AÑO 10
CAPÍTULO XVII
LA FUNDACIÓN DE LA BIBLIOTECA NACIONAL
Hasta 1936, todos cuantos escribieron aun de refilón sobre Mariano Moreno habrían considerado incompleta su historia de no repetir en ella la afirmación de que. . "fundó" la Biblioteca Nacional.
Este suceso era presentado como una hazaña hercúlea, . y ningún historiador hubiera osado omitirlo, . por ser el único hecho concreto en la retahíla de afirmaciones grandilocuentes que contribuyó a difundir y acreditar el error.
Sin embargo, la fundación de nuestra Biblioteca Nacional por Mariano Moreno, es el más endeble artificio de la historia argentina. . Ha circulado un siglo sin observación de nadie, pero ha entrado ya en el período de una galopante desmonetización.
Citemos unas palabras de Mitre, . que otrora de buena fe contribuyó a difundir y acreditar el error.
"Así es
como la crítica histórica —dice—, . apoyada en los documentos va destruyendo
los juicios infundados y vulgares de esa especie de tradición, que no es sino la murmuración póstuma, que
llega a confundirse con aquélla. . Pasa de boca en boca, como
corre de mano en mano la moneda de mala ley, . confundida con la buena, hasta que a alguno se le ocurre ensayarla y
encuentra; que es falsa". . . . MITRE, B., Estudios Históricos, página 104.
Exactamente eso
venía ocurriendo desde tiempo inmemorial.
Nuestros
historiadores recibieron y fueron
pasándose aquella moneda y así anduvo por cátedras y escuelas, . hasta que a
alguien se le ocurrió ensayarla y descubrió la falsificación.
¿Pero
por qué motivos causó tanto escándalo una denuncia de falsedad, que en
otra oportunidad habrían agradecido aun los que inocentemente cayeron en el
error? . . Porque la figura de Mariano Moreno es tabú, y la fundación de la Biblioteca era su mejor ;
título de gloria.
Como el libro
ha llegado a ser el símbolo de nuestra civilización, cualquier libro, hasta el más inmoral y
pernicioso, adquiere a los ojos de ciertas personas un
carácter divino, y las bibliotecas son sus templos sacrosantos.
El libro es un
dios: la
biblioteca es un templo, . y puesto que Mariano Moreno fundó la Nacional, . hay que venerarlo más que a Belgrano, que
fundó la bandera, . más que a San Martín, que fundó la patria.
¿De dónde salió
la primera versión, .? que como bola
de nieve rodó cuesta abajo y se transformó en la imponente patraña que tanto
nos ha costado poner en tela de juicio?
Ningún otro
capítulo de la historia argentina ha sido tan adulterado como éste. . Unos
con malicia y otros con ingenuidad, sin
averiguar los fundamentos de la noticia,
la han reproducido y la han
afianzado. Décímos
que la han afianzado, porque nunca
dijeron de dónde la habían tomado.
Sí lo hubieran
dicho, se
habría visto que todos copiaban textualmente a alguien, cuyo testimonio era muy
discutible.
Es claro que un
historiador no puede allegar él solo todos sus materiales.
Forzosamente ha
de aprender algo de otro. Hay hechos aceptados universalmente, que es
necedad y presunción ponerse a discutir.
Pero no
conviene trabajar con herramientas prestadas, ni
mirar siempre las cosas con los ojos sin ojos de las calaveras.
Confesamos no
ser fácil rastrear el origen de ciertas especies que habiendo circulado durante
mucho tiempo, en libros de todo tamaño, aspiran a
convertirse en axiomas históricos, que no se demuestran. . El historiador que
repite asertos vulgares nunca dice de dónde los toma. Sólo cuando una afirmación ha sido extraída
personalmente de un documento inédito, de un archivo inexplotado suele referir con
fricción la procedencia de sus datos. .
Pero cuando los toma de otro autor, mayormente
si es un autor de segundo orden o de poco crédito, considera indigno mencionarlo. Con sospechosa unanimidad y usando casi las
mismas palabras, . los historiadores dan como fundador de la
Biblioteca Nacional a Mariano Moreno.
