Hemos
resuelto colgar a nuestro modesto blog, artículos que publicara la
REVISTA CABILDO a
comienzos de su TERCERA EPOCA. Comenzando con el Nº
10 por cuanto carecemos de los anteriores. En principios editaremos las
secciónes de su "EDITORIAL" confeccionadas por su director Dr. ANTONIO
CAPPONNETO y "MIRANDO PASAR LOS HECHOS" de VICTOR EDUARDO ORDOÑEZ, ambas
reseñas pasadas de fines del siglo 20 y comienzos del presente. Además
de traer recuerdos tristes y dolorosos, ya sufridos por nuestros muy
olvidadizos compatriotas simplemente insistimos en tratar de evitar
"nuevos tropiezos" con nuevos "CAMBIOS" prometidos e inocentemente
creidos
por un gran porcentaje de todo
Argentino. Deseamos tambien recordar que "El LIBERALISMO ES PECADO" y
en ellos se nutre nuestra formación tanto de civiles como militares que
hayan sido nuestros gobernantes con posterioridad a 1852. Por demás
estar decir el orgullo noble y patriota que sentimos ante el desempeño
del gupo periodístico de la revista, (patriotas, que sin renta ninguna y esfuerzo providencial difunden la verdad), defendiendo de la tradición religiosa católica, pretendiendo mantener la patria en los fundamentos reales que originaron su principio, y la familia para cumplir con los fundamentos de toda auténtica y sana comunidad.
CABILDO Nº12-
DICIEMBRE 2000
CRÓNICA NACIONAL
MIRANDO PASAR LOS
HECHOS
Sobornos y concesiones
por Víctor Eduardo
Ordóñez
Loma de la Lata
La política, por lo
menos en la Argentina, tiene cosas raras o. mejor dicho, sugestivas o, más
claramente, sospechosas. Así, por ejemplo, el gobierno encontró en el exterior
—en la incursión comercial-emotiva por España del presidente De la Rúa— la
solución o un principio de solución a sus múltiples problemas y no sólo
económicos sino que, al parecer, también políticos. En este sentido, según las
versiones e interpretaciones de varios sesudos analistas (de esos que se
improvisan y que tanto nos confunden) el haber entregado a Repsol-YPF la
prórroga de la explotación de Loma de la Lata (prohibido cualquier juego de
palabras no por inexacto sino por obvio, como el desagradable de "mano en
la lata" y otros similares) por varios años más y diez antes de la
finalización de la primera concesión.
Fue una carrera contra
reloj porque se trataba de otorgar el dispendioso regalo a los nuevos
conquistadores antes que saliera la nueva ley de hidrocarburos, de forma de
poder actuar con el hecho consumado y la bolsa acrecida. La nueva concesión se
llevó a cabo estando pendiente la actual y. por lo tanto, sin saber cuál será
el resultado de esta última. Semejante negocio se realizó mediante contratación
directa y, a decir verdad, de gobierno a gobierno, no con empresarios privados.
A su vez algunos manejan la posibilidad de que, ya concretado el objetivo de
acceder al yacimiento petrolífero y gasífero más rico del país. Repsol se
vendiera en una suma que rondaría los u$s 30.000 millones a una compañía de
capitales ingleses, lo que en estos momentos resultaría chocante para la
fastidiosa sensibilidad nacional.
Política, negocios,
asfixias y soluciones repentinas, imprevistas pero manejables subas y bajas de
la Bolsa, fementidas crisis institucionales, agasajos, apoyos, retorno a las
raíces gallegas, lagrimones mediátieos. vulgaridades aquí y allá,
conversaciones secretas... todo bien radical con su toque de globalismo, de
nuevas entregas (lo que queda después de la "razzia" de Menem) y la
bendición de la monarquía plebeya de los Borbones.
Cavallo que se acerca
nuevamente al poder, esta vez, según se nos informa, no como ministro sino como
"lobby", puesto que, tras su desastrosa gestión, goza de mucho
prestigio "académico" en los mercados inversores. Fue un buen
empleado que merece este tipo de satisfacciones y consecuentes gratificaciones.
Machinea hace lo imposible (por supuesto que sin conseguirlo) para evitar el
papelón del despido sin preaviso, aunque son muchos los que lo ven venir.
Porque es claro que De la Rúa ya no sabe qué hacer con él y el país tampoco. Es
el Modelo que se extiende más allá de sí mismo y de sus posibilidades y que
arrastrará a la Argentina hasta un abismo que todos temen pero que nadie
imagina. Por eso es que estos cambios, contactos y enroques de poco y nada
sirven; todo lo que se intente a partir de un momento dado — que hace tiempo
hemos dejado atrás — no será más que agonía; una agonía cruel porque es hacerle
creer al enfermo-— que somos todos nosotros — que con la misma cirugía y con
idéntica medicina que se vienen aplicando desde hace once años, se va a sanar.
Nadie lo cree pero algunos — los que son, de uno u otro modo, sus beneficiarios
— hacen como que lo creen y así prorrogan la esperanza del enfermo al que
también lo obligan a creer.
La Cámara Comercial
Mientras tanto, los
escándalos se suceden con la misma velocidad con que se olvidan los anteriores.
Todo el aparato Institucional está cubierto de ellos en todos sus niveles;
ahora es la Cámara Comercial de la Capital la que aparece inmersa en un sistema
de sobornos y acomodos más o menos reconocidos por algunos de sus aprovechados
protagonistas. Por supuesto que se investigará hasta sus últimas consecuencias
que, como siempre, será el archivo o el olvido. Tanto como para tomarnos el
pelo el Consejo de la Magistratura —llamado a intervenir en el caso— dispuso
allanar las oficinas y secuestrar las computadoras de los camaristas; sólo que
para evitar consecuencias desagradables se encargaron de hacérselos saber a
ellos mismos con varios días de antelación y por medio de los diarios (cfr. La
Nación. 28/10/00). No es cuestión de correr riesgos, de comprometer a algún
amigo en apuros ni de fastidiar a los moscardones que rondan el poder.
El caso de los
Senadores pasó, según parece, a segundo plano hasta que se sumerja en la
desmemoria colectiva y todo quede a la altura de una anécdota indigna de ser
recordada mañana. Lo mismo ocurrirá con los camaristas y con los sucesivos
posteriores escándalos que caracterizan al Estado democrático-liberal pe¬ro que
afectan a la sociedad, tan harta como indefensa.
La sábana non sancta
Por fin el parto de
los montes. Storani —ministro que se aguanta de a pie las recriminaciones
públicas de su Presidente— envió al Congreso un proyecto de ley que habrá de
innovar, según él. a las un tanto descuajeringadas instituciones políticas. Es
una herencia del semiprófugo Álvarez cuya inspiración reconoce y que había sido
otro de sus caballitos durante la campaña que ungiera gobierno a la Alianza.
Por supuesto no hay innovación de ninguna especie y sólo ataca problemas
secundarios y, por lo demás, insolubles como el de la financiación de los
partidos o la duración de dichas campañas: el primero es incontrolable y el
segundo carece de importancia.
En cambio, una de las
modificaciones que la sociedad esperaba —aunque insuficiente— consistía en la
eliminación de la "lista sábana" que genera el "voto
sábana" o sea ese listado inacabable de desconocidos prendidos como en una
cadena unos con otros y todos al puntero de turno en la zona. Esta sábana es
tanto el medio como el símbolo de la democracia moderna, oligárquica e
inorgánica donde todo es ficción cruel. No hay representatividad —que, por más
vueltas que le den los politólogos, es el rasgo propio y legitimante de la
democracia en su naturaleza e historia— ni ganas de que la haya, pues de
haberla restringiría fastidiosamente al elegido que hasta en una de esas
debería rendir cuentas a sus electores. Por otra parte esas boletas —en las que
se cuelan los peores elementos de la sociedad para legislar en su nombre—
manifiestan de un modo gráfico la mediocridad, la perversidad y la astucia un
tanto impúdica de la clase política argentina actual, cerrada sobre sí misma,
en cuyo interior no se puede entrar por más méritos que se tengan y virtudes
que se exhiban. Así se imponen, a través de este anonimato virtual, los
factores más grises y los intereses más oscuros.
Pero no es conveniente
a los efectos didácticos que el país reduzca, como lo hacen los especialistas,
los males del sistema a la existencia de la lista sábana —a pesar que es
inmoral que los partidos se nieguen a suprimirla por los altos beneficios que
les proporciona—; porque la raíz última y profunda del sistema es la existencia
de los partidos que, para peor, a partir de la reforma constitucional del '94
se han constituido en órganos únicos de la democracia solventados, también por
precepto constitucional, por el Estado, esto es por los contribuyentes, estén o
no de acuerdo con éste o con aquel partido o con ninguno.
Falta, pues,
sinceridad en el régimen de partidos, cuya crisis endémica nadie denuncia y
todos ocultan o niegan a pesar de su evidencia. Pero aun cuando estuviesen
lozanos y dispusieran de la confianza social, son antinaturales por lo menos en
su acepción moderna. En realidad, más que representante, mandatario o puente
entre la sociedad y el poder (el gobierno del pueblo, para el pueblo y por el
pueblo; la golosina de la triple mentira con que se nos envenena desde que se
pronunció la desdichada frase) son un muro, una fractura, una distancia entre
la sociedad y el Estado, entre la gente y el poder de decisión concreto. Los
partidos se erigen como príncipes hipócritas que monopolizan el gobierno
mientras simulan compartirlo y ejercerlo por representación. Por eso es que los
intereses de cualquier naturaleza (y decencia) que deseen hacerse oír y tener
verdadera representación y una cierta presencia en el poder deben recurrir por
fuera del sistema pero respetándolo, es decir guardando mientras puedan las
formas. Claro que cada vez la farsa es más insuficiente e inaguantable y
estalla aquí y allá, la comedia se debe interrumpir cada vez más seguido, el
soberano pueblo da muestras de cansancio pero preventivamente se lo ha sometido
a la "cultura de la democracia" o, mejor, de la partidocracia. Y se
lo fuerza de un modo brutal e irracional hasta hacer de la democracia —tal como
se la entiende y se la practica ahora— una mística, una totalidad de la que
deriva todo valor y toda legitimidad. Dentro de la democracia de los partidos
—que manejan por siempre unos pocos— todo, fuera nada. Y a esto se reduce el
sistema público argentino y su ética.
A París ella se fue
Mientras el país
estallaba literalmente por los cuatro costados, una de las responsables
directas del bienestar social se fue a Francia a tratar no se sabe bien qué.
Aparte del placer que a la docente Fernández Meijide le puede proporcionar el viaje —al fin y al cabo, una
burguesa como la Alsogaray que partió a Nueva York a las horas que ardían
preciosos bosques patagónicos cuya custodia correspondía a su Secretaría—
destacaremos dos aspectos de su hedonista comportamiento. Uno es que su
presencia en una reunión especializada
no se corresponde con su reconocida ineptitud en
la materia, como lo prueba su gestión de un año, y nos sospechamos que si fue a
la gala tierra es porque si pensó que, por lo menos el idioma lo conocía, como
veterana profesora que es. El otro aspecto que destacamos es que ese tour tiene
algída de huida y esto en un doble sentido el primero es el obvio, a saber:
quiso alejarse del país en el momento álgido en que los abandonados del sistema
económico que Fernández Meijide acompaña salen a las calles y a las rutas para
reclamar y comprendemos que no es
agradable quedarse en un escritorio viendo cómo las victimas del gobierno del
que se forma parte sufren y gritan (tanto más si varios de los correligionarios
de la ministra encabezan tales puebladas). Pero también el viaje tiene algo de
fuga hacia adelante, hacia el reino de las grandes abstracciones, de las
generalidades en la que todos podemos coincidir en la medida en que no importan
compromisos concretos.
Se nos dice que hay
que ir al fondo y buscar soluciones de base para encarar los problemas en su
raíz misma: cómodo escapismo que permite soslayar los problemas inmediatos, los
de carne y hueso por así llamarlos, los que afligen cotidianamente a la gente
que no entiende ni le interesan esas bonitas declamaciones de principios y
buenas intenciones que todos se apresuran a firmar en sus dorados despachos en
la tranquilidad de saber que ningún pobre, por lo general tan molesto, va a
pisar nunca sus alfombras tendidas para satisfacción de los burócratas que la
izquierda provee en tanta cantidad y misma calidad como lo hace el capitalismo.
Giro a la izquierda
A propósito, creemos
es llegada la hora de reflexionar sobre qué es en realidad y en concreto la
izquierda, más allá de sus dogmas, discursos y congresos. Como en rigor es un
conjunto de apetencias y un sistema de abstrusas pretensiones principistas. no
disimula (no puede hacerlo) su indiferencia por el hombre de todos los días,
ése que tiene necesidades personales y aspiraciones que escapan al marco de la
ideología, que no se compagina de manera alguna con su pertenencia clasista y
que tiene expectativas más bien burguesas: ser pequeño propietario, educar a
sus hijos, asegurarles una herencia. En cambio, la nueva izquierda —imaginación
para proveerse de nombres y de definiciones no le falta— tiene que cargar con
su pacto con el pan-capitalismo imperante a lo menos en Occidente, y eso no le
permite seguir su lúdico discursismo relativamente fácil de ejercer.
Ahora, pues, su
pretensión consiste en que el capitalismo acceda a compartir un mínimo de la
renta con sus empleados y no más, como lo reconociera no mucho tiempo atrás un
novelista y pensador no lúcido pero sí honesto como el mejicano Carlos Fuentes,
que propuso para el socialismo —no sabemos si de la segunda, tercera o cuarta
vía— la misión de conseguir para los de abajo de la pirámide el mayor beneficio
posible del "derrame" generado por el sistema liberal.
A esto se reduce la
política de izquierda y a la misma se acomoda su ideología, históricamente
plástica y dependiente, fuera de su discurso tremebundo. Algo de esto conocemos
en la Argentina desde los orígenes del socialismo con un Juan Bautista Justo,
fiel concurrente a la embajada británica de entonces como hoy lo es Carlos Álvarez
a la norteamericana. Es que la izquierda siempre fue instrumento del imperio de
turno, incapaz a pesar de sus declaraciones en contrario, de sentir lo
nacional. Es, decíamos, sonada la hora de reconocernos todos ante todos y
terminar, por ejemplo, con la sarcástica y perversa hipocresía de una izquierda
preocupada por los pobres y decidida a combatir la injusticia. Adviértase que
la feroz izquierda que asoló al país veinte años antes, se ha instalado sin
pudor ni remordimiento en el gobierno de la mano y bajo la sombra de ese mínimo
kerenski criollo que se apela De la Rúa. Ocupan cargos de primer y segundo
nivel pero todos decisorios como Patricia Bullrich en Trabajo, que comparte con
su colega y correligionaria Fernández Meijide el discutible mérito de no saber
de qué se trata. O Nilda Garre, peligrosa guerrillera de otrora que sin
conversión pública ni privada ha quedado al frente de la mayor fuerza armada de
la Nación, la Policía Federal, en tanto otros no menos astutos compañeros
ocupan puestos neurálgicos en los servicios de inteligencia.
Combatieron al
capitalismo con las armas, se sumaron después a él. derrotaron a las FF.AA. por
los medios de comunicación y ahora pasaron a manejar las de seguridad. Están
infiltrando al Estado burgués de derecho con la tranquilidad que les
proporciona un irresponsable Presidente enfermo, mezcla de último Yrigoyen y de
postrer Illia. ¿Será mucho imaginar que un día la Argentina se despertará
formal y materialmente de izquierda y que tardará tiempo en darse cuenta de ello?
El estallido de Salta
Por fin, estalló
también Salta. A nadie se le escapa que la aplicación intransigente,
sistemática e impiadosa del Modelo Cavallo —ramalazo local del hipercapitalismo
terráqueo— es la causa primera y última del desorden social y de la angustia
humana que conmueven a la Argentina como nunca antes, que tengamos memoria. Es
comprensible y hasta legítimo que nazcan y se extiendan incendios por todas
partes, arrasando a su paso incluso los restos de buen sentido y de orden que
el totalitarismo neoliberal dejó en pie aunque sea por conveniencia propia o
porque todavía no le alcanzó el tiempo. Por eso son patéticos la simultaneidad
y el paralelismo con que se dieron los acontecimientos de violencia al mismo
tiempo —lo que da idea de una indubitable planificación diseñada fuera del
grupo de los desesperados— y la impasibilidad casi académica con que el
gobierno reaccionó frente a ellos. Fue sugestivo el hecho que la primera y
única preocupación del Presidente haya sido dirigirse al "establíshment"
reunido en Mar del Plata para tranquilizar a los mercados —que en su esquema es
también su principal y única obsesión— delegando en funcionarios de segunda
línea la salida de la violencia; un elenco integrado por izquierdistas en su
momento tan revoltosos y destructivos como los piqueteros de ahora, pero
devenidos burócratas al servicio del capitalismo más crudo que antes decían
combatir. Lo cierto es que el sistema ideado por los liberales globalizadores y
sostenido por la izquierda internacionalista —intrínsecamente cruel e injusto—
se reajustó contemporáneamente en ambos polos; por uno, afianzando hasta la
demencia economicista el proyecto que se seguirá aplicando sin variantes ni
adecuación alguna, y por el otro, se legitimaron el comportamiento y los
procedimientos de los encapuchados que cortaron rutas, secuestraron gente,
asesinaron e incendiaron propiedades públicas y privadas. Es decir, que
mientras se conservaban y consolidaban las causas de la pobreza y de la
violencia se exaltaba a ésta acordando con estos pichones de terroristas
marginando al Estado de derecho. Porque no otra cosa significa esta creación de
un espacio de impunidad para que un grupo de desaforados —invocando las mejores
razones y explotando las necesidades más perentorias— cometieran los peores
delitos al mismo tiempo que, una vez más, se dejaban retratar como víctimas de
la violencia desatada por ellos mismos.
Si atribuimos al
sistema capitalista y globalizante en ejercicio en el país desde hace largos
años la causa última de los incendios que lo asuelan. no podemos dejar de ver y
d( denunciar el aprovechamiento escandaloso que la izquierda de uno y otro lado
—es decir, de la instalada en el poder y la enfrentada con e mismo— hace del
dolor de los más pobres. Es altamente sugestivo —y debiera ser considerado en
forma especial por el gobierno y lo sería si no estuviera infiltrado hasta los
tuétano: por la izquierda paqueta y desarmada que Chacho Alvarez dejara— que el
"Perro" Santillán es un hombre conectado y posiblemente pago po las
FARC colombianas cuyo representante. Joaquín Calderón, desdice hace tiempo se
mueve con tranquilidad entre los círculos "progresistas argentinos, desde
Alfonsín hasta el más desorbitado quebrachero.
Todos esos grupos
tienen una responsabilidad más o menos directa y grave en los acontecimiento
que hoy algunos lamentan y otro festejan. No puede caber duda de la
infiltración ni de la explotación de las urgencias generadas por el sistema que
muerden a los más débiles así lo muestran las extensas y por momento ridiculas
pretensiones expuestas en un petitorio por los piqueteros de Cafayate, que van
desde la inversión de cientos de millones de dólares en la zona hasta la
entrega de una autobomba; tal asimetría de aspiraciones indica la urgencia e
improvisación con que el petitorio fue redactado, incluyéndose problemas
coyunturales y de fondo bajo la misma presión armada. Gimnasia sobre la
miseria, pues, utilización descarada de los marginados del sistema,
aprovechamiento cruel de los desempleados a los que —todos, de un lado y del
otro, lo sabían bien— no se les proporcionaría ninguna solución seria; la que
provendrá sólo y en tanto se abandone el Modelo y se lo sustituya por alguna
alternativa posible que no deje lugar para la injusticia ni para su manipulación.
La ley de presupuesto
El proyecto de ley de
presupuesto enviado al Congreso tiene todos los rasgos del modelo económico al
que sirve y en el que se inspira, al igual que el paquete de medidas
complementarias.
Es esencialmente
recesivo como que se incluye un compromiso de no modificar el gasto público
hasta el 2005, es decir hasta dos años después de finalizado el actual gobierno
que. si Dios quiere, se irá para no volver. Pero además contiene una invitación
a las provincias a hacer lo mismo, con lo cual se procura asegurar por el mayor
tiempo posible mantener al país en la recesión y el achicamiento puesto que,
por otra parte, no se contempla ninguna estrategia tendiente a facilitar el
crecimiento ni la inversión. O sea, que el Estado argentino declara de un modo
público y solemne —dado que seguirá manteniendo su actual y obsoleta
estructura— su voluntad de seguir siendo inútil, ineficiente e incumplidor de
sus funciones mínimas y más primarias.
Sólo se trata de conseguir el equilibrio fiscal que es visto como un glorioso
fin en sí mismo, como el objetivo supremo de cualquier política económica
presente futura. Al mismo tiempo no se
descuida otro aspecto fundamental de la Escuela: favorecer los negocios de los particulares
cercanos al poder y/o extranjeros. A esta intención responde la eliminación del
llamado sistema de reparto en el área de las jubilaciones, entregando a las
siempre hambrientas AFJP un apetitoso mercado cautivo de no menos de cinco
millones de individuos que, a partir de este momento, estarán forzados a
apostar a los manejos correctos de estos nuevos señores feudales. Apostar tanto
sus ahorros como sus esperanzas y destinos finales. Pocas veces, quizá nunca,
el Estado y su presunto riesgo totalitario fue sustituido por el certísimo totalitarismo
del Mercado que, además, se convertirá en el prestamista natural para aquél,
desguazado, empobrecido y mendicante hasta la inopia y el catatonismo.
Pero, por si hiciera
falta, el gobierno se muestra —más desesperado que convencido— altanero y prepotente
porque amenazó de entrada que, de no aprobarse el presupuesto tal como está
(aunque algo se vio obligado a negociar) y las medidas complementarias, las
sacará por decreto de necesidad y urgencia. Lo que carece de sentido jurídico
en tiempos en que el Congreso funciona normalmente, circunstancia que acentúa
la ilegalidad de la decisión pero que acredita el grado de arbitrariedad a que
se puede llegar por más discurso moderado que se use. Bien es verdad que este
recurso de los decretos de necesidad y urgencia —de tan volátil interpretación—
es resultado del pacto de Olivos suscripto por Menem (que tanto abusó del
artilugio) y por Alfonsín que, como vemos, previsoramente le dejó a su sucesor
correligionario el instrumento apto para gobernar bajo una apariencia
democrática con la decisión de una tiranía. Una tiranía que, como es lógico, no
está al servicio del bien común nacional sino de los Acreedores Extranjeros y
de los inconformistas y cada vez más lejanos, distraídos y abstractos
inversores.