PATRICIA VERBOVEN- SOBRE LA EDUCACIÓN SEXUAL INTEGRAL
EL ARMA PARA COMBATIR LA E.S.I.
LA PUREZA
– EL PROBLEMA
Podemos
decir que ante el proyecto de la Educación Sexual Integral, E.S.I. se
nos plantea un grave problema… en un mundo donde ya la educación
cristiana en todos sus aspectos es complicada, se nos añade ahora que
los gobiernos buscan (o ya lo están haciendo) el rol de educadores de
nuestros hijos especialmente en lo relativo a la afectividad y
sexualidad con fines mas que perversos, utilizando la E.S.I. como eje
transversal en todas las materias. Y como si
esto fuera poco, el Vaticano da su aval con una planificación
alternativa, pero que no deja de ser un programa de educación sexual
integral (los detalles de esto los pueden ver en los artículos: DE LA
AGENDA DEL NUEVO ORDEN… …A AMORIS LAETITIA partes 1 y 2, y LA ESI LLEGO
AL VATICANO).
En
Argentina, para la educación inicial, primaria y secundaria, tenemos
tres tipos de instituciones educativas: las estatales que son gratuitas y
dependen directamente del estado, las parroquiales que dependen de
congregaciones religiosas o directamente de las diócesis en los cuales
se abona una cuota relativamente baja, y los colegios privados que no
dependen de ningún organismo y suelen tener cuotas muy altas.
En todos los
casos, para poder expedir certificados de estudio válidos, estos
colegios deben sujetarse a los planes de estudio que el estado envíe.
La
instrucción primaria y secundaria son obligatorias, pero hay una laguna
legal porque no se diferencia entre “instrucción obligatoria” y
“escolaridad obligatoria”; y es en este vacío donde se amparan quienes
han decidido sacar a sus hijos del colegio y educarlos en su casa; pero,
por supuesto, el estado entiende que este sistema no es el más adecuado debido a que (en palabras de quien fuera la vice ministra de educación de la ciudad de Buenos s Aires, Ana Ravaglia):
“La
escuela en casa impide la posibilidad de compartir con pares diferentes
momentos y actividades, competir y, entre otras cosas, aprender a
convivir con las diferencias”. “Asistir a la escuela es algo más que una
rutina; es asistir a un ámbito de socialización y de construcción
colectiva de conocimientos”.
Y en consecuencia, sólo lo permiten en casos excepcionales.
De todos
modos esta modalidad no es posible para quienes no tengan los recursos
necesarios y una madre presente mucho tiempo en su casa.
Bajo esta situación, no hay manera de escapar a la intromisión del estado.
– EL COMBATE
Ante este panorama, no es osado decir que estamos en una lucha.
Cito aquí un
resumen de un escrito de Jean Vaquié (filósofo francés tradicional)
realizado por el Padre Juan Carlos Ceriani, que puede aplicarse a todos
los aspectos de la vida Cristiana:
“Esta lucha en que nos encontramos consta de dos combates:
El combate de resistir y conservar
y el combate de la Restauración del Reino de Jesucristo.
Estos dos combates, el de mantenimiento y el de reconquista, existen por voluntad divina y, por lo tanto, no podemos eludirlos.
Estos dos
combates se realizarán en tiempos diferentes pero con los mismos
combatientes, tienen objetivos diferentes y por lo tanto diferentes
tácticas.
El primero
nos corresponde a los hombres como actores principales y el posterior a
Cristo Rey y su Madre Santísima donde actuaremos como actores
secundarios, a sus órdenes.
El primero
se trata de conservar lo cada vez más poco que nos queda (Nuestras
familias católicas, nuestros oratorios, nuestras publicaciones).
Pero debemos saber existen tres límites en esto:
1- Somos una minoría y nuestras fuerzas son humanamente impotentes.
Somos vigorosos y valientes, pero el dispositivo del estado es imposible de conquistar.
El enemigo ha tejido un sitio cerrado que se impone de una manera absoluta.
Las fuerzas católicas son incesantemente neutralizadas, mutiladas y aniquiladas.
2- Ante el
acorralamiento en que se nos pone, no debemos pensar en un ataque de
ruptura, de arremetida porque los medios con los que contamos no son
proporcionados para intentar romper el sitio.
Nuestra misión es vigilar, conservando los restos que sabemos van a perecer.
3- Los
católicos tienen consciencia de defender los derechos de Dios contra el
poder de la Bestia. Es de esa fuente que extraen su ardor y su
confianza.
Pero es
demasiado tarde para exigir del Estado laico el reconocimiento de los
derechos de la Iglesia, para esperar del Estado sin Dios el
reconocimiento de los derechos de Dios.
En este
combate somos, y seremos cada vez más, obligados a los medios de la
“legalidad” del estado, que será cada día más rigurosa, reduciendo cada
vez más nuestros medios de defensa.
Hasta aquí la primera batalla.
La otra
batalla, la que tendrá por objetivo arrancar el poder a la Bestia y
restituírselo a Cristo Rey, es obra personal de Dios. Sin embargo, el
Divino Maestro espera que el pequeño número intervenga por la oración y
la penitencia para remover el obstáculo que se opone a la acción divina,
e incluso, en una cierta medida, para desencadenarla.
Entonces, la
situación es tal que, al mismo tiempo, participamos de un combate de
conservación y de un combate preparatorio por medio de la súplica. Y nos
vemos en la necesidad de ser hombres de acción para asumir la custodia
de los restos, y también ser hombres de oración para participar de la
batalla de súplica.
¿Qué hay que privilegiar, la acción o la oración? ¿Cuál es la prioridad?
Hay un tiempo para la oración, que debe ser anterior a la acción, y un tiempo para la acción, que debe seguir a la oración.
Además, hay que ser muy activos en la contemplación y muy contemplativos en la acción.
Libremos este combate de la súplica y de la penitencia.
Permanezcamos en esa actitud de espera vigilante.
Todo esto con confianza, con calma, con constancia y con perseverancia.”
Como la
prudencia lo indica: “No es conveniente entrar en el campo de los
enemigos para purificarlo, entrar allí ya es mancharse”.
Por esta
razón, es preferible entonces, más que detenernos a criticar los
programas de educación sexual integral, mantenernos firmes y resguardar
lo que tenemos, que es lo que el Magisterio de la Iglesia nos enseña
sobre la educación.
Hagamos frente a esta batalla educando a nuestros hijos en la pureza, para que puedan resistir al mundo que los quiere atrapar.
“Educación para la pureza”
Trataré de hacer una síntesis de lo que nos compete en este tema guiada por grandes escritores sobre la materia como lo son:
* Monseñor
Tihamér Tóth, fallecido en 1939 quien fue un sacerdote católico húngaro,
obispo de Veszprém, que se destacó como predicador y por su dedicación a
la pastoral de jóvenes y estudiantes.
* Padre Eduardo Pavanetti escritor sobre moral y educación.
* Luce Quennet autora del libro La educación en la pureza.
Insisto en
que debemos resguardar lo que tenemos, y que no nos sirve de nada
aprender toda la planificación de la ESI con sus puntos y comas, si no
estamos haciendo bien las cosas en casa…
De esta
lectura, habrá quienes desconocían que la iglesia tiene muy claro desde
siempre como educar a nuestros niños en los temas sexuales. Por ustedes,
doy gracias a Dios por que la Divina Providencia los hizo estar leyendo
estas líneas.
Habrá
quienes puedan aprender algo nuevo para aplicar o reforzar lo que ya
hacen con sus hijos. Para ustedes pido la fuerza para cambiar lo que
falta cambiar…
Y habrá
quienes ya conocían todo al respecto y además lo aplican. Para ustedes
que sea este el momento de sentirse gratificados por estar cumpliendo
sus deberes de padres como Dios manda y agradecer a Nuestro Señor por
ello.
“Debido a
una herida profunda que es una consecuencia del pecado original, la
pureza necesita ser educada, fortificada, protegida” (Luce Quennet).
De la Encíclica Casti Connubii, del Papa Pío XI
Nunca
se debe perder de vista que el sujeto de la educación cristiana es el
hombre todo entero, espíritu unido al cuerpo en unidad de naturaleza,
con todas sus facultades naturales y sobrenaturales, cual nos lo hacen
conocer la recta razón y la Revelación; es decir, el hombre caído de su
estado originario, pero redimido por Cristo y reintegrado a la condición
sobrenatural de hijo adoptivo de Dios, aunque no a los privilegios
preternaturales de la inmortalidad del cuerpo y de la integridad o
equilibro de sus inclinaciones. Quedan, por tanto, en la naturaleza
humana los efectos del pecado original, particularmente la debilidad de
la voluntad y las tendencias desordenadas del alma.
La necedad se esconde en el corazón del niño; la vara de la corrección la hace salir de él (Prov
22, 15). Es, por tanto, necesario desde la infancia corregir las
inclinaciones desordenadas y fomentar las tendencias buenas, y sobre
todo hay que iluminar el entendimiento y fortalecer la voluntad con las
verdades sobrenaturales y los medios de la gracia, sin los cuales es
imposible dominar las propias pasiones y alcanzar la debida perfección
educativa de la Iglesia, que fue dotada por Cristo con la doctrina
revelada y los Sacramentos para que fuese maestra eficaz de todos los
hombres.
EL PROBLEMA EN LA ACTUALIDAD
Nunca se
había manifestado como hasta ahora tanta preocupación por el niño, se
han multiplicado las obras de protección a la infancia, los edificios
escolares se han convertido en palacios se han impuestos listas de
derechos para ellos y sin embargo, nunca los principios de la educación
han estado en peores condiciones.
Esto sucede porque el mundo civilizado ha renegado de las verdades eternas y proclamado la independencia del hombre ante Dios.
Se ha
desarrollado la instrucción, la ciencia se ha extendido, se han
multiplicado los descubrimientos….pero buscamos hombres (en el sentido
de personas íntegras) y no los encontramos. El mundo agoniza por falta
de hombres.
En esta
crisis moral que padece el mundo, y sabiendo que toda formación se
deriva de las primeras enseñanzas, los padres tenemos el deber de ser
los educadores de nuestros niños, porque somos naturalmente los llamados
a esta tarea.
Dice el
padre Pavanetti: “Nuestra vida en esta tierra, es una hazaña en la que
vamos luchando incesantemente por la vida eterna y por la moral
perfecta. Pero no tenemos refriegas más frecuentes, largas y peligrosas
que cuando hemos de luchar por la defensa de la castidad contra la
lujuria”
Y ante este
pecado, serán vanos los más nobles esfuerzos pedagógicos, estériles los
planes, artículos, libros que la pedagogía nos ofrece en estos últimos
años.
La realidad
de hoy es que la tentación sexual acecha a nuestros hijos de mil y mil
formas y no es lícito que las madres nos quedemos de brazos cruzados.
Decía San
Alfonso: “Entre los condenados que pueblan el infierno, no hay uno solo
que no haya pecado contra el sexto mandamiento, y de 100, 99 fueron
condenados precisamente por este pecado”
Y lo
confirma Nuestra Señora de Fátima cuando dijo: “Más almas van al
infierno debido a los pecados de la carne que por cualquier otra razón”
Hoy día, los
jóvenes conocen las cosas sexuales pero no saben el recto modo de
pensar respecto a estas, y ya son esclavos del vicio sin tener aún edad
de conocer la naturaleza del mismo.
Bien sabemos
que en la mayoría de nuestros países, a la edad de 15 o 16 años, ya
casi no se encuentran muchachos o muchachas vírgenes, el nivel moral es
terrible y este es el ambiente venenoso donde nuestros hijos deben
moverse.
EL AMBIENTE VENENOSO
¿Cómo pueden
infundir una idea elevada de respeto y dignidad hoy el cine, las
revistas, las tiras cómicas, la moda (la desvestida moda femenina) la
televisión (especialmente con las novelas donde las tramas siempre
rodean los peores vicios y las rupturas de hogar y las infidelidades son
el centro de atracción), la música no solo en sus letras sino en el
modo de bailarla, y ni hablar de internet, donde todo…absolutamente
todo, está al alcance de los niños y jóvenes?
¿Cómo pueden
enseñar pureza a los hijos las infidelidades conyugales, las reuniones
sociales a las que asisten los padres, los bailes o reuniones infantiles
(“matiné” se les llama en Argentina), las amistades, las
conversaciones…?
Como vemos,
ante el ambiente del mundo, se requiere una gran fuerza de voluntad, una
gran prudencia y vigilancia para preservar a nuestros hijos de la
corrupción reinante.
MENTALIDAD MODERNA
¡Y lo peor
es ver como se quiere hacer desaparecer el sentido moral del pudor y de
la vergüenza del pecado y del vicio! Se lo tolera y se lo disculpa, se
habla deformadamente de los problemas sexuales, se perdonan todas las
aberraciones, se hace propaganda de las prácticas anticonceptivas….y
peor aún es que esto va a seguir empeorando, ¡en niveles que no se si
podemos llegar a imaginar!
LO QUE SE VE, LO QUE SE OYE, LO QUE SE DICE
Esa absoluta
desconexión en el control de las amistades, la vigilancia, en las
salidas, los noviazgos, las bebidas…esa absoluta libertad es lo que nos
hace preguntarnos cuando vemos a esas chicas borrachas saliendo de bares
o discos… ¿tienen madre? O cuando vemos a los muchachos a las 4 de la
mañana, caminar por la calle de a varios, gritando cosas que no
quisiéramos escuchar en ningún horario… ¿dónde están sus mamás?
¡No hay quien resista en la vida de libertad y pereza!
Agreguemos
lo que se oye decir de quienes creen en el matrimonio, las burlas a
quienes tienen muchos niños, los que afirman que la pureza es imposible o
hasta “nociva para la salud”…
LO QUE ES
La pureza es
la virtud de los Ángeles, es el más hermoso de todos los tesoros que
pueda poseer un niño, es el principio de las demás virtudes. Sin pureza,
cualquier desvelo educativo es en vano.
Si el niño
absorbe el veneno del vicio desde pequeño, esto corromperá lo que tiene
de más noble en su alma y le quitará su amistad con Dios, por eso desde
temprano hay que hacerles AMAR la castidad y resguardar su inocencia. Y
por supuesto, rezar con ellos para pedir las gracias de practicar
siempre la modestia.
Inspírenles
desde temprano la convicción de que su cuerpo es un templo, para que
sepan huir de palabras inmodestas, que alejen sus oídos y por sobre
todo, que pongan en ustedes la confianza para contarles los peligros en
que se encuentren.
Nosotros
somos su ejemplo, nada de lo que les digamos se hará carne en ellos si
somos hipócritas. Por eso nuestros hogares deben ser en primer lugar un
sitio seguro, donde todo lo que les pedimos que hagan, se aplique.
