AÑ0 10
CAPÍTULO XII
SUPRESIÓN DE HONORES AL PRESIDENTE
A principios de diciembre de 1810 ocurrió este campaneado episodio, . origen de algunas de esas frases que todos los argentinos tenemos la obligación de fijar en la memoria, . so pena de ser reprobados en la escuela.Aconteció que el día 5 de diciembre de 1810, . los oficiales del regimiento de Patricios dieron un baile, celebrando la victoria de Suipacha. .Deseoso de asistir, llegó al cuartel el Secretario de la junta, . doctor Moreno, pero el centinela que guardaba la entrada y no lo conocía, le cerró el paso. . El numen no atinó a justificar su identidad como miembro de la Junta y se retiró furioso.Equivocaciones de esta índole suceden todos los días. . Un centinela, que recibe la consigna de guardar una puerta, . no debe dejar pasar sino a aquellos a quienes les corresponda entrar y se den a conocer, si él no los conoce.
Si alguno, con
derecho a entrar, . es rechazado por no ser conocido, más que al centinela,
debe culparse a sí mismo, que no lleva o no muestra sus papeles. . En estos
casos es donde se descubre la buena educación de una persona, . que no toma a
ofensa lo que en realidad no puede ofenderla, y que no considera humillación al
explicar su identidad a un humilde soldado.
Nunca los
historiadores que nos relatan, . con deleite y a veces con malicia, este
suceso, . han parado mientes en que sin querer nos hacen descubrir que Mariano
Moreno no podía ser ni el activo organizador del ejército, . ni el tribuno
prestigioso que nos pintan, cuando varios meses después de hallarse en el
gobierno todavía era un ilustre desconocido para los centinelas del cuartel de
los Patricios.
Señal evidente
de que seguía viviendo arrinconado en su bufete, . y también señal de que no
tenía ninguna vocación democrática. . Ni él conocía al pueblo, ni el pueblo lo
conocía a él. Y Buenos Aires era entonces una pequeña ciudad donde no resultaba
difícil identificar a las personas de distinción. .
Vuelto esa
noche a su casa, mientras mascaba su humillación, . llegaron algunos amigos con
sabrosos comentarios del baile.
Un oficial del
regimiento, a quien se le habían subido los vapores del alcohol, . tomó de entre
los dulces del amigo una corona de alfeñique, . adorno de alguno de aquellos
monumentales y sabrosos budines que confeccionaban nuestras tatarabuelas, . y
la obsequió galantemente a doña Saturnina, la esposa del Presidente de la
Junta, y ella convidó a su marido.
¡Válganos Dios,
la escandalera que desde hace un siglo y medio mueven los historiadores
alrededor de esta pavada!. . ¡Todo por denigrar la insigne figura de Saavedra!
Sostienen que
Mariano Moreno fundó la democracia argentina, . porque esa noche don Cornelio
Saavedra estuvo en un tris de coronarse emperador del Río de la Plata, . y él
lo impidió como vamos a verlo.
Nada menos
significa el brindis de Atanasio Duarte al ofrecer a doña Saturnina una diadema
de alfeñique.
Si ésta no
fuese, punto por punto, la necia historia que nos han endilgado en las
escuelas, . con el ruin propósito de enseñarnos desde niños a execrar a don
Cornelio de Saavedra, nos avergonzaríamos de relatar semejante paparrucha.
Pero esta es la
historia oficial argentina, y al estudiante que se presenta a examen sin
saberla, lo reprueban inexorablemente.
Por fortuna
para la democracia argentina el numen de la revolución esa noche todavía no se
había metido en cama, . y escuchó el relato que sus amigos le hicieron del
ominoso atentado.
En acabando de
oírlos, sentóse al bufete, y de un huelgo redactó eso que llaman Decreto de
supresión de los honores al presidente.
Hay
historiadores que afirman que Moreno asistió a la escena, . porque logró entrar
a la fiesta después de justificar su identidad ante el centinela del Fuerte. .
Lo cual, si fuera cierto, no mejoraría su posición, porque atribuyó desmesurada
importancia a una tontería de borracho que él presenció.
