martes, 20 de febrero de 2018

EJERCITO ARGENTINO


miércoles, 14 de febrero de 2018






43º ANIVERSARIO DEL COMBATE DEL RIO PUEBLO VIEJO

El 14 de febrero de 1975 se libró el primer combate en los montes tucumanos entre efectivos del Ejército Argentino y del “Ejército Revolucionario del Pueblo” (ERP).
El hecho tuvo lugar en el contexto de la “Operación Independencia”, un conjunto de acciones militares y cívicas ordenadas por la entonces presidente de la Nación María Estela Martínez de Perón para “neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos”, tal el texto del Decreto firmado el 5 de febrero del mismo año.
Relato del Teniente Coronel Rodolfo Richter, donde cuenta como perdió la vida el Capitan Héctor Caceres.
Avanzábamos por un sendero angosto, en columna de a uno, bordeando el río. Los árboles no eran muy altos. No se veía más allá de cinco metros (…)
Después de recorrer un trecho muy corto, vi delante de mí, a unos diez metros, a un subversivo. Estaba parado en medio del camino. Llevaba uniforme, kepis y un arma en la mano (…)
Hubo un instante en que nos quedamos mirándonos. Su sorpresa debió ser exactamente igual a la mía. Yo llevaba el fusil con ambas manos, y pude tirar primero. El tipo se escapó, y allí cometí el gran error. En vez de quedarme donde estaba, me lancé a perseguirlo. Me dejé llevar por el impulso y por la inexperiencia. Tenía veintiséis años.


Empecé a correr tras él tirando, y supongo que debo haber pasado junto a un hombre de “seguridad” de ellos. Sentí un golpe en la espalda y caí de bruces. Alguien, que debía ser el mismo que me disparó, pasó corriendo a mi lado.
El suboficial (un cabo primero) también cayó herido. Le tiraron por la espalda, como a mí. Uno de ellos saltó para rematarlo, pero en el momento de disparar se le trabó el arma y se apartó unos pasos para ponerla en funcionamiento. El cabo 1º tomó el fusil con una sola mano, porque el otro hombro lo tenía inutilizado, y apuntó hacia donde estaba agachado el enemigo. Cuando vio que se levantaba, disparó. Le pegó el balazo justo en la frente (…)
Se produjo un pequeño silencio y después volvió a arreciar el tiroteo (…)
Quedé casi bocabajo, medio de costado, sin poder moverme. El fusil había caído a unos tres metros.
En ese momento, grité: ¡Cáceres, estoy herido!
Y… ¡mi teniente primero….! Nunca me lo hubiera imaginado. Cáceres saltó y se tiró cuerpo a tierra a mi lado. Me dí cuenta de que estaba arriesgando demasiado y le dije: Mi teniente primero, ¿qué hace? Me respondió tranquilamente: Quédate tranquilo, que ya te saco.
Oí varios disparos y cerré los ojos.
Le encajaron un balazo. Escuché un pequeño quejido y se quedó inmóvil. Había muerto.
Se produjo una pequeña pausa. Sólo entonces tomé plena conciencia de que estaba muy mal. Sentí de todo: miedo, angustia, bronca. Tenía un fuerte dolor en la espalda y no podía mover las piernas.
Cuando fui destinado a Tucumán tenía muy presente las imágenes de mis camaradas asesinados. Me acordaba de Paiva, un buen oficial instructor, al que mataron por la espalda cuando esperaba el colectivo (microbus).
Después de que me hirieron, sí noté que odiaba. Después me dí cuenta de que ese sentimiento me estaba destruyendo, haciéndome daño. El odio destruye primero a quien lo siente. No sé cómo, no recuerdo haber hecho un gran esfuerzo, pero me lo quité de encima.
No odio al tipo que me tiró. Tenía la obligación de hacerlo. No por su ideología política, sino porque si no, lo bajaba yo a él. Tal vez mi sentimiento sea distinto hacia el subversivo urbano que ponía bombas y cometía atrocidades. En Tucumán la cosa era más clara: o ellos o nosotros, cosa de hombres.
Teniente Coronel Rodolfo Richter

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martes, 13 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE BACACAY

La batalla de Bacacay fue un enfrentamiento producido el 13 de febrero de 1827 entre las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata y las del Imperio del Brasil, enfrentados por el control de la Banda Oriental, en manos brasileñas desde 1824. El apoyo de Buenos Aires a la insurrección de los Treinta y Tres Orientales había desembocado en una contienda naval, en la que la armada comandada por Guillermo Brown se veía en inferioridad frente a las fuerzas lusobrasileñas. A comienzos de 1827, y bajo el mando de Carlos Maria de Alvear, se iniciaron las hostilidades terrestres, tomándose la ciudad de Bagé el 26 de enero. Poco más tarde las fuerzas del General Manuel Bentos hicieron frente a la columna de Caballería (el Regimiento de Granaderos a Caballo) e Infantería (los Colorados de las Conchas) comandada por Juan Galo de Lavalle en Bacacay; el enfrentamiento se saldó favorablemente al Ejercito Patriota, que triunfarían nuevamente tres días más tarde en la Batalla de Ombú, la antesala de la Batalla de Ituzaingó.

