AÑO 10
CAPITULO IV
PARTE 2
¿COMO NACIO LA LEYENDA?
Si la actividad devoradora que se atribuye a Moreno fuese verdad, poseeríamos centenares de actas de la Junta. Sólo nos han quedado dos, la de instalación en el 25 de Mayo, que no redactó Moreno, y la del 18 de diciembre, cuando él renunció.
Replicarán
prestamente sus biógrafos: "¡No labró actas pero hizo cosas de mayor
importancia!"
Y nosotros
preguntamos sin ninguna esperanza de obtener respuesta: ¿Cuáles fueron esas
cosas?
Seamos sobrios en
declamaciones: vengan los hechos. Y escucharemos la contestación de su hermano:
"Cuando en un país se halla a la frente de los negocios un hombre de
genio. .."
Hay aquí dos
afirmaciones de Manuel Moreno, que han pasado a todos los libros de historia
argentina:
1º—Que estaba
al frente de los negocios;
2º— Que era un
hombre de genio.
La primera es
falsa: era secretario y no estuvo nunca "a la frente de los negocios del
país".
La segunda, que
era un genio, debería surgir de hechos precisos y no de palabras altisonantes.
'Veamos los
puntos en que el propio biógrafo pretende fundar la afirmación de que su
hermano era un genio.
"En cinco
meses se aseguró la tranquilidad del territorio". . .MORENO, MANUEL,
Vida y Memorias, etc., página 262. . .
¿Quién será tan
ignorante de la historia argentina que crea que siete meses después del 25 de
Mayo, quedó tranquilizado el país? ¡Si apenas se iniciaba la guerra y todavía
no había comenzado la anarquía que ensangrentó la nación durante varias
décadas!
"Las
tropas destinadas a la pacificación del Paraguay se hallaban en las puertas de
su capital" (página 262).
Otra invención.
La verdad histórica es que las tropas argentinas enviadas no para pacificar,
sino para someter al Paraguay, si es que llegaron a las puertas de su capital,
tuvieron que volverse, derrotadas en Paraguarí, y aquella rica provincia del
Virreinato del Río de la Plata quedó separada para siempre.
Continúa la
pintura de la obra del genio.
"Los
enemigos interiores reducidos a silencio... (página 263). Montevideo temblando
por si misma... (página 263) El reino de Chile solicitaba su estrecha unión...
(página 263)".
Cualquiera que
sepa un poco de nuestra historia juzgará debidamente estas afirmaciones
fantásticas dé cosas que no se realizaron nunca o que se realizaron muchísimos
años después, y que Manuel Moreno dice llevadas a cabo por el genio de su
hermano dentro de los 7 meses de la Revolución, es decir mientras él formó
parte de la Junta.
Vienen aquí muy
a pelo unas juiciosas palabras del historiador Groussac:
"Es hoy un
lugar común de la crítica, así como del procedimiento judicial, la escasa fe
que merece el testimonio único, por más sincero e imparcial que sea el testigo.
Otro principio y corolario del primero es no aceptar, aun condicionalmente,
cualquier opinión del interesado, sino en la parte que parezca contraria o por
lo menos indiferente a su interés". . . GROUSSAC P., Estudios de Historia Argentina, Buenos
Aires, 1918, página 170. . .
"Viva mi patria aunque yo
perezca", dicen que fueron sus últimas palabras en su lecho de muerte.
Esto significa
que los historiadores en vez de copiarlos servilmente, debieron desdeñar como
fuente de información acerca de Mariano Moreno los panegíricos de su hermano
Manuel, grave y fundadamente sospechosos de parcialidad.
Significa
también que sólo pudieron aceptarlos en los pasajes desfavorables al interés
personal del autor. Eso está en la lógica de las cosas.
Pero han
procedido exactamente al revés del sano consejo del insigne Groussac, que él
mismo en ocasiones olvidó.
Recibieron como
versículos del Evangelio aquellos pasajes donde descubrían un rasgo heroico de
su personaje; y desdeñaron penetrar el sentido de otros pasajes, de los cuales
se podía desprender sin esfuerzo una consecuencia contraria.
Pero más que los
hechos valen para la imaginación popular las frases rimbombantes atribuidas a
Mariano Moreno.
"No hay historiador grande o chico que no
las repita, agregando el comentario que atribuyen a Saavedra: "Se
necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego."
Y no hay
personaje que, al renunciar a un cargo o una carga (que no le interesa o no
puede conservar) no se atrinchere en la otra frase que dicen que dijo Moreno,
al declinar la Secretaría de la Junta: "La renuncia de un hombre de bien,
es siempre irrevocable."
Las tres
frases, que millones de estudiantes letanean, permítasenos el neologismo, en
miles de escuelas argentinas, son falsas, y peor que falsas, inverosímiles y
tendenciosas. Ni fueron pronunciadas, ni pudieron pronunciarse lógicamente.
