lenguaje. Pero no viven
los dogmas, la verdad revelada y dogmática. Cada uno se hace su propia
doctrina, su propia vida de Iglesia, su propio sacerdocio. Cada uno es
jefe de su propia cabeza, de su propia existencia humana.
Bergoglio
es sólo un hombre que habla la mentira. Y, por eso, gusta a todo el
mundo. Sus discursos son importantes para el mundo.
Un hombre con una sola filosofía: “oler a oveja”.
Oler a mundo, oler a hombre, pensar y obrar como lo hace un hombre en
el mundo. El olor a Cristo, propio de todos los Santos, la unción de
Cristo no se puede encontrar ni en la palabra ni en la obra de
Bergoglio.
Por eso, sus entrevistas son de una ordinariez exquisita. Él habla así: con olor a oveja.
Habla lo que la gente quiere escuchar. Habla para agradar al hombre.
Habla para encontrar en el hombre un hueco, un pensamiento, una obra en
la que él, – el papa Bergoglio -, sea el centro, la imagen, la irradiación de una vida para el mundo.
Están
adorando a un hombre, en la Iglesia y en el mundo. Es el nuevo fan, la
nueva cultura, la nueva moda de muchos. Gente que vive en sus pecados lo
tiene como su ídolo. Es la institución del nuevo y falso papado: una figura de papa vacía de toda verdad, centrada sólo en el lenguaje humano.
De esta manera, Bergoglio, y todos los que lo siguen, quieren llevar a la Iglesia a sus “cimientos”.
Es la herejía de siempre. Cuando el hombre no pone el cimiento de su
vida en la Roca de la verdad, entonces el hombre va en busca de sus
filosofías, de sus teologías, de sus lenguajes maravillosos en que todo
está en decirse unas palabras bonitas, una idea que guste al propio
pensamiento humano.
El
hombre, queriendo salir de la verdad, del dogma, de la ortodoxia, se
queda en su propia idea de la vida. Y así construye su vida: en su
soberbia manifiesta.
Es el objetivo de ese hombre:
«Prefiero
una Iglesia accidentada, a una que está enferma por cerrarse» (18 de
mayo de 2013): la Iglesia está enferma porque se encierra en la verdad,
en el dogma, en el lenguaje ortodoxo. Tiene que salir hacia el lenguaje
heterodoxo. Tiene que vivir accidentada, en el pecado, en el error, en
la confusión de ideas, de doctrinas. Que nadie luche por una doctrina,
sino que todos luchen por una obra: los pobres, la hermandad universal,
la libertad del pensamiento humano, el progresismo de tener una cultura
de muchas religiones.
«El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, y nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y de una Iglesia autorreferencial,
cerrada en su recinto; nos impulsa a abrir las puertas para salir, para
anunciar y dar testimonio de la bondad del Evangelio, para comunicar el
gozo de la fe, del encuentro con Cristo” (19 de mayo de 2013).
Iglesia autorreferencial: la que está enferma por cerrarse en la Verdad, en la ley santa de Dios, en el lenguaje ortodoxo.
Lo
autorreferencial es un lenguaje de los modernistas para negar el pecado
de orgullo y de soberbia de aquellos que hablan de esta manera:
autorrefiriéndose como sabios para todo el mundo.
Si
El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo, entonces
la Iglesia vive en el misterio, encerrada en la Verdad que Dios ha
revelado, y que la Iglesia ha enseñado en todo su magisterio auténtico.
Bergoglio siempre ataca la verdad con una verdad: «El Espíritu Santo nos introduce en el misterio del Dios vivo».
Para
poner su mentira: «nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica y
de una Iglesia autorreferencial, cerrada en su recinto».
El
Espíritu Santo no nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica.
Nunca hace esto el Espíritu Santo. El Espíritu Santo hace una Iglesia
Santa, capaz de luchar contra los gnósticos y contra toda iglesia
gnóstica. El Espíritu Santo guarda la Verdad, salvaguarda a la Iglesia
en la Verdad. Y, en la Verdad, se lucha contra toda idea contraria a la
Verdad.
