jueves, 22 de febrero de 2018

AÑO 10- CAPÍTULO 2º- NUESTRA REVOLUCIÓN NO DEBE NADA A LA REVOLUCIÓN FRANCESA. . .


AÑO 10. . .

CAPÍTULO II. . .

NUESTRA REVOLUCIÓN  NO DEBE NADA A LA REVOLUCIÓN FRANCESA. . .

Para comenzar. . digamos algo que probablemente nunca se ha dicho: los patriotas del año 10 no entendían la palabra "pueblo" como quieren entenderla ciertos admiradores de la revolución francesa,. . falsificadores de la nuestra ahora.

Los demagogos mutilan el sentido de esa palabra. Para ellos. . solamente es "pueblo" la masa plebeya, informe y enorme, caprichosa, infalible, sacrosanta, poseedora de todos los derechos . .y no atada por ninguna obligación. .Es decir, la parte primitiva de la sociedad, más fácil de ser manipulada, engatusada con discursos y ganada con privilegios.

Para los patriotas del año 10. . "pueblo" no era solamente la plebe, sino el conjunto de los habitantes del país,. . ignorantes e instruidos, ricos y pobres, capaces e incapaces de pensar por su cuenta,. . sacerdotes, militares, hacendados, abogados, comerciantes, artesanos, menestrales, pulperos, sirvientes, esclavos... iguales todos en sus derechos específicos, a los ojos de Dios, que los había creado y redimido con la Sangre de Jesucristo, pero desiguales en sus aptitudes y en sus derechos sociales, conforme a las circunstancias en que vivían.

Los hombres de Mayo, que sabían su catecismo. . y por ello conocían esa igualdad esencial y esa desigualdad accidental, cuando trataban de resolver problemas de gobierno, que en aquellos tiempos se resolvían a menudo en asambleas del pueblo o cabildos abiertos. ., jamás convocaban a la plebe, a los esclavos, los sirvientes, los menestrales, casi siempre analfabetos y a quienes tampoco les atraía el meterse en tales honduras.

Convocaban a los que las solemnísimas actas de dichas asambleas llaman "vecinos de calidad", o. . "vecinos de distinción", o como reza la más solemne de todas, la del 25 de Mayo de 1810,. . "la parte sana y principal del vecindario", que representaba por derecho natural, no por elección de nadie, a la totalidad del pueblo.

Y esto sucedió no sólo en Buenos Aires sino en todas las ciudades y villorrios del virreinato.

Los patriotas del año 10. cuyo espíritu buscan afanosamente ciertos historiadores, deseándolo hallar distinto de cómo fue, no creían que las discusiones y resoluciones de aquellas asambleas de vecinos de distinción,. . pequeña minoría en comparación de los vecinos que no habían sido convocados, habrían de mejorar por que interviniera en ellas la parte menos principal del vecindario, es decir la turbamulta, que es la inmensa mayoría,

Esa inmensa mayoría sentíase perfectamente representada por aquella minoría selecta, que conocía sus problemas y sabía defender sus intereses.

Se ve pues, que los hombres de Mayo. ., aunque tenían un concepto del "pueblo" más amplio y generoso que el que tienen los demagogos actuales,. . no eran partidarios del sufragio universal sino del voto calificado.

¡Horrenda blasfemia! Y bien,. . ya está dicha y vamos a decir otra peor, con la ayuda de Mitre.

Para mejor valorizar la fisonomía del 25 de Mayo de 1810 los demagogos nos describen, palabra más palabra menos, una plaza hirviente de frenéticos descamisados con el puño en alto.

Ya no las anacrónicas figuritas pedagógicas de ciudadanos encapados y con paraguas. Ahora prefieren algo moderno v se les ocurre más argentino:. . una revolución en mangas de camisa, a pesar del frío y de la famosa lluvia de aquel glorioso 25 de Mayo. Siempre la imaginación, nunca la verdad. Por la historia sabemos que durante siglos lucharon crudamente en Roma los patricios,. . especie de nobles,. . descendientes de las familias fundadoras de la ciudad, y los plebeyos que eran el populacho sin abolengo. En otras naciones antiguas se han producido estas mismas luchas de la nobleza contra la plebe.

Traemos este recuerdo porque es conveniente, cuando querramos descubrir el verdadero espíritu de Mayo, no olvidar que el principal cuerpo de tropas en que se apoyó la Revolución, fue el Regimiento de Patricios, . . cuyo solo nombre es una definición.

La Revolución de Mayo fue militar y católica y popular,. . vale decir, correspondió a los anhelos profundos de los criollos ansiosos de gobernarse ellos mismos, sin abandonar sus tradiciones.

En ningún momento plebeya; y fue aristocrática, porque la hicieron verdaderos señores, que supieron imprimirle la impronta de su cultura, con un señorío que no apostató de su credo ni de la historia de España, de la que ellos fueron y nosotros queremos seguir siendo continuadores.

Y aquí cedamos la palabra a nuestro historiador. . "Tanto los patriotas que encabezaban el movimiento revolucionario —expresa Mitre—, como los españoles que en el Cabildo abierto habían cedido al empuje de la opinión, todos pertenecían a lo que podría llamarse la parte aristocrática de la sociedad. .Las tendencias de ambas fracciones eran esencialmente conservadoras en cuanto a la subsistencia de orden público y esto hacía que se encontrasen de acuerdo en un punto capital, . .cuál era el impedir que el populacho tomase en la gestión de los negocios públicos una participación activa y directa" ,.,.,.,.(B. MITRE, Historia de Belgrano y de la Independencia argentina. (Carlos Casavalle, Buenos Aires 1876, tomo 1, página 273,.,.,.)

Así se hizo la nueva y gloriosa nación, que ahora quieren deshacer bastardeando su espíritu.

¿Y en esta Revolución sin crímenes, que fue la nuestra, se pretende encontrar un retoño de la francesa, que se prostituyó a los pies de la diosa Razón y asesinó, fusiló, guillotinó a millares de ciudadanos, hombres, mujeres y hasta niños?,.,.,.,"Según Collor d'Herbois, que tenía la imaginación a veces pintoresca "la transpiración política debía ser bastante abundante para no detenerse hasta la destrucción de doce a quince millones de franceses".

Articulo de Guffroy en su diario Le Rougilf: "Francia tendrá bastante con cinco millones de habitantes." TAINE, Les Origines de la France coníemporaíne, tomo 8 La Revolution, página 133,.,.,.,.

Y estos jacobinos eran los oráculos de Moreno! ¡Y éstos los modelos que nos proponen!       ,

¡Qué aberración! El historiador que diga otra cosa, no sabe lo que dice. O no dice lo que sabe.

Sólo olvidando las causas, los métodos y los resultados de la Revolución francesa, puede comparársela con la Revolución francesa, se hizo en contra del absolutismo de los reyes y los privilegios de los nobles y, agréguese, en contra de la Iglesia romana.

En el Río de la Plata no había ni nobles ni reyes. Gobernaban el país, mal o bien, un virrey que no tenía nada de absoluto y el Cabildo, genuina y antiquísima autoridad de origen popular.-

que "la parte sana y principal" del vecindario delega libremente.

La sencillez de las costumbres y la pobreza del país, facilitaban la convivencia social.

La Revolución francesa fue republicana, mientras que la Revolución argentina fue en sus comienzos abiertamente monárquica. La Revolución francesa fue enemiga de la religión católica, desalojó a Nuestro Señor Jesucristo de los altares y puso en ellos a la diosa Razón, simbolizada por una prostituta a la que paseaban desnuda en un carro con un crucifijo a los pies,.,.,.,. LAHARPE, Du fanatisme dans la langue revolutíonnaire. París, Migneret. 1797, página 54

La Revolución de Mayo fue católica. El 30 de Mayo de 1810, a los cinco días de la revolución, concurre la Junta Gubernativa, con toda solemnidad, a una misa de acción de gracias, celebrando el cumpleaños del Rey y la instalación del nuevo gobierno,.,.,.,., Registro Oficial de la República Argentina, tomo 1, página 28.

Poco después, el 18 de julio, el gobierno provee de sacerdotes capellanes al cuerpo expedicionario que marcha al interior, nombrando al efecto al Doctor Don Manuel Albariño y a fray Manuel Ezcurra, de la Orden de la Merced.

Nosotros, que tenemos una gesta cristiana, sin crímenes, bendecida unánimemente por todos los argentinos, ¿por qué habríamos de envidiar a Francia aquella sangrienta bacanal, maldecida según antes dijimos, por los más autorizados historiadores y sociólogos franceses y hasta por escritores modernos de la izquierda? Los que se empeñan en probar este bastardo parentesco, nos pintan al pueblo de Buenos Aires, nutrido por el dogma de la soberanía popular agolpándose en la plaza para arrancar su renuncia al Virrey e imponer su voluntad al Cabildo, que representaba al vecindario de la ciudad, es decir, al pueblo mismo.

Y a fin de marcar mejor el aspecto plebeyo de nuestra Revolución nos refieren que fue incruenta, con lo cual quieren decir desarmada y antimilitarista.

Podría creerse, al leerlos, que en toda revolución hecha por gente de sable, la sangre corre a torrentes, y que a la inversa, cuando sólo interviene el pueblo, aquello es un agua de malva; no se esgrimen otras armas que las lenguas, y sólo se lucha con, honrados argumentos y con votos conscientes. Rusia, Méjico, España, Cuba, son ejemplos de lo incruentas que son las revoluciones no hechas por los militares!

La Revolución francesa, modelo de movimiento demagógico, fue, según la fuerte metáfora de Barbey d'Aurevilly, una ancha zanja de sangre que cortó en dos la historia de Francia.

¿Debemos agradecer a nuestros historiadores el que por hacer más simpática (no sabemos a quiénes) la Revolución de Mayo, la despojen de todo carácter militar y nos la describan como un torneo de discursos entre cabildantes y abogados?

Eso es falsificar la historia, y dar a las generaciones actuales y futuras una lección de ingratitud hacia los principales actores de nuestra Revolución, que fueron militares.

La verdad histórica, nuestra verdad, es mucho menos enfática y mucho más hermosa.

La grandeza de la emancipación argentina aparece cuando se la cuenta con límpida sencillez, no cuando se la enturbia atribuyéndole un contenido demagógico que no tuvo ni pudo tener.

La revolución argentina no es una jamona sin hogar, venida a nuestras playas desde las orillas del Sena, despechugada y ronca, embadurnadas las mejillas con la hez del vino de los brisfrots parisienses, empuñando con la mano izquierda el Contrato Social, y empujando con la derecha el carretón de la guillotina.

Nuestra Revolución es una hermosa y valiente muchacha, hija legítima de familia hidalga, nacida aquí mismo, en las orillas del Plata, y que apareció por primera vez en las calles de Buenos Aires, con los cabellos adornados de diamelas criollas, empujando un cañón para tirar sobre los herejes invasores; y más tarde, en la plaza de la Victoria, blandiendo la espada que le entrega Saavedra, de dulce y pulido acero toledano, arma que en su mano parecía una joya, y que los historiadores han pretendido arrebatarle, ofreciéndole en cambio una traducción marchita del libro de Rousseau hecha por Mariano Moreno.

¡No! La Revolución de Mayo es netamente argentina y nada tiene que ver con la Revolución francesa, y es indigno de historiadores criollos buscar agua en el Sena, para bautizarla cuando la tienen a mano y más abundante en el Río de la Plata. Desde luego, las fechas delatan el anacronismo. Cuando estalló nuestra Revolución, ya habían pasado veinte años sobre la francesa, que en 1810 estaba harto desacreditada en el mundo, y especialmente en la América española, por sus crímenes y por sus resultados: después de Robespierre, y como reacción contra los desvaríos del pueblo soberano, Napoleón.

Hacía veinte años que, por causa de su Revolución, Francia había perdido todas sus libertades.

¿Quién se las devolvería? ¿Quién daría vida a los huesos de cientos de miles de sus hijos que cubrían los campos de batalla de media Europa?

Las pocas noticias que el pueblo de Buenos Aires tenía de la Revolución francesa, no podían suscitar ni su admiración ni sus deseos de imitarla.

Dos años atrás —el 2 de Mayo de 1808— había emprendido España contra los franceses su grandiosa guerra de independencia, verdadera cruzada santa en la que la acompañó de todo corazón toda la América española.

¿Qué influencia podían tener en el Buenos Aires de 1810 doctrinas execradas, que habían arrasado el trono, la religión y todas las libertades públicas y engendrado el más violento imperialismo?

¿Qué ganas de implantar la guillotina habían de sentir los vencedores de los ingleses, héroes de la Reconquista, que no fusilaron a uno solo de sus prisioneros de guerra, sinceros católicos y monárquicos, que luego vieron a España, la madre patria, invadida y en guerra contra un déspota, hijo legítimo de la Revolución francesa?

Si en el Río de la Plata alguien hubiera necesitado algún modelo de revoluciones para imitar, habría puesto los ojos en la de los Estados Unidos, cuyos frutos estaban a la vista.

Se trataba de un país americano, colonizado como el nuestro por una nación europea. Un día sintióse capaz de gobernarse a sí mismo, proclamó su independencia y la afianzó con las armas sin necesidad de asesinar a sus reyes, ni de renegar de su religión.

Parecida evolución fue la nuestra.

En el Río de la Plata no había reyes, ni nobles, cuyos privilegios irritaran al pueblo; es decir, faltaban los principales motivos de la Revolución francesa.

En cambio existía un deseo intenso de libertad económica, y la justa ambición de que el país se administrase a sí mismo, que fueron exactamente las causas de la revolución norteamericana. Era un proceso natural, como la emancipación de un hijo que llega a la mayoría.

Si los próceres de Mayo hubieran necesitado inspiración, la habrían buscado en nuestro propio continente, en una nación emancipada y feliz.

"El acontecimiento extraordinario que más contribuyó a formar esta conciencia (la de la independencia) y a abrir los ojos a los mismos gobernantes, fue la emancipación de la América del Norte, que dio el golpe de muerte al antiguo sistema colonial",.,.,. MITRE, B.. Historia de San Martín y de la Emancipación Sudamericana (2* edición - Félix Lajouane, Buenos Aires, 1890), tomo 1, página 41.,.,.,.,.

Nuestra Revolución tuvo causas propias y métodos absolutamente criollos.

En los comienzos de la nacionalidad, repugnaba al espíritu nativo eso de copiar cosas extranjeras. En ningún documento de la época, en ningún manifiesto de las autoridades, en ningún periódico de antes o de los días de la Revolución argentina hay el más leve recuerdo de la Revolución francesa, como inspiradora de la nuestra.

Y cuando en algún papel privado surge alguna rarísima alusión a sus corifeos, como Robespierre, es con sarcasmo y repulsión.

Aparte de las declamaciones desatinadas, sólo dos argumentos con alguna apariencia hubieran podido presentar, de haberlos sabido, los que sostienen ese parentesco.

El uno es cierto pasaje de la Autobiografía de Manuel Belgrano.

El otro son las ideas de Mariano Moreno, que de pronto, sin anteriores síntomas de esa fobia, se precipitó en un jacobinismo frenético.

Belgrano refiere efectivamente, que estando en España, en 1789, se aficionó a las doctrinas de la Revolución francesa.

Eso le ocurrió cuando tenía 19 años y fue un sarampión juvenil y pasajero, del cual se burla él mismo, como lo prueba el tono zumbón y sarcástico del párrafo. Dice así:

"Como en la época de 1789 me hallaba en España y la revolución de la Francia hiciese también la variación de ideas y particularmente en los hombres de letras con quien trataba, se apo¬deraron de mí las ideas de libertad y sólo veía tiranos en los que se oponían a que el hombre fuese donde fuese, no disfrutase de un derecho que Dios y la naturaleza le habían acordado en su establecimiento, directa o indirectamente"  BELGRANO, Manuel, Autobiografía, en Memorias y Autobiografías, Publicación del Museo Histórico Nacional, Buenos Aires,  Impreso José M. A. Rosas, 1910, I- I, pág. 92.

No necesitamos percibir la ironía y la acerbidez con que Belgrano habla de la Revolución francesa, en este único pasaje de su vasto archivo, para comprender el ningún aprecio que le ha quedado, si alguna vez se lo tuvo.

No lo necesitaríamos, en efecto, porque no hacen falta declaraciones cuando toda una vida atestigua en contra de esas doctrinas.

Si en 1810 había en el Río de la Plata algún hombre que abominara de la demagogia anticatólica de Marat, Saint Just Dantón, Robespierre, era Manuel Belgrano, que a pesar de hallarse

desencantado de un rey, Fernando VII, no creyó que la república fuese la mejor forma de gobierno para su patria, y se puso a buscarle otro rey, tal vez una reina —la Carlota—, y en último caso un Inca. Todo antes que la indisciplina y el caos. Y en esto sus sentimientos no fueron distintos de los de San Martín.

Belgrano, que mandó cortar las tradicionales coletas de los Patricios, demasiado parecidas a las de los sansculottes de 1789, y que nombró Patrona del ejército argentino no a la diosa Razón, sino a la Virgen de las Mercedes, y que mandaba rezar diariamente el rosario a sus soldados, no era ciertamente un alumbrado por la Revolución francesa.

Vayamos a Moreno. Era un jacobino en retardo, pues hasta 1810 sólo demostró ser un absolutista devotísimo del Rey y palaciego del Virrey. Se incorporó al triunfo de nuestra Revolución, por la que antes nada había hecho, y se convirtió en un fanático de la fraseología jacobina. De las frases pasó a los hechos y a los delirios de Rousseau, cuyo Contrato Social tradujo e imprimió,.,.,.,"Robespierre calca las ideas de Rousseau", TAIME, Origines-L'Anden Regime, volumen II, livre II.. Y cuyas ideas pretendió ejecutar.

Que este libro adobó el ambiente de Francia y preparó el derrumbe de la monarquía, no hay duda. ¿Pero en qué medida influyó sobre la Revolución de Mayo?. . En ninguna; lo afirmamos categóricamente.

Es posible que antes de 1810 alguien, en el extenso Virreinato, lo hubiese leído. Pero esto no pasa de ser una simple conjetura. No se ha encontrado en ningún documento de esa época, la menor alusión. Lo seguro es que tratándose de un libro prohibido por la Iglesia, no llegaran al país sino rarísimos ejemplares. No hay noticias de otro que el de Moreno. De Belgrano mismo, que tenía permiso para leer libros prohibidos, no consta que leyera el de Rousseau. Tal vez sí, tal vez no.

Mal podía, pues, influir en el espíritu de los patriotas una obra que casi nadie conocía, cuya traducción se imprimió después de la Revolución de Mayo, y no llegó a difundirse. Moreno quería distribuirla en las escuelas, extravagante ocurrencia pedagógica demuestra la confusión de ideas que reinaba en aquella atormentada cabeza.

Hay prueba de que el Cabildo, devolvió al impresor, 200 ejemplares comprados con ese propósito por alguien y rechazados por considerar que era una obra perniciosa.

¿No es ridículo, pues, afirmar que preparase la Revolución un libro que apareció después de ella y que ni siquiera llegó a circular?

Nos replicarán; ¡No importa! Moreno bebió en esa obra el dogma de la soberanía popular y de los derechos del pueblo. Moreno fue "el numen de la Revolución", y por lo tanto, a través de su temperamento, esa obra que preparó la Revolución francesa, preparó también la de Mayo.

Esta argumentación tiene por base una mentira.

Vamos a decir otra blasfemia: Moreno no fue tal numen, porque antes del 25 de Mayo ni siquiera sospechó los preparativos de la revolución; no concurrió jamás a una reunión de los conspiradores, y no entró en el movimiento sino con retardo, cuando ya todo se había consumado y todavía de mala gana, discutiendo su legitimidad o su justicia.

Comprendemos que esta afirmación lastimará los hipersensibles tímpanos de algunos a quienes solivianta la discusión; pero es una verdad recia y fecunda, que alguna vez había que decir.

Ya está dicha: ahora vamos a probarla.

Cinco veces aparece Mariano Moreno en la historia argentina, antes de la instalación del primer gobierno patrio, es decir, antes del 25 de Mayo de 1810.

El lector mismo va a juzgar si alguna de estas cinco furtivas apariciones lo califica como autor o siquiera como colaborador en los preparativos de la Revolución, y por lo tanto permite suponer que él le infundiera su espíritu.

Y desafiamos a esos lastimados señores a presentarnos cualquier otra aparición de Moreno.

1) La primera vez, el 27 de junio de 1806, aparece llorando en la Plaza Mayor, al ver a los ingleses que se apoderan de la ciudad, conforme lo hemos relatado en el capítulo anterior.

 Si Saavedra, Pueyrredón, Belgrano y los demás patriotas, si las mujeres porteñas, que se cubrieron de gloria combatiendo contra los invasores, hubieran hecho lo mismo que Mariano Moreno, y limitándose a llorar en la Plaza Mayor y a escribir de noche lo que otros ejecutaban durante el día, hoy la República Argentina sería colonia extranjera; y es probable que los admiradores del prócer anduvieran vestidos como el Mahatma Gandhi, ensabanados de blanco, las piernas desnudas y el porrón de leche de cabra en la mano.

Gracias a los que no lloraron, pero se batieron y expulsaron a los invasores, esta tierra es soberana, sus habitantes visten trajes civilizados y son católicos.

2) La segunda vez, el I9 de enero de 1809, en la asonada de los españoles, para derrocar al Virrey Liniers, porque lo sospechaban inclinado al partido criollo. En esta su primera conspiración. Alzaga, estuvo más cerca del triunfo que en la segunda, y si ella no le costó la vida, como ocurrió después, se debió a que uno de sus cómplices fue el que más tarde resultó abogado consultor del Virrey Cisneros, e intervino en el proceso. Ya volveremos sobre este caso jurídico.

Allí hace Mariano Moreno su segunda aparición en la historia argentina. Pero no lo encontramos del lado de los argentinos (ya se llamaban así) sino de los realistas, como secretario de la Junta presidida por Alzaga, que habría atajado, sabe Dios por cuántos años, la independencia del Río de la Plata.

3) Moreno aparece por tercera vez en la historia, redactando la Representación de los Hacendados, celebérrimo alegato que fue, según dicen sus panegiristas, el tiro de gracia dado al inocuo sistema del monopolio comercial.

Pero este aserto es falso.

La Representación de los Hacendados, tan manoseada como poco leída, no pudo tener ninguna influencia en los preparativos' de la Revolución. No fue idea original, ni propia de Moreno. Desde mucho atrás los hacendados elevaban al Virrey periódicamente alegatos parecidos; y desde hacía 16 años Belgrano bregaba por el libre comercio. No fue la Representación una defensa de la amplia libertad comercial, según quieren hacernos creer, sino una solicitud para "otorgar la introducción de mercaderías inglesas... por el término de 2 años..." Y no en beneficio del pueblo sino, como reza su título: "para proporcionar ingresos al Erario".

Para que la Representación hubiera podido influir en los preparativos de la Revolución, habría sido menester que se publicara antes de ella y no después, lo cual ocurrió y lo prueban los detalles tipográficos de su impresión.

4) La cuarta aparición de Moreno tampoco lo califica como uno de los autores de la revolución. Ni es muy brillante. Sucedió la noche del 22 de Mayo de 1810, en el Cabildo abierto o asamblea de vecinos a quienes se consultó si el Virrey Cisneros debía o no continuar en el cargo.

La reunión es tumultuosa. Españoles y criollos hablan y discuten. Hasta el modesto presbítero Chorroarín pronuncia un fundado discurso.

Moreno permanece durante horas callado e inquieto, y cuando le toca el turno de votar, no se atreve a comprometerse y se limita a decir —¡desconcertante sobriedad en quien ha pasado a la historia con fama de fogoso tribuno!— "que se adhiere a la opinión del anterior".

El "anterior" era don Martín Rodríguez, Comandante de Húsares del Rey.

Después, a uno de los vecinos asistentes, don Vicente López y Planes que le preguntó si estaba satisfecho del resultado, le dice que no y que si ha votado con los patriotas, ha sido "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez". (Ver capítulo V)

5) aparición. Esa noche desaparece de la escena como por un escotillón. La explicación de su extraña actitud es muy sencilla. Temiendo, a pesar de sus precauciones, haberse comprometido y no sabiendo cómo se desenvolverían los sucesos, quiere prepararse una coartada. Si los patriotas salen con la suya y deponen al Virrey, él podrá hacer mérito de haber votado la cesantía. Si los patriotas son vencidos, él se lavará las manos, alegando que su intervención fue insignificante y por compromiso con el Comandante de los Húsares del Rey.



Sólo vuelve a aparecer el 25 de Mayo, a la hora de la instalación del primer gobierno patrio.

De un hombre que confiesa haber votado la destitución del Virrey sólo "por la insistencia y majadería de Martín Rodríguez", y después de votar se arrincona y se esconde; de un porteño que da esta prueba de derrotismo en los días sublimes de la Revolución; que desaparece en la noche del 22 y sólo reaparece en la noche del 25, cuando no hay peligro, porque todo está consumado, y que al saber su designación como miembro de la Junta se pone a discutir la legitimidad de lo que se ha hecho, y lamenta perder el sosiego disfrutado hasta entonces; de un personaje tal, ¿se puede decir que haya sido uno de los promotores o como dicen en galano estilo: el numen de la Revolución!

El historiador no debe ser un simple cronista, amontonador de datos y de papeles, porque un amontonamiento de datos y de papeles no es una historia, como un montón de ladrillos y de arena no es una casa.

El historiador debe tener criterio y en los casos apurados no limitarse a copiar servilmente a otro.

Debe sobre todo escudriñar el significado de los hechos, para lo cual tiene que saber leer los papeles.

Pues bien, he aquí un hecho sobre el que los historiadores nada nos han dicho hasta ahora: Moreno el día 25 de Mayo estuvo oculto en casa de un amigo. Esta circunstancia, aseverada por su propio hermano, no puede ser escamoteada y está reclamando una explicación.

Vamos a proponer dos, las únicas dos explicaciones posible, y dejamos a los admiradores del prócer que elijan la que más les acomode.

Es un dilema, del cual no se escaparán: Moreno, al esconderse después del 22 de Mayo o lo hizo sin darse cuenta, o lo hizo con toda intención.

En otras palabras:

O se refugió en casa de un amigo para alejarse del tumulto de la plaza y de las calles, indiferente hacia lo que ocurría.

O lo hizo calculando que después de haber votado la cesantía del Virrey, era prudente alejarse de los criollos y prepararse una coartada, por si aquello se malograba.

No nos atrevemos a resolver cuál de las dos situaciones sea más lucida para un personaje de tanto fuste en la historia: si el confesar que el 25 de Mayo de 1810 (cuando Saavedra y Belgrano y todos los patriotas se jugaban el pescuezo por independizar a su patria) él no se había dado cuenta de lo que estaba sucediendo.

O si, habiéndose percatado de las responsabilidades y peligros de la hora, escurría el bulto, por temor de que los godos lo ahorcaran.. .

Se comprende que sus panegiristas no hayan querido ahondar la exégesis de este episodio; porque cualquiera de las dos explicaciones —indiferente a los sucesos, o preparando la coartada—, sería un golpe mortal para la gloria del héroe.

Y éste es el prócer con cuyo nombre —como el del más glorioso de los autores de nuestra Revolución—-, en alguna época se bautizó el principal buque de nuestra escuadra; y millares y millares de valientes muchachos argentinos, han llevado en sus gorras un letrero que decía: Acorazado Moreno.

¿Sabían, acaso, historia argentina los que lo llamaron así? ¿No se les ocurrió que si el acorazado debía asemejarse a su patrono, el día de la batalla escurriría el bulto y habría que buscarlo en una caleta lejana y a su capitán en lugar seguro, "entretenido con un amigo en conversaciones indiferentes"?

Y cuando lo hallasen y le dijeran: "Hemos vencido y aunque usted no ha estado en el encuentro va a estar en las listas (Martín Fierro) y le daremos participación en el gobierno. . .", él volvería a su casa, "envuelto en mil meditaciones, sobre si debía o no aceptar el nombramiento"; discutiendo "la legitimidad de los procedimientos que acababan de suceder"; y exhalando su angustia con estas palabras dignas de grabarse en el pedestal de sus estatuas: "El sosiego que he disfrutado hasta aquí en medio de mi familia y de mis libros será interrumpido",.,.,., Vida y Memorias del Doctor Don Mariano Moreno, página  214.

Después de leer el episodio que acabamos de revelar, tomándolo del más fervoroso de sus biógrafos, que nos muestra al prócer o bien ignorante de la formidable trascendencia de los sucesos-— señal de que no los preparó ni le interesaron— o bien temeroso de comprometerse junto con los patriotas revolucionarios, ¿puede nadie seguir llamándolo numen de la revolución?

Por lo tanto, cualesquiera que fuesen las ideas de Mariano Moreno antes de la Revolución de Mayo, no pudo infundírselas, porque no intervino en su preparación.

Hasta el día de la Revolución había sido un acérrimo partidario del Rey y de su "suave gobierno"; pero trastornado por su ascenso al poder y sobre todo por ese mal aguardiente del Contrato Social llegó de repente a la exaltación furiosa (1).

Se convirtió en un jacobino de librería, gesticulador frío y ampuloso. Su estilo, tan. elogiado por algunos, que no lo han leído, era de penosa sintaxis, cosa rara en aquellos tiempos en que hasta los tenderos escribían con propiedad; y de mal gusto superlativo. El retrato que ha hecho Taine de Robespierre se le puede aplicar letra por letra.

"No hay en sus escritos como en su cabeza más que generalidades sin sustancia.. . Todo su vocabulario consiste en un centenar de palabras. Es el fruto seco del espíritu clásico. De la filosofía agostada no ha conservado sino el residuo muerto, las fórmulas aprendidas, fórmulas de Rousseau, de Mably, de Raynal, sobre el pueblo, la naturaleza, la razón, la libertad, los tiranos, los facciosos, la virtud, la moral, un vocabulario ficticio, de expresiones demasiado anchas, cuyo sentido, ya mal fijado en los maestros, se evapora en las manos del discípulo.

"No hay un acento verdadero en su palabra trabajosa; nada más que recetas, y recetas de un arte gastado, lugares comunes, griegos y latinos. Sócrates y su cicuta, Bruto y su puñal, metáforas clásicas. . .

"A veces un gran tono de bravura, como se necesita en una parada; a menudo un airecito de flauta, porque en ese tiempo hay que parecer sensible.. . Lo más chocante es que la palabra termina en acción; que el Trissotin sentimental y declamador se convierte en jefe de Estado; que sus frases relamidas en el escritorio son pistoletazos apuntados tranquilamente contra pechos vivos, y que con un epíteto hábilmente colocado hace guillotinar a un hombre",.,.,., "La mauvaise eau de vie du Contrat Social", TAINE: Les Origines de la Frasee Cúnfempbraine. L'Anarchie París, 1908), t. II, página 262.

 "El contraste es demasiado fuerte entre el papel que desempeña y su talento. Con ese talento mezquino y falso como su inteligencia, ningún empleo le convenía menos que el de gobernar a los hombres".,.,. TAINE, H., les Origines de la France Contemporaine La Revolution.

Volvamos a decirlo: la Revolución de Mayo no debe nada a ninguna filosofía extraña a nuestro ambiente y a nuestras tradiciones y mucho menos al traspapelado jacobinismo de Mariano Moreno.

La historia es la patria. Nos han falsificado la historia, porque quieren escamotearnos la patria.