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lunes, 12 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO

Para poder alcanzar su objetivo final, que era lograr la independencia del Perú ocupando Lima, en acción coordinada con Bolívar, el general San Martín había previsto cruzar la cordillera de los Andes, en el mes de enero de 1817, y libertar a Chile. Las fuerzas principales que integraban el Ejercito de los Andes -que entonces dependía de las Provincias Unidas del Río de la Plata- lo hicieron divididas en dos columnas de efectivos. La más importante, por el llamado “camino de Los Patos”, a las órdenes del brigadier general Estanislao Soler. Por el mismo camino marcharon el Libertador y el brigadier O’Higgins. La columna menor, lo hizo por el “camino de Uspallata”, a las órdenes del general Juan Gregorio de Las Heras. Esa ruta fue utilizada también, dada su menor dificultad, por gran parte de la artillería y los abastecimientos, conducido por el capitán fray Luis Beltrán. Ambas columnas debían apoyarse mutuamente y reunirse en el valle del río Aconcagua, en la zona comprendida entre San Felipe y Santa Rosa de los Andes. La intención de San Martín era avanzar hacia la cuesta de Chacabuco, donde tenía previsto conducir una batalla de aniquilamiento. Con el fin de obligar al jefe español, Casimiro Marco del Pont, a dispersar sus fuerzas y engañarlo sobre la oportunidad y lugar de su esfuerzo principal, el Libertador había ordenado cuatro travesías secundarias con efectivos menores: dos al norte y otras dos al sur. A pesar de los múltiples problemas que supuso atravesar montañas de hasta 5.000 metros de altura, en un frente de 800 kilómetros de extensión y con recorridos que fluctuaban entre los 380 y 750 kilómetros, los diversos agrupamientos mencionados aparecieron casi simultáneamente sobre el territorio chileno entre los días 6 y 8 de febrero de 1817.La columna mayor del ejercito patriota ocupo San Felipe el día 8 de febrero, después de librar los combates de Achupallas el día 4 y de Las Coimas el día 7 de ese mes. Por su parte, el coronel Las Heras alcanzó Santa Rosa también el día 8, debiendo combatir durante su marcha con débiles fracciones españolas en Picheuta, Potrerillos y Guardia Vieja. Reunida así la masa de los efectivos, San Martín estimó la imposibilidad realista de oponérsele con fuerzas suficientes, aunque tenía la certeza que habría cierta resistencia en el área de la cuesta de Chacabuco, dada su importancia estratégica.


El 10 de febrero agrupó su ejército al pie de la cuesta y, después de realizados los reconocimientos en detalle, resolvió dar la batalla el día 12 a la madrugada, previa discusión del plan con sus jefes subordinados, el 11 al mediodía oportunidad en la cual impartió la orden de ataque. Por su parte, Marco del Pont dispuso la rápida reunión hacia las cercanías de Santiago de los efectivos de Rancagua, Curicó y Talca. En la tarde del 10 de febrero nombró al brigadier Rafael Maroto comandante de las tropas y, con órdenes poco precisas, le mandó marchar al lugar alcanzado por San Martín. El jefe español llegó a la hacienda de Chacabuco en la tarde del día 11, con algo más de 2.000 hombres. Se adelantó a reconocer la cuesta, decidiendo ocuparla en la mañana siguiente. Calculó a los efectivos de San Martín en unos 800 hombres y esperó el ataque dentro de las siguientes 48 horas, lo cual daría tiempo para la llegada de los refuerzos solicitados a Santiago. Al retirarse hacia la hacienda, en la noche del día 11, dejó en la cuesta una fracción de seguridad a órdenes del capitán Mijares.
San Martín apreció acertadamente que el enemigo se defendería en la cuesta de las alturas de Chacabuco, pero ignoraba que, según el plan de Maroto, ello se haría efectivo a partir del día 12. En la mañana del 11 de febrero había comprobado avanzadas enemigas entre la Quebrada de los Morteros y la Loma de los Bochinches, creyendo que se trataba de una parte del grueso realista. Como la posición era fácil de atacar por sus flancos, resolvió adelantar su ejército esa noche hasta Manantiales, para asaltarla al amanecer del día 12 de febrero.
Para ello formó dos divisiones. La primera, a ordenes de Soler, compuesta por los batallones No 1 y 11, las compañías de granaderos y volteadores de los batallones No 7 y 8, el escuadrón escolta, el 4º escuadrón de granaderos y 2 piezas de artillería. Estas fuerzas debían atacar por el oeste. La segunda, al mando de O’Higgins, formada por el resto de los batallones No 7 y 8, los tres escuadrones restantes de granaderos y 2 piezas de artillería, que realizarían la misma operación por el lado este. El total de estas tropas alcanzaba a unos 3.500 hombres, de los cuales 2.000 correspondían al mando de Soler.Este primer plan se ejecutó a partir de las dos de la madrugada. Con las primeras luces se atacó a los efectivos de Mijares, los que se replegaron rápidamente hacia la masa del ejército real, siendo sorprendidos mientras avanzaban a la altura del cerro del Chingue.