Si tenemos
prácticas habituales de piedad, si en nuestro hogar no hay nada que
pueda ser peligroso para ellos, si somos nosotras modestas en todos los
detalles (en nuestros quehaceres, nuestros deberes, nuestra vestimenta,
nuestro modo de hablar, nuestras diversiones) ya tendremos muchísimo a
favor en la educación pura de nuestros niños.
No tengamos
miedo a las conversaciones íntimas con ellos, esto es posible en toda
edad, y evitará que la curiosidad natural del niño, sea respondida fuera
del entorno del hogar.
Vigilen sus
juegos, vigilen todos sus tiempos, pero con la prudencia de que jamás
sepan que ejercen esa vigilancia. Esto además las ayudará a conocerlos
mejor y poder entablar mas intimidad con ellos.
Si fuera
necesario tomar una decisión tajante cuando una circunstancia lo exija,
¡¡no teman!! Quizás alguna vez deban cortar una amistad, mudarse de un
vecindario, cambiarlos de colegio, no permitir la entrada de algún
adulto a sus hogares…. Serán estas, precauciones necesarias para
conservar el tesoro de la inocencia.
Feliz la madre que haya comprendido el deber de la vigilancia de sus hijos.
LO QUE DEBEN SABER Y HACER LAS MADRES
Teniendo
bien presente el ambiente actual de la sociedad y el pecado original por
el cual todos nosotros estamos inclinados al mal INCLUIDOS NUESTROS
HIJOS, deberemos no cometer los siguientes errores:
* Creer que nuestros hijos son impecables y sin pasiones y que nunca las tendrán.
* Creer en la perpetua inocencia de los hijos.
* Vivir en una inconsciente seguridad.
La curiosidad infantil es la causa principal de las caídas de los niños y por esta razón debe ser bien dirigida.
EL MOMENTO TEMIBLE
Llega el
momento de las preguntas, empieza el período de la curiosidad.
Dependiendo de la edad, quizás se pregunte por los inicios de la vida,
quizás ha escuchado algo en el colegio y desconoce de qué se trata, o ha
visto algo que no entiende… Y en este punto, cuando la imaginación del
niño comienza a despertar sus sentidos, lo más importante es que sea la
madre quien dirija las impresiones del corazón de su hijo y para que
esto que vio u oyó no entretenga su imaginación, no se entretenga en
objetos peligrosos, habremos de inculcarles desde pequeños el horror al
pecado y la belleza y ventajas de la virtud, como decíamos antes. Para
esto, conocerlo bien y el haber ganado su confianza para poder hablar
francamente son las armas que tenemos para enfrentar esta etapa.
ACTUACIÓN POSITIVA
Si hemos ganado su confianza, podremos provocar sus confidencias. Nunca se muestren sorprendidas o turbadas por sus preguntas,
La confianza
no se impone, se la gana y se la merece; y si no han podido lograr aún
esto con sus hijos, no es tarde… Comiencen a trabajar hoy mismo en ello y
comenzará la renovación.
Cuenta el
Padre Pavanetti, que hablando con niños que aún conservan su inocencia
(se mantienen libres de pecado) pero que tienen la información necesaria
y no son ingenuos ni ignorantes sobre la materia, al preguntarles cómo
es la relación con su madre, todos han contestado que hablan todos los
días con ella, que le cuentan todo para que su madre les explique de qué
se trata todo lo que vieron u oyeron.
Y si nuestro
hijo se encuentra turbado, o pone reservas para hablar con nosotras, es
probable que hayan cometido una falta, y en este caso debemos redoblar
nuestro amor; compréndanlos y amen aún sus miserias para poder curarlas
con bondad.
Necesitamos ahora, infundirle también confianza en el confesor, quien será el médico y guía de su alma, que acercará a sus heridas las dulces manos de la caridad.
Busquen un
Sacerdote que sea su guía espiritual. Nos preocupamos tanto a veces de
que el niño se atienda siempre con el mismo pediatra, porque ya conoce
el funcionamiento de su cuerpo, ¿y no nos vamos a preocupar por quien
conozca profundamente su alma?
Infúndales
desde siempre que pueden confiar sus penas y sus pecados a este buen
amigo que sabrá aconsejarlo para preservarlo de una nueva caída y le
ayudará a ver de nuevo el camino del bien y del honor.
Tantas
madres cometen el error de enviar a sus hijos a terapias psicológicas,
cuando los ven turbados o encerrados en sí mismos…, los envían con
desconocidos con quienes están obligados a contar sus secretos y donde,
si con la mejor de las suertes, encuentran un profesional católico, este
podrá guiarlo; pero el niño no obtendrá las gracias del Sacramento.
¡Ni hablar de un profesional sin fe! ¡Seguramente este encontrará el problema en nosotros y nuestra obsesión religiosa!
Enséñenles a
sus hijos a confesarse, enséñenles el modo de acusar ciertos pecados
que no se atreverían a nombrar, inspírenles confianza absoluta en ese
médico del alma, y den el ejemplo también ustedes.