Es indudable
que si se hubiera podido decir que la noticia sobre la fundación de la
Biblioteca se hallaba en alguna obra insospechada, por ejemplo en tal libro del Deán Funes, adversario de Moreno, o
en tal carta de Belgrano o de Rivadavia,
o en tal decreto oficial, no se
habría omitido la referencia, porque ella imprimiría al dato un sello de
autenticidad.
Pero declarar
que lo de la pretendida fundación no lo dice ningún contemporáneo, . ni aparece en ningún papel de la época y
solamente figura en una biografía que se publicó en forma anónima del prócer, que no es historia, sino
panegírico, y cuyo autor después se descubrió, . fue su
hermano don Manuel Moreno, declarar
eso equivalía a quitar toda veracidad a la noticia.
Por eso los
primeros que la divulgaron abstuviéronse de explicar su fuente, y
los que vinieron luego la tomaron por cosa juzgada y así la repitieron.
Hasta 1936, Moreno apareció sin disputa como el fundador
de la biblioteca. . Pero ese año se realizó en Buenos Aires el Congreso
Internacional de Historia Americana; . y una de sus solemnes sesiones, que tuvo lugar en la Biblioteca Nacional, fue
abierta con un discurso del Director de la casa, sobre Mariano Moreno, cuya
estatua decora la galería del salón de lectura.
Los
historiadores, que hasta entonces
habían sostenido sin una sombra de discrepancia que "Mariano Moreno fundó,
etc.", . escucharon la escandalosa cuestión que
alguien, que no era historiador, . se atrevía a plantear en contra de
"la verdad oficial". Y no pocos de ellos pensaron que el que había
osado descubrir esa verdad no oficial,
se había suicidado administrativamente.
En aquella
oportunidad dijo el Director de la Biblioteca Nacional que creería pecar de
pusilánime si no sometía a su auditorio
un modesto problema histórico, que, de tiempo atrás, lo llenaba de
escrúpulos.
Él también, en
diversas publicaciones de la Biblioteca Nacional, había atribuido a Mariano
Moreno el honor de su fundación.
Lo había hecho
por pura ignorancia, repitiendo
como un loro, lo
que todo el mundo decía, hasta que un día se propuso investigar el punto
detenidamente y sorprendióse de no hallar la más mínima prueba, no ya un documento, pero ni siquiera un indicio en que pudiera
apoyarse la conocida afirmación.
Prosiguió
estudiando no solamente en los libros, sino
en los archivos y sin poder declarar que hubiese agotado los documentos, porque toda búsqueda de papeles es
interminable, un día pudo afirmar categóricamente, que
nada autoriza a presentar a Moreno como fundador de la Biblioteca Pública de
Buenos Aires (actual Biblioteca Nacional), .
y que, por el contrario, hay pruebas de que su intervención en el
asunto fue insignificante y hasta perjudicial.
La confusión en
que han incurrido tantas personas de buena fe, se explica porque se limitaron a repetir, sin mayor análisis, lo que dijo el primer
biógrafo de Mariano Moreno, don Manuel Moreno, en sus laudatorias del personaje, o lo que
otros dijeron copiándolo.
Se comprende
que para historiadores, preocupados de temas de mayor envergadura, la
cuestión carezca de interés. Mas para los que trabajan en la Biblioteca
Nacional, no es cosa tan baladí esto de seguir repitiendo un lugar común tan
fofo.
La más completa
historia de la Biblioteca Nacional que conozcamos, la
ha escrito, con sustanciosa y elegante brevedad, el que durante 44 años (1885-1929) fue su
Director, don Pablo Groússac, en el
magistral Prefacio del Catálogo Metódico, publicado en 1893.
Por ser la
primera y a pesar del cuidado con que acopió sus materiales v de la limpieza de
su redacción, no podían dejar de filtrársele algunos errores. .
Allí, en ese
Prefacio, se
ha autorizado y difundido el mencionado error.