Manuel Moreno las
inventó. . .Ningún historiador, ningún cronista ningún periódico de la época,
ningún documento oficial,. . . ninguna correspondencia privada las afianza. Y
como no faltaron testigos de las escenas en que pudieron ser pronunciadas, el
unánime silencio de los contemporáneos es un indicio fatal para la leyenda.
Junto al lecho
de muerte de Mariano Moreno estaba otro personaje, quien después fue el general
Guido, que ha dejado interesantes Memorias y abundante correspondencia con
datos prolijos, algunos de ellos imaginarios.
Jamás Guido, a
pesar de que como liberal fue morenista,. . . confirmó la versión de Manuel
Moreno. Cuando ha relatado los sucesos, ni siquiera ha mencionado la campanuda
frase del uno y el comentario atribuido al otro. . . No es exceso de malicia
presumir que no quiso ni ratificar, porque eran falsas, las noticias propaladas
por su amigo Manuel, ni creyó amistoso desmentirlas.
Además, la
lógica también desautoriza su invención. . ."¡Viva mi patria aunque yo
perezca!", quedaría bien en labios de una víctima ilustre de una patria
injusta, . . . porque su sentido es éste: "Aunque mi patria me proscriba,
yo muero amándola y bendiciéndola."
No era el caso
de Mariano Moreno, . . . que no pereció víctima de su patria, sino de una
apendicitis, agravada por un purgante que le suministró el capitán del buque;.
. y tampoco murió desterrado, sino yendo de embajador a Londres con 20.000
duros en el bolsillo, amén de 8.000 de sueldo o sean cinco mil más de lo que
había percibido hasta entonces, y dos secretarios a su cabecera, muy bien
remunerados también ellos. . . Decreto del 2 de enero de 1811. Registro Oficial de la
República Argentina, tomo 1, página 98. . .
Ni Belgrano, ni
San Martín, murieron con tanto dinero oficial en las faltriqueras y no por ello
pensaron pronunciar frases adobadas, que implicaban un reproche a su país.
La otra
expresión: "Se necesitaba tanta agua para apagar tanto fuego",. . .
es también una fábula.
¡Qué habría de
decirla Saavedra, que conocía muy bien al escurridizo secretario de Álzaga en
la asonada del 1° de enero de 1809, al agazapado votante de la noche del
Cabildo abierto!
El fuego es
símbolo de entusiasmo y de valor, las dos cualidades más ajenas al alma de
Moreno, jacobino yerto y amilanado, al estilo de Robespier.
¿Tanto fuego el
glacial abogado, que abandonaba la cabecera de su padre agonizante para ir a
los tribunales a pronunciar un alegato contra su obispo?. . . Lo refiere así
su hermano en Colección de arengas en el foro etc. Escrito en página 46. . .
¿Tanto fuego el
concurrente derrotista del Cabildo abierto, que por miedo de que los godos
"le echaran el guante" desapareció de la escena en la noche del 22 de
Mayo y se escondió hasta la tarde del 25 de Mayo, en que fue menester buscarlo
para llevarle la noticia de lo que otros habían hecho? . . .Vida y Memorias
del Doctor Don Mariano Moreno, páginas 213 y 214. . .
No, esa frase
no pudo pronunciarla Saavedra, pues sabía que de los cuatro elementos de la
naturaleza, el menos parecido al prócer era el fuego.
En una carta de
Saavedra a Chiclana, del 15 de enero de 1811, leemos algo que desmiente en
forma rotunda lo que Manuel Moreno le achaca.
"El Doctor
Don Mariano Moreno —dice Saavedra—, desplegó su emulación y envidia contra mí y
quiso vengarse bajamente de la burla que le hice el 1º de enero de 1809. Este
hombre, de baja
personalidad fue
asesor y amigo de ese último Virrey hasta el último día.
¿No sabe usted
que si el Virrey Cisneros fue arrojado de Buenos Aires, no lo fue por el pálido
voto de Mariano en el Cabildo abierto, sino por la acción de Saavedra y de los
Comandantes militares?
Acuérdese de
que Moreno se alejó del país el 24 de enero de 1811 y murió el 4 de marzo
subsiguiente, cuando apenas se había iniciado la guerra de la independencia que
duró hasta 1824 (Ayacucho) en que terminó la dominación española en América, El
Cid Campeador, que después de entregar el alma a Dios, todavía ganó batallas
por tres días, queda muy pequeño al lado de Mariano Moreno, que según afirma su
hermano siguió ganándolas hasta doce años después de su muerte.
Si Manuel se
hubiera limitado a inflar las virtudes de su hermano, un poco por cariño
fraternal y otro poco por la honra que resulta de ser pariente próximo de un
prócer, podría disculpársele.