Y con su pluma de ave, . más poderosa que la
espada de Roldan, que hendía las montañas, Mariano Moreno fundó esa noche la
democracia argentina.
Quien ahora se
informa de estos sucesos no sabe de qué asombrarse más, . si de aquella
susceptibilidad de damisela enfurecida, que arroja los platos por el balcón, .
o de la ligereza de los historiadores, que atribuyen tan desmesurada
importancia a una reacción nerviosa, indigna de un hombre de gobierno.
Si esa noche el
centinela hubiera reconocido a Mariano Moreno y le hubiera presentado armas, .el
quisquilloso mancebo no habría pensado que estaban de más los honores a las
autoridades de la nación y la democracia no se habría fundado. . Pero como no
se los rindieron a él, porque no lo conocieron, .transformó la minúscula
cuestión personal, en una cuestión de estado y. . fundó la democracia en el
famoso decreto. ¡El democrático fundador un mes después partiría para Londres
como Embajador a nombre del Rey Fernando 7º para ante el Rey Jorge 3º!
Las honras a
los altos magistrados de una nación civilizada tienen un gran sentido.
El orden, la
disciplina, la armonía de los
complicados elementos que forman la sociedad, . no se pueden mantener sin el
reconocimiento de los valores jerárquicos, . entre los que mandan y los que
obedecen; y tal reconocimiento no
consiste sólo en un acatamiento íntimo, que no se ve, . sino en ciertas
exterioridades que ayudan a la obediencia y fortalecen la autoridad.
El protocolo no
es un entretenimiento de príncipes fatuos y aburridos.
El protocolo es
el conjunto de reglas de urbanidad que deben observar los pueblos, cuando
tratan con quienes los gobiernan. . Pretender que el último patán tenga
derecho, so pretexto de que vivimos en un país democrático, de enfrentar mano a mano a los primeros
magistrados del país, es falta de seso y
sobra de guaranguería.
El protocolo no
se ha inventado sólo para defender a los jefes de las familiaridades de sus
subordinados sin educación, . pues los que la tienen, aun sin protocolo, no
incomodan, sino también para salvaguardar el tiempo y la salud y la
tranquilidad de los altos funcionarios, . indispensable condición, si queremos
que trabajen con holgura y acierto en el bien común.
Las naciones
más democráticas del mundo observan el más rígido protocolo y rinden a sus
autoridades honores que son garantía de la buena convivencia social.
Lo peor del
caso nuestro es que el repiqueteado decreto del 6 de diciembre de 1810,
"que salvó la democracia argentina", . nos avergüenza menos por su
inconcebible trivialidad, que por la falta de carácter que revela.
Los hombres de
la Junta tuvieron ese día un instante de franqueza, en el deseo de consolar al
Secretario, ofendido por el centinela. . Pero su debilidad ha arrojado un
borrón en la historia argentina, esta vez no trágico, como el del fusilamiento de Liniérs, sino risible, porque con la mayor seriedad del
mundo han firmado una porción de incoherentes simplezas, muy mal escritas,
dicho sea de paso.
"Habrá
desde este día —reza el decreto— absoluta, perfecta e idéntica
igualdad...". (Toda igualdad es así, idéntica, absoluta y perfecta, .y por esa razón, a pesar
de los decretos, ella no existe, ni puede existir en el mundo sublunar, en que
la ley biológica es la lucha por la vida y la supervivencia de los más aptos, o
sea el reconocimiento por la naturaleza misma de la desigualdad como condición
de vida.). .
"Habrá
absoluta, perfecta e idéntica igualdad entre el Presidente v demás vocales de
la Junta...". .
"Ni el
Presidente ni algún otro individuo de la Junta en particular revestirá carácter
público (¡qué galimatías!) ni tendrán
comitiva, escolta o aparato que los
distinga de los demás ciudadanos".
"Se
retirarán todos los centinelas del palacio dejando solamente los de las puertas
de la Fortaleza y sus bastiones".
"Se prohíbe
todo brindis, viva o aclamación pública en favor de individuos particulares de
la Junta. . Si éstos son justos, vivirán
en el corazón de sus conciudadanos; ellos no aprecian bocas que han sido
profanadas con elogios de los tiranos". . . .