Se lee allí lo
siguiente: . "A los pocos días de
decretarse la fundación de la Biblioteca, afluyeron de todas partes las dádivas
en libros y en dinero, que formaron la base primitiva de la Institución El
Cabildo eclesiástico hizo entrega de los libros donados por el Obispo Azamor. .
. El Colegio de San Carlos incorporó
toda su librería, y su rector, don José Luis Chorroarín, le agregó
la suya particular. Igual desprendimiento mostraron don Manuel
Belgrano, la señora de Labardén, el doctor Agüero, el protomédico Miguel
O'Gorman y algunos otros. . . Arrastrada
por el entusiasmo irresistible de Moreno, la población urbana," sin distinción de
nacionalidad, tuvo a honra responder al alto llamado. Contribuían los ricos con centenares de pesos,
los pobres con su óbolo más meritorio aún. . . Hasta el venerable Registro de
Donaciones, que se empleó hasta 1875, es regalo del Vocal de la Junta, don Juan
de Larrea". . . . Catálogo Metódico de la Biblioteca Nacional, Buenos Aires,
Imprenta Coni, tomo 1, páginas 14 y 15
Estas líneas
nos despertaron una doble curiosidad:
1º ¿Cuándo y
dónde había hecho Moreno ese "alto llamado", en
favor de la Biblioteca?
2º ¿Cómo habían
respondido él y su hermano Manuel a ese llamado tan irresistible que arrastró a la población urbana sin distinción de
nacionalidad"?
Era fácil
saberlo, pues por fortuna conservase el precioso
Registro de Donaciones, iniciado en el mismo año de 1810.
Sobre la
primera cuestión, no hemos hallado, ni
creemos que exista nada que pueda denominarse "llamado de Mariano
Moreno", o sea una invitación suya entusiasta e
irresistible al pueblo de Buenos Aires para contribuir con donativos a formar
la Biblioteca recién creada.
Existe,
publicado en La Gaceta del 13 de setiembre de 1810, un artículo que comienza: "Los pueblos
compran a precio muy subido la gloria de las armas. . ."
Ese artículo
termina así: . "esperando que
los buenos patriotas propenderán a que se realice un pensamiento de tanta
utilidad, abre una suscripción patriótica para los
gastos de estantes y demás costos inevitables, la cual se recibirá en la Secretaría de
Gobierno; nombrando desde ahora por bibliotecario al Doctor Don Saturnino
Seguróla y al Reverendo Padre Fray Cayetano Rodríguez, que
se han prestado gustosos a dar esa prueba de patriotismo y amor al bien
público, y nombra igualmente por Protector de dicha Biblioteca a el Secretario
de Gobierno Doctor Don Mariano Moreno, confiriéndole todas las facultades para
presidir a dicho establecimiento y entender en todos los incidentes que
ofreciese". . . . Gaceta de Buenos Aires, N' 15, del 13 de setiembre de
1810, página 236.
El artículo es
anónimo y no hay razón valedera para atribuir a Moreno su paternidad, . y sí
sobrados motivos para pensar que fuese de Manuel Belgrano, redactor del periódico en aquel tiempo.
Ya veremos esto
más adelante.
Tampoco era tan
irresistible su "alto llamado" a contribuir con donaciones, pues el mismo Moreno y su propio hermano
supieron resistirlo, como también se
verá en seguida.
En la
paternidad de ese artículo periodístico llamado por el historiador Levene "brillante decreto" pretenden ver la
prueba de que Moreno fue el fundador de la Biblioteca. Pero en buena lógica de allí sólo se desprende
que la Junta lo designó Protector.
¿Qué
significaba aquel cargo de Protector? ¿Era acaso el reconocimiento de que la idea de
la fundación había sido suya? De
ninguna manera. En las instituciones antiguas existía
generalmente un personaje a quien se le confiaba la protección de sus
intereses, de sus privilegios, en una forma que lo comprometía a
dedicarle toda su diligencia.
Así por
ejemplo, en
las antiguas universidades se designaba solemnemente un Conservador de los
Privilegios, cargo
equivalente al que se usó en el Río de la Plata, de Protector de diversas
instituciones.
Y así como a
nadie se le puede ocurrir atribuir a un Conservador de los privilegios de la
universidad de París el que se le
haya designado tal porque él fuera su fundador, a nadie se le debe ocurrir que el haber sido
Moreno protector de la Biblioteca, signifique que también fue su fundador.
Máxime, cuando
sólo de nombre fue su protector, pues bien poco se acordó de ella, cosa que
también veremos en seguida.
¿Cómo se
concibe que si la obra de la Biblioteca hubiera sido suya, habría permanecido tan remiso, en medio del
entusiasmo general?
En el Registro
de Donaciones y en las copiosas listas de suscriptores que publicaba La Gaceta.
, se leen los nombres más vanados y
los donativos más diversos; y algunos, por ejemplo los de Belgrano o
Chorroarín, se repiten y figuran con una interminable
relación de ricos libros; mientras que el nombre de Mariano Moreno sólo
aparece una vez como donante de una obra en latín: Comentarios de Baldo, de escaso interés, y el de
Manuel Moreno no aparece ninguna.
Ambos, sin
embargo, hombres de letras, poseían bibliotecas privadas; y
el segundo cuando murió en 1857, dejó a sus herederos la más rica biblioteca
que hasta entonces había en Buenos Aires . . . . GUTIÉRREZ, JUAN M., Noticias
históricas sobre el origen y desarrollo de la enseñanza pública superior en
Buenos Aires, Buenos Aires, 1868, página 802.
Existe en el
Archivo General de la Nación una nota original de Mariano Moreno, dirigida al Cabildo en 12 de noviembre de
1810, que es una confesión palmaria de que la
iniciativa de la Biblioteca era una idea vieja, que no le pertenecía a él. . . . Archivo
General de la Nación, Gobierno Nacional, 1811, Gobierno Legajo Nº 16 (copia legalizada en
Biblioteca Nacional, manuscritos).
Moreno invoca
allí su calidad de protector, no de fundador, y
pide al Cabildo recursos para abonar el sueldo de dos bibliotecarios, y
como justificación de tal pedido en tiempos de tanta penuria, les recuerda que la Biblioteca fue
proyectada antes de las invasiones inglesas, por el Cabildo mismo.
Leamos esto que Moreno escribió de su puño y letra:
"El
honroso cargo que la Excelentísima Junta me ha conferido de protector de la
Biblioteca pública de esta Ciudad, me
pone en la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes a la firmeza
y duración de este establecimiento.
"Cuando
entraron en esta Capital las tropas del general Beresford se disponía ese Excelentísimo
Cabildo a costear con sus fondos una Biblioteca, y aún los capitulares expulsos no se hallaban
distantes de auxiliar la que se está formando".
¿Puede nadie
creer que si él hubiera sido el fundador, habría dejado de aludir a su propia iniciativa,
para concedérsela únicamente al
Cabildo?
Por el
contrario, les recuerda así: los cabildantes anteriores a ustedes,
que fueron expulsados por la Revolución,
tuvieron ya, desde antes de las invasiones
inglesas la idea de una Biblioteca pública y el deseo de ayudar la que se está
formando, sin los recursos oficiales, que yo vengo a
pedirles ahora.
Ya veremos más
adelante cómo había sido el canónigo Chorroarín el que antes de las invasiones
inglesas promovió la fundación de una biblioteca pública.
Entretanto ya
se está viendo, por
manifestación del propio Moreno, que
él no es más que el protector de una institución cuya idea no le pertenece, pues
viene de lejos.
En cuanto a la
protección que le dispensó fue bien escasa,
y en algunos momentos del todo perjudicial.
Hay, en efecto,
también en el Archivo General de la Nación,
una
carta de Don José María Romero a don Bernardino Rivadavia, en 18 de febrero de
1812, demostrativa de que Mariano Moreno no fue
considerado por sus contemporáneos como fundador de la Biblioteca, sino simplemente como Protector oficial
de ella; y que en este sentido le prestó tan escasa,
atención, que más bien: la
perjudicó, privándola de donaciones "que se le habrían hecho, pero que él, "con su indiferencia o
despreció" rechazó. Esa
carta nos revela que Moreno se había interesado por el donativo de cierto
Atlas, pero su dueño, don José María Romero, no lo
tenía ya cuando él lo pidió y ofreció otros libros, que Moreno rechazó desabridamente, ofendiendo
al generoso ofertante.
Si Moreno
hubiera sido el fundador de la Biblioteca, no habría
manifestado tal desabrimiento hacia
quien ofrecía lo
que tenía y no podía dar lo que ya no tenía; puesto que él mismo hombre de libros, como
abogado que era, no dio a la naciente institución más que una
obra, que hace bien pobre figura junto a las
cuantiosas donaciones de Belgrano, de
Chorroarín, de
Segurola, de todos los contemporáneos que de verdad se
interesaban por la institución.
El poco
entusiasmo de Moreno por la Biblioteca Pública se advierte mejor todavía en el
hecho de que, a
pesar de los muchísimos libros y del abundante dinero que le entregaron desde
el principio, no apresuró su inauguración;
y más bien intentó descargarse de esa
preocupación pasándola al presbítero Chorroarín.
Y no se diga que fuera imposible andar más
rápidamente.
También la
Escuela de Matemáticas se fundó en 1810. La Gaceta del 23 de agosto, anuncia que el
Vocal de la Junta, doctor Manuel Belgrano,
como Protector de ella, prepara
con actividad su instalación.
Veinte días más
tarde —12 de setiembre—, se realiza, en efecto, la solemne inauguración y pronuncia el
discurso de apertura el propio Belgrano y lo sigue en la palabra don Felipe
Senténach, el cual elogia 'las virtudes y patriotismo que adornan al ilustre
Mecenas, quien protege a la Academia". . . Gaceta de Buenos Aires, Extraordinaria del 17
de setiembre de 1810, Página 7.
Esta alusión a Belgrano
revela que la protección dispensada era efectiva y se traducía en acción y en
dinero de su bolsillo.
Si Belgrano fue
tan diligente Protector de la Escuela de Matemáticas, y
si además la ayudó como Mecenas y la inauguró personalmente, ¿por
qué no se dice que él fuera su fundador?
¿Y por qué se
dice que Moreno fundó la Biblioteca Pública, si
solamente fue Protector de nombre y ni siquiera la vio funcionar?
En las listas
de donaciones encontramos una del famoso y maltratado obispo Lué que entrega
500 pesos fuertes, y otra de don José Martínez de Hoz--, que da tres onzas de oro junto con una
preciosa y valiosísima Geografía Universal, de Blaeu, en 10 gruesas in folio
con admirables grabados.
Pero los
hermanos Moreno, ni libros,
ni
dinero. Cuando pocos meses después Mariano Moreno se
embarcó para Europa, llevándose la
representación diplomática del país, y 20.000 pesos fuertes en el bolsillo, amén de un sueldo fabuloso para la época
(8.000 duros al año) . . . Registro Oficial de la República Argentina, decreto del 2
de enero de 1811, tomo 1, página 98.
. . . pudo
acordarse de su fundación, y dejarle algún dinero, mas no se acordó.
De esto se
deduce lógicamente, que si a Mariano Moreno no le interesaba
aquella criatura, es porque no era su padre.
¡Cómo contrasta
su actitud con la de San Martín y la de Belgrano!
Después de la
batalla de Chacabuco, el Cabildo de Santiago de Chile, en nombre de
la nación que acababa de libertar, envía
a San Martin 10.000 pesos fuertes en onzas de oro.
El mensajero lo
alcanza en plena cordillera, camino de Mendoza. El
general agradece el obsequio y lo devuelve destinándolo íntegramente a la
fundación de una biblioteca pública en la capital de Chile. . . . Documentos del
Archivo de San Martín, tomo 10, página 440.
Veamos a Belgrano.
Cuando después
de la batalla de Salta el gobierno argentino obsequió al general Belgrano la
suma de 40.000 pesos fuertes, el
gran hombre procede en la misma forma, y con generosidad y sin discursos, reúsa el enorme donativo, destinándolo íntegramente para fundar cuatro
escuelas, cuya
reglamentación él mismo redacta.