Pero Bergoglio, dando una verdad, quiere reflejar su mentira: lo gnóstico y el modernismo. Estas dos ideas
son lo principal en el discurso de este hombre. En vez de hablar de la
santidad de Dios y de la Iglesia, habla de la autorreferencialidad.
¡Muchos no han aprendido a leer a Bergoglio! Y no caen en la cuenta de cómo engaña Bergoglio en cada frase bonita que dice.
Una
vez que ha lanzado su tesis, su mentira, pone la obra de la mentira:
«nos impulsa a abrir las puertas para salir, para anunciar y dar
testimonio de la bondad del Evangelio».
¡Qué maestro de la oratoria es este hombre! ¡Maestro de la maldad consumada!
Dios no impulsa a salir: es el lenguaje propio del demonio.
Dios
mueve al hombre, su corazón, para que haga la Voluntad de Dios. Es la
moción divina, diferente al impulso del demonio. Dios no pone al hombre
en la actividad enfermiza de hacer cosas por Él, que es la que tienen
mucho católicos, sólo de nombre.
El
mundo no cambia con la palabra de los hombres ni con sus obras humanas,
aunque sean perfectísimas. El mundo cambia con corazones llenos de amor
divino, que es lo que menos tiene la Jerarquía y los fieles en la
Iglesia. No saben lo que es el amor de Dios porque no conocen a Dios.
No
hay que abrir las puertas para salir al mundo; hay que abrir las
puertas del corazón para entrar en el Misterio de Dios, que está
escondido al mundo. No se puede salir al mundo para dar lo santo a los
perros. Hay que esconder el tesoro del rey en lo más íntimo del corazón.
Bergoglio,
cuando predica, nunca lleva al alma hacia su interior, hacia la vida
interior con Cristo, sino que la saca de su interior para mostrarle la
exterioridad, la superficialidad del mundo. Es así, de esta manera, cómo
los falsos profetas engañan a muchos hombres, haciéndoles creer que si
no predican el Evangelio, con la máxima evangélica de “a tiempo y a destiempo”, no hacen nada por Dios.
Hace
más un corazón abierto al Misterio de Dios, contemplando a Dios en
Espíritu y en Verdad, que millones de hombres que dan de comer a los
pobres.
Si
la vida consistiera en dar de comer a los que no lo tienen, Jesús
hubiese enseñado la forma de hacerlo. Es muy fácil: repartan la comida
con los demás. Eso es todo. Repartan dinero para todos. Fabriquen dinero
y todos tendrán para comprar la comida.
Pero
a Jesús no le interesó llenar estómagos de la gente, solucionar
problemas sociales. Jesús vino para llevar al hombre al interior de
Dios. Y eso es muy difícil porque necesita de un corazón humilde, de
sacerdotes humildes, de fieles que sólo vivan para la Palabra de la
Verdad, no para el lenguaje de los hombres.
Bergoglio tiene su idea de Dios, su propio lenguaje:
«Yo
creo en Dios, no en un Dios católico, no existe un Dios católico,
existe Dios. Y creo en Jesucristo, su Encarnación. Jesús es mi maestro,
mi pastor, pero Dios, el Padre, Abba es la luz y el Creador. Este es mi
Ser» (1 de octubre 2013).
Esto es lo que se llama la herejía del subordinacianismo.
En
estas palabras se niega la verdadera Trinidad de Personas en Dios. Sola
una, el Padre es el verdadero Dios; las demás, la segunda y la tercera
persona, quedan subordinadas, clara y de manera disimulada,
insinuando por debajo, que no existen como Dios. Jesús existe como la
Encarnación de ese Dios, que es sólo el Padre.
Este
error está unido a la falsa noción de la divinidad misma. Para
Bergoglio, Dios es un Dios de sorpresas. Esa es su noción clave de la
divinidad.
Sólo
la doctrina trinitaria ortodoxa ha mantenido incólume la verdadera
noción de Dios, que es conocida por la razón y por la revelación.
Bergoglio no cree en esta doctrina católica: no creo en un Dios católico.
Bergoglio
sigue a los herejes gnósticos, que pretendieron adaptar las teorías
emanatistas acerca de los eones y de los intermediarios entre Dios y las
cosas, al dogma cristiano.
