AÑO X
Gustavo Martinez Zubiría
"Una Historia Nueva con Materiales Viejos"
PRESENTACION. . .
Hemos dispuesto colgar al blog, un interesante aunque, desconocido libro de Historia Patria, donde analizaremos mediante letras de Don Gustavo Martínez Zubiría, verdades testimoniadas por hechos sucedidos, sin ninguna inventiva, desmintiendo todo escrito y falsas imposiciones marcados con maléficos propósitos. Lamentablemente, mucho se ha logrado desfigurando nuestro pasado. Hugo Wast, evidencia en su obra las razones de la intencionalidad de origen cuando dice: “Comete una infidencia el que la falsifica, convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy. La historia es la patria. Si nos falsifican la historia es porque quieren robarnos la patria”. Aquí pareció abandonar la temática literaria que lo había hecho un prolífero novelista. Cerca de los 80 años de edad, en el tiempo del sesquicentenario de la revolución de Mayo, nos regalaba un estudioso y muy profundo trabajo de revisión histórica, donde amalgamaba su sapiencia con su amor a la patria. Escribía entonces AÑO 10.
Libro que fuera olvidado en poco tiempo, como prueba
existente de una serie de asociaciones interesadas que promocionaba e
interesaba mantener las mentiras con que se DENIGRAN la verdadera historia. Con
intenciones maléficas y ambiciosas desde sociedades ocultas e instrucciones
destinadas a incrementar nuestro pasado con errores que nos convirtieron en cómplices, por omisión, desinterés o
ingenuidad apropiándose de millones de mentes argentinas después de Caseros. La
educación atea instalada, tras sucesivas aplicaciones estableció un liberalismo
materialista que hizo rendir culto a rebeliones como la francesa o rusa. Así
hoy, nuestra patria convive con cualquier otra, incapaz de mantener orden o
justicia alguna. Esporádicamente por gestión del mismo autor, ejerciendo el
cargo de Ministro de Educación o algo semejante en los años 40, se intentó
restablecer una “Educación Verdadera” hasta 1952. El libro hoy con 56 años de
existencia, forma parte del más ignominioso y lamentable olvido, acompañando
intencionadamente a despreciar la verdad. Deseamos desde aquí aportar e inducir
que todo argentino que ama nuestra patria, escuche y se compenetre en la
lectura de AÑO 10 y su contenido. Comprenderán por qué se agregaron a la Historia
mentiras y errores. Fueron evidentemente construidas adrede, en búsqueda de los
objetivos preanunciados por el genial escritor cuyo nombre, por todas esas
reflexiones, pretensiones y profecías, un grupo de insensatos, integrado por
MAL NACIDOS, COMUNISTAS, ATEOS Y
SIONISTAS se empecinan en hacerlo desaparecer hasta de su propia tumba.
AÑO 10. .
GUSTAVO MARTINEZ ZUBIRIA. .
PRECAPITULO . .
5 verdades que todavía
parecen blasfemias. .
UNO). . . La
Revolución de Mayo fue exclusivamente militar y realizada por señores. . .
DOS). . . Nada
tiene que ver con la Revolución Francesa. .
TRES). . . El
populácho no intervino en sus preparativos, . ni comprendió que se trataba de la
independencia. . (
Empleamos el término El populácho tal como lo emplea Mitre. Véase Más adelante.
.
CUATRO). . Mariano
Moreno tampoco intervino en ellos y después, su actuación fue insignificante
cuando no funesta.
CINCO. .Su
principal actor fue el jefe de los militares don Cornelio de Saavedra, . a quien debemos honrar
como al primer gobernante de la República Argentina. .
Vamos a decir
en voz alta, . lo que muchos argentinos
ya se están diciendo en secreto.
Este libro, .que aparece en el 150 aniversario de la
Revolución de Mayo, . no pretende aportar novedad alguna. . No hemos
descubierto ningún filón
de documentos desconocidos. . . Nuestra sola originalidad será la de no
repetir las mentiras tan resobadas por la historia oficial y la de no callar
las verdades que ella calla. . De ahí
vendrá la irritación. . . Hay quienes acogen y propalan tranquilamente cosas
que saben que no son ciertas, . mientras se ofenden y cierran los ojos ante el
relámpago de una verdad. . .
Hemos leído
muchas veces y obedecemos la invitación del Psalmo 44:. . .”Levántate y combate
por la verdad, la piedad y la justicia.". .
Dándonos cuenta
de la gran responsabilidad en que incurríamos tocando estas cosas intocables,
al investigar las supercherías que se nos hacen absorber como evangelios, . .
hemos procedido siempre con extremo cuidado. . .
Cuando
asentamos un hecho del cual surge un juicio muy severo, . lo afianzamos con
citas textuales o bien hemos dejado la palabra a las autoridades clásicas de la
historia argentina, . . López o Mitre, sin perjuicio de rectificarlos alguna
vez.
Si a pesar de
este cuidado, . hay quienes se enfurecen por nuestro sacrilegio, . ¡allá ellos!
No puede
preocuparnos. Preferimos que el lector mismo juzgue "a verdad sabida y
buena fe guardada". . .
"Vale más
el escándalo que la mentira", . ha dicho un gran Papa, que es asimismo un
gran santo, San Gregorio Magno.
Consideramos
que es hora de que en la historia argentina acaben las fábulas, . . aunque
empiece el escándalo.
Desafiamos a
los historiadores a argüir de falsa ninguna cita de este libro, ningún
hecho aducido; y a rebatirnos con razones concretas, no con lugares comunes o
con injurias.
Aquí nosotros
presentamos hechos precisos, . . asentados en documentos que están al alcance
de todo el mundo, y exigimos igual tratamiento que se nos conteste con hechos y
documentos existentes, no imaginarios. Por ejemplo:
Las refritas
hipérboles, las calumnias disimuladas, las parrafadas sin galladura, la
mano en el pecho y los ojos en blanco, para hablar de Mariano Moreno nos harán
sonreír.