Y acompañen
todo, siempre, siempre con la oración. El niño que reza se transforma,
háganles amar la oración, y Nuestra buena Madre no los abandonará en las
tentaciones.
De la Encíclica Casti Connubii, del Papa Pío XI
Por
esta razón es falso todo naturalismo pedagógico que de cualquier modo
excluya o merme la formación sobrenatural cristiana en la instrucción de
la juventud; y es erróneo todo método de educación que se funde, total o
parcialmente, en la negación o en el olvido del pecado original y de la
gracia, y, por consiguiente, sobre las solas fuerzas de la naturaleza
humana.
A
esta categoría pertenecen, en general, todos esos sistemas pedagógicos
modernos que, con diversos nombres, sitúan el fundamento de la educación
en una pretendida autonomía y libertad ilimitada del niño o en la
supresión de toda autoridad del educador, atribuyendo al niño un primado
exclusivo en la iniciativa y una actividad independiente de toda ley
superior, natural y divina, en la obra de su educación.
Pero
si los nuevos maestros de la pedagogía quieren indicar con estas
expresiones la necesidad de la cooperación activa, cada vez más
consciente, del alumno en su educación; si se pretende apartar de ésta
el despotismo y la violencia, cosas muy distintas, por cierto, de la
justa corrección, estas ideas son acertadas, pero no contienen novedad
alguna; pues es lo que la Iglesia ha enseñado siempre y lo que los
educadores cristianos han mantenido en la formación cristiana
tradicional, siguiendo el ejemplo del mismo Dios, quien ha querido que
todas las criaturas, y especialmente los hombres, cooperen activamente
en su propio provecho según la naturaleza específica de cada una de
ellas, ya que la sabiduría divina se extiende poderosa del uno al otro
extremo y lo gobierna todo con suavidad (Sal 8, 1).
Pero,
desgraciadamente, si atendemos al significado obvio de los términos y a
los hechos objetivamente considerados, hemos de concluir que la
finalidad de casi todos estos nuevos doctores no es otra que la de
liberar la educación de la juventud de toda relación de dependencia con
la ley divina.
Por
esto en nuestros días se da el caso, bien extraño por cierto, de
educadores y filósofos que se afanan por descubrir un código moral
universal de educación, como si no existiera ni el decálogo, ni la ley
evangélica y ni siquiera la ley natral, esculpida por Dios en el corazón
del hombre, promulgada por la recta razón y codificada por el mismo
Dios con una revelación positiva en el decálogo.
Y
por esto también los modernos innovadores de la filosofía suelen
calificar despreciativamente de heterónoma, pasiva y anticuada la
educación cristiana por fundarse ésta en la autoridad divina y en la ley
sagrada.
Pretensión
equivocada y lamentable la de estos innovadores, porque, en lugar de
liberar, como ellos dicen, al niño, lo hacen en definitiva esclavo de su
loco orgullo y de sus desordenadas pasiones, las cuales, por lógica
consecuencia de los falsos sistemas pedagógicos, quedan justificadas
como legítimas exigencias de una naturaleza que se proclama autónoma.
Pero
es mucho más vergonzosa todavía la impía pretensión, falsa, peligrosa
y, además inútil, de querer someterse a investigaciones, experimentos y
juicios de orden natural y profano los hechos del orden sobrenatural
referentes a la educación, como, por ejemplo, la vocación sacerdotal o
religiosa y, en general, las secretas operaciones de la gracia, la cual,
aun elevando las fuerzas naturales, las supera, sin embargo,
infinitamente y no puede en modo alguno someterse a las leyes físicas,
porque el Espíritu sopla donde quiere.(Jn 3, 8).
Peligroso
en sumo grado es, además, ese naturalismo que en nuestros días invade
el campo educativo en una materia tan delicada como es la moral y la
castidad.
ACTUACIÓN OPORTUNA
En esta
parte ya entramos en el terreno de la instrucción inicial; y es aquí
cuando nos preguntamos: ¿Cuándo debo hablarle? ¿Cómo debo hablarle? ¿Qué
palabras debo emplear?
Lo primero
que debemos tener claro es que la iniciación en estos temas corresponde y
es derecho exclusivo de los padres, y de entre ellos de la madre, cuyo
natural sentido pedagógico la hará más acertada en el tono y en el
tiempo.
Si el niño
recibe todo de sus padres, casa, alimento, vestido, cultura, ¿será justo
en esta única cuestión, tan seria y santa, que no tendrán derecho a
recibir nuestra orientación?
Nos dice el Magisterio:De la Encíclica Casti Connubii, del Papa Pío XI
Está
muy difundido actualmente el error de quienes, con una peligrosa
pretensión e indecorosa terminología, fomentan la llamada educación
sexual, pensando falsamente que podrán inmunizar a los jóvenes contra
los peligros de la carne con medios puramente naturales y sin ayuda
religiosa alguna; acudiendo para ello a una temeraria, indiscriminada e
incluso pública iniciación e instrucción preventiva en materia sexual,
y, lo que es peor todavía, exponiéndolos prematuramente a las ocasiones,
para acostumbrarlos, como ellos dicen, y para curtir su espíritu contra
los peligros de la pubertad (Cf. el Decreto del Santo Oficio sobre
Educación sexual y eugenesia, de 18 de marzo de 1931: AAS 23 (1931) 118;
DB 2251-2252).