Bergoglio
es gnóstico y tiene la caradura de predicar que no se dé una Iglesia
gnóstica: «nos salvaguarda del peligro de una Iglesia gnóstica».
¿Ven
qué falacia en el pensamiento y en el lenguaje de Bergoglio? Se
contradicen: se piensa como gnóstico, pero se habla en contra de la idea
gnóstica. Esta es la demencia que muchos no ven en Bergoglio. Es un
hombre sin lógica, sin sentido común. Si estás en la idea gnóstica de lo
que es Dios, entonces sigue tu pensamiento hasta el final, con todas
las consecuencias: vete de la iglesia a levantar tu idea gnóstica de
Dios, a hacer tu iglesia gnóstica.
Pero Bergoglio se queda en la Iglesia siendo un maestro consumado en hablar un lenguaje de mentira, para condenar a las almas.
Al
hacer esto, Bergoglio está diciendo una cosa: mi lenguaje sólo sirve
para entretener a la gente. Doy muchas cosas, que en sí mismas son una
contradicción, pero lo que más importa es obrar.
Os
digo que no hay que tener una iglesia gnóstica, pero la obro: pongo un
gobierno horizontal donde se realice el mismo trabajo que hicieron los
gnósticos para cambiar el dogma: a base de ideas, de lenguaje humano, a
base de ser un papa radical, se consigue lo que oculto en mi predicación.
Es su fariseísmo: se predica una cosa, se obra lo contrario.
Hay
que lanzar la idea, sembrar una palabra falsa, como lo hacen los falsos
profetas, pero todo eso es para despistar a la gente de lo que
realmente se está llevando a cabo en la Iglesia.
Mientras
Bergoglio entretiene a todo el mundo con sus nefastas homilías,
entrevistas, discursos que sólo sirven para limpiarse el trasero, otros
en el gobierno horizontal están obrando sin que nadie se dé cuenta.
Nuevos
libros, nuevas leyes, nuevos documentos, nuevas liturgias, nuevos
sacramentos… Necesitan tiempo para sacar todo eso. Y necesitan una
cabeza como papa que imponga todo eso, que haga obedecer la nueva
doctrina a base de excomuniones.
¡Qué pocos ven esto en la Iglesia!
Bergoglio no predica la doctrina de Jesús porque no cree en Jesús.
Al decir: Jesús es su Encarnación; Bergoglio se está refiriendo a la emanación de Dios, no a la Encarnación del Verbo.
Para
Bergoglio, Jesús no es Dios. Es una emanación, un agua que fluye, un
pensamiento que se alcanza en un grado de perfección. Por lo tanto, la
Iglesia no es Divina, no es Santa, no tiene un fin divino que haya que
cumplir. En la Iglesia no se está para salvar el alma, sino para liberar
a la gente de sus problemas sociales.
Jesús,
para Bergoglio, no es Dios: «¿Pero Jesús es un Espíritu? ¡Jesús no es
un Espíritu! Jesús es una persona, un hombre, con carne como la nuestra,
pero en la gloria» (28 de octubre del 2013).
«Dios es Espíritu»
(Jn 4, 24). Si Jesús es Dios, entonces Jesús es Espíritu. Si Jesús no
es Dios, entonces Jesús no es Espíritu. Es sólo un hombre.
Al
preguntarse si Jesús es un Espíritu, y responderse que no es,
claramente está negando la Divinidad de Jesús. Jesús no es la Segunda
Persona de la Santísima Trinidad, no es el Verbo, el Hijo de Padre, no
es una Persona Divina. Jesús es una persona humana, un hombre santo en
la gloria.
Bergoglio
está exponiendo la herejía de Arrio, en la que se niega que Jesús sea
Dios. Jesús no es Dios hecho hombre, sino un ser creado por Dios,
semejante a Dios, tiene atributos divinos, pero no es Dios ni en Sí ni
por Sí Mismo.
Dos dogmas principales ha negado Bergoglio: la Trinidad y la Divinidad de Jesús.
Una
abominación ha puesto en la Iglesia: su gobierno horizontal, del que
parte todo el cisma en la Iglesia. Un cisma institucionalizado por la
propia Jerarquía, querido por Ella. Levantado en el mismo centro de la
Iglesia. Quitado el Papado para poner la figura de un Papa que, en su
tiempo, será poseída por el Anticristo.