En tal oportunidad se modificó el plan inicial patriota, pues Maroto había ocupado una posición defensiva en los cerros Guanaco, Quemado y Chingue al tomar conocimiento del repliegue de Mijares. San Martín consideró estas posiciones fácilmente rodeables, y como se trataba en su gran mayoría de fuerzas de infantería, resolvió conducir una batalla ofensiva con una acción frontal de aferramiento con la división O’Higgins y una maniobra envolvente con la división Soler, por el camino de la Cuesta Nueva, lo cual aseguraba caer por sorpresa sobre la retaguardia enemiga.
Al impartir las instrucciones a ambos jefes, encomendó a O’Higgins la misión de amenazar el frente realista sin comprometerse seriamente, con el fin de distraer la atención y dar tiempo a que la división Soler -cuyo trayecto era más largo- desembocase por el frente oeste de la posición. En ese momento ambos debían lanzarse al asalto, coordinando sus respectivas maniobras. No obstante las recomendaciones de no quebrar la simultaneidad de ambos ataques, O’Higgins ordenó proseguir el avance de su columna hasta alcanzar las distancias de tiro. Dado lo escabroso del terreno, recién al sobrepasar el cerro de los Halcones pudo desplegar en batalla, abriendo inmediatamente el fuego, el que fue intensamente contestado desde la posición realista. Al cabo de una hora, O’Higgins ordenó a sus tropas pasar al asalto, las que se lanzaron sobre el cerro Guanaco y el Quemado. Los escuadrones de granaderos fueron dirigidos por el estero de Las Margaritas contra el ala oeste enemiga. El intenso fuego y la acción decidida de la defensa española rechazaron este intento.
Desde lo alto de la cuesta, San Martín presenció el estéril esfuerzo, y temiendo que Maroto aprovechase la momentánea ventaja lograda para pasar a un contraataque, que podía significar la derrota de la primera división, ordenó a su ayudante Alvarez de Condarco que alcanzase a Soler y le instara a apresurar su avance. Luego, el Libertador cabalgó velozmente cuesta abajo para tomar la conducción personal de la primera división. Cuando llegó al morro de Las Tórtolas Cuyanas ya era tarde: O’Higgins había renovado su ataque y, por lo tanto, no era posible retroceder. Avanzando nuevamente por la quebrada de la Ñipa, pero ahora con la Caballería en el ala este, el prócer chileno se empeñó por segunda vez.

El peligro de un fracaso desapareció poco después, pues se hizo sentir la proximidad de Soler manifestada por una visible vacilación del ala oeste de la posición.
Soler había alcanzado, a la una y media del mediodía, la pendiente occidental del cerro del Chingue sin que sus defensores lo supiesen, pues trataban de contener nuevamente a O’Higgins. El ataque del batallón No 1, que marchaba a la cabeza, resultó una verdadera sorpresa para los realistas. Comprendieron que la caída del morro el Chingue significaría el derrumbe de toda resistencia, por lo que trataron de retenerlo tenazmente, no pudiendo evitar su derrota final.
Cuando San Martín llegó al campo de la lucha vio decidida la batalla: tomó la bandera de los Andes de manos de su portaestandarte y se colocó a la cabeza de los granaderos, lanzándose a la carga contra un ala de la posición. El escuadrón de Medina pasó audazmente por uno de los claros de la infantería española, alcanzando a sablear a los artilleros sobre sus mismas piezas. Al mismo tiempo, Zapiola hacía otro tanto, envolviendo el ala derecha en una impetuosa carga y los batallones No 7 y 8 se apoderaron del cerro Guanaco, haciendo replegar a sus defensores.
Después del combate hubo una corta persecución de la Caballería patriota hasta el Portezuelo de la colina. Los perseguidores regresaron a Chacabuco, sin advertir que al Sur del citado Portezuelo, y a escasa distancia del mismo, se encontraba el comandante Baranao con 180 húsares. Fue el único refuerzo que pudo ser dirigido a tiempo para recibir a los fugitivos de Chacabuco, pues el resto -alrededor de 1.600 hombres con 16 piezas de artillería, que Marco del Pont había logrado reunir en Santiago en la mañana del mismo día de la batalla- se hallaba imposibilitado de proseguir la marcha hacia el norte debido al cansancio físico de las tropas. Las pérdidas de los realistas ascendieron a 500 muertos, 600 prisioneros (incluyendo 32 oficiales), 2 piezas de artillería, un parque completo y 3 banderas. A los patriotas, este triunfo significo 12 muertos y 120 heridos. San Martín resumió de esta forma la victoria obtenida: “En 24 días hemos hecho la campaña, pasamos las cordilleras más elevadas del globo, concluimos con los tiranos y dimos la libertad a Chile.”
Fuentes: Picciuolo, José Luis - La Batalla de Chacabuco – Instituto Nacional Sanmartiniano
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domingo, 11 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DE LA RECONQUISTA DE COQUIMBO


En conocimiento de la acelerada concentración de fuerzas que intentaban llevar a cabo los realistas al darse cuenta de los planes del general en jefe del Ejército de los Andes, coronel mayor don José de San Martín, éste ordenó al capitán Luis Beltran que avanzara a marchas “muy forzadas”, incluso “a mata mulas” y que por lo menos le alcanzara los dos obuses y otros dos cañones de batalla; “la precisión – agregaba- no puede ser más urgente”. 300 Km al norte, en La Serena, capital de la provincia de Coquimbo, la columna que desde San Juan marchaba a órdenes del comandante Cabot ocupaba, el día 10 el valle de Sotaqui cerca de Valdivia. Toda la provincia se había sublevado en favor de la causa de los patriotas sudamericanos. En Salalá, la avanzada de Cabot a órdenes del capitán Cevallos batía en la Serena la guarnición realista de casi 100 hombres, provocándole 40 muertos, la huída hacia el sur del resto y la captura de 2 ca-ñones. El día 12, todo el norte de Chile quedaba reconquistado.
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sábado, 10 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DEL COMBATE DE ACOYTE