Grave
error el de estos hombres, porque no reconocen la nativa fragilidad de
la naturaleza humana ni la ley de que habla el Apóstol, contraria a la
ley del espíritu (cf. Rom 7, 23), y porque olvidan una gran lección de
la experiencia diaria, esto es, que en la juventud, más que en otra edad
cualquiera, los pecados contra la castidad son efecto no tanto de la
ignorancia intelectual cuanto de la debilidad de una voluntad expuesta a
las ocasiones y no sostenida por los medios de la gracia divina.
En
esta materia tan delicada, si, atendidas todas las circunstancias,
parece necesaria alguna instrucción individual, dada oportunamente por
quien ha recibido de Dios la misión educativa y la gracia de estado, han
de observarse todas las cautelas tradicionales de la educación
cristiana, que el ya citado Antoniano acertadamente describe con las
siguientes palabras:
«Es
tan grande nuestra miseria y nuestra inclinación al pecado, que muchas
veces los mismos consejos que se dan para remedio del pecado constituyen
una ocasión y un estímulo para cometer este pecado. Es, por tanto, de
suma importancia que, cuando un padre prudente habla a su hijo de esta
materia tan resbaladiza, esté muy sobre aviso y no descienda a detallar
particularmente los diversos medios de que se sirve esta hidra infernal
para envenenar una parte tan grande del mundo, a fin de evitar que, en
lugar de apagar este fuego, lo excite y lo reavive imprudentemente en el
pecho sencillo y tierno del niño. Generalmente hablando, en la
educación de los niños bastará usar los remedios que al mismo tiempo
fomentan la virtud de la castidad e impiden la entrada del vicio»
(Silvio Antoniano, Dell’educazione cristiana dei figliuoli II 88).
Pues bien, ¿cuándo deben intervenir los padres en el asunto? Sencillamente, cuando el niño pregunte.
ACTUACIÓN FRANCA
Si ustedes satisfacen esta primera curiosidad, el niño sentirá el placer de interrogarlos a ustedes y no a otros.
¡Esta actuación debe ser FRANCA!
No cometan
el error de huir de estas inquietudes de sus hijos, el niño se
desconcertará, porque no sabe la importancia de lo que ha preguntado, y
obedecerá callando y no se atreverá a preguntar jamás.
Nunca les
digan que no son temas para hablar, ni les hagan cuentos de la cigüeña o
el repollo, ellos los creerán y quedarán en ridículo ante sus pares
cuando se les presente la verdad (evoquen su infancia y recordarán que
estos temas solían hablarse en los grupitos de amigos), y eso hará
añicos la confianza en ustedes que lo engañaron.
No utilicen
el típico ejemplo de los animalitos… el perro con la perrita, etc., ya
que esto asemeja al hombre con los animales y justamente es esta la
diferencia que debemos marcarles, el fin moral y sobrenatural del acto
sexual.
No utilicen
terminología fisiológica ni científica, no es la fisiología la que lo
salvará del pecado, sino la formación espiritual.
Y no
contesten mas allá de lo que el niño pregunta, basta con dejar su
imaginación en paz para que en ella no germine nada que pueda dañar su
pureza.
Cuanto menos
edad tiene, mas fácil recibe el niño las explicaciones, justamente
porque todavía es puro, es en las etapas más tempranas donde el niño
recibirá con frescura todas las grandezas morales y espirituales.
Es más fácil hablar un año más temprano que un año después.
LAS PRIMERAS CONFIDENCIAS
Y cuando
esté listo, ya sea porque empieza a preguntarse sobre su origen, o bien
porque va a tener un hermanito o porque su tía está embarazada…
El niño no
tendrá lugar ni momento adecuado para lanzar sus preguntas, pero lo más
recomendable es siempre hablarles en privado y con mucha calma, para
poder llegar a su corazón. Ni siquiera sería agradable que lo hablen
junto a su hermano mayor o menor o mellizo, ya que cada niño tiene sus
tiempos, y ese secreto, esa confidencia, debe ser entre ustedes dos,
para con esto enseñarles lo que es la intimidad y el pudor.
Luego vendrá
la explicación de la función del padre y aquí es donde se debe
aprovechar para insistir en el concepto de familia y la maravillosa obra
de Dios que es la generación humana.
Todo esto
está tratado en aspectos generales, pero hay muchísimos ejemplos
prácticos de cómo resolver estas situaciones y qué decir, dependiendo de
la edad del niño y la etapa que esté atravesando, estos textos los
pondremos a su disposición en otra ocasión.
Hasta aquí, las armas que tenemos para defender la pureza de nuestros hijos en esta lucha.