Sin estas dos verdades dogmáticas, nadie en la Iglesia puede salvarse. Nadie.
Y
con esa abominación, los que obedezcan a ese falso papa y trabajen en
esa falsa iglesia, se condenan sin remedio, sin misericordia. Porque esa
abominación es una blasfemia contra el Espíritu Santo.
Bergoglio no puede salvarse por su cara bonita, porque exteriormente parezca una buena persona.
Bergoglio,
si quiere salvarse, tiene que hacer, públicamente, un acto de fe en la
que niegue sus creencias sobre Dios, sobre Jesús y sobre la Iglesia.
Y
hasta que no haga esto, a ese hombre sólo hay que olvidarlo, juzgarlo,
condenarlo, maltratarlo, despreciarlo, llevarlo a juicio, excomulgarlo.
Por supuesto, que nadie va a hacer esto. Porque todos buscan lo mismo que Bergoglio: el negocio, la empresa en el Vaticano.
Y
aquellos católicos que tengan a Bergoglio como su papa, se van a
condenar. Un hereje no puede ser camino de salvación en la Iglesia.
Nunca.
¿Qué es Dios para Bergoglio?
Es sólo un pensamiento, un concepto humano.
«…de Dios decimos que es el Dios de las sorpresas, porque él siempre nos amó primero y nos espera con una sorpresa. Dios nos sorprende. Dejémonos sorprender por Dios. Y no tengamos la psicología de la computadora de creer saberlo todo» (18 de enero del 2015).
De Dios se dice que es Dios de las sorpresas: Bergoglio no da una verdad revelada sobre Dios ni dogmática. El Dios de las sorpresas sólo existe en su mente humana. Bergoglio da su concepto de Dios: el Dios de las sorpresas. El Dios de la vida humana, del lenguaje humano, de las obras humanas. En ese concepto, está un amor que ama primero y que da una sorpresa al hombre.
¿Dónde
queda la Providencia de Dios? En el olvido del hombre. Dios guía al
hombre en las sorpresas de la vida, no en su providencia. Dios no es un
camino de verdad, de certeza, eterno, sino un conjunto de cosas que
pasan al hombre sin que nadie le avise de ello.
Las
profecías divinas, con este Dios de las sorpresas, se anulan todas. Y
tienen que anularse porque el único que rige el mundo es la mente del
hombre. Es el único que sabe lo que es el bien y el mal.
«Cada uno de nosotros tiene su propia visión del Bien y también del Mal» (1 de octubre 2013).
¿Cuál es ese Dios de las sorpresas?
Es
el hombre con su visión propia del bien y del mal. Es el nuevo yo: es
ese dios, que soy yo mismo, que ama a toda la creación, y que está
continuamente saliendo de su yo encerrado, de su autorreferencialidad,
de sus temores, de sus deseos, de su reino, en donde se excluyen a los
demás. Hay que dejar esa mundanidad asfixiante que sólo se puede sanar:
«…tomándole el gusto al aire puro del Espíritu Santo, que nos libera de estar centrados en nosotros mismos, escondidos en una apariencia religiosa vacía de Dios» (EG, n. 97).
La
Iglesia tiene que descentrarse de su propio lenguaje rígido. Y tiene
que aprender a hablar el lenguaje del mundo. Para eso se ha puesto el
gobierno horizontal.
La Iglesia no tiene que dar la máxima ortodoxia: eso es repetirse siempre en su propio lenguaje.
«A
veces, escuchando un lenguaje completamente ortodoxo, lo que los fieles
reciben, debido al lenguaje que ellos utilizan y comprenden, es algo
que no responde al verdadero Evangelio de Jesucristo» (EG, n. 91).
El lenguaje ortodoxo es oscuridad para el hombre. ¡Qué gran blasfemia! ¡Cómo ataca lo sagrado, lo divino, lo eterno!
Hay
que emplear un lenguaje heterodoxo. Un lenguaje que responda al
concepto de evangelio, el evangelio de la alegría, el evangelio de los
pobres, el evangelio de recaudar dinero para vivir felices.