El 11 de febrero de 1818, se desarrolló el Combate de Acoyte, donde 20 gauchos comandados por Bonifacio Ruiz de los Llanos, y pertenecientes a las fuerzas del General Martín de Guemes, derrotan a una columna de 200 hombres del ejército realista español del General Olañeta.
El suceso tuvo lugar cerca del pequeño pueblo de Acoyte, en el extremo noroeste de la Provincia de Salta.
El Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos, a partir de 1815 revistaba en las partidas gauchas del entonces Coronel Güemes, y fue ascendido a Teniente 1º, a la vez era designado Segundo Jefe del Escuadrón Gauchos del Valle de Cachi. Poco después por su intrepidez fue trasladado al comando de los Infernales con el grado de Capitán, a cuyo frente participó de las acciones de 1817 contra La Serna y un año después habría de encontrarse en el triunfo de Acoyte con el que se hizo acreedor del título de “intrépido” y el ascenso al grado de Teniente Coronel.
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viernes, 9 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DE LA PUESTA EN MARCHA DEL "OPERATIVO INDEPENDENCIA"

El 9 de febrero de 1975 se pone en marcha el “Operativo Independencia”. El ejército empieza las operaciones de guerra contra la subversión. Un año mas tarde, el enemigo ha sufrido importantes bajas. quedan héroes, mártires. historias, nombres. quedan fechas y batallas y estos testimonios.

Lo que sigue es parte del Relato, los Testimonios, las Experiencias de dos Periodistas de la Revista “GENTE” que, entre Octubre y Diciembre de 1975, estuvieron en el Frente de Lucha de Tucumán. HAY GUERRA y todo sucede rápido en la Guerra. A mediodía, cuando el sol es una gota de plomo fundido sobre las calles de la ciudad, cuando una Muchedumbre desfila entre Vendedores de abanicos mágicos, pilas, fósforos, cordones e indescriptibles costureros hechos con caracoles, un Helicóptero Militar nos lleva a Acheral, donde ha estallado un Combate. Nadie habla a Bordo. miramos hacia abajo, hacia los Cañaverales Verdes y amarillos, hacia los Campos prolijos e interminables y tenemos miedo. De pronto, otros ruidos inconfundibles nos ubican de una vez por todas a menos de quinientos metros donde hay Tableteo de Ametralladoras, Secos Estampidos de Fusiles FAL, disparos de Pistola, Humo de Cohetes que parten de un Helicóptero y revientan en los Surcos. Estamos Cara a Cara con la Guerrilla.
Aquí no hay sol. El Sol está arriba del Techo Verde. Debajo de nuestros zapatos la tierra es húmeda. La Tierra es Oscura y Pegajosa. Esta Tierra no Conoce la Luz. Es el Monte. Senderos Angostos. Subidas y Bajadas. Arroyos, Riachos, Quebradas que se alargan impenetrables y frías. De tanto en tanto el Sol quiebra el techo verde y se cuela en hilos delgados y fosforescentes. Parecen Pedazos de Vida. Es el Monte Tucumano. Hasta no hace mucho aquí sólo había Labriegos, Cañeros y Pastores que Cruzaban sus Rebaños de Pueblo en Pueblo. Ahora hay Hombres con Uniformes Verdes, con Cascos, con Armas. Ahora es un Territorio de Guerra. Un Paraje donde se Pelea Hombre a Hombre. Donde sólo hay una Posibilidad: Vivir o Morir".
Sigue la Lucha en el Cañaveral. Los Helicópteros Vuelan sobre los Surcos y los Abren como un Peluquero Abre el Pelo de su Cliente. Los Camiones Unimog se Bambolean por el Terreno Irregular y dejan los Soldados en Posiciones Estratégicas. El Cerco se Cierra sobre la Patrulla Extremista Sorprendida una hora antes (...) Uno de los Helicópteros Militares ha Sufrido una Emergencia: Alcanzado por una Bala de FAL en su Sistema Eléctrico, ha tenido que Bajar en el Centro mismo de la Patrulla Enemiga. El piloto ha Salvado su Máquina, pero ha Perdido su Artillero. Una Bala le ha Perforado el Pecho. El Hombre Caído era un Suboficial. Ese día había Terminado su Misión y tenía que salir con Licencia. Al producirse el Combate, insistió en Volar como Artillero. Esa fue su última misión.
El campamento está en la Cima de la Colina. Varios Senderos llegan hasta él. A cada trecho hay Hombres Apostados (con armas largas). El Peligro está en todas partes. Desde una Radio se Escucha: "Contacto con dos Oponentes. ... Contacto con dos Oponentes...".
Bajamos los mil metros que tiene la Colina y Bordeamos el Monte. Hace Calor. De la Tierra se Desprende un Vapor Maloliente que se Pega a la Piel. Cerca de Treinta Soldados están Alertas, Semiescondidos entre la Maleza. Un Suboficial Explica:
“Salieron del Monte y Entraron al Cañaveral”.
El Ruido de las Balas nos llega de cerca. Es un Tableteo Seco, como Dedos que Golpean sobre una Mesa de Madera. Una Patrulla Va Detrás de Ellos. Pero Ellos Logran Escapar. Llega un Grupo de Soldados. El Sudor les Baña la Cara. Algunos Mordisquean Caña de Azúcar, Uno de ellos, alto, trae una Charretera con una Insignia Azul. Es una Estrella. Era de un Sargento Extremista que Acababa de Matar".
Durante un Enfrentamiento un Soldado pierde la mitad del dedo índice de la mano derecha. Durante la Lucha siente el Dolor, pero quiere seguir Tirando. No puede Apretar el Gatillo: le falta el dedo. Un Guerrillero Pasa Cerca de él y su Desesperación es tal que Emprende la Lucha a Culatazos hasta que Mata a su Enemigo. Recién en el Campamento supo que no se le había Trabado el Fusil. La Danza de los Helicópteros No Termina. Han Empezado a Arrojar Bombas Incendiarias, y Bombas de Demolición Sobre los Surcos, donde se han refugiado los Extremistas. llega una Ambulancia. bajan tres Soldados. En el Fondo de la Ambulancia hay un Cadáver, el Cadáver de un Guerrillero. Lo sacan y lo dejan sobre el pasto junto al Fusil FAL que tenía en la mano. Alguien Pregunta: ¿Cuantas Vidas Habrá Costado ese Fusil?.
Hubo Muchos que Dejaron su Vida en Batalla. Y Aquí está la Prueba. Estos son los Soldados Muertos en el mes de Octubre de 1975:



*Ramón Pío Fernández, nacido en Palma Sola, Jujuy.
*Rogelio Ramón Espinosa, nacido en Caimancito, Jujuy.
*Juan Carlos Castillo, nacido en Aguaray, Salta.
*Enrique Ernesto Guastoni, nacido en Córdoba,
*Freddy Ordóñez (desertor incorporado por propia voluntad), nacido en Salta.


Todos estos Argentinos tenían 21 años.
Los Disparos Suenan cada vez mas cerca. Es el fin. La Patrulla Extremista, Acosada por los Cohetes, las Bombas y el Incendio del Cañaveral Abandona su Refugio en los Surcos. Entonces, los Soldados la Ametrallan. Son las Seis de la Tarde del Viernes 10 de Octubre. El Combate de Acheral se acaba con la última luz del día.
Tiene el rostro aindiado, la piel morena . Sus Gestos no saben de grandilocuencias y sus respuestas son cortas y seguras. Tiene la voz grave y las manos acostumbradas al monte. Tiene 21 años y se llama Nicanor. Es un poco todos. Un poco un símbolo. Un poco el Molde con el que están Hechos los Jóvenes Argentinos que hoy Pelean en Tucumán. Nicanor es un Soldado y piensa así.


-¿DE DONDE SOS?
-DE PAMPA GRANDE, SALTA.
-¿CUANTO HACE QUE ESTAS ACÁ, EN LA GUERRA?
-22 DIAS.
- ¿LOS CONTAS SEGUIDO, PARECE?
-SI SEÑOR, ES BUENO PODER CONTAR UN DIA MAS.
-¿ TENES MIEDO?
-NO SEÑOR. EL MIEDO VIENE CUANDO MATAN A UN AMIGO y NO POR UNO.
-¿VOS TENIAS AMIGOS QUE MURIERON EN COMBATE?
-SI. MALDONADO y CASTILLO ERAN MIS AMIGOS.
-¿VOS ESTUVISTE EN ALGÚN ENFRENTAMIENTO CON LOS GUERRILLEROS?
- UNA VEZ. DE NOCHE EN UNA EMBOSCADA QUE LES PREPARAMOS.
-¿COMO FUE?
- NOSOTROS LOS ESPERAMOS PORQUE SABÍAMOS QUE TENÍAN QUE PASAR POR AHÍ. COMO A ESO DE LAS DOS DE LA MAÑANA SENTIMOS RUIDO, GENTE QUE VENIA CAMINANDO POR EL MONTE. DE ALGO DEBEN HABER SOS PECHADO PORQUE TIRARON PRIMERO. A CUALQUIER LADO. ACÁ DE NOCHE NO SE VE NADA.
-¿Y USTEDES QUE HICIERON?
-ABRIMOS FUEGO. A ELLOS LOS DELATARON LOS FOGONAZOS DE SUS ARMAS. Y ENTONCES MAS O MENOS UNO TIENE UNA REFERENCIA.
-¿A QUE DISTANCIA ESTABAN UNOS DE OTROS?
-TREINTA METROS MAS O MENOS.
-¿HUBO MUERTOS ?
- NOSOTROS HERIMOS A UNO y DE PARTE NUESTRA GRACIAS A DIOS NO LE PASO NADA A NADIE.
-¿QUE PENSASTE CUANDO TUVISTE QUE DISPARAR?
-MIRE, EN ESOS CASOS ES LA VIDA DE ELLOS O LA NUESTRA. UNO NO TIENE MUCHO QUE ANDAR PENSANDO.
-¿PENSASTE ALGUNA VEZ QUE TE PUEDEN MATAR?
-CLARO, UNO SABE QUE EN CUALQUIER MOMENTO PUEDE MORIR.
-¿VOS CONOCES BIEN EL MONTE?
-ME CRIÉ EN EL MONTE. YO A LA SELVA LE CONOZCO TODOS LOS SECRETOS. -¿UN HOMBRE PUEDE SUBSISTIR EN ESTE MONTE SIN APROVISIONAMIENTO?
-DURARÍA POCO. LO MANTENDRÍA EL AGUA. NADA MÁS.
-¿LE ESCRIBÍS A TU FAMILIA?
-SI, y ELLOS ME ESCRIBEN. HOY RECIBÍ UNA CARTA.
-¿HASTA CUANDO TE QUEDAS EN EL FRENTE?
-UNO O DOS MESES MÁS. NO SE TODAVÍA.
-¿TE ASUSTASTE CUANDO TE DIJERON QUE TENIAS QUE VENIR A LA GUERRA?
-MIS AMIGOS ME ESCRIBIERON UN PAR DE VECES y YO QUERÍA VENIR. QUERÍA ESTAR CON ELLOS.