Ni
"numen", ni "alma", ni "titán", ni "faro del
pensamiento republicano", ni
"fundador de la democracia argentina". ¡Lugares comunes!
Nada nos
importaría la opulenta biografía de este prócer sin hazañas si no se hubiera
formado a expensas de la de otros hombres,
con quienes las actuales
generaciones son mezquinas e ingratas, por la historia mendaz que desde hace tantos
años nos enseñan oficialmente. Y algo más que luego vamos a decir.
Estamos seguros
de que hay personas de buena fe que aprendieron en sus libros de colegio tales
cosas, en globo y sin detalles, que
pudieran descubrirles su vaciedad. Después no han tenido tiempo ni afición para
rectificarlas, mirándolas con
sus propios ojos y han de seguir, como
dice con tremenda metáfora el poeta: "viéndolas
por los ojos de los muertos".
Eso ya no tiene
remedio ni es lo más grave. . Lo más grave es que el presentarnos a este prócer
como figura central de la Revolución de Mayo,
tiene su intención, pues
con ello se pretende hacernos creer que nuestra católica, militar y españolísima Revolución, acta
de independencia de un hijo que llega a su mayor edad sin renegar de su
apellido, . . sea un retoño argentino de la Revolución francesa, maldecida hoy por los más grandes espíritus
franceses que comenzó inventando una máquina para cortar cabezas y se
las cortó luego a sus reyes en nombre de la libertad y de la fraternidad, y acabó, como acaban estas bacanales,
besándole las plantas a un Emperador.
CAPÍTULO I . . .
UNA HISTORIA NUEVA CON
MATERIALES VIEJOS. . .
Numerosos e
ilustres historiadores franceses han escrito obras admirables estudiando, con
verdadero espíritu científico, la
Revolución francesa y demostrando que sus famosísimos actores no merecen la
fama que sus panegiristas les han dado.
Por ejemplo, los
girondinos, presentados con la aureola
de héroes y de mártires, y que se ganaron estatuas gracias a las
historias demagogo-románticas de Thiers, Luís Blanc, Lamartine. Michelet, y a
los relatos de Nodier y Dumas, y otros
novelistas de su género, aquellos arquetipos de moderación, bravura, patriotismo, abnegación, sensibilidad, aparecen hipócritas,
sanguinarios, cobardes, delatores, vanidosos, enfáticos y viles. ¡Tales
como fueron!
Ya no se puede
hablar ni del amor a la libertad de Condorcet,
ni de la honradez de Brissot, ni de
la fidelidad de Madame Roland, ni de las virtudes de otros muchos peores que
ellos, como los jacobinos, sin suscitar la sonrisa de quienes no sean
absolutamente impermeables al razonamiento.
Hemos deseado
siempre para la historia argentina, plagada como está de leyendas, una
revista semejante, sin miedo y bien
documentada.
Especialmente
para el período más glorioso y más borroneado de ella, la
época de la Revolución, 1810.
No vacilamos en
decir que es la peor conocida en nuestras escuelas, pues
sus mitos han llegado a ser dogmas de fe republicana.
Ni siquiera la
época de Rosas contiene tantas falsedades.
La razón es que la historia de la Revolución
la han escrito a fondo los dos historiadores máximos de este país, hombres del mismo partido y de la misma
tendencia, unitarios y especialmente
liberales, Mitre y López, cubriéndola con su autoridad. No escatimamos el elogio a sus obras,
indispensables y admirables por su copiosa información, por su estilo correcto,
por su honestidad. Admiramos a los dos aunque discrepemos de
muchas de sus conclusiones, erróneas a la luz de nuevas probanzas y de otro
criterio.
Pero después
que ellos escribieron han pasado años de años,
han hablado legajos y archivos
con voces distintas, y se han
descubierto millares y millares de documentos que ellos ignoraron.
"Nada
envejece tan pronto como un libro de historia", dice
Menéndez y Pelayo, en el prólogo de la segunda edición de aquella
portentosa Historia de los Heterodoxos Españoles, en la
que él mismo, su nobilísimo autor, no
temió introducir enmiendas.
Innumerables
episodios de aquellos tiempos, que ellos relataron según versiones
interesadas, se pueden referir de otro modo, con documentos en la mano.
La extrema
dificultad de esta empresa consiste ahora en que muchos de estos errores son
las piedras sillares del pedestal de algunas grandes estatuas que se
desmoronarían si se las removiera. . . O son dogmas de la caduca historia
oficial que ahora aprovechándose del sesquicentenario, querrían remozarse. . .
No ocurre lo
mismo con la época de Rrosas, . . mucho mejor conocida, a pesar de que se la ha
historiado con inmensa pasión.
Para nadie es
ya secreto que muchas de esas historias o son novelas o se
parecen bastante a ellas y no tienen en su abono los grandes nombres de Mitre
y López ni sus errores son el pedestal de ninguna gran
estatua.
Además los
archivos abundan en documentos de ese tiempo y hay numerosos periódicos de la época, elementos preciosos, no siempre fidedignos, pero siempre útiles, de que apenas se hallan
muestras en los años de la Revolución.
Aparte de ello, es
permitida la discusión sobre dicho período,
aunque cada cual tire para su
lado. Se puede juzgar a sus actores sin que los
juicios suenen a blasfemias.
En cambio, sobre
ciertos personajes de la Revolución, sólo es lícito repetir lo divulgado en las
escuelas, así sean patrañas.
Especialmente
alguno de sus personajes es intocable. La historia oficial lo ha declarado
"tabú". Tenemos que estudiarlo en biografías
complacientes, confeccionadas por panegiristas que fueron sus parientes o sus
partidarios, o por sucesivas generaciones de copistas que
los copiaron, y hay que abstenerse de señalar despropósitos
y contradicciones resaltantes.