Citamos
nuevamente el Magisterio de la verdadera Iglesia católica que, más allá
de la situación tan problemática que vivimos, nos da el aval para poder
enfrentar cualquier situación que se suscite por defender la integridad
de nuestros hijos.
Pío XI
Encíclica Divini Illius Magistri
31 de Diciembre de 1929
Carta Encíclica de S.S. Pío XI sobre la Educación Cristiana de la Juventud
A QUIEN PERTENECE LA MISIÓN EDUCADORAMisión educativa de la familia
En
primer lugar, la misión educativa de la familia concuerda admirablemente
con la misión educativa de la Iglesia, ya que ambas proceden de Dios de
un modo muy semejante. Porque Dios comunica inmediatamente a la
familia, en el orden natural, la fecundidad, principio de vida y, por
tanto, principio de educación para la vida, junto con la autoridad,
principio del orden.
a) Derecho anterior al Estado
El
Doctor Angélico dice a este propósito, con su acostumbrada nitidez de
pensamiento y precisión de estilo: «El padre carnal participa de una
manera particular de la noción de principio, la cual de un modo
universal se encuentra en Dios… El padre es principio de la generación,
de la educación y de la disciplina y de todo lo referente al
perfeccionamiento de la vida humana» [13].
La
familia recibe, por tanto, inmediatamente del Creador la misión, y por
esto mismo, el derecho de educar a la prole; derecho irrenunciable por
estar inseparablemente unido a una estricta obligación; y derecho
anterior a cualquier otro derecho del Estado y de la sociedad, y, por lo
mismo, inviolable por parte de toda potestad terrena.
b) Inviolable
El
Doctor Angélico declara así la inviolabilidad de este derecho: «El hijo
es naturalmente algo del padre,..; por esto es de derecho natural que el
hijo, antes del uso de la razón, esté bajo el cuidado del padre. Sería,
por tanto, contrario al derecho natural que el niño antes del uso de
razón fuese sustraído al cuidado de los padres o se dispusiera de él de
cualquier manera contra la voluntad de los padres» [14]. Y como la
obligación del cuidado de los hijos pesa sobre los padres hasta que la
prole se encuentra en situación de velar por sí misma, perdura también
durante el mismo tiempo el inviolable derecho educativo de los padres.
«Porque la naturaleza —enseña el Angélico— no pretende solamente la
generación de la prole, sino también el desarrollo y progreso de ésta
hasta el perfecto estado del hombre en cuanto hombre, es decir, el
estado de la virtud» [15].
Por
esto en esta materia la sabiduría jurídica de la Iglesia se expresa con
precisión y claridad sintética en el Código de Derecho canónico: «Los
padres tienen la gravísima obligación de procurar, en la medida de sus
posibilidades, la educación de sus hijos, tanto la religiosa y la moral
como la física y la cívica, y de proveer también a su bienestar
temporal» (CIC cn. 1113).
En
este punto es tan unánime el sentir común del género humano, que se
pondrían en abierta contradicción con éste cuantos se atreviesen a
sostener que la prole, antes que a la familia, pertenece al Estado, y
que el Estado tiene sobre la educación un derecho absoluto. Es además
totalmente ineficaz la razón que se aduce, de que el hombre nace
ciudadano y que por esto pertenece primariamente al Estado, no
advirtiendo que, antes de ser ciudadano, el hombre debe existir, y la
existencia no se la ha dado el Estado, sino los padres, como sabiamente
declara León XIII: «Los hijos son como algo del padre, una extensión, en
cierto modo, de su persona; y, si queremos hablar con propiedad, los
hijos no entran a formar parte de la sociedad civil por sí mismos, sino a
través de la familia dentro de la cual han nacido» [16]. Por
consiguiente, como enseña León XIII en la misma Encíclica, «la patria
potestad es de tal naturaleza, que no puede ser asumida ni absorbida por
el Estado, porque tiene el mismo principio de la vida misma del
hombre». De lo cual, sin embargo, no se sigue que el derecho educativo
de los padres sea absoluto o despótico, porque está inseparablemente
subordinado al fin último y a la ley natural y divina, como declara el
mismo León XIII en otra de sus memorables Encíclicas sobre los
principales deberes del ciudadano cristiano, donde expone en breve
síntesis el conjunto de los derechos y deberes de los padres: «Los
padres tienen el derecho natural de educar a sus hijos, pero con la
obligación correlativa de que la educación y la enseñanza de la niñez se
ajusten al fin para el cual Dios les ha dado los hijos. A los padres
toca, por tanto, rechazar con toda energía cualquier atentado en esta
materia, y conseguir a toda costa que quede en sus manos la educación
cristiana de sus hijos, y apartarlos lo más lejos posible de las
escuelas en que corren peligro de beber el veneno de la impiedad»[17].