¡Qué alaridos
triunfales no lanzarían los panegiristas de Moreno, que han hecho tanto ruido alrededor de hazañas
insustanciales, si pudieran referir de su héroe, algo como esto!
Pero no hay en
toda la historia argentina ejemplo de fortuna más parsimoniosamente
administrada que la de Mariano Moreno.
Mariano Moreno no podría afirmar
haber costeado ni un ladrillo
de la casa que ha venido a ser, por
obra de la historia dirigida, parte principalísima de su pedestal.
No le dedicó su
dinero, dirán sus devotos, pero le consagró sus afanes y su tiempo. ¡Tampoco eso!
Éste fue otro
de los motivos que nos infiltró la duda acerca de la veracidad de nuestra
historia oficial, que es historia dirigida.
La displicencia
de Moreno hacia la Biblioteca no se mostró sólo en la exigüidad de sus
donativos, sino muy especialmente en el descuido de sus
deberes de Protector.
Ejemplo de esa
incuria es el retardo en el nombramiento de los indispensables bibliotecarios, anunciado como que se hubieran hecho ya en el
artículo de La Gaceta, y que
no se hizo, porque el Protector demoró dos meses en pedir al Cabildo los fondos
para pagarlos.
Designados los
empleos que iban a crearse y hasta los candidatos que se nombrarían, en
La Gaceta del 13 de setiembre, sólo el 12 de noviembre, dos meses después, Mariano Moreno dirige aquella nota que los
panegiristas han llamado "Un documento terminante", y
que lo único que pone de manifiesto es una morosidad inexcusable: "El honroso cargo que la Excelentísima Junta
me ha conferido de protector de la Biblioteca Pública de esta ciudad me pone en
la obligación de solicitar todos los arbitrios conducentes . . . Nada se habría
adelantado con la formación de la Biblioteca pública. . . si al mismo tiempo no
se provee la dotación de los dos Bibliotecarios. . . Archivo General de la Nación, copia
existente en la Biblioteca Nacional, bajo el número 14.640.
Esta
comunicación, en que los panegiristas quieren hallar una prueba terminante de
que el numen fue el fundador y
se desvivía por su fundación, y alguna de cuyas frases se han inscripto en ostentosas
placas de bronce, más le valiera haberla olvidado, atendida su fecha, pues constituye un testimonio de su falta
de interés y de cariño hacia la institución. . .
¿Por qué tardó
dos meses en hacer un pedido tan simple y tan necesario?
Mucho más
diligente fue el Cabildo, que no bien
recibió la retardada nota se reunió en acuerdo y en el mismo día concedió lo
solicitado. . . . Acuerdos del extinguido Cabildo de Buenos Aires, acta del 12 de noviembre
de 1810, serie 4º, tomo 1, página 275.
Ahora que ya
estaban dotados de sueldo los bibliotecarios, ¿creerán los lectores que el Protector —alma
de la Junta— apresuraría sus nombramientos,
para que de una vez emprendieran
sus tareas?
Pues no fue
así. Dejó pasar todo el mes de
noviembre, y casi todo el siguiente mes,
y sólo el 28 de diciembre se
extendió el decreto.
¡Demasiado
tarde!
Ya fray
Cayetano Rodríguez a quien se deseó nombrar,
según refiere La Gaceta, no podía
encargarse del asunto.
Don Juan María
Gutiérrez, que conoció a fondo la historia de la
enseñanza en el país, no menciona a fray Cayetano Rodríguez, quien no ocupó jamás ningún cargo en la Biblioteca
Pública a pesar de que los historiadores le atribuyen estas funciones, sin
ninguna prueba. Ni en la historia de la enseñanza, ni
en la biografía del insigne conventual, al aludir a sus trabajos en la
biblioteca de San Francisco, se dice palabra de lo que haya hecho en la
Biblioteca Pública, omisión
inexplicable si hubiera algo que, decir. . . . GUTIÉRREZ, JUAN M: Noticias históricas sobre el origen y
desarrollo, de la enseñanza pública superior en Buenos Aires, 1868; ídem:
Apuntes biográficos de escritores, etc. (Buenos Aires, 1860), página 131.
Resumamos: Reduciendo a cifras todo lo que han
arrojado los archivos argentinos en 150 años de afanosa búsqueda, como prueba de la actividad devoradora de
Mariano Moreno en este glorioso capítulo de su historia, hallamos lo siguiente, desde el 22 de agosto de 1810 —fecha de su
primera actuación en el asunto—, hasta el 28 de diciembre de 1810, fecha de la
última.
1º Nota del 22
de agosto, al gobernador de Córdoba, sobre: los libros del Obispo Orellana. (Esta
nota tiene 10 líneas).
2º Nota del 2
de setiembre, al Administrador de Temporalidades, pidiendo una casa para la Biblioteca. (Tiene 5 líneas).
3º Nota del 7
de setiembre (fecha enmendada: un 7 sobre un 6) al presbítero Chorroarín; pidiéndole los
libros del Colegio; de San Carlos. (Tiene 15 líneas).
4º Nota del 7
de setiembre (fecha también enmendada: un¡ 7 sobre un 6) al Obispo, pidiéndole los
libros del Obispo Azamor, (Tiene 11 líneas).
5º Nota del 15
de setiembre, a Chorroarín, (agradeciéndole sus libros. (Tiene 9 líneas).
El nombramiento
de bibliotecario se limitó a Segurola. Tampoco éste, ocupadísimo en la difusión de
la vacuna antivariólica recién
conocida entonces, pudo
aceptarlo. Nombrado el 28 de diciembre, renunció el 31. No
obstante lo cual suele ponerse en letras de molde su nombre como el del primer
Director de la casa.
Después de
estas comprobaciones, sacadas nada
menos que del documento terminante ¿puede nadie venir a ponderarnos la diligencia sobrehumana. . . Se ha empleado esta palabra retumbante para
calificar la labor del prócer; por eso la traemos a cuenta; también se la ha
calificado de devoradora. . ., los desvelos de Mariano Moreno por la
Biblioteca?
6º Nota del 24
de setiembre, al Provincial de San
Francisco, pidiéndole permita a fray Cayetano Rodríguez desempeñar el empleo de
Bibliotecario. (Tiene 7 líneas).
7º Nota del 1º
de octubre, al Tribunal de Cuentas, pidiéndole
una pieza para ampliar la Biblioteca. (Tiene 8 líneas).
8º Nota del 12
de noviembre, al Cabildo, pidiendo
fije el sueldo de los bibliotecarios. (Tiene 20 líneas, y se la llama con
énfasis: Un documento terminante, y le han dispensado los honores de la
difusión en facsímil, como a la Magna Carta de Juan Sin Tierra, o al Testamento
de Isabel la Católica).
9º Decreto del
28 de diciembre, nombrando a Segurola.
(Tiene 13 líneas).
Resumen: 8
notas y 1 decreto, con un total de 98 líneas, a las que, para ser enteramente
justos, deberíamos agregar 2 líneas más por pieza, correspondientes a la fecha
y a la firma del prócer.
Ciento diez y
seis líneas, a distribuir en 128 días de Protectorado. No alcanza a cumplirse el laborioso
aforismo latino: Nutla dies stne línea, porque hay 12 días en
que la portentosa actividad del Protector se tomó el merecido descanso.
Nuestros
lectores deben recordar aquel juicio de desalojo de una pieza de la Recova, que
siguió el numen, contra un inquilino
cuando ejercía su profesión.
Pues bien, para echar a la calle con su familia y sus
bártulos a un pobre hombre, que no
podía pagar el alquiler, nuestro prócer
elaboró un expediente en que el solo alegato de bien probado ocupaba no menos
de cincuenta fojas, o sea diez veces más que todos los trámites que realizó en
favor de aquella criatura cuya paternidad le atribuyen.
¡Y a esto le
llaman fundador de la democracia y fundador de la Biblioteca!