¡No nos
resignamos a ello!
Otro gran Papa, León
XIII, extractando a Cicerón, dice: "La primera ley de la historia, es no
atreverse a mentir; la segunda, no temer decir la verdad". .
. .Encíclica del 5 de diciembre de 1899 a los obispos y el clero de Francia. .
.
Y si esto puede
afirmarse de la historia de la Iglesia, que, según prescribe el sabio pontífice en otro
documento, debe
ser escrita con entera lealtad, "sin disimular ninguna de las pruebas que
sus hijos y aún sus ministros hayan hecho sufrir a esta Esposa de Cristo en el
curso de los siglos" ¿qué no habríamos de decir de nuestra
historia argentina, todavía envuelta en la ganga de la leyenda y en las
humaredas de los turiferarios?
No faltará
quien piense, que aun teniendo razón es más prudente callar.
Cuando una
impostura tiene 150 años de existencia,
hay tantos intereses afianzados
por ella, que
algunas buenas gentes, aunque sepan la verdad, prefieren callarla. Saben
que se les echarán encima innumerables autores de libros, que ya no pueden
enmendarse, porque dejarían de venderse en las escuelas,
donde hay que enseñar la historia oficial.
Tampoco faltan
quienes piensen, o lo finjan, que no se debe mencionar a los próceres sino
para ensalzarlos; y que sea antipatriótico arrancar algunas
piedras de sus pedestales, o rectificar las fantasías con que la
ignorancia o la malicia los adornó.
Criterio
pusilánime y farisaico. ¿Cómo puede
nadie tener interés en perpetuar las mentiras en la historia?
"Sólo hay
en el mundo una obra digna del hombre: la verdad" , ha dicho el gran historiador Taine, a
propósito, precisamente, del deber que incumbe a los
historiadores de no falsificar la historia, ni siquiera en detalles que puedan
ser gratos al chauvinismo de algunos.
Si la
rectificación sólo versa sobre algún accidente sin trascendencia histórica, cuya
divulgación deslucirla la personalidad del prócer, algún
defecto de su vida íntima, algún secreto vulgar y bochornoso, realmente, nada gana la historia, ni el país
con quienes propalen tales cuentos de viejas.
Pero si se
trata de sucesos fundamentales, de noticias falsas y aún falsificadas, que
han formado el criterio en beneficio de unos y en perjuicio de otros; si el
restablecer la verdad significa restablecer la justicia, y dar a cada cual lo
suyo, devolviendo a éstos la gloria que se les
arrebató, la rectificación debe hacerse, aunque se
destruyan las leyendas, aunque se derrumben algunas de esas estatuas sin
cimientos.
No negamos que
el encogerse de hombros sea la actitud cómoda y segura. Pero entraña una
mezquindad.
En historia, como
en física y en química, nada se pierde y nada se crea.
La gloria de la
Independencia es una cantidad X que ha de repartirse entre todos los actores de
la epopeya. Cada uno debe recibir la parte que le corresponda.
. . Si a uno se le da de más porque a otro se le defrauda.
Vayamos a un
caso concreto: . . . ¿Qué aprenden nuestros escolares sobre estos dos actores
de la Revolución, Moreno y Saavedra?
De Moreno se
han dicho cosas descomunales, . como no se han dicho ni siquiera del Padre de
la Patria. San Martín.
"El
primero de los patriotas y el alma de la Junta", (Gutiérrez).
"Omnipotente
secretario del nuevo gobierno y el verdadero numen de la revolución
democrática". (Mitre).
"Belgrano
era el yunque de la Junta: Moreno el
martillo". . . "Y yo le
pregunto: ¿quién era el herrero?" —comenta Alberdi con certero sarcasmo. .
. Belgrano y sus historiadores (Buenos Aires, imprenta A. Monkes, 1897), página 68.
Pages Choisies
de H. Taine, por V. Giraud (Hachette.
París, 1909 página 152.
"El gran
estadista, el hombre preciso y sin igual en el suelo argentino". . .
(López).
"El
personaje más prominente del gobierno revolucionario". . . (Pinero).
"El
personaje simbólico y representativo de la Revolución Argentina". . .
(Ingenieros).
"El
ilustre caudillo de la causa americana". "Casio genial y
enfermizo". . . (Groussac).
"El
fundador de la democracia argentina". (Varios inocentes).
"El
espíritu de Mayo". (Varios no tan inocentes). "El doctor Moreno fue
justamente el más estimable, el más
ilustrado y probablemente el patriota más puro que jamás produjo Buenos Aires Quiere decir el
Virreinato del Río de la Plata.. Él fue el autor de la Revolución. Audaz,
perspicaz, intrépido, de altos principios, dotado de una gran dulzura de
modales, la irreprochable inocencia de su vida y la integridad de su conducta, su
ardiente corazón y su honor inmaculado,
le ganaron el amor de sus
conciudadanos y el respeto de sus enemigos". . . . Robertson, J. P. and W. P. Letters ort South
America, London, John Murray, 1843. Tomo II, página 87. . Saavedra, en
cambio, es un militarote sin energía, sin talento, mediocre, de "vistas
estrechas y limitadas", pero tan ambicioso, que pretendió coronarse
emperador del Río de la Plata, y lo hubiera logrado de no habérselo impedido
Moreno.
Decir que
Moreno fue el alma de la Junta, es dar a entender que los otros miembros de
ella, entre los cuales estaban los más ilustres patriotas, eran
peleles, sin alma,
incapaces de pensar si él no les
insuflaba su pensamiento.
Decir que
Moreno fue "el patriota más puro que ha producido Buenos Aires", es
afirmar que Saavedra, Belgrano y San Martín, vienen a la zaga de él en
cuanto a desinterés y valentía.