Hay
que advertir, además, que el deber educativo de la familia comprende no
solamente la educación religiosa y moral, sino también la física y la
civil, principalmente en todo lo relacionado con la religión y la moral
(cf. CIC cn.1113).
c) Reconocido
Este
derecho incontrovertible de la familia ha sido reconocido jurídicamente
varias veces por las naciones que procuran respetar santamente el
derecho natural en sus ordenamientos civiles. Así, para citar un ejemplo
entre los más recientes, el Tribunal Supremo de la República Federal de
los Estados Unidos de América del Norte, al resolver una gravísima
controversia, declaró que «el Estado carece de todo poder general para
establecer un tipo uniforme de educación para la juventud, obligándola a
recibir la instrucción solamente de las escuelas públicas»; añadiendo a
continuación la razón de derecho natural: «El niño no es una mera
criatura del Estado; quienes lo alimentan y lo dirigen tienen el
derecho, junto con el alto deber, de educarlo y prepararlo para el
cumplimiento de sus deberes» [18].
d) Amparado
La
historia es testigo de cómo, particularmente en los tiempos modernos,
los gobiernos han violado y siguen violando los derechos conferidos por
el Creador del género humano a la familia; y es igualmente testigo
irrefutable de cómo la Iglesia ha tutelado y defendido siempre estos
derechos; y es una excelente confirmación de este testimonio de la
historia la especial confianza de las familias en las escuelas de la
Iglesia, como hemos recordado en nuestra reciente carta al cardenal
secretario de Estado: «La familia ha caído de pronto en la cuenta de que
es así como, desde los primeros tiempos del cristianismo hasta nuestros
días, padres y madres aun poco o nada creyentes mandan y llevan por
millones a sus propios hijos a los establecimientos educativos fundados y
dirigidos por la Iglesia» [19].
Porque
el instinto paterno, que viene de Dios, se orienta confiadamente hacia
la Iglesia, seguro de encontrar en ésta la tutela de los derechos de la
familia y la concordia que Dios ha puesto en el orden objetivo de las
cosas. La Iglesia, en efecto, consciente como es de su divina misión
universal y de la obligación que todos los hombres tienen de seguir la
única religión verdadera, no se cansa de reivindicar para sí el derecho y
de recordar a los padres el deber de hacer bautizar y educar
cristianamente a los hijos de padres católicos; es, sin embargo, tan
celosa de la inviolabilidad del derecho natural educativo de la familia,
que no consiente, a no ser con determinadas condiciones y cautelas, que
se bautice a los hijos de los infieles o se disponga de cualquier
manera de su educación contra la voluntad de sus padres mientras los
hijos no puedan determinarse por sí mismos a abrazar libremente la fe
[20].
Sobre la mal llamada “educación sexual”
Uno de los
defectos en que suele incurrir es dar excesiva importancia a la
instrucción acerca de este particular y omitir lo referente a la educación de la voluntad como medio de conservar la castidad mediante el dominio de los instintos.
El Papa Pío XII denuncia clara y valientemente este defecto en uno de sus discursos:
(Disc. a un grupo de padres de familia franceses, 18-IX-1951).
«Esta
literatura, por llamarla así, no parece tener en cuenta la experiencia
general, de ayer, de hoy y de siempre, porque está fundada sobre la
naturaleza, que atestigua que en la educación moral, ni la iniciación,
ni la instrucción presentan de suyo ventaja alguna y que, por el
contrario, es gravemente malsana y perjudicial si no está constantemente
ligada a una constante disciplina, a un vigoroso dominio de sí mismo y,
sobre todo, al uso de las fuerzas sobrenaturales de la oración y de los
sacramentos. Todos los educadores católicos dignos de su nombre y de su
misión saben bien el papel preponderante de las energías sobrenaturales
en la educación del hombre, joven o adulto, célibe o casado. De todo
esto en sus escritos apenas aflora una palabra, si es que no se oculta
todo bajo el silencio»
«La
mejor pedagogía sexual es ejercitar la voluntad de los niños desde su
más tierna infancia, acostumbrándolos al trabajo, a la obediencia, a la
severidad para consigo mismo, al autodominio, al amor profundo y aprecio
de su propia alma»
NO HAY MAYOR
HERMOSURA Y ENCANTO QUE EL DE UNA PERSONA QUE, NO POR IGNORANCIA SINO
POR VOLUNTAD PLENAMENTE CONCIENTE, A PESAR DE TODAS LAS LUCHAS, DE TODAS
LAS TORMENTAS, DE TODOS LOS ENEMIGOS, DE TODOS LOS ATRACTIVOS DE LOS
SENTIDOS, SABE GOBERNARSE, ELEVARSE Y MANTENERSE ÍNTEGRO Y LOZANO EN EL
LIRIO DE SU PROPIO CORAZÓN.
MADRES, USTEDES SON LAS JARDINERAS DE ESAS FLORES ANGELICALES, RIEGUENLAS CON LA GLORIA DE LA INOCENCIA.
Padre Eduardo Pavanetti
Pidamos a
Nuestra Madre Santísima, la luz, la paciencia y la fuerza para ser
siempre el ejemplo de nuestros niños y saber mostrarles el camino de la
verdad.