Soliloquio del Niño Por Nacer
Por
Antonio Caponnetto
“Antes
de que nacieras ya te había elegido”
Jeremías
1,5
En la
esfera turgente donde aumentan mis días,
en mi
casa redonda, anular como un astro
-hogar
curvo de sones como un arpa afinada-
van
creciendo mis huellas, se hace firme mi rastro.
De esta
morada supe desde el primer instante,
que
tienen sus cimientos milagros y misterios,
sus
paredes son combas que hamacan mis latidos,
sus
umbrales semejan antiguos bautisterios.
Y escucho
en cada alba, en cada noche escucho,
gemidos o
esperanzas, vacilación, certezas,
con mis
manos pegadas a los labios murmuro
la
oración de la infancia para ahuyentar tristezas.
Me han
crecido los ojos del color de mi madre,
la
sonrisa arborece si ella canta una nana,
si el
brazo de mi padre acoyunda sus hombros
y me
llevan a grupas a la misa temprana.
Sé que
tengo una patria, que me espera una tierra,
con su
bandera izada tremolando linajes,
miro mi
pecho angosto, aún estrecho y ceñido
y lo
imagino erguido portador de corajes.
Ya los
pies van tomando el ritmo de los pasos,
futuros
peregrinos, sabe Dios de qué trochas
¿Cómo
serán los ecos de los mares sureros
cómo las
mil estrellas que en el cielo trasnochan?
¿Cuál ha
de ser mi nombre, mis hermanos, la puerta
de la
alcoba que albergue mi llanto en una cuna?
El Ángel
me sosiega prematuras demandas:
queda un
otoño manso y una ronda de luna.
Soy un
cuerpo y un alma, soy vida que agradece,
soy la
brizna unitiva, la fiel intrepidez,
del
esposo fecundo,de la mujer fructuosa,
gestación
renovada, constante gravidez.
Sepan los
cegadores del ser y de la savia,
quienes
podan las vidas con atroces guadañas,
que por
cada existencia cercenada y herida
se
alzarán en defensa las maternas entrañas.
Las de
siempre, perpetuas, del ayer o el mañana.
No están
solas, batallan con su Jefe, el Ungido,
los
varones atentos a la voz de lo siglos:
“Antes de
que nacieras ya te había elegido”.