Decir que
Moreno fue "el ilustre caudillo de la causa americana" es
enfilar a Bolívar, y a San Martín, y a O'Higgins detrás de él, como comparsas en
sus iniciativas. Él los guio con su genio portentoso aún
después de muerto.
Si estas
laudatorias recayeran en un prócer que realmente hubiera realizado alguna obra
grandiosa, ganado alguna batalla decisiva, escrito algún libro trascendental, trabajado
en favor y no en contra de la causa de la cual se le dice caudillo y hubiera
muerto en defensa de la patria, la exageración podría tolerarse.
Pero después se
analiza su vida, en presencia de testimonios incontrovertibles y se descubre
que fue todo lo contrario, uno siente que el silencio es peor que una
cobardía, es una complicidad.
Vamos a probar
en este libro algo que no se enseña en las escuelas, pero
que algún día se enseñará, porque es una verdad argentina.
La Revolución
de Mayo se hizo sin Moreno, como se había hecho la Reconquista, como se
hizo después la Independencia; pero no hubiera podido hacerse sin Saavedra,
que fue la espada de la Revolución, por lo menos no se hubiera hecho en 1810; sin
él habría tenido que postergarse por muchos años.
Se hizo sin
Moreno, que no colaboró con los patriotas en ninguno
de sus preparativos, que ignoró sus planes, que no asistió a ninguna de sus reuniones
secretas, porque los patriotas tenían motivos para
desconfiar de él; y que sólo entró a cosa hecha, cuando la
Revolución había triunfado, al anochecer del 25 de Mayo de 1810, y aún así, todavía entró de mala gana y
rezongando sobre su legitimidad, según lo demostraremos más adelante.
Para ser más
precisos, digamos que la Revolución se hizo contra las
ideas de Moreno, pues si los íntimos propósitos de éste
hubieran prevalecido, la independencia no se habría realizado, o se
habría retardado largamente, como se retardó trece años por culpa suya la
independencia de Bolivia.
Todos sabemos
que don Martín de Álzaga, el famoso Alcalde de primer voto, era un
español a macha martillo, enérgico y
organizador, que
amaba ardientemente a su patria y que aún jugándose la vida, quiso atajar el
movimiento de la independencia, que asomaba ya entre algunos americanos, y que
iba nucleándose alrededor de Liniérs, después de las invasiones inglesas.
Sí, todos sabemos esto, pero casi nadie se acuerda más que de la
segunda conspiración de Alzaga, aquella de 1812, en que el recio español acabó
en el patíbulo con casi cuarenta conspiradores más, fusilados en la plaza
Mayor; y han olvidado la primera, la de
tres años antes, mucho más grave que la segunda, como
que su tesonero jefe estuvo a punto de apoderarse del gobierno del Río de la
Plata para consolidar en estas tierras el dominio del rey, que empezaba a
tambalear.
El olvido de la
primera conspiración de Alzaga no es del todo inocente. La
razón por qué los historiadores pasan distraídamente sobre tan importante
asunto, es que en esa conspiración fue cómplice de Álzaga
nada menos que el presunto "numen" de la revolución de Mayo.
Moreno fue uno
de los principales cómplices de Alzaga en esa anticipada contrarrevolución de
la de Mayo que estalló el 1º de enero de 1809, y
que abortó gracias a la repentina y enérgica intervención de Saavedra al frente
de su regimiento de Patricios. Si Alzaga hubiera triunfado aquella primera
vez, la historia de América habría cambiado su curso, y la
independencia argentina hubiera tardado tal vez tantos años como tardó la de
Cuba. En los años heroicos de 1806 a 1810, en
que los patriotas se jugaron enteros por la emancipación del Río de la Plata y
en que héroes a quienes hemos olvidado perdieron fortuna y vida. Mariano Moreno, que usufructúa casi toda la
gloria de la Revolución, no arriesgó nada, y ahorró tres cosas: 1º, su tiempo;
2º, su dinero; 3°, su sangre.
No se mezcló
con el pueblo para enseñarlo y enardecerlo, no pronunció un solo discurso. . . .
A pesar de la pertinaz mudez de Mariano
Moreno, cronistas e historiadores persisten en
pintárnoslo como un formidable tribuno.
El señor Groussac lo llama
"Casio enfermizo y genial, cuya inflamada elocuencia. . ." (Anales de
la Biblioteca Nacional tomo 3, página. 327). Y en otro sitio: “Autorizado tribuno".
El diccionario de nuestra lengua
dice que tribuno es el "orador político que mueve a la multitud con la
palabra elocuente y apasionada". Lo cual no le pega a Moreno, de quien sólo
consta que permaneció callado en las tres magnas ocasiones que jamás habría
desperdiciado un verdadero tribuno. . . . no empuñó nunca
un fusil, no fue visto jamás en la línea de fuego, ni en
los sitios de peligro; y su nombre no figura en ninguno de los grupos
conspiradores, que planearon la Revolución; ni
figura tampoco, y esto es más desairado,
en ninguna de las innumerables
listas de donativos para la defensa de Buenos Aires.
Hay constancia
escrita de que muchos ciudadanos, no habiendo podido dar su sangre, dieron su
dinero; y otros dieron su dinero y su sangre. El no
dio ni lo uno ni lo otro.
Y esa actitud
es tanto más chocante cuanto que en aquellos días gloriosos y ardientes, hasta
los esclavos, hasta los muchachos por debajo de la edad
militar, clamaban por un fusil para defender a su
patria.
Mencionaremos
entre muchos otros pedimentos de permiso para sentar plaza, el de
unos jovencitos que se dirigen a Liniérs suplicándole que les autorice a
"sacrificarse en honor de la nación y defensa de la Corona. . ."
Liniérs, por
resolución del 15 de setiembre de 1806, los autoriza, no obstante su juventud, y los agrega a la
artillería. . . Compilación de documentos relativos a sucesos del Río de la Plata desde
1806 (Montevideo, 1851), página
171.).