Esto es lo que se llama escupir al cielo. Ninguna boca había sido más profanada por esa
laya de elogios que la de Mariano Moreno, . que en la Representación de los
Hacendados ponderó el suave y ligero yugo del rey, afirmando que los criollos
estaban prontos a "derramar su sangre por una dominación que aman y
veneran".
De lo cual no podía culparse ni a
Saavedra, ni a Belgrano, que jamás adularon a nadie.
Registro Oficial de la República
Argentina, tomo 1, página 93.
No se podrá
brindar sino por la patria, por sus
derechos, por la gloria de nuestras
armas y por objetos generales concernientes a la pública felicidad".
"Toda
persona que brindase por algún individuo particular de la Junta será desterrada
por seis años".
"Habiendo
echado un brindis D. Atanasio Duarte, con que ofendió la probidad del
Presidente y atacó los derechos de la patria, . debía perecer en un cadalso;
por el estado de embriaguez en que se hallaba se le perdona la vida; . pero se
le destierra perpetuamente de esta ciudad; porque un habitante de Buenos Aires
ni ebrio ni dormido debe tener impresiones contra la libertad de su país".
"No
debiendo confundirse nuestra milicia con la milicia mercenaria de los tiranos,
se prohíbe que ningún centinela impida la libre entrada en toda función y
concurrencia pública a los ciudadanos decentes que la pretendan. El oficial que quebrante esta regla será
depuesto de su empleo".
"En las
diversiones públicas de toros, ópera, comedia, etc., no tendrá la Junta palco, ni
lugar determinado: los individuos de
ella, que quieran concurrir, comprarán lugar como cualquier ciudadano..."
"Desde
este día queda concluido todo ceremonial de iglesia con las autoridades
civiles. .. No habrá cojines, ni sitiales, ni distintivos entre los individuos
de la Junta".
Como ocurre
siempre, mucho se ha hablado y poco se ha leído este decreto.
Leyéndolo con mediana
atención se advierte la malicia de los historiadores que lo llaman
"Decreto de supresión de los honores del Presidente", por haber
copiado el título que le da Manuel Moreno en la recopilación de los escritos de
su hermano.
Por el tal
decreto no se suprimen los honores del Presidente, sino los de todos los
miembros de la Junta, . Si los historiadores se personalizan con el Presidente,
es sólo porque tienen la comezón de presentar a Saavedra como un ambicioso
frente al desinteresado fundador de la democracia argentina.
El famoso
decreto que algunos de nuestros historiadores (no de los máximos) han comparado
con la Carta Magna de Juan sin Tierra se reduce en definitiva:
1º A declarar
que todos los miembros son iguales entre sí e iguales a todos los ciudadanos
decentes y que en la calle ni el Presidente, "ni algún otro
ciudadano" de la Junta tendrán escolta ni aparato que los distinga.
2º Que cuando
quieran ir "a los toros o a la comedia", comprarán su localidad
"como cualquier ciudadano".
3º Que cuando vayan
a la iglesia no se les reservará sitio ni se les pondrá reclinatorio, ni cojín.
4º Que se retirarán los centinelas del palacio, y que en los lugares donde los haya, ningún
centinela atajará a ningún "ciudadano decente".
5º Que no se
podrá echar brindis "en favor de
los individuos particulares de la Junta", sino por la patria.
Tomamos, ya lo
hemos dicho, el relato de este resobado episodio de la versión de los
historiadores oficiales sin quitarle una letra, a lo que ellos cuentan, pero
vamos a agregarle algunas mayúsculas para darle su justa perspectiva histórica,
en la cual ellos jamás han pensado.
¿Cómo no se ha
advertido que el impulso de Atanasio Duarte contenía en germen la primera
proclamación de la independencia del Virreinato?
Si hubiera habido
más clarividencia y menos fanatismo en los libros para nuestras escuelas, que
nosotros cuando escolares tuvimos que aprender de memoria, . el hecho se
hubiera contado de otro modo. No se
habría hablado tanto de la improbable borrachera de Atanasio Duarte, sino de lo
que estaba en el fondo secreto de las conciencias. . Se diría en esos textos
escolares, que el brindis de Duarte significó que un oficial del Regimiento de
Patricios desechó esa noche, por primera vez, eso que han dado en la flor de
llamar "La máscara de Fernando 7º", queriendo expresar que los
ejércitos de la joven nación no se batían sino para conservar al destronado
rey, sus dominios de América.