«No tengas la psicología de la computadora», que tiene todo el saber en ella. O, si lo prefieren, con estas palabras:
«Un corazón que ame la ley, porque la ley es de Dios, pero que ame también las sorpresas de Dios, porque su ley santa no es un fin en sí misma» (13 de octubre del 2014).
La
Iglesia usa un lenguaje que el mundo no comprende. Un lenguaje de
computadora, de fin en sí mismo. Un lenguaje ortodoxo que la
imposibilita de dialogar con el mundo. Y si no habla con el mundo, no
puede anunciar el Evangelio.
La Iglesia es misionera, no autorreferencial. No tiene que estar centrada en la verdad, sino en el mundo.
Hay que hacerse un uno con el mundo. Si se encierra en sí misma impide ir al encuentro real con el otro.
La realidad, no está en la vida de la gracia, sino que está en los derechos sagrados del hombre:
«…tierra, techo y trabajo.
Es extraño pero si hablo de esto para algunos resulta que el Papa es
comunista. No se entiende que el amor a los pobres está al centro del
Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan, son
derechos sagrados» (28 de octubre del 2014).
El hombre tiene que luchar por su tierra, no por la tierra que Dios prometió a Abraham, que es el Cielo; tiene que luchar por su techo,
y no tiene que seguir el pensamiento ortodoxo de Cristo: «Las raposas
tienen sus cuevas, y las aves del cielo sus nidos; mas el Hijo del
hombre no tiene dónde reclinar la cabeza» (Lc 9, 57). Y tiene que luchar
por su trabajo, haciendo de la Palabra de Dios una
mentira: «Necio, esta misma noche te pedirán el alma, y todo lo que has
acumulado, ¿para quién será?» (Lc 12, 20).
Si sigues a Bergoglio, todo eso será para Bergoglio. Él sólo pide dinero. Y no otra cosa.
No
vivas tu vida para tener una casa, un techo, un trabajo, una tierra.
Vive tu vida para desprenderte de todas las cosas, aunque las tengas
todas, y así obrar lo divino en lo humano.
Pero
Bergoglio lleva a la lucha de clases. Tú tienes una casa y yo no. Voy a
luchar por mi casa, porque es mi derecho sagrado. Soy dios para mí
mismo: yo soy el que entiendo lo que es bueno y lo que es malo para mi
propia vida.
Bergoglio
no entiende que el amor a Cristo –no el amor a los pobres- está en el
centro del Evangelio. Él predica su evangelio: el de los pobres. Para su
Iglesia: la iglesia de los pobres.
Y
hace esto para abarcar a todo el universo, a todos los hombres en una
fraternidad sin límites. Y cuando se hace esto, entonces el yo encuentra
a su dios en sí mismo, y el hombre descubre una vida llena de
sorpresas.
La
ley de Dios, al ser santa, es un fin en sí misma. Pero, al no tener el
fin en sí misma, automáticamente, todo está regido por el azar, por las
sorpresas, por el fin, por el objetivo que cada hombre se ponga en su
vida.
Cada hombre hace su ley en el pecado y la llama santa.
Esto es Bergoglio. ¿Todavía no se han dado cuenta?
Es un discurso vacío de la verdad. Por lo tanto, es un discurso lleno de mentiras.
¿Queréis
llevar la Iglesia a sus orígenes? Entonces prediquen del infierno, de
la cruz, de la penitencia, del pecado. Porque la Iglesia nació en el
Dolor del Calvario, no en el lenguaje, no en el diálogo de los Apóstoles
con la gente del mundo.
Fue
el Dolor de Cristo y de Su Madre el origen de la Iglesia. Lo demás: la
cultura de los tiempos es sólo eso: cultura. La Iglesia no es una
institución, sino la Vida de Dios en la tierra. El Reino de Dios en la
tierra. Y quien haga de ese Reino una conquista humana, un reino
material, humano, la Justicia de Dios lo enterrará en el infierno.
Poco
tiempo queda para ver la Justicia de Dios en Bergoglio. Ese hombre es
ya un demente. Y lo que queda por ver es su degradación como persona y
como sacerdote.