¿Para qué vamos
a decir que en ninguna de las notas en que se ofrecen voluntarios aparece
Mariano Moreno?
Nos han quedado
también listas de los personajes que componían algunos batallones, como
el de Milicias del Capitán Terrada, en donde figuran nombres conocidos.
¿Para qué decir
que nunca se tropieza con el de aquel mozo de 27 años?
La rumorosa
biografía de Mariano Moreno es una de las fábulas más extraordinarias que se
hayan inventado en la República Argentina.
Casi todas las
historias argentinas, especialmente las escritas para la enseñanza, dejan la
impresión de que las figuras principales de nuestra independencia son tres: San
Martín, Belgrano,
Moreno.
Los demás
personajes, hasta 1820, pasan a segundo o tercer plano: Saavedra, Pueyrredón,
el Deán Funes, Rivadavia,
Güemes y Las Heras, son modestos
partiquinos, cuya aparición en la escena está en función de los movimientos de
aquellos tres grandes actores.
¡ Pero como en
estos últimos tiempos, Belgrano ha ido perdiendo posiciones y San
Martín no es en realidad un hombre de la Revolución, sino
un guerrero de la independencia, poco a poco Mariano Moreno viene quedándose
dueño exclusivo de aquel glorioso año de 1810 que otros prepararon con riesgo
de su vida.
¡Dueño del año
10! Digámoslo con la fórmula predilecta de sus
biógrafos: Moreno es el espíritu de la Revolución de Mayo. ¿Qué muchacho argentino, que haya cursado
en nuestras escuelas, no ha aprendido esa lección?
Otros biógrafos
discurren otras imágenes: Moreno es el
numen de la Patria, el genio de la
Primera Junta.
Por lo tanto
más que Belgrano, que fue el yunque, según Mitre; más que San Martín, que fue la espada. Moreno
fue el pensamiento que mueve las espadas y las forja sobre el yunque: mens
agitat molem.
Si esto fuera
verdad, cómo explicar que no se haya
escrito ninguna historia exclusiva de Mariano Moreno, puesto que se han escrito de San Martín y de
Belgrano?
La explicación
es sencilla. Cuando un historiador emprende la historia de
Belgrano o de San Martín encuentra material de sobra para muchos volúmenes, sin
salirse de su personaje. Y la obra resulta grandiosa, y el que penetra en sus
ámbitos escucha ecos inmortales: Salta, Tucumán, Los
Andes. Chacabuco, Maipú,
independencia de Chile,
independencia del Perú.
En cambio el
biógrafo de Moreno tropieza con la más desalentadora de las dificultades: la
falta de asunto. ¿Qué hazañas contar
de aquel hombre que nació a la historia argentina cuando terminó la
conspiración de Mayo, y que
desapareció siete meses después, cuando apenas se iniciaban las guerras de la
Independencia, que durarían catorce años?
Podría
agrandarse el cuadro, comenzando la
vida de Moreno siquiera un año antes, para tener algo que contar, explicando su
participación en la primera conspiración de Alzaga contra Liniérs; y
sus relaciones y consejos de abogado al Virrey Cisneros, fatales para los
criollos asimismo.
Pero los
biógrafos prefieren no hablar de esto.
No les queda
otro recurso que renunciar a un gran libro por falta de asunto o apelar al
artificio de escribir, no sobre Mariano Moreno, sino alrededor de
Mariano Moreno, especie de Viaje alrededor de mi cuarto.
En un libro
así, abundarán las figuras retóricas, pero
escasearán los detalles precisos.
¿No hay manera
de decir acerca de este prócer algo menos retumbante, pero
más sustancial?
Parece que no, porque
si su historia se debiera ceñir a lo que él hizo, cabría en muy pocas páginas. Las propias Memorias de su vida, escritas
por él mismo no tienen más de quince.
¡Es que murió
joven! ¡Su vida fue un relámpago! ¡Esperanza tronchada!
En efecto, Moreno
murió joven: a los treinta y un años. Pero como la historia no trata de las cosas
que un héroe pudo haber realizado, sino de las que verdaderamente realizó, es
ocioso argumentar con promesas ni con esperanzas.
Además, cuando
se es realmente un genio, a los treinta y un años, se ha tenido tiempo
de demostrarlo. Hay en la historia muchos personajes —
conquistadores, artistas, hombres de estado — que a esa edad ya habían hecho
hazañas asombrosas, que sus biógrafos pueden relatar con lenguaje sencillo, sin
ahuecar la voz para agrandarlas, porque son grandes por sí mismas.
No fue, pues, la
extrema juventud lo que impidió a Moreno dejar abundante material a sus futuros
biógrafos.
¿Acaso le faltó
escenario? Muchos hombres no logran dar su medida porque
no tuvieron la suerte de vivir en una época propicia.
Las grandes
épocas no hacen a los grandes caracteres,
pero si los suscitan, los
descubren dándoles el ambiente que necesitan.
Otros hombres
podrían reprochar al destino el que no les concediera vivir en un tiempo de
héroes.
¿Puede Mariano
Moreno quejarse de su época?
Vamos a verlo.
Tenia 27 años
en 1806, cuando Buenos Aires, la ciudad en que vivía, fue invadida por una
expedición inglesa.
El suceso le
produjo tanta impresión que él mismo en sus Memorias relata lo siguiente:
"Yo he
visto en la plaza llorar muchos hombres por la infamia con que se les
entregaba; y yo mismo he llorado más que otro alguno
cuando a las tres de la tarde del 27 de junio de 1806 vi entrar 1.560 hombres
ingleses, que apoderados de mi patria se alojaron en el
fuerte y demás cuarteles de la ciudad". . . . (Vida y Memorias del Doctor Don. Mariano Moreno,
por su hermano Manuel Moreno, Londres, en La Imprenta de J. M'Creery, 1812, página 100.).,.,.,
Hay en la
historia otras lágrimas famosas, las de Boabdil el Chico, último rey de Granada, que al alejarse de sus
muros, conquistados por Fernando el Católico, se
deshizo en amargo llanto. Su madre, la
bravía Aixa la Horra, al verlo llorar lo azotó con estas palabras justicieras e
inmortales: "Llora como mujer, lo que no supiste
defender como hombre".
En aquellos
tiempos de las invasiones inglesas, vivían en Buenos Aires Pueyrredón, Saavedra,
Belgrano, etc., de cuyas
lágrimas, si es que lloraron, nada nos cuentan sus
biógrafos, porque tienen cosas más
importantes que contarnos.
En cambio nos
refieren que montaron a caballo o empuñaron el fusil y corrieron a defender a
su Buenos Aires, que era la puerta de todo el país. En
suma, ellos repararon "la infamia con que se les entregó".
Y mientras
ellos se batían con el invasor, ¿qué hacía aquel mozo de 27 años, en la
plenitud de su vigor físico y mental?
¡Extraña
distracción la de nuestros historiadores,
que han pasado sin leer el relato
que él mismo nos ha dejado de sus ocupaciones en esos tiempos heroicos!
Dice en el
citado libro de sus Memorias, que le preocupaba mucho lo que pensarían los
otros pueblos de la rendición de Buenos Aires y de sus causas.
"El deseo
de satisfacer tan justa curiosidad me inspiró el de formar una historia de esta
conquista: hablé con varias personas capaces de
desempeñarse dignamente, les insté emprendiesen una obra de tan
conocida utilidad, pero el trastorno que ocasiona a todo el país
la mudanza de dueño, les impidió dedicarse a un trabajo que ellos
mismos deseaban. Todos se hallaban contraídos a buscar nuevos
medios de subsistir; y en la inconstancia que presenta un pueblo
recién invadido no se atrevían a separar un punto su atención de aquel
principal objeto.
"Desesperado
de encontrar quien se dedicase a la formación de esta historia resolví componer
unas memorias que supliesen su falta, para el conocimiento de los principales hechos
de esta conquista. La prolijidad con que apuntaba cada noche los
sucesos del día, me proporcionó un diario,
que extractado con fidelidad y
reflexión presenta una individual noticia de todos los acontecimientos. No
refiero cosas que no haya visto, o que no estén atestiguadas por la uniforme
deposición de personas formales y de respeto".,.,.,.,.,(Vida y Memorias del
Doctor, Don. Mariano Moreno, página 85).,.,.,
Así, pues, mientras los futuros colegas de Moreno
construían la historia argentina en los campos de batalla, él
prefería espiarla de lejos y escribirla después en el abrigado rincón de su
bufete.
Los
historiadores reconocen que la increíble victoria sobre las aguerridas tropas
inglesas se debió al entusiasmo del pueblo por defender la patria y la
religión.
Todos los
habitantes de Buenos Aires, hombres,
mujeres, niños, se lanzaron a matar como soldados y
a morir como mártires, pues perder la vida por defender de los
herejes aquellas tierras católicas era una muerte santa y sublime.
Sólo escapó al
entusiasmo general el tranquilo cronista "que apuntaba cada noche, con
prolijidad, los sucesos del día".
Ninguno de sus
biógrafos, ni su propio hermano, tan minucioso siempre, nos
cuenta que haya empuñado un fusil o ayudado a empujar un cañón o
participado en ninguno de los combates en que se jugaron la vida todos los que
después fueron los próceres de Mayo.
¡Todos, con la
sola excepción de Mariano Moreno!
Nos han pintado
a Moreno como un tribuno fogosísimo, clarividente y patriota, él,
que jamás pronunció un discurso, y que se murió sin haber previsto que aquellos
sucesos, en que apenas intervino, eran una
trascendental revolución, de la que surgiría una nueva nación. Más adelante
demostraremos esto.
¿Sus
preocupaciones en aquellos años no tenían nada que ver con la patria, a
juzgar por el comentario que sale del corazón de su biógrafo, cuando nos
refiere lo que ocurrió en seguida de la derrota de los ingleses.
Esta victoria
increíble, de un pueblo sin armas contra un ejército
aguerrido y célebre en Europa por sus campañas, victoria esencialmente porteña, no enciende el
entusiasmo de Manuel Moreno, autor de
la biografía de Mariano Moreno, sino en la medida en que devuelve al futuro prócer
los empleos que antes tuvo y de los cuales lo había privado la invasión.
Es asombroso
que ningún biógrafo haya recogido estos pormenores.
Dice así Manuel
Moreno, en su obra clásica, apenas leída por nadie, pero
copiada por todos a través de los dos o tres historiadores que la leyeron y la
citaron en un principio:
"El 12 de
agosto de 1806, día memorable para los hijos de Buenos Aires, en
que volvió la plaza al dominio español por su bizarra reconquista, recuperó mi hermano la situación primera
volviendo inmediatamente a reunirse a los tribunales, que
se habían disipado con la dominación extranjera y todos los negocios a su orden
antiguo."
''A poco tiempo
le fue necesario mejorar su personal establecimiento, ensanchándolo conforme al aumento que tomaban
sus asuntos".,.,.,.(Memorias del Doctor Don Mariano Moreno, página 100.,.,.,.)
Parecería que
aquella victoria tan grande, final de la primera invasión y preámbulo de
los memorables combates del año 1807, en la segunda invasión inglesa cuando se
rechazó definitivamente a los invasores,
no hubiese tenido más efecto
digno de mención que el de haber restaurado los asuntos profesionales de
Mariano Moreno.
No se crea que
la frase transcripta sea una distracción del biógrafo. En
otro libro, sobre el mismo asunto, escrito 24 años después, repite con otras
palabras el mismo concepto, lo cual demuestra,
que si el doctor Mariano Moreno
no se mezcló ni en los combates de la Reconquista de Buenos Aires, ni
posteriormente en las arriesgadas conspiraciones de Rodríguez Peña, Belgrano, Saavedra,
Vieytes, Viamonte,
fue porque su bufete de abogado no le
dejaba tiempo para cosas tan románticas.
Esto parece muy
fuerte, porque hasta ahora los historiadores no han
dicho palabra de ello. Pero no solamente los historiadores tienen derecho a
hablar: también los documentos tienen que ser oídos.
El libró de
Manuel Moreno, sobre su hermano Mariano, ha sido la principal fuente de información
acerca de la vida del prócer. Pero los biógrafos modernos muestran no
haberlo leído, pues siguen utilizando sólo los fragmentos
puestos en circulación por los historiadores clásicos, que tampoco extractaron
sino lo que les gustó.
Y como ninguno
de ellos ha publicado el dato que vamos ahora a destacar, ninguno de los
biógrafos actuales ha parado mientes en una preciosa confidencia que se nos
hace en la memorable obra.
Ya hemos visto
que los negocios profesionales del prócer aumentaron de tal modo al terminar
las invasiones inglesas, que se vio obligado a "mejorar su
personal establecimiento", esto es a transformar la casa en que vivía o a
mudarse a una más cómoda, lo que era realmente indicio de prosperidad. "Una fortuna independiente, dice
Manuel, fue en tres años el fruto de su industria y economía"(.,.,.,., Vida y Memorias del Doctor Don Mariano Moreno,
Página 101.,.,.)
Y en el otro
libro a que aludimos arriba, agrega: "Los tres años desde estas invasiones
hasta hacerse la Revolución, fueron la época más feliz de la vida del Dr.
Moreno; en que dueño de sus inclinaciones dividía su
tiempo entre el estudio y la familia: una numerosa clientela frecuentaba su
casa, solicitando sus talentos en la dirección de los negocios; y el ejercicio
de su profesión le ganaba cada vez más, un crédito considerable que no tenía
rival"(,.,.,.,.,., Colección de arengas en el
foro, y escritos del Doctor Don Mariano Moreno, abogado de Buenos Aires y Secretario del Primer
Gobierno en la revolución de
aquel estado. Londres, Imprenta Jaime Pickburn, 1836,
prefacio, página 97.,.,.,.,)
Decímos que es preciosa esta confesión porque
ella ilumina un período que han dejado en la sombra los biógrafos..,.,., En efecto,
Mariano Moreno fue casi el único prócer a quien sonrió la diosa Fortuna,
tal como nos lo cuenta su hermano. Vivió
en la holgura y murió con muchísimo dinero oficial en las faltriqueras: 20.000 duros que Saavedra le hizo entregar
para sus gastos en Londres, como
representante de la Junta, "a
nombre del rey Fernando VII", amén de otros 8.000 de su sueldo
adelantado. (Véase la carta de Saavedra
a Chiclana en el Capítulo 9 de esta obra.,.,.,.
Muchas veces
nos habíamos preguntado, por qué no aparecería nunca el nombre de Moreno entre
los patriotas que se reunían en diversos lugares a conspirar por la libertad de
su país, desde la jabonería de Vieytes en la ciudad hasta la quinta de Saavedra
en San Isidro.,.,.,.,
Después de leer
a su hermano hemos comprendido la razón:
el prócer se había labrado una
fortuna independiente y atravesaba el período más feliz de su vida.,.,., Todo su
tiempo estaba repartido entre sus asuntos profesionales y la familia. ¿Y la
patria?,.,.,., Otros pensaban en ella.
Y entre estos
otros, que realmente prepararon la Revolución de Mayo, hay
no pocos olvidados por quienes es inútil preguntar a los niños de las escuelas
argentinas.,.,.,. Las estatuas de Moreno los han dejado en la sombra, a ellos los
verdaderos autores de la Independencia.
En todas las
escuelas de la República hay un aula presidida por su retrato, como
la primera figura de aquella época.
Entretanto
Saavedra queda lejos y apagado, como un semi prócer, a causa del odio que le
profesó Moreno,.,.,., odio que es el origen de los partidos políticos que han
despedazado a la república durante muchas décadas.
¿En cuál de
nuestras escuelas se" enseña que Saavedra es la gran figura del 25 de Mayo
y que él salvó dos veces a la Revolución arrojando su espada en el platillo
donde estaba la suerte de la patria,.,.,., una el 1º de enero de 1809, otra.,.,.,.,
el 22 de Mayo de 1810?
De Belgrano y
San Martín sabemos que vueltos a la vida privada vivieron en apreturas
financieras y murieron en la pobreza.,.,.,.,
No es del caso
aquí comparar los servicios que prestaron a su patria aquel rico y estos dos
pobres.
Nadie se
acuerda de afirmar que Saavedra fue el jefe militar de aquella revolución,
esencialmente militar,.,.,.,. que si resultó incruenta, como algunos se
complacen en decirlo para aminorar la participación de los militares, se
debió a que Saavedra tenía en sus manos todas las fuerzas de Buenos Aires,.,.,.,
y las puso íntegramente al servicio de la conspiración, con
tal denuedo y a la vez tal prudencia que habría sido una insensatez resistirse.
Cuando se
descubren testimonios que lo prueban, un hombre sin prejuicios, no
querrá ahogar la verdad, cualquiera que sea el daño personal que le
cause el declararla.
Parece
increíble que el enriquecer la historia argentina con una verdad bien
documentada pueda perjudicar a nadie, cuanto
más que al hacerlo se devuelve el honor o la justa reputación a otros hombres a
quienes ha defraudado la historia falsificada.
No nos jactamos
de haber descubierto ningún filón de papeles inéditos. Lo
dijimos al comienzo de este libro.
Todos los que
vamos a explotar, si no son bien conocidos es porque los
interesados en informarse no habrán querido conocerlos a fondo.
Si este libro
tiene alguna novedad sobre tantos otros,
es como la de aquella aldeana
industriosa que escribía a su hijo estudiante en la ciudad: "Te mando el traje nuevo que te he
hecho con la capa vieja de tu padre".
No basta
acopiar papelotes: es necesario leerlos. Pero
tampoco basta leerlos: es indispensable querer comprenderlos,
asimilarlos, sintetizarlos.
"Un minuto
de síntesis, por un año de análisis",.,.,.,. decía el gran historiador
Fustel de Coulanges.
Las cosas que
aquí vamos a develar, son de ésas que una vez encontradas no se
deben esconder, aunque los errores que destruyan tengan cien
años. La historia no tiene prisa, porque no hay
prescripción contra la verdad.
Ya prevemos la
impresión que va a causar este libro. En unos será una gran decepción. ¿Qué
fe se puede prestar a los historiadores sobre los demás puntos de la historia
patria, si en éste,
que parecía inconmovible, se
descubren tantas inexactitudes?
En otros será
una gran indignación. Sin tomarse el trabajo de rectificar nuestras
pruebas, rasgarán sus vestiduras y se mesarán las barbas condenándonos a la
muerte civil. Moreno es para ellos más que un prócer, es
el oráculo del liberalismo,.,., raro en aquellos tiempos y lo necesitan para
enchufar la revolución argentina en la revolución francesa, haciéndola demagógica y despojándola de su
carácter militar y católico.
"Este
hombre blasfema!" —dirán como los escribas del tiempo de Cristo.,,.,. (Mateo
9.,3).,.,.,
La tentación de
la impopularidad es tentación de corazones jóvenes. Los
viejos o los envejecidos antes de tiempo,
no se resignan a ser impopulares.
Prefieren repetir lo que dice la mayoría, para asegurar su tranquilidad y gozar de eso
que se llama "buena prensa".
Nosotros
debemos de ser bastante jóvenes, por dentro,
pues no nos asusta aumentar la
impopularidad de que evidentemente ya gozamos.
Deploramos el
disgusto que van a tener algunas buenas almas,
cuando lean estas cosas que
venimos diciendo, pero "es casi imposible llevar la antorcha de la verdad
por entre un gentío, sin chamuscar a alguien la barba" ,.,.,.,.,. LiCHTENBERG,.,., Aforismos (Buenos Aires, 1942), pagína 63.
Si éste fuera
un libro hipócritamente pornográfico, si enseñara a los jóvenes, con falso aparato
científico, la manera de burlar las leyes de la vida, como
los que están en todas las bibliotecas públicas y cuyos lectores son
especialmente colegiales y colegialas; si fuera una obra anarquista y atea, que
socavara los fundamentos de la sociedad,
blasfemará de Dios, se mofará de
la religión, de la bandera, del
ejército, de la patria; si fuera una apología del "amor que no
se atreve a decir su nombre" podría darse a luz sin levantar ninguna
protesta, como no fuera la de la Iglesia romana, que lo
pondría en el índice, lo que aumentaría su difusión.
Pero se trata
de un libro de historia limpio y serio,
que no bien aparezca provocará
alaridos, graznidos, maullidos y otra clase de rumores más o menos
inteligentes. Se insultará a su autor; se decretará
su muerte civil y, si no fuera peligroso, también la otra muerte por haber rebasado los
límites de lo permitido en una sociedad liberal, como
la nuestra.
Se puede decir
que Dios no existe, que Dios es el mal; que
la patria no tiene fronteras; que la bandera argentina nos dice menos al
corazón que la bandera roja; que no es una honra el ser argentino, y todo
esto se ha dicho ¡hasta en el Parlamento!,
donde algún diputado llegó a
afirmar que su patria era el país donde le daban de comer. Todo
se puede decir, sin rubor ni miedo, porque aquí reina eso que llaman libertad de
pensamiento y de prensa.
Pero no se
puede decir que Moreno no fundó la Biblioteca Nacional, sin
que pretendan hacerle beber a quien lo diga bronce derretido, porque decir eso es atentar contra la democracia, fundada según lo propalan, por Mariano Moreno
(véase más adelante el capítulo 17).
No está probado
que nosotros no seamos demócratas; hasta creemos serlo en su verdadero sentido. "Sed buenos católicos, decía Pío 9, y
seréis buenos demócratas".
Pero si está
probado que no creemos que Mariano Moreno fundara la democracia argentina, ni la
Biblioteca Nacional, ni La Gaceta, y
allí está el peligro.
En Francia,
historiadores contemporáneos han podido revisar tranquilamente la historia de
la Revolución y descubrir la triste fisonomía de algunos semidioses. ¿Es lícito intentar aquí algo parecido? Ya
veremos que no.
No está de más
recordar las palabras de Tácito, impresas como lema en las primeras páginas de
La Gaceta de Buenos Aires: "Felices tiempos aquellos en que sea
lícito sentir libremente y expresar con la misma libertad el sentimiento".
Tácito,
funcionario del Imperio, edil y pretor,
escribía bajo la recelosa mirada
de los emperadores romanos, páginas que muchas veces alarmaron a éstos. Nosotros escribimos en la plena libertad de
una República, que se gloria de ser liberal, y por servir a
la verdad.
La historia es
ejemplo. Comete una infidencia el que la falsifica,
convirtiendo los sucesos del pasado en armas para los combates de hoy. La
historia es la patria. Si nos falsifican la historia es porque
quieren robarnos la patria. "Los historiadores, que de mentiras se
valen —decía don Quijote— habían de ser quemados como los que hacen moneda
falsa" Y es intolerable y bochornoso, que los
escolares argentinos aprendan verdadera historia de Francia, de España, de
Estados Unidos, y estén condenados a no aprender nunca la de su patria, porque la historia dirigida, escrita Grosso modo, está enferma de mitos
calculados y de sopesadas imposturas.