Pero es que por
enaltecerle ha denigrado a otros personajes, especialmente al más digno de la
gratitud argentina, al jefe de la Revolución de Mayo, a quien estas
afirmaciones extravagantes han despojado de la mayor parte de su gloria.
En multitud de
pasajes de esos dos libros se advierte el propósito —logrado por desgracia —de
hacer odiosa o despreciable la pura y patriótica figura de don Cornelio de
Saavedra.
Después de
haber descrito el triunfo de la Revolución y la formación de la Junta presidida
por Saavedra dice: . . .
"Todos los
vocales designados a componer el nuevo gobierno correspondieron plenamente a la
confianza que se hacía de sus talentos y su celo, menos el presidente".
"En
general, apenas se sabía otra cosa de él sino haberse opuesto con firmeza a la
asonada del 1º de enero. . . Esta fue la causa del odio de Moreno a Saavedra: el haber
desbaratado la primera conspiración de Álzaga, en que Moreno estuvo de parte de
los españoles y en contra de los criollos y Saavedra la hizo abortar y Moreno
jamás se lo perdonó. . . .
No tenía por consiguiente una reputación
señalada en lo civil o militar; pero estando al frente del cuerpo, que fue el
brazo de la revolución, esta circunstancia y la necesidad de conciliar la
fuerza armada hizo se le eligiese presidente. En éste alto puesto descubrió una
ambición pequeña y un carácter taimado y rencoroso, sin docilidad de consejo,
ni dirección en sus pasiones, que pudieran aligerar sus faltas o suplir su
mediocridad". . . Colección de arengas
en el foro, etc., citado en página 135. . .
Más adelante,
relatando la renuncia de Moreno y su alejamiento del país, siembra
cautelosamente la perversa calumnia de que murió envenenado por sus enemigos. Y
en diversos pasajes señala a Saavedra como el principal de esos enemigos.
"Presagios
fúnebres ocurrieron sobre la suerte de este viaje. Una noche se entregó en la
puerta de calle, por persona desconocida, un paquete sellado y dirigido a la
señora de Moreno, que, abierto por ella, se halló contenía un velo negro, un
abanico de luto y un billete anónimo diciendo: "Mi estimada señora: como
sé que usted va a ser viuda, me tomo la confianza de remitir estos artículos
que pronto corresponderán a su estado". . . Misma obra, página 171. . . El
24 de enero de 1811 el prócer se embarca para Europa. "Un cruel destino
(continúa el biógrafo) había dispuesto que se diera la preferencia a una
embarcación de comercio, mandada por un desconocido, quizá perverso, sin
auxilio facultativo para caso de enfermedad y sin más que ocho marineros, por
ser de porte. . ." . . Colección de arengas en el foro, etc., citado en página 172.
"El
accidente mortal que cortó esta vida, fue causado por una dosis excesiva de
emético (4 gramos de antimonio tartarizado) que le administró el capitán en un
vaso de agua, una tarde que lo halló solo y postrado en su gabinete.
"Es
circunstancia grave haber sorprendido al paciente con que era una medicina
ligera y restaurante, sin expresar cuál, ni avisar o consultar a la comitiva
antes de presentársela. Si el Doctor Moreno hubiese sabido se le daba a la vez
tal cantidad de esta sustancia, sin duda no la hubiera tomado, pues a vista del
estrago que le causó, y revelado el hecho, dijo que su constitución no admitía
sino una cuarta parte de grano, y que se reputaba muerto.
"Aún quedó
en duda si fue mayor la cantidad de aquella droga u otra sustancia corrosiva lo
que se administró, no habiendo las circunstancias permitido la autopsia
cadavérica”
"A ella
siguió una terrible convulsión que apenas le dio tiempo para despedirse de su
patria, de su familia y de sus amigos... Sus últimas palabras fueron: ¡Viva mi
patria aunque yo perezca!"
Murió no tanto
como un devoto lector de Kempis, que es la manera en que nos lo pinta López,
sino como el empedernido traductor de Rousseau que era.
Lo cual puede
ser muy del gusto de sus panegiristas ateos, pero llena de congoja a un alma
cristiana. El biógrafo prosigue:
"El pabellón
inglés a media asta y descargas de
artillería anunciaron a los otros buques la desgracia sucedida en La
Fama. "Cuando supo Saavedra la noticia de este fallecimiento dijo
fríamente: "Tanta agua era menester
para apagar tanto fuego" Pero los buenos ciudadanos, amigos o extraños,
tuvieron este acontecimiento por calamidad general... aumentábase el enternecimiento con la voz
generalmente departida de que había muerto envenenado. Es verdad que la
relación de su hermano nada afirma, pero compara la muerte del Doctor Moreno a
la de Sócrates, que es indicar bastante la sospecha de aquella iniquidad".
Estos párrafos
pertenecen al Prefacio de la Colección de Arengas, publicada en 1836. Dicho
Prefacio lleva la firma de El Editor, pero es tan evidente que fue escrito por
el propio Manuel Moreno, que según dijimos ya, un íntimo amigo suyo, conocedor
de su estilo y de sus asuntos, don Juan María Gutiérrez, reimprimió este libro
de las Arengas y reemplazó el seudónimo por el verdadero nombre del autor.
Al hacer esta
sustitución, no advirtió Gutiérrez que desbarataba un propósito del cauteloso
prologuista, quien había querido disimularse bajo el seudónimo, para hacer creer
que era otro el autor de la segunda biografía, y dar con esto más autoridad a
sus afirmaciones; y tampoco advirtió que en el párrafo que acabamos de
reproducir —"es verdad que la relación de su hermano nada afirma"—,
se intentaba hacer colar la superchería del envenenamiento sin arriesgar las
consecuencias de la calumnia.
A nadie que
crea en el envenenamiento de Mariano Moreno se le va a ocurrir que lo
dispusiera el desconocido capitán del barco, por su propia cuenta, sino que fue
pagado y dispuesto por don Cornelio de Saavedra.
Afortunadamente,
a la mayoría de nuestros historiadores les ha repugnado aceptar el balurdo del
envenenamiento, pero adoptan el resto del relato, como si no fuera de la misma
pluma.
El biógrafo nos
habla en seguida de un soneto que se compuso al ilustre muerto y que se
atribuye a fray Cayetano Rodríguez, y eso le sirve de oportunidad para lanzar
otro flechazo contra Saavedra.
"Por temor
a Saavedra —-dice— no pudo reimprimirse por entonces, más después de la caída
de éste fue publicada con otras poesías dedicadas a la digna memoria del Doctor
Don Mariano Moreno, y se hallan en la obra interesante, titulada Lira
Argentina. . . ." Colección de arengas en el foro,
etc.”, página 175. . . .
Este detalle
basta para comprobar lo infundado de la imputación. Saavedra cayó del poder en
1811; la Lira Argentina se publicó en 1824.
Si era el temor
a Saavedra lo que impidió la publicación, pareciera inútil aguardar trece años,
cuando desde 1812 ya pudieron imprimirse aquellos malos versos, que comienzan
así:
Arrebató la
Parca. . . ¡Parca fiera Del joven más cabal vil homicida!
En el afán de
presentar a su hermano como una víctima, perseguida de Saavedra, el biógrafo se
excede en su panegírico.
Y lo peor es
que estos libros escritos con tanta hiel y que arrojan tanto lodo sobre una de
las más austeras y brillantes figuras de la historia argentina, constituyen la
única base de otros que de buena fe, en algunos casos, han desparramado esas
patrañas.
¡Así se ha
enseñado durante muchos años la historia argentina! Un recurso les queda a los panegiristas de
Moreno, para amortiguar el efecto
de nuestras revelaciones: gritar que también nosotros extraemos noticias de los
libros de Manuel Moreno.
Es verdad, pero
estamos dispuestos a eliminar toda afirmación fundada solamente en la palabra
de ese autor, siempre que ellos borren también de sus libros las noticias que
deben al hermano del prócer.
¡No lo harán!
Recusar el testimonio de Manuel Moreno, que han explotado durante siglo y
medio, copiándolo directa o indirectamente es dejar al prócer con la piel y los
huesos nada más, porque todo su magnífico atavío salió de ese ropero.
Es cierto que
alguna luz pueden arrojar los dos libros de Manuel, si se aplica a su lectura
el avisado criterio que preconiza Groussac, a quien mencionamos anteriormente:
la confesión de parte interesada puede hacer de cuando es contraria al interés
personal.
Para nuestra
demostración nos bastan las Actas del Cabildo y el texto de la Representación de los Hacendados,
en su primera edición y los diversos documentos oficiales que ya hemos citado o
vendrán luego, algunos de ellos apenas leídos, otros totalmente ignorados.
Si los
panegiristas renunciaran a lo que saben por su Manuel Moreno, los panegíricos
desaparecían. Adiós las frases famosas, que los escolares aprenden. Adiós la
afirmación de que él lo hizo todo en la Junta. Adiós la fábula de que lo
envenenaron en alta mar. Adiós la ponderada elocuencia del tribuno, que no ha
dejado rastros de ningún discurso. Adiós la fundación de La Gaceta. Adiós la
organización del ejército. Adiós la fundación de la Biblioteca.
Porque ninguna
de estas noticias tiene bases en ningún documento fidedigno, ni siquiera en
testimonio alguno de aquella época.