Dirán que lo
hizo achispado. Nada hay que pruebe esta injuria.
Pero aunque así
hubiera sido, el brindis de Duarte no importaba una traición, sino todo lo
contrario: era la expresión de un altísimo pensamiento de
entera emancipación.
Los argentinos
de entonces tenían la muestra sangrienta y repulsiva de la Revolución Francesa,
que hizo perecer reyes y príncipes y
sacerdotes y mujeres y niños en cantidad fabulosa que sobrepasa el millón de
víctimas, para terminar ¿en qué? en la proclamación de
un emperador, ante cuyo trono se arrodillaron temblando hasta los verdugos de
aquellas víctimas.
Y ésa con
diversas designaciones, ha sido la historia de casi todas las revoluciones.
Unas veces el ungido se llamaba emperador, otras se llamaba rey. Ahora se llama primer
ministro.
Si en eso han
de acabar todas las revoluciones ¿por qué no dar a la nuestra inmaculada
todavía, el final lógico y glorioso que ansiaban muchos de los próceres
ilustres, . entre ellos San Martín, Belgrano, Rivadavia, Rodríguez Peña,
Monteagudo, y proclamar la independencia con un rey, tal vez un emperador,
puesto que el virreinato del Río de la Plata agrupaba tantas naciones?
Eso fue lo que
Duarte pensó y dijo, y eso mismo lo que machos pensaban en aquella hora, aunque
no lo dijesen.
¡Característica
hipocresía la de estos jueces de la historia del año 1810!
Si no fue
crimen de lesa patria el que años después San Martín, Belgrano y otros próceres
(más gustosos para los liberales) como Rivadavia, Rodríguez Peña, Monteagudo,
etc., proyectaran entronizar a un extranjero como rey del Virreinato ¿a
qué viene el mostrarse tan severos con Atanasio Duarte, que pensó lo mismo
antes que ellos y mejor que ellos, porque no pensó en un extranjero sino en un
hijo del Virreinato, de tantos méritos como don Cornelio Saavedra?
Por lo que hace
a Mariano Moreno, el furibundo decreto que redactó movido por las
noticias que le trajeron de la fiesta, demuestra que en aquellos días, los
últimos de su intervención en la política, no tuvo la más mínima idea favorable
a la independencia de su patria; lo cual quedó bien claro, cuando (según veremos
luego) solicitó empeñosamente de su adversario don Cornelio de Saavedra el
nombramiento de Embajador en Inglaterra a nombre de una testa coronada, el
amado Fernando 7º.
Del gusto que
le causó su designación, da testimonio la cuidadosa caligrafía con que
de su propia mano escribió aquella melosa comunicación a Jorge 3º, otra testa
coronada, de las que sus devotos quieren hacernos creer que abominaba.
¡Qué había de
abominarlas! . . A las demagógicas y airadas imprecaciones que contenía el
famoso "decreto" del 6 de diciembre, aquello que ningún ciudadano
"ni ebrio ni dormido puede tener impresiones contra la libertad de su
país", no eran sinceras, o sus arrogantes convicciones democráticas se
habían volatilizado al contacto de la suculento credencial.
El biógrafo,
que tanto elogia la democrática simplicidad impuesta por este decreto, . se
guardó por su parte de acatarla cuando fue ministro de gobierno del gobernador
Dorrego, en 1827.
He aquí lo que
nos refiere el grave historiador don Vicente Fidel López.
"No es raro, sino bastante
común, que muchos de los hombres más señalados por su carácter recio y pesado
en el mando, . sean asustadizos, o de una cobardía si se quiere sorprendente,
delante de los peligros personales, o de las cavilaciones que los inspiran. En
estos días de desórdenes y agresiones personales, vióse con asombro a don
Manuel Moreno salir del ministerio y atravesar las calles seguido por un
soldado con fusil al hombro. . Entre los círculos informados se decía que
Dorrego lo miraba desde las ventanas de su despacho,
"descostillándose" de risa. , Algo de muy nervioso inquietaba su
espíritu; pues se le vio muy pronto firmar un decreto de substituciones
ministeriales para los casos de enfermedad o de otros impedimentos. . Después
de esto, el señor Moreno se excusó de aparecer en el despacho y aun en las
calles. Otros ministros siguieron firmando las resoluciones del ramo, mientras
él quedaba así en receso sin renunciar".
Así pues,
renegó en 1827 de la sencillez republicana que tan admirable le pareciera en
1810, en aquella frase del escrito que prohibía a los miembros del gobierno
hacerse acompañar por alguien que en la
calle los escoltara, . más pudo alegar en su descargo que no renegó de ella por
afición al aparato, sino por miedo, debilidad
que no es incompatible con la democracia.
Pero lo que en
este episodio de la supresión de honores pasa de lo divertido y llega
francamente a lo cómico, es lo que
sucedió dos días después de dictado el decreto que algunos pomposamente llaman
"la carta magna de la nación argentina".
Como en uno de
sus artículos se prohibiera bajo penas severísimas a los centinelas impedir la
entrada a las funciones públicas de "ciudadanos decentes" que
quisieran asistir, el teniente coronel Marcos Balcarce Jefe de la
plaza, encargado de hacerlo cumplir,
pidió por nota el 8 de diciembre, una explicación de lo que debía entenderse
por "ciudadano decente".
Ya en aquellos
años había numerosos diccionarios de la lengua, que definían el significado de
las palabras. Parece que Moreno no consultó ninguno y que
sacó la definición de su turbulento meollo v (como secretario de la Junta y el
que mejor sabía las intenciones del decreto redactado por él mismo) contestó
que "en concurrencias públicas que no tengan por objeto la concurrencia
(¡qué entilo!) de algunos particulares,
se reputará decente toda persona
blanca que se presente vestida de frac o de levita"
"Ni ebrio
ni dormido", podía un demócrata de tanto fuste, hacer depender la decencia
de una persona de su traje y del color de su piel. Y sin
embargo Moreno, con toda frescura, lo hace. Porque en el fondo
era un palaciego aficionado al oro y que estaba madurando para embajador del
Rey Fernando 7º, cargo que consiguió pocos días después.
Un petimetre,
de blanca tez, vestido a la moda, era para él más digno de codearse con los
señores, que un trigueño hijo del país, de ropas
humildes.
Vale decir, que
muy pocos de los miembros de nuestra actual C.G.T. podrían asistir a las
concurrencias públicas (según él dice) por no ser tan blancos como él los
quiere, ni tener frac ni levita.
El centinela
que habría dejado pasar al aristocrático petimetre, hubiera atajado cruzándole el Fusil de chispa
al humilde trabajador y si éste hubiese insistido le hubiesen pegado un tiro..
.
Este portentoso
e increíble documento se halla en el Archivo General de la Nación (Archivo de
Gobierno de Buenos Aires, Tomo 57 y fue acotado por el historiador Marfany.
Nosotros lo
tomamos de la magnífica obra del actual presidente de la Academia Nacional de
Historia, doctor Carlos Alberto Pueyrredón: "1810. La Revolución de
Mayo", página 507.
El doctor
Pueyrredón termina el relato de la cómica definición de "persona
decente", con estas juiciosas palabras: "El decreto
tuvo trascendencia y desprestigió a Moreno más que a Saavedra, pero hizo mal a
la Revolución, porque puso en evidencia el desacuerdo entre los miembros del
Gobierno".
Saavedra se
vengó generosamente, como veremos en el capítulo próximo, mandando a su
implacable antagonista como embajador a nombre del Rey Fernando 7º, lo que para
el fundador de la democracia argentina no dejaba de tener también su aspecto
cómico.
¡Y pensar que
en Buenos Aires se perdía tiempo en redactar decretos semejantes, cuando los días tenían alas, y a
causa de las ridículas rencillas de la Junta, se desatendía la guerra y la
revolución se acercaba vertiginosamente a la fatal batalla de Huaqui donde fue
vergonzosamente pulverizado aquel gran ejército, confiado a Castelli y a
Balcarce!