miércoles, 21 de marzo de 2018

CABILDO Nº 10/3º-SEPTIEMBRE 2000 CRÓNICA NACIONAL MIRANDO PASAR LOS HECHOS LAS PENAS SON DE NOSOTROS por Víctor Eduardo Ordóñez


Hemos resuelto colgar a nuestro modesto blog, artículos que publicara la REVISTA CABILDO a  comienzos de su TERCERA EPOCA. Comenzando con el Nº 10 por cuanto carecemos de los anteriores. En principios editaremos las secciónes de su "EDITORIAL" confeccionadas por su director Dr. ANTONIO CAPPONNETO y "MIRANDO PASAR LOS HECHOS" de VICTOR EDUARDO ORDOÑEZ, ambas reseñas pasadas de fines del siglo 20 y comienzos del presente. Además de traer recuerdos tristes y dolorosos, ya sufridos por nuestros muy olvidadizos compatriotas simplemente insistimos en tratar de evitar "nuevos tropiezos" con nuevos "CAMBIOS" prometidos e inocentemente creidos por un gran porcentaje de todo Argentino. Deseamos tambien recordar que "El LIBERALISMO ES  PECADO" y en ellos se nutre nuestra formación tanto de civiles como militares que hayan sido nuestros gobernantes con posterioridad a 1852. Por demás estar decir el orgullo noble y patriota que sentimos ante el desempeño del gupo periodístico de la revista, (patriotas, que sin renta ninguna y esfuerzo providencial difunden la verdad),  defendiendo de la tradición religiosa católica, pretendiendo mantener la patria en los fundamentos reales que originaron su principio,  y la familia para cumplir con los fundamentos de toda auténtica y sana comunidad.  


CABILDO Nº 10-SEPTIEMBRE 2000

CRÓNICA NACIONAL

MIRANDO PASAR LOS HECHOS



LAS PENAS SON DE NOSOTROS

por Víctor Eduardo Ordóñez
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Más pruebas de servilismo
El gobierno se ha decidido a dar intervención a una suerte de supervisión extranjera en el atentado contra la AMIA. Como no se atreve a abrir el caso a la justicia internacional — incluso y en especial a los pesquisas israelíes— como serían su deseo y su vocación, acepta que una comisión de la OEA venga a olfatear lo que hicieron y no hicieron los jueces argentinos. Es un modo de ceder a la presión pública y privada del embajador judío, que por otra parte acaba de terminar su misión en el país y en su gesto postrero no tuvo mejor iniciativa que decirle al presidente De la Rúa en la audiencia de despedida que "debía" (!) esclarecer como sea el atentado contra la mutual, y lo amenazó con la posibilidad de recibir una rechifla el próximo 18 de julio, como la propinada a Menem en una conmemoración anterior. 


Dejando de lado la insolencia tolerada con tan poca dignidad, es de preguntarse qué más se puede hacer cuando todos 1 caminos de la investigación están cerrados después de agotadas las pistas. Se sabe que el atentado no fue pensado aquí y que éste como el que voló a la embajada de Israel forma parte de una guerra sin fronteras en la que la Argentina no es parte protagonista. En todo caso sus autores y responsables tanto ideología como materiales están lejos y fue de su competencia (a no ser que : recurra a la doctrina Garzón). Pedir justicia a cualquier precio es venganza, una venganza que no-vacila ante la eventualidad de condenar a inocentes para satisfacer retóricamente una formalidad. Los dos detenido en esta causa parecen ser a su vez víctimas de esos requerimientos insensatos y en circunstancias ordinarias es muy posible que estuviesen en, libertad. Pero es tanta la presión tanto el poder de los reclamantes que los jueces no se atreven a cumplir con su deber dictando la sentencia tolerancia del gobierno español ante el terrorismo de fe . Que corresponda y dando por terminada la investigación. Ahora De la Rúa encontró esta alternativa miserable de someter a un magistrado nacional —con todas las reservas que como individuo merece— a un contralor no previsto por ningún tratado, es decir que es una transacción innecesaria. ¿Hasta cuando, Fernando, abusarás de nuestra paciencia?

Paleolíticas

Mientras los diarios atronaban desde sus primeras páginas por un supuesto y, al parecer imaginario avance de la "derecha extrema" (?) en Alemania, un poco más adelante informaban con innegable regodeo diversas etnias indígenas en Brasil habían cazado y retenido durante una semana a un grupo de turistas. En la negociación para su rescate el Estado les reconoció a estos supervivientes de la edad de piedra la calidad de "nación", en cuyos límites ejercerían una especie de soberanía. Por más estética que sea esta declaración y por impracticable que resulte, el hecho mismo de que se le reconozca a un grupo de personas el derecho a agruparse en razón de su raza constituye una contradicción de los postulados modernistas en cuyo nombre se destrozan naciones y viejas uniones históricas como en Europa oriental. Nadie quiere advertir tal contradicción porque hay que compatibilizar dos dogmas opuestos y, en definitiva, inconciliables: la derecha —sea lo que fuere lo que se entienda por tal— ha de ser condenada sin más. sin escucharla ni discutirla porque su sentido nacional es condenable y no puede ser aceptado en un mundo globalizado bajo los golpes de la socialdemocracia y del pancapitalismo; en tanto se reconoce a un grupo de salvajes como entidad nacional —se supone que con las prerrogativas correspondientes— en ejercicio de un derecho que, según los indicios disponibles, sería natural. Se niega, entonces, a las viejas naciones la posibilidad y el derecho de reconquistarse, en tanto se favorece a las comunidades prehistóricas para que se constituyan en entidades activas de la historia. La modernidad y la posmodernidad manejan a ésta con la misma discrecionalidad e irresponsabilidad con que administran a la naturaleza y hacen desaparecer o crecer a uno u otro factor según su voluntad y prejuicios, sin importar su legitimidad, valor ni disvalor. Se puede ser un orgulloso caiapó de la selva amazónica pero no un sensible germano de la Selva Negra.



Terrorismo etarra

La ETA lleva cobrada en lo que va del año más de una víctima por mes mientras su expresión política sigue jugando con la aceptación de todos los jugadores a la democracia. Acaba de asesinar a un político más, esta vez un socialista de esos que creen que con la democracia se come, se vive... todo menos, al parecer, se pelea. Lo que es muy grave porque en el caso español se trata de una guerra en que se va todo; no decimos sólo un orden jurídico ni un sistema político sino una forma de convivencia, un modo de estar frente al otro civilizadamente, esto es, según las reglas del buen vivir en la ciudad, alimenta de la concordia y dispuestos al intercambio de funciones y prestaciones que es lo que hace la diferencia entre la patria y la horda. Los terroristas vascos se muestran empeñados en volver al estado de la tribu, a esa situación prepolítica de sumas de individuos unidos por el espanto de la convivencia y el temor a la naturaleza salvaje, y sujetos al horror de un poder sin límites. El Estado de Derecho de Aznaju de Juan Carlos I ha devenido en democracia pura, cubierta y sostenida por la prosperidad económica, que termina siendo un fin en si misma. Es decir que el Estado de Derecho — conquista no del pensamiento liberal sino del Occidente cristiano — se diluye en la democracia que se muestra tolerante hasta la abulia y el suicidio, frente a la agresión constante y sistemática de su izquierda que de a poco gana los espacios ideológicos que la democracia — más una emoción y una estética que un ordenamiento — deja vacíos. Convendría que los españoles se preguntaran acerca de la licitud y conveniencia de tanta tolerancia y de cual es la responsabilidad de un Estado que no puede dominar un terror que se extiende en su propio interior.



Lopérfido al desnudo

Lopérfido, que además de vocero del Presidente es nada menos que secretario de Cultura de la Nación, decidió librar su propia batalla por la Libertad (así, con mayúscula) esta vez amenazada en Santiago del Estero, donde un viejo y pícaro caudillo local había negado el teatro oficial para que un actor se desnudara — su for posibilidad de que algo así ocurriera en la Argentina de los radicales llenó de espanto a este hombre delicado proveniente de la cultura del rock y posiblemente amasado por las harinas de la FUBA. Sin detenerse mucho en eso del federalismo —la democracia por sobre todo— ni en los recortes presupuestarios, financió la presentación del nudista frente a los compatriotas provincianos que de suyo no se habían alterado por la prohibición de su gobernador. Fue, pues, una reacción del poder central y una inquietud de los "intelectuales" porteños lo que permitió —como en otras épocas de nuestra historia— que la libertad, aún como en este caso la de ser imbécil, se restaurara debidamente. Vale reconocer el sacrificio del alto funcionario ya que una vez ordenado el interior y puesto en caja el tiranuelo de turno volvió presto al puerto para acompañar a su amigo "Aíto" De la Rúa en su lecho de dolor.

Alfoncinismo

Alfonsín volvió a llamar desde Catamarca —tal como lo había hecho siendo presidente— a formar un nuevo instrumento de poder porque "con la Alianza no basta". Antes había dicho que con el partido no alcanza; en los dos casos tenía y tiene razón porque ambos son organismos artificiales, incapaces de asegurar un sistema democrático real y leal, y naturalmente corruptos y corrompibles, formados como están en torno al principio del número y no al de la virtud. Pero por cierto no es esto lo que le preocupa al ex presidente; él quiere contar con algo que le permita afianzar y extender el totalitarismo de la socialdemocracia que domina el Estado y ahora aspira a instalarse en la sociedad.

La nueva Carlota

La mesa de agasajo a la princesa Madeleine Albright —secretaria de Estado del Imperio— deberá ser tenida en consideración especial por los futuros historiadores para llevar la cuenta de los agentes de esta Carlota del posindustrialismo. El infaltable amanuense e infatigable bebedor de yogures, Adalberto Rodríguez Giavarini; su antecesor en el cargo y en la obsecuencia Guido Di Telia: el inextinguible Cañero, justicialistas. radicales, frepasistas. todo el arco de la "política" y de la "cultura", se hicieron presentes en un ágape que refleja —y no sólo simbólicamente— Á quiebre de la Argentina, una nación prisionera de sus gobernantes, tributaria de sus mandones, esclava de sus dirigentes. Esta lista de 70 comensales tiene para el investigador de mañana la importancia de reunir lo más preclaro del protagonismo de la decadencia, de la disolución, de la autonegación y de la entrega. Allí se encontrarán los responsables a los que realizar el juicio de residencia de la posteridad.

La muerte de Favaloro

No queremos dejar de decir alguna palabra ante un acontecimiento que con justo motivo conmovió al país a fines de julio y que es probable que lo siga acosando. En cierto sentido es bueno que la muerte del Dr. Favaloro haya calado hondo en la conciencia de todos y de cada uno de los argentinos, si dejamos de lado su exagerada utilización mediática, la presumible insinceridad de muchas manifestaciones que rozaron lo convencional y hasta el mal gusto, y el penoso silencio de quienes debieron aclarar que el suicidio no es una actitud ejemplar, cristianamente hablando.

El suicidio de uno de los médicos más reconocidos de la Argentina adquirió desde el principio el valor y el alcance de un símbolo. Que después se deforme en mito es un resultado que posiblemente no se pueda evitar, pero importa señalar que la sensación que percibió la sociedad y que provocó una reacción espontánea de dolor, de rabia y de quiebra, de reproche y de autorreproche es en un sentido especial, positiva. El suicidio de un hombre que terminó fracasado después de haber encarado una empresa dedicada al bien común, conmovió porque ese fracaso era, buena medida, el del país que lo admiraba pero no lo comprendió y, por lo tanto, no lo ayudó. Es decir, país mal administrado por un Estado que está, al parecer, al servicio una clase —llamada partidocrática aliada a la alta burocracia y a la plutocracia de cualquier pelaje— cuyos integrantes, ajustados al cálculo mezquino e inmediatista. carentes todos ellos del altruismo indispensable para conducir a la ciudad, no pueden hacerse los distraídos.

Difícil situación espiritual y anímica y, si se nos permite, social, la que sin duda, atravesó el Dr. Favaloro cuando decidió su eliminación. Fueron, según nos dicen, cuatro meses de preparativos y de minuciosidades extrañas y hasta repelentes; no fue pues, como se comparó, la muerte estoica y desesperada de Lugones del hombre que se ahoga cuando estaba tocando las orillas de la verdad tal cual señalaba Castellani al comienzo del ensayo que le dedica. La suya, en cambio, fue la entrega la rendición no de un desesperado anhelante de luz, sino más bien la de alguien ganado por la desesperanza (que no es lo mismo), resignado vencido ante la mediocridad de la sociedad que lo venía asfixiando desde hacía mucho tiempo.

La muerte de Favaloro no es la cristiana, y no sólo eso sino que es peligrosa e inaceptable porque ¿qué esto de proponerse a sus sobrinos sus únicos descendientes— como ejemplo a imitar?, cuando les dice que lleguen, como él, a los 77 con plenitud y que luego hagan que quieran? ¿Los invita también al suicidio, invita a la sociedad argentina a seguir también en esto sus pasos? No pudo dejar de pensar que se estaba dirigiendo a la juventud, una juventud que cada día da más muestras de indiferencia o de resignación. No quiso ceremonias religiosas ni civiles y ordenó la cremación de sus restos; demasiado pagano todo, mucha carga inmanentista como para que se lo ofrezca como un modelo de muerte a imitar, no obstante haber sido en cierto sentido un modelo de vida, tanto porque quiso el bien de sus semejantes como porque introdujo en nuestras prácticas intelectuales y profesionales algo que le es cada vez mas lejano, el principio, la obligación y el gusto por la excelencia. Pero —y cuánto nos duele comprobarlo— la muerte tal como la encaró la produjo fue una deserción, un hundirse en los límites, una irreflexión racionalista. Es de insistir: no se desesperó sino que se desesperanzó, cayó en la tierra cuando ya ésta no le podía dar más y fue incapaz de alzar el rostro al cielo.



Camdessus

El Papa Juan Pablo acaba de dar uno de esos dolorosos pasos que empañan su pontificado. Designó a uno de los piratas internacionales más crueles. Michel Camdessus, director supremo durante años del Fondo Monetario Internacional —un verdadero símbolo de la perversidad dineraria sobre la corteza terrestre— miembro de una de las tantas academias vaticanas. No sabemos si se trata de una distinción que se le quiso brindar al economista pero habrá que convenir que. en todo caso, no fue merecida. Y que, además, es una contradicción, porque el organismo que hasta hace muy poco comandaba Camdessus, junto con su paralelo el Banco Mundial, inspiran, sostienen y financian políticas antinatulistas: es decir son actores de la "cultura de la muerte", denunciada constantemente por el mismo Papa. Al igual que la deuda externa que agobia a todos los países fuera del norte industrializado. El Fondo impulsa estrategias y tácticas de endeudamiento permanente, de transferencias de bienes al extranjero, propicia con sus intervenciones la globalización de los mercados y la reducción de los más pequeños. Es decir que practica una política esencialmente injusta, como también y por otra parte Juan Pablo viene denunciando con energía. No se comprende qué pasó aquí; la cuestión escapa a nuestra consideración pero, sin duda, este será un buen tema para un futuro pedido de perdón... a los católicos de mañana.