Nicanor se levanta. se pone el casco, toma su fusil y va a su puesto. ni siquiera pregunto por que las preguntas. ahora es uno mas confundido entre sus compañeros. ahora es uno mas que debe saberse. El postulado: "Acá se vive o se muere”.
Junto con los Alimentos y Provisiones, los Soldados Regresan al Campamento con un Paquete Realmente Valioso:
La Correspondencia. Un Suboficial va Cantando los Nombres. Algunos están. Otros se fueron de Patrullaje. Otros murieron y la carta no tendrá destinatario. Todos Abren los Sobres y Leen. Después los Comentarios: “Tengo un Hermanito Enfermo”. “Mi señora está bien, esperamos un Hijo para Diciembre". “Mi Primo consiguió Trabajo en Salta". "Mi Papá me está Levantando una Piecita en el Fondo para mi Solo". "Soy Tío de una Nena". y muchos más. Son cosas de todos lo días. Son Noticias Chiquitas que acá, en la Guerra, Valen lo mismo que una esperanza.
Un Oficial Explica como es esta Guerra. Por lo General un Contacto, es decir Divisar al Oponente, dura con mucha suerte de diez a quince segundos. A partir de ahí todo es cuestión de suerte. El Monte es un Infierno. Si el Oponente va por una Senda y es Divisado, inmediatamente entra al monte. Allí es casi Imposible ver más allá de las propias narices. Uno camina y no sabe si al lado hay un hombre apuntándole. Aquí la Vida esta en Juego a Cada Rato. Incluso ahora no sabemos si puede haber alguien apuntándonos. Esta es una Guerra de Tiempo y Paciencia. Es una Guerra de uno por uno. De noche, en el Despacho del General Edgardo Adel Vilas, nos enteramos del último Parte. En la Batalla de Acheral han Muerto 14 Extremistas. Un Grupo de Jefes Evalúa la Situación. Dicen que la Compañía de Monte de los Extremistas está Prácticamente Desmembrada. Que por el Aspecto de los Cadáveres puede deducirse que las Fuerzas Subversivas carecen de Comida y de Ropa Adecuada. Que no se trata de Combatientes Rurales Hombres bien Entrenados y Acostumbrados al Monte y a la Selva, sino de Guerrilleros Urbanos que han tenido que subir al Monte ante los Reveses Sufridos por la Subversión desde el 09 de Febrero, fecha en que comenzó el “Operativo Independencia”.


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jueves, 8 de febrero de 2018


ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL MARTÍN MIGUEL DE GÜEMES






Güemes se crió en el seno de una familia adinerada. Su padre, Gabriel de Guemes Montero de la Bárcena Campero, era un hombre ilustrado y cumplía funciones de tesorero real de la corona española. Logró que su hijo tuviera una buena educación con maestros particulares que le enseñaron los conocimientos filosóficos y científicos de su tiempo.
Cursó sus estudios primarios en su ciudad natal, alternando la enseñanza formal con el aprendizaje de las labores campesinas en la finca donde vivía con su familia. A los 14 años se enroló en el Regimiento Fijo de Infantería, cuyo cuartel central estaba en Buenos Aires pero tenía un batallón en Salta a raiz de la rebelión de Tupac Amaru II desde 1781.
En 1805 fue enviado con su regimiento a Buenos Aires, ya que el Virrey Sobremonte temía un ataque inglés. Éste se produjo al año siguiente, iniciando las invasiones inglesas, participando Güemes en la Reconquista de Buenos Aires. Al año siguiente participó también de la Defensa de la ciudad y protagonizó una curiosa hazaña: al ver que un barco inglés había encallado por una bajante repentina del río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.
En 1808 sufrió una enfermedad en la garganta, de la que surgió una seria deficiencia al hablar, una pronunciación gangosa de las palabras, que causaba la burla de sus compañeros. Todo indica que sufrió las complicaciones que suelen acompañar a la hemofilia, enfermedad que hasta ese momento no era conocida, y que dificulta mucho la cicatrización de las heridas externas e internas. Logró su traslado a Salta.
Después de la Revolucion de Mayo de 1810, fue puesto al mando de un Escuadrón Gaucho en la Quebrada de Humahuaca y en los valles d Tarija y Lípez, impidiendo la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los realistas del Alto perú. En Suipacha, único triunfo de las armas patriotas en el intento de recuperar el valioso territorio altoperuano, la participación del capitán Güemes fue decisiva.
Permaneció en la zona de la Quebrada hasta después de la derrota de la Batalla de Haqui, y prestó su ayuda a los derrotados que huían; allí comenzó su famosa guerra de recursos, con la que posiblemente retrasó el avance de partidas realistas antes de la llegada del ejército principal, que mandaba el general Pío Tristan.
Con su ayuda, el General Pueyrredón logró atravesar la selva oranense y salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas. Pero cuando el General Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte, ordenó su traslado por indisciplina, causada por un lío de polleras de otro oficial. Permaneció en Buenos Aires, agregado al Estado Mayor General.
Al conocerse en Buenos Aires el desastre de Ayohuma, Güemes fue ascendido a teniente coronel y enviado al norte, como jefe de las fuerzas de caballería de San Martín, nuevo comandante del Ejército del Norte. Se hizo cargo de la vanguardia del ejército reemplazando en ese puesto a Manuel Dorrego, otro oficial brillante que había sido desterrado por problemas de disciplina.
Se presentó en Salta como el protector de los pobres y el más decidido partidario de la Revolución (de la que empezaban a dudar las clases altas). Pero aun así, no logró nuevos aportes de recursos de parte de la clase adinerada. Es en esta época cuando se evidencia la figura de su hermana María Magdalena “Macacha” Guemes como una de sus principales colaboradores.
San Martín le encomendó el mando de la avanzada del río Pasaje (hoy llamado Río Juramento, porque en sus márgenes el general Belgrano hizo jurar obediencia al gobierno de Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII, y la Bandera Nacional). Poco después, asumía también el mando de las partidas que operaban en el Valle de Lerma (en el que está la ciudad de Salta). De este modo iniciaba la Guerra Gaucha, ayudado por otros caudillejos, como Rurela, Saravia, Gorriti o Latorre. Ésta fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios, apenas cortos tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.
Con su ejército formado por gauchos del campo, rechazó el avance del General Pezuela y posibilitó el inicio de un nuevo avance hacia el Alto Perú. Bajo el mando del General José Rondeau, tuvo un papel destacado en la victoria de Puesto del Marqués. Pero, indignado por el desprecio que mostraba éste por sus fuerzas y por la indisciplina del ejército, se retiró del frente hacia Jujuy. Daba por descontado la derrota del Ejército del Norte en esas condiciones y, en ese caso, necesitaría a sus hombres. Al pasar por Jujuy se adueñó del armamento de reserva del ejército; al enterarse, Rondeau (que era también director supremo) lo declaró traidor.
La vuelta se debía también a razones políticas, ya que deseaba desplazar al partido conservador del gobierno salteño. Y, por supuesto, también a sus propias ambiciones políticas.
La retirada coincidió con la llegada a Salta de la noticia de la caída del Director Supremo Alvear, lo que quitaba autoridad al gobernador intendente, Hilarón de la Quintana. Por otra parte, Quintana no estaba en Salta, sino que había acompañado a Rondeau — que había sido nombrado Director Supremo, aunque reemplazado interinamente por un sustitito — en su avance hacia el Alto Perú.
Cuando llegó a Salta, el pueblo salió a la calle y pidió al cabildo el nombramiento de un gobernador, sin participación del Directorio. Además de ser el único candidato a la vista, Güemes tenía a su favor la presencia de su hermano, el doctor Juan Manuel de Guemes, como uno de los miembros del cabildo para ese año. Éste eligió a Martín Miguel de Güemes con el título de Gobernador Intendente de Salta, jurisdicción integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Oran y varios distritos de campaña. Era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas en la propia provincia desde 1810; desde el punto de vista de muchos salteños, hasta ese momento todo se había reducido a cambiar las autoridades arbitrarias de España por las de Buenos Aires, tan arbitrarias como aquéllas.
El Cabildo de Jujuy se negó a reconocerlo, pero Güemes negoció cuidadosamente para hacerse reconocer como tal. Como esa ciudad tardara en reconocerlo, aprovechó la amenaza de un ataque realista para avanzar con tropas hacia la ciudad, con lo que presionó y logró hacer que el cabildo lo aceptara. De todos modos, el teniente de gobernador local, mariano de Gordaliza, no podía ser considerado un subordinado complaciente de Güemes.
Dos semanas después de asumir el gobierno, Güemes contrajo matrimonio con Carmen Puch, miembro de una acaudalada familia con intereses en Rosario de la Frontera.
Poco después de su llegada al poder y de saber la reacción negativa de Rondeau, llegó a Tucumán una fuerza desde Buenos Aires que iba en apoyo del Ejército, al mando de Domingo French. Pero como éste tenía instrucciones de derrocar a Güemes al pasar por Salta, le negó el paso hasta que lo hubo reconocido como gobernador. Pero ya era tarde: cuando llegaron a Humahuaca, se enteraron de la derrota de Sipe Sipe en noviembre de 1815.
Rondeau, enfurecido con Güemes por la revolución en Salta y por haberle impedido llegar refuerzos, retrocedió a Jujuy. Con apoyo de Gordaliza, se trasladó hasta Salta y ocupó la ciudad. Pero enseguida se vio rodeado por las guerrillas gauchas y tuvo que capitular, firmando con Güemes el tratado de los Cerrillos, reconociéndolo como gobernador y encargándole la defensa de la frontera. Poco después, Rondeau era reemplazado por Belgrano en el Ejército del Norte, y por Pueyrredón en el Directorio. Pero no habría más expediciones al Alto Perú.
Entonces las milicias gauchas al mando del heroico salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas
Güemes y sus gauchos detuvieron otras seis poderosas invasiones al mando de destacados jefes. La primera fue la del experimentado mariscal De la Serna, el cual, al mando de 5.500 veteranos de guerra, partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Buenos Aires para España. Después de derrotar y ejecutar a los Coroneles Padilla y Warnes, ocupó Tarija, Jujuy y Salta y los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lerma. Pero Güemes lo dejó incomunicado con sus bases ocupando Humahuaca, venció a uno de sus regimientos en San Pedrito, y dejó sin víveres la capital de la provincia. De la Serna tuvo que retirarse, hostigado todo el tiempo por las partidas gauchas.
Meses después, el General Pedro de Olañata, enemigo acérrimo del salteño, volvió al ataque y capturó al más importante de los segundos de Güemes, el General Fernandez Campero, popularmente conocido como el Marques de Yavi, jefe de la defensa de la Puna. Pero no pudo pasar más allá de Jujuy.
Hubo una nueva invasión en 1818, dirigida por Olañeta y Valdés, y otra más en 1819, mandada por Olañeta. La más importante fue la mandó el segundo de De la Serna, General Juan Ramírez Orozco que en junio de 1820 avanzó con 6.500 hombres. En todas éstas obligó a su enemigo a retroceder después de haber tomado Salta y Jujuy.
Si bien la estructura militar de entonces no contemplaba un Estado Mayor, en la práctica Güemes contaba con cuadros superiores organizados, entre los que se encontraban el Marques de Yavi Juan Jose Feliciano Fernández Campero; el Coronel Francisco Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija; Coronel Manuel Arias, a cargo de Orán; y el Coronel Francisco Pérez de Urdinenea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca. En el valle de Jujuy estuvieron los coroneles Domingo Arenas en Perico y el Teniente Coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como Jose Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas. El frente de combate a su cargo tenía una extensión de más de setecientos kilómetros, desde Volcán hasta más allá de Oran, y se conoció como Línea del Pasaje.
Todo el mundo participaba en la lucha: como guerreros los hombres, como espías o mensajeros las mujeres, los niños y los ancianos. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o una hacienda, los habitantes huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser útil al enemigo. Por supuesto que esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares. Por cierto, jamás tuvo apoyo alguno del gobierno del Directorio; y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy limitada.
El papel de Güemes en el conjunto era el de organizar la estrategia general y financiarla. Pero tenía un detalle curioso: sus hombres se hubieran hecho matar por él, pero él mismo nunca entraba en combate; nunca se lo reprocharon ni le exigieron que los acompañara. Por eso sus enemigos y los historiadores del siglo XIX lo acusaron de cobarde. No era cobarde: era hemofílico. Cualquier herida le hubiera causado la muerte; de hecho, una herida sin importancia le causaría la muerte.
Güemes había conversado con San Martín sobre sus ideas de atacar Perú desde Chile. Pero San Martín necesitaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima. La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación. Éste estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la campaña del Pacífico, y cuando éste desembarcó en la costa peruana, decidió avanzar hacia el Alto Perú.
Pero ya no podía contar con el Ejército del Norte, del que sólo quedaba una pequeña división al mando del Coronel Alejandro Heredia (que estaba a órdenes de Güemes), y algunas armas en Tucuman. Pero éstas estaban en poder del Gobernador Bernabé Aráoz, que las estaba usando para tratar de volver a la Provincia de Santiago del Estero a la obediencia a su gobierno.
A principios de 1821, el gobernador de Santiago, Ibarra, pidió auxilio a Güemes, y éste invadió Tucumán, más para apoderarse de las armas que necesitaba que por solidaridad. Pero el ejército salteño, al mando de Heredia (tucumano), fue derrotado por el tucumano al mando de Arias (que era salteño, extraña coincidencia).
El cabildo de Salta, formado por las clases altas de la ciudad, cansadas de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la ausencia del caudillo, lo acusó de “tirano” y lo declaró depuesto. Muchos de sus miembros se habían puesto de acuerdo con el general Olañeta para entregarle la ciudad. Güemes regresó sin prisa, ocupó pacíficamente la ciudad, y perdonó a todo el mundo. Ésa fue la llamada "Revolución del Comercio"; aunque fracasada, dio inicio a un partido de oposición, conocido como "Patria Nueva", en oposición a la "Patria Vieja", es decir, al partido de Güemes.
Pero no todo había terminado: Olañeta ya estaba en camino, y mandó al coronel “Barbarucho” Valdez por un camino desierto de la Puna, guiado por miembros de la familia realista Archondo. El 6 de junio, Valdez ocupó la ciudad de Salta, y al salir a combatirlo, Güemes fue herido por una bala. Siguió a caballo hasta una hacienda a dos leguas de la ciudad, pero su herida, como cualquier herida profunda de un hemofílico, nunca cicatrizó.
Murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a la intemperie, en un catre improvisado por el Capitán de Gauchos Mateo Ríos, en la Cañada de la Horqueta (cerca de la ciudad de Salta). Tenía 36 años y fue el único general argentino caído en acción de guerra externa.

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