Hemos
resuelto colgar a nuestro modesto blog, artículos que publicara la
REVISTA CABILDO a
comienzos de su TERCERA EPOCA. Comenzando con el Nº
10 por cuanto carecemos de los anteriores. En principios editaremos las
secciónes de su "EDITORIAL" confeccionadas por su director Dr. ANTONIO
CAPPONNETO y "MIRANDO PASAR LOS HECHOS" de VICTOR EDUARDO ORDOÑEZ, ambas
reseñas pasadas de fines del siglo 20 y comienzos del presente. Además
de traer recuerdos tristes y dolorosos, ya sufridos por nuestros muy
olvidadizos compatriotas simplemente insistimos en tratar de evitar
"nuevos tropiezos" con nuevos "CAMBIOS" prometidos e inocentemente
creidos
por un gran porcentaje de todo
Argentino. Deseamos tambien recordar que "El LIBERALISMO ES PECADO" y
en ellos se nutre nuestra formación tanto de civiles como militares que
hayan sido nuestros gobernantes con posterioridad a 1852. Por demás
estar decir el orgullo noble y patriota que sentimos ante el desempeño
del gupo periodístico de la revista, (patriotas, que sin renta ninguna y esfuerzo providencial difunden la verdad), defendiendo de la tradición religiosa católica, pretendiendo mantener la patria en los fundamentos reales que originaron su principio, y la familia para cumplir con los fundamentos de toda auténtica y sana comunidad.
CABILDO Nº 11-OCTUBRE
2000
CRÓNICA NACIONAL
MIRANDO PASAR LOS
HECHOS
Baile de Máscaras
por Víctor Eduardo
Ordóñez
Engañoso protocolo
Se reunió en Nueva York lo que con pomposa obviedad se dio en llamar la "cumbre del mundo" o también del Milenio, una excusa de almanaque para divertirse; es decir, la presencia en el mismo lugar físico de representantes de más 150 países de la tierra. El acto tuvo algo de complaciente burla al pretender colocar en el mismo pie de igualdad a Clinton con el cacique de la más desconocida isla del Pacífico. O a los mandatarios de los países acreedores con los enviados de los deudores. En la vida internacional —y en la política en general— poder es existir y se existe mejor y más plenamente cuanto más poder concreto se tenga, sea económico o militar. Esta es la realidad y lo demás es protocolo que no debe servir para soñar ni para engañar.
Se reunió en Nueva York lo que con pomposa obviedad se dio en llamar la "cumbre del mundo" o también del Milenio, una excusa de almanaque para divertirse; es decir, la presencia en el mismo lugar físico de representantes de más 150 países de la tierra. El acto tuvo algo de complaciente burla al pretender colocar en el mismo pie de igualdad a Clinton con el cacique de la más desconocida isla del Pacífico. O a los mandatarios de los países acreedores con los enviados de los deudores. En la vida internacional —y en la política en general— poder es existir y se existe mejor y más plenamente cuanto más poder concreto se tenga, sea económico o militar. Esta es la realidad y lo demás es protocolo que no debe servir para soñar ni para engañar.
En todo caso, aparte de esa ficticia igualdad —ficción tan chocante cuanto grotesca— la cumbre no sirvió en absoluto para nada y el secretario de la ONU que actuó de anfitrión tuvo por lo menos la gentil sinceridad de reconocerlo así. Cada uno llegó con un discurso siempre previsible dirigido más a la opinión interna de su propio país que a la augusta asamblea que, sin duda, tuvo más conciencia que nadie de la ridícula inutilidad. Y, por supuesto, cada uno dijo lo que se esperaba quién dijera, desde el susodicho Clinton a transgresor Fidel Castro pasando por el correcto De la Rúa. En realidad no se iba a negociar nada ni intercambiar concesiones; no era este tampoco el propósito de la reunión que, en tal sentido, se limitó a reproducir —con sordina y moviéndose sus protagonistas como actuando ante un espejo convexo que de forma a sabiendas las figuras— la situación actual del planeta con lo poderosos inmisericordes cargado de buenos consejos y los débiles de sus diversas gradaciones con sus reclamos y resignaciones.
Con todo, es lástima que no es haya aprovechado la ocasión para que alguien replanteara la naturaleza, la función, la conveniencia y la legitimidad de la ONU, que cada vez está más desacreditada y menos creible. Nadie recordó, por ejemplo, que la OTAN —cuyo miembro más activo ante la paciencia tolerante y socarrona de los europeos— la ha sustituido en casos concretos como el conflicto de Kosovo, que se desarrolló en el propio territorio del viejo continente. Nada se diga de la II Guerra del Golfo a la que EE.UU. arrastró penosamente en la medida en que lo consiguió a sus poco gratos aliados boreales, que no le veían razón ni ventaja a la intervención contra uno de sus principales proveedores de petróleo. Ni de las tan poco voluntarias (y por lo demás tardías o inservibles) entra-das "por razones humanitarias" (!) en las terribles guerras raciales de África, de las que en algunos casos los militares azules salieron mal parados; ni de la pasmosa indiferencia con que esos mismos humanitarios contemplaron otras matanzas intratribales con millones de víctimas y en las que no se intervino ¿porque los muertos no eran seres humanos? Nadie tampoco recordó Vietnam, guerra disputada, aun contra su consentimiento y conocimiento, por la organización, siempre guiada por la Casa Blanca y el Pentágono, que terminó en otra feroz carnicería de la que nadie se hace cargo.
Lo cierto es que la ONU —expresión suprema de la moral revolucionaria, del inmanentismo práctico, del pluralismo relativista, de la confusión babilónica más genuina y de la más falsa síntesis de civilizaciones y culturas— festeja, aun sin saberlo, los 2.000 años del Redentor envuelta en el marco de su aparatosidad y de su calidad de inservible, fiel instrumento de los poderosos del mundo, incapaz de afrontar y ni siquiera de ponerse a pensar ni de conocer los problemas ciertos y profundos del hombre que está entrando en el tercer milenio, los mismos problemas que lo acosan desde la pérdida del Paraíso, un paraíso, por otra parte, que no se reconstruirá ni reconquistará aun si la ONU cumpliera bien su trabajo y aun si triunfara en sus demandas. Pero sus miembros no creen en el pecado original y, por lo tanto, no pueden encarar ni solucionar los conflictos de la historia presentes ni futuros.
Jugando a los espías
La SIDE, a decir verdad, nunca sirvió demasiado entre nosotros y, por el contrario, siempre tuvo una tendencia a la autodescomposición; lo que es natural y habitual en las agendas de espionaje. Pero la que formó el dudoso banquero Fernando de Santibañes —cuyo único título para acceder a la titularidad del organismo es ser amigo de confianza del Presidente— está adquiriendo los tonos del ridículo. Lo que es lógico tratándose de un gobierno radical y de izquierda. Uno de los más allegados al titular parece que espió y escuchó las intimidades del ministro del Interior Storani lo que, descubierto, le habría costado la carrera. Otro también cercano a la cúpula, proviene de la FUBA, y algunos más asimismo llegan de la misma izquierda ayer investigada y hoy investigadora. Y tratándose de un elenco radical y de su insaciable apetito, no podían faltar los aportes de ¡los punteros de barrio! Por lo demás y dejando de lado semejantes antecedentes, todos ellos son improvisados por completo en la materia pero, como son profundamente ideologizados, se han puesto a descubrir complots y, en especial, a pesquisar a sus adversarios, aun a aquellos que les son afines. Es decir que colocaron a la Secretaría a su propio servicio. Se espían y sospechan unos de los otros y si hacen inteligencia —en la medida y del modo en que la hagan— no piensan en el Estado ni en sus intereses superiores sino en los propios de sector. Improvisación, egoísmo, ineptitud, desaprensión, pareciera que en esta tan devaluada SIDE coinciden los caracteres del ser radical. Y, además, la frivolidad aportada por los esperpénticos jóvenes del grupo Sushi, que no sabiendo nada de nada —excepto, dicen, el manejo mediático de la figura del padre del más notorio de ellos— se dedican a jugar a los espías y a rebanar una que otra ventaja, por ejemplo disponer de más de dos docenas de custodios para que el mozalbete de marras despliegue su sexualidad debidamente vigilado.
El "show" debe continuar
El 22 de septiembre se reunieron en lo que, con algún tono de burla, se llamó "cumbre", De la Rúa y Menem. Fue un baile de máscaras o, mejor, un show para que los medios dijeran que el ex presidente apoya al actual lo que aseguraría la solidez y la transparencia del sistema, como si alguien lo fuese a creer o si a alguien le importase. En este intercambio de favores y palmadas se quiere transmitir la imagen que se está ante un rico pluralismo, ante una convivencia civilizada de la que la república saldrá fortalecida y, en fin, que de esta manera se descubrirá la salida a la crisis. Nada de ello sucederá porque todo es más de lo mismo y todos, en el poder o en el llano, son iguales e idénticos. Esa conversación, más protocolar que sincera, no pasa de ser un acto más de la comedieta a que nos tiene acostumbrados la partidocracia local, encallada en su incapacidad de cambiar y renovarse.
Cuestión de rostros y de sonrisas pero en absoluto nada más.
Por supuesto que, no obstante, el que quedó fuera fue el vicepresidente Álvarez, algo pasado de sobre actuación en esto del discurso ético, esforzado en no quedar salpicado por las andanzas de sus compañeros de izquierda como Flamarique.De la rús solo en las alturas, busca aliados o, por lo menos, interlocutores o simples cómplices para sostenerse, no para avanzar. Primero fue Martínez de Hoz retornando del pasado, responsable primero de este dibujo de factoría en que la escolástica liberal convirtió a la Argentina y sin que nadie le recordara su pretérito procesista, como hubiese ocurrido con cualquier otro con menos contactos en la banca internacional. Luego Cavallo, que inesperadamente salió dándole un apoyo táctico al que fuera su adversario, el propio Álvarez, con el que coincidió en la conveniencia de que renunciaran todos los senadores a sabiendas que con eso se provocaría una parálisis de todo el sistema.
Mayor sumisión al FMI
El borrador de nueva ley de Ministerios que empezó a circular por los pasillos oficiales y que se dice es obra del propio De la Rúa. es un sinceramiento o, mejor, una puesta al día de la organización gubernamental para atender más cumplidamente a las exigencias del FMI que, sin tapujos, pide más y más ajuste y menos crecimiento; más ortodoxia y menos autarquía.
Por eso se quiere elevar a un organismo de segunda línea, la AFIP encargado de recaudar lo que puede de donde sea, a la categoría de ministerio y simultánea y concordantemente, hacer desaparecer al de Infreestructura. A decir verdad este último fue desde su creación, en diciembre, un recurso mediático para hacer creer que se iba a iniciar una política de industrialización y crecimiento. Se elaboró un plan de obra públicas tan optimista como inviable que no mereció siquiera la consideración del Congreso que decidió no perder su tiempo en tratarlo. Es decir que el gobierno, cumpliendo le mandatos de la banca extranjera, pe esos días apiñada en la dulce Praga, está dispuesto a reacomodar su burocracia para mejorar la recaudado desentendiéndose de cualquier otra alternativa más saludable como, precisamente, la obra pública y el crecimiento. Machinea, de prosperar iniciativa, quedará resentido pero sin duda no renunciará, por más recor que sufra su área. López Murphy, no salta al Banco Central, pasará ser titular de la nueva cartera; hombre disciplinado, salido de los úteros secretos de Harvard, al igual que varios de sus colegas fieles soldados y publícanos del Imperio, defenderá — así lo esperamos y denunciamos desde acá— al más ínfimo o falso inversor norteamericano con más ahínco que a ningún compatriota en peligro, como pudo haberlo hecho recientemente si es que no nos olvidamos.
¿Mezquita o caballo de Troya?
Se inauguró una gigantesca mezquita (la más grande de Iberoamérica) en Palermo, levantada sobre terrenos donados por el gobierno de Menem, ese dudoso e improbable bautizado que, de esta manera, cumple — claro, siempre con dinero ajeno— con la religión de sus mayores. No se trata sólo de un centro islámico y cultural sino que funcionará como mercado y foro económico y judicial. Es la creación de un Estado dentro de otro porque se trata, en definitiva, de la instalación de un poder concreto (por completo exógeno, incompatible e inasimilable) que se secesiona del poder nacional. Es irritativamente curioso que un país con gravísimos problemas económicos, ceda suelos valiosos a otro escapado de las mil y una noches, para edificar un templo de una religión que conserva en estado latente la voluntad de una guerra santa nunca renunciada y para la cual nada mejor que contar con estas "avanzadas" en tierra irredenta. Tan es así que en Arabia Saudita, de donde provino el dinero para la construcción, está prohibida bajo penas severísimas la práctica del cristianismo. Por supuesto que es mucho pedirles a gobiernos como el actual y el anterior alguna inquietud religiosa pero sí podíamos esperar un menor dispendio de los bienes públicos y el respeto al principio de reciprocidad. Pero esto también es demasiado.
Llach: De la nada a la nada
Renunció Llach como ministro de Educación. Su paso no será recordado por ser tan poco conmovedor como su alejamiento. Falto de dinero, cayó víctima y prisionero del propio esquema económico que engendró y apoyó cuando incursionó cerca y detrás de las andanzas de Cavallo y de Roque Fernández.
Su renuncia —30 años de amistad con el Presidente lo avalan— constituye el primer desgajamiento del actual gobierno pero en sí no significa nada. Al igual que su reemplazante —un reformista militante de Córdoba y un radical de ley, Oscar Juri— se hundirá en la nada de un gobierno que es nada.
Más vale parecer que ser
La senadora Silvia Sapag denunció a dos de sus colegas y a los gobernadores de las provincias petroleras de haber cobrado coimas a propósito de la ley de Hidrocarburos. Ni qué decir tiene que en este "affaire" como en el de la ley de Reforma Laboral y en los sucesivos que ya empezaron a explotar (algunos posiblemente productos de labores de inteligencia y bien programados) nada va a ocurrir fuera de un intercambio de epítetos y de amagues de querellas por injurias y calumnias y de pedidos de investigación. El juego parece consistir en embarrar la cancha, confundir al espectador y cansarlo y paralizar, a los jueces; es decir, en complicar aun más la situación de manera de rematarla en una complejidad inextricable; para lo cual se procura manejar los tiempos porque si no ¿por qué recién ahora, en plena tormenta y descalabro, la senadora, sin decir "agua va", presenta una denuncia por hechos que habrían ocurrido varios meses atrás? Una sobrina inesperada también saltó a la pista justo ahora en tanto el juez Liporaci le da todo el tiempo que necesite al senador Cantarero para retirar cuanto quiera de su despacho mientras acumula una prueba que no le va a servir de nada. Todos quieren hacer creer.
Soberanía en retroceso
Como secuela del episodio de los diversos escándalos del Senado —ya que bien mirados todos ellos constituyen una sola saga con más o menos los mismos protagonistas— la senadora Sapag sacó a la luz el enorme precio que Repsol-YPF habría pagado o estaría dispuesta a pagar por las modificaciones a la Ley de Hidrocarburos, para facilitar y legitimar las operaciones que los gobernadores de Salta y Neuquén querían y quieren dar otorgando concesiones para explotación de petróleo antes del vencimiento de las actualmente vigentes y, para peor, sin competencia legal para hacerlo porque tales prerrogativas son de la Nación; todo lo cual fue debidamente denunciado y explicado por Cabildo en su número anterior. La hispánica empresa —que ejerce un cuasi monopolio en el mercado interno y en exportación— amenazó con suspender una inversión de varios miles de millones de dólares en las provincias remisas a prorrogar los contratos por varias décadas más, como era su propósito. Luego de ello, su presidente se entrevistó de igual a igual con el nuestro, reunión de la que salió con una sonrisa de almacenero mafioso y negó la especie de haber dicho que el país era jurídicamente inseguro; y algo de razón tiene: si ni los contratos de coimas se respetan ni se guardan en silencio. Pero lo más chocante es comprobar que una empresa privada y extranjera, apéndice a su vez de un "cartel" británico, tiene poder suficiente como para poner en jaque a un Estado, que por lo demás cada día tiene menos ganas y vocación de ser soberano.
La "chachara" declamatoria
Le rechazaron la renuncia a su banca al senador radical Melgarejo no obstante que lloró implorando su aceptación ante sus pares que, implacables, lo obligan a mantenerse en su puesto. ¿Tienen derecho a hacerlo? Pareciera que no, por sentido común y atento a que la función de legislador no es una carga pública. Pero la política tiene razones que la razón no entiende y no hay motivos para esperar que nuestro estamento partidocrático abandone sus chicanas y cálculos rastreros que le son tan propios. Como quiera que sea es un episodio más en esta comedia dramática que comprende no sólo al Senado —cierto que envuelto en una tormenta como ningún otro segmento de la dirigencia política— sino al sistema en su totalidad, como conviene insistir. De manera que aun saliendo de la presente crisis -como sea que ello ocurra— las fracturas, los encontronazos y desavenencias, el desorden en general en que se mueve el sistema argentino —en el que no se sabe dónde está el real nivel de decisión ni cuáles son sus límites— continuarán: a pesar de los gestos ciceroneanos, de los discursos ampulosos y de los entrecruzamientos de los más terribles adjetivos. No se puede, en rigor, creer en nadie, ni en los acusadores ni en los acusados y para acertar habrá que estar siempre atento a descubrir la especulación soez detrás de las más pintadas y espectaculares declaraciones y declamaciones.
Las cuentas de la SIDE
De la Rúa actuó como el personaje de la fábula popular francesa que cuando empezó a llover, para evitar mojarse, se tiró a un lago. Es lo que hizo cuando dispuso —"ordenó" fue el verbo utilizado por sus lenguaraces oficiales y oficiosos— informar al juez que estudia los sobornos senatoriales acerca de los movimientos dinerarios de la SIDE. Con todo y a pesar de haber tenido tiempo para dibujar las cifras, parece que hay faltantes, lo que demostraría una vez más la impericia radical hasta para hacer bien las cosas mal.
Jerusalén violenta
La policía y el ejército israelíes mataron a más de 100 palestinos e hirieron a mas de 1.000 en las primeras jornadas dé violencia en ciudad de Jerusalén, provocada por un gesto provocador de un político judío de alto coturno. "Tiraron a matar" dijo Arafat al comentar incidentes. Lo cierto es que se interrumpió, quién sabe hasta cuando el ya debilitado (hoy casi exitoso proceso de paz que venía a los • pezones desde el fracaso de la reunión de Camp David. Sobre el final de esta crónica llegó la noticia de un grupo de indignados palestinos después de haber soportado durante una semana un ataque desproporcionado de parte del ejercito israelí, apenas éste abandonó un clave como "muestra de buena voluntad". tomó y destruyó una especié de templo que se supone era la tumba de Josué. Aunque probablemente se trate de un mito popular. Como sea, el simple hecho de la toma de un lugar sagrado le da a la guerra un simbólico cariz religioso que impone un carácter nuevo profundo a lo que hasta ahora un conflicto nacional y étnico, cambio radical, entonces. Siguieron los choques cobrando víctimas Ahora la escalada de la violencia, la gravedad de los enfrentamientos han obligado al Estado de Israel negociar con el nonato Estado palestino, sobre todo a partir del momentó en que se comprobó el apoyo directo del Líbano y de Siria el conflicto ¿Se verá obligado Aviv a respetar el acuerdo de 19 cuyo desconocimiento precipite crisis actual?
El Imperio se impone
Fujimori, luego de su viaje a Canosa, donde fue recibido por la secretaria Albright, segunda en el imperio, declinó sus pretensiones reeleccionistas; más testarudo nuestro Menem terminó comprendiendo que con Washington no juega y que cuando desde la Casa Blanca se baja el pulgar no hay apelación Un poco más tardó en comprenderlo el yugoslavo Milosevich que tuvo que ceder finalmente la presión de 200.000 opositores en las calles de Belgrado, que amenazaban con quemar a la ciudad con las misma ansia que dos años antes que los bombarderos norteamericano habían hecho volar y por los mismos ideales democráticos. A esta al conviene aceptar que el Imperio suficientemente fuerte y decidido como para resguardar su voluntad cualquiera de sus provincias.