CAPITULO 2
LA CHISPA DIVINA
Victoria Montero conoció a Eva Perón el 22 de mayo de 1947 en Paso de los Libres, Corrientes, cuando era la apóstol del vendaval peronista que estaba transformando a la Argentina. Aunque las clases acomodadas la consideraban una putita impetuosa de la radiofonía argentina que había usado la cama como una escalera, los excluidos de la sociedad la adoraban porque en pocos años recibieron de ella lo que ningún político les había dado ni les daría jamás. Eva había nacido en 1919. Era hija ilegítima de Juan Duarte, un estanciero medio de la provincia de Buenos Aires. El día de la muerte de su padre, ella, y su madre y los hijos de su madre fueron echados a empujones del velorio por la viuda y los hijos legítimos. A los 15 años Eva decidió escapar del polvo de las pampas con la compañía efímera de un cantante de tangos. Durante esos primeros tiempos vivió en pensiones infames y deslizó su presencia en telenovelas radiales y obras de teatro que, en jornadas de trabajo extenuantes y pagadas con monedas, le permitieron hacer pie en la ciudad. No tenía una calidad interpretativa que deslumbrara a los productores, y tampoco su rostro pálido y algo demacrado representaba el canon de la belleza, pero sabía lo que buscaba. En enero de 1944, cuando hizo suyo a Perón, ya tenía sobre sus espaldas ocho años de carrera artística, dos tapas de la revista Antena, participaciones menores en algunas películas y un programa en Belgrano, la radio más popular de la Argentina, donde interpretaba la vida de mujeres de la historia en clave de melodrama.
Se decía que era amante de un coronel que la sacó de una pensión de La Boca y le instaló un departamento en la calle Posadas, en la Recoleta, para que se acomodase.
Eva aprovechó la primera oportunidad para deshacerse de él. En un espectáculo a beneficio de las víctimas del terremoto de la provincia de San Juan vio que la actriz que acompañaba al coronel Juan Perón en la primera fila dejaba su butaca para subir al escenario. Eva ocupó su lugar y nunca más se separó del militar. Esa misma noche durmieron juntos en una cabaña del Delta.
Perón y Eva se casaron el 22 de octubre de 1945. Perón, viudo y con 50años, ya estaba en el primer plano de la política argentina. Unos días antes, el presidente, general Edelmiro J. Farrell, que veía cómo la figura del coronel tomaba vuelo propio, lo había obligado a renunciar a sus tres cargos en el gobierno: la vicepresidencia, el ministerio y la secretaría de Trabajo y Previsión. Perón fue confinado a la isla Martín García, a fin de apartarlo de la política y arrojarlo al olvido, pero el 17 de octubre una movilización de trabajadores sindicalizados y otros sectores excluidos por la sociedad conservadora llegó hasta la Plaza de Mayo y forzó su libertad.
En defensa de la transformación económica y la justicia social, lanzaron a Perón al centro de la escena política. Esa tarde, el líder militar habló por primera vez desde el balcón de la Casa de Gobierno. Aunque su verdadero rol en la crisis de octubre es todavía confuso, lo cierto es que Eva se convirtió en una daga dispuesta a clavarse en el corazón de quien se atreviese a atacar a su marido. En febrero de 1946, Perón fue elegido presidente. Su esposa, a diferencia delas primeras damas que sólo se hacían visibles en el Tedeum de la Catedral, el chocolate del 9 de Julio en el Teatro Colón y el té de las Damas de Beneficencia, fue la abanderada de un terremoto social. Empezaban a llamarla Evita. No sólo fue el emblema del activismo justicialista: fue el motor de la transformación y se constituyó en el nexo directo entre los trabajadores y su marido.
Como sucesora del mismo Perón en la Secretaría de Trabajo, convirtió a la Confederación General del Trabajo (CGT) en su brazo político y, a medida que construía la identidad política del movimiento peronista y criticaba la opresión de la oligarquía, neutralizó a los sindicatos
que pretendían independizarse del gobierno y la CGT, persiguió a obreros comunistas y socialistas y aplastó huelgas rebeldes. En 1947 cuando Evita visitó Corrientes, junto a Perón en visita oficial para inaugurar el Puente Internacional que une Paso de los Libres con Uruguayana, habilitado un año y medio antes, sus asesores tiraron monedas por las calles para ganarse el amor de los niños, que empezaron a correr detrás del auto descapotable. Después del corte de cinta, los colombófilos soltaron sus palomas, se cantaron los himnos de la Argentina y el Brasil con las bandas sinfónicas del Ejército, un obispo bendijo el puente, se colocó una placa y comenzaron los discursos. En el vino de honor del Auto club de Corrientes, el presidente brasileño, general Eurico Dutra, le regaló a Evita un prendedor rodeado de brillantes. Luego de una jornada de almuerzos y cenas de honor, placas e inauguraciones, Perón regresó en tren a Concordia y luego abordó el barco presidencial Tecuara hasta el puerto de Buenos Aires. Evita durmió en Paso de los Libres para encontrarse al día siguiente con Victoria Montero.
Cuando Evita llegó junto con la comitiva a la casa de la calle Rivadavia, la Madre Espiritual estaba sentada bajo los árboles, en el patio interior, esperando que pasara una corriente vibratoria de la Naturaleza, la corriente de Dios. Tenía los ojos cerrados. Sintió la presencia de la Abanderada de los Humildes y los abrió
-Sos la enviada de Dios —le dijo—. Los pobres siempre te agradecerán todo lo que estás haciendo por ellos.
Victoria Montero revelaba muy poco de su vida personal. Su pasado se había convertido en una leyenda. Se decía que había nacido en España, que a los 10 años sus padres la habían traído en barco a Sudamérica, y que al cruzar el Peñón de Gibraltar tuvo una clarividencia, una visión astral y espiritual. Con el correr del tiempo, su percepción se fue haciendo cada vez más fina, y empezó a contemplar la realidad que nadie veía. Victoria había nacido en una familia católica. Sus hermanas se ordenaron monjas y, cuando los padres murieron, decidieron donar la herencia a la Iglesia. Se cree que Victoria vivió en Buenos Aires y que, antes o después de casarse con Juan Caminero, viajó a Porto Alegre para vivir en una hacienda fuera de la ciudad, donde habría tomado contacto con un grupo de asesores del general Getulio Vargas, quien sería presidente del Brasil. La revolución de 1924 hizo que se mudaran a San Pablo. Con Caminero tuvo un hijo, Ernesto. Después de ese primer matrimonio, Victoria y su hermanastra Teresa, que siempre la acompañaba, se casaron con los hermanos uruguayos Juan y Bartolomé Montero. Desde entonces fue Victoria Montero. En el Brasil fue partera, socorrió a desamparados, ayudó a mendigos y asistió a leprosos en los hospitales. Decía que su misión era poner el alma, el espíritu y el cuerpo para servir a Dios y al prójimo. Del Brasil se trasladó a la ciudad de Corrientes, y de allí se mudó a una casa antigua de Paso de los Libres, sobre la calle Rivadavia.
Victoria abrió las puertas de esa casa (aunque durante treinta y tres años fueron pocas las veces que ella misma las traspuso) para recibir a todo aquel que buscara comida u hospedaje. Solían llegar mendigos y soldados del Regimiento de Artillería. El 21 de septiembre la visitaban los estudiantes de la escuela secundaria. A veces aparecían peregrinos a buscar pan; ella ponía un plato sobre la mesa y les daba un poco de conversación. También la visitaban el comisario, el padre Araujo y el pastor evangélico Terranova, que iban a jugar al ajedrez y a las cartas. Entonces se decía que Victoria tenía una visión interior tan desarrollada que el día que recibió la visita del consagrado ajedrecista Miguel Najdorf le hizo jaque mate en treinta y dos jugadas.
En la Navidad de 1951, cuando López entró por primera vez a su casa, acompañado de José María Villone, Victoria estaba en la habitación de al lado del comedor, sentada en un sillón de mimbre. Siempre usaba el mismo vestido de lino blanco, con el argumento de que facilitaba el paso de la radiación cósmica. En el pliegue de la falda guardaba un rosario. Tenía el pelo gris y muy largo, casi hasta la cintura. Su hermana Teresa y Élida, la cocinera, dedicaban horas a hacerle las trenzas, mientras ella permanecía quieta en un rincón, observándolo todo a la distancia con ojos severos, pero también serenos. Parecía tener unos
sesenta años, o quizá más. Su edad también era un misterio. López se sentó en una silla frente a ella. La mirada de Victoria lo perturbó un instante, pero mantuvo la vista fija en sus pupilas. Rogó a Dios que esa mujer fuese su Maestro.
-Usted no está aquí por nada. Yo lo estaba esperando —dijo Victoria. López se sintió honrado: -Busqué por todos los medios a mi alcance el camino que me conduciría a usted. Seguí con paciencia y amor cada corriente espiritual, las orientales y occidentales, con un profundo respeto por el Ser Supremo. Siempre busqué al Ser Sobrenatural que diera paz a mi alma, que me diera su palabra iluminada, que me apartara de mis dudas, de mis sombras, y que colocara sobre mí el influjo de su poder. Busqué la elevación espiritual, la sabiduría, pero hasta ahora sólo pude aumentar mis conocimientