miércoles, 18 de julio de 2018

En la década del 90 se animaron…









En la década del 90 se animaron…



 
En la década de 1990 el presidente Menem se animó a desmantelar el proceso de ingeniería social que significaron las estatizaciones, el intervencionismo, el proteccionismo y la perspectiva autárquica, así como sus secuelas entronizadas a partir de 1943. Su gobierno resolvió pagar el costo político que implicaba encarar el cambio hacia una economía de mercado. La crisis económica provocada por la gestión del presidente anterior, Ricardo Alfonsín, que terminó en hiperinflación, ayudó a que la gente aceptara un cambio radical de rumbo.

El decreto de desregulaciones económica N°2284, del año 1991, derogó enorme cantidad de restricciones a la competencia y a la transparencia en el funcionamiento de los mercados. Abarcaba el mercado interior de bienes y servicios, el comercio exterior, las economías regionales, los regímenes promocionales para industrias intensivas y el mercado de capitales. La política de desregulación del comercio exterior fue meritoria teniendo en cuenta que en nuestro país predominaban, vergonzosamente, los intereses de sectores privilegiados por el gobierno.
La gran estocada al corazón de las empresas estatales destruidas por la política, la burocracia y los sindicatos la dio su gobierno. Hubo que vencer a poderosas corporaciones y convencer a una sociedad cuya cultura política seguía siendo peronista. Se prefería el ascenso por antigüedad o cooptación y no por capacidad y desempeño como la seguridad en el cargo y las prebendas, a las incertidumbres de la abierta e incierta competencia.
Quiero recordar a María Julia Alsogaray, quien falleció hace muy poco, sin que se haya reconocido el importante papel que le cupo en la privatización de Entel que estaba al borde del colapso. Fue un leading case fundamental en la gran transformación política encarada por el presidente Menem quien pretendió acabar con la ineficiencia de las empresas estatales que además de dar deplorables servicios a la comunidad aumentaron el déficit, el gasto y la tan temida inflación.
La privatización de Entel fue sumamente innovadora. En ese momento todos los teléfonos de Europa eran estatales. En Inglaterra se había hecho una privatización parcial del servicio internacional y en EEUU, que era privado, por razones técnicas lo que se había hecho no era más que dividir una empresa gigantesca en muchas. Chile había tenido una mal experiencia porque había privatizado el servicio internacional, luego fueron corrigiendo.
Con la privatización, Argentina le decía al Mundo que estaban traspasando el servicio telefónico del país a manos privadas totalmente, no se guardaba tampoco acción de oro que le seguía dando poder e injerencia al Estado. Me dijo María Julia Alsogaray, en una entrevista, que tuvieron pocas ofertas porque no les creían, les costaba hacerlo. Había un riesgo país altísimo. Los liberales ortodoxos no lo tuvieron en cuenta cuando pedían una liberalización total.
Al principio hubo dos planteos de privatización: había una idea de convertir todo en una especie de sociedad anónima, dividida en partes, que se repartirían entre los proveedores, los empleados y obreros, otra se iba a vender en la Bolsa y otra a los operadores. Era para María Julia Alsogaray, un disparate, sobre todo entregarle la empresa a los operadores, quienes la habían explotado durante toda la vida, Siemens, Alcatel, entre otras. Además, el Estado tendría una acción de oro. Se desestimó esta opción porque ella se opuso. Al asumir su cargo de Interventora de la empresa, había pedido poder de decisión y resolvió que se vendía todo, el Estado no se quedaría con acción de oro. Si privatizaban había que hacerlo en serio.
Esta privatización fue también sumamente original en el rescate de la deuda: contra la cesión de una parte de los activos de Entel, se rescataron 5029 millones de dólares de la deuda externa.
Implico una quita de entre el 60 y el 80 %, hecha por los acreedores. Significo un ahorro anual de intereses del orden de los 400 millones de dólares. Fue uno de los aspectos más destacables y, sin embargo, uno de los más criticados.
Quedó demostrado que una propuesta de dos años antes del Ing. Álvaro C Alsogaray de rescatar la deuda externa con los bancos privados, pagándoles con empresas estatales de las cuales, de todas maneras, debían desprenderse por no poder mantenerlas, ni rehabilitarlas, podía ser exitosa.
Resumiendo, con la venta de ENTEL se obtuvo para el país:
214 millones de dólares al contado.
300 millones de dólares en documentos que realmente implicaban contado.
2000 millones de dólares al contado por la venta del 30 % de acciones en poder del Estado con la participación de más de 200. 000 accionistas, lo que se llama capitalismo popular.
5029 millones de dólares en certificados de la deuda externa argentina en pagos de una parte de los activos de ENTEL.
250 millones quedaron en acciones para el personal.
El tesoro Nacional vivió durante buena parte de 1991 y 1992 de esos ingresos. Se eliminaron pérdidas que afectaban al contribuyente, se percibieron impuestos que antes no se recaudaban, los adjudicatarios invirtieron mucho en el sistema y el servicio mejoró con rapidez. Se obtuvo mucho más de lo que supuestamente valía, según cálculos de la época, 1900 millones de dólares.
Tuvo gran oposición de parte del sindicato que declaró una huelga, y de una amplia representación política pero el presidente estaba decidido a respaldar el cambio. Con su apoyo total contó María Julia para realizarla.
Pero, no solamente en las privatizaciones avanzó el Gobierno, también en la integración económica con países vecinos y en el restablecimiento del vínculo con Europa afectado por la Guerra de Malvinas, y con EEUU e Israel luego de años de conservar estrechos lazos con los países no alineados.
La convertibilidad, otra de las medidas, tuvo, en general, enorme prestigio, porque terminó con la hiperinflación de golpe y la gente volvió a creer en un futuro mejor. Aunque se perdió parte del esfuerzo por no dejarse flotar el dólar una vez que había regresado la confianza.
Lamentablemente, en los gobiernos posteriores, no se corrigieron los errores sino que se cambió de modelo con la llegada de Néstor y Cristina Kirchner al poder.
Hoy, los problemas del gobierno del presidente Macri, en gran medida, se deben a que no se encaró desde el primer día de gobierno un cambio radical como se hizo en el primer gobierno de Carlos Menem, quién decía, en oportunidad de su juramento constitucional, impensado en un peronista: “El Estado Nacional hará solo aquello que no puedan hacer lo particulares”. A ello tenemos que volver si queremos salir adelante.
El estado debe limitarse a cumplir con el rol constitucional de legislar, juzgar y administrar, alejándose por completo de las actividades propias de los particulares. Los países exitosos muestran que un sistema económico será tanto más eficaz cuanto menor sea el protagonismo del estado y mayor la libertad que tengan los individuos.
Elena Valero Narváez
Autora de “El Crepúsculo Argentino”. Ed. Lumiere, 2006
Miembro de Número de la Academia Argentina de la Historia
Miembro del Instituto de Economía y Política de la Academia Nacional de Ciencias Morales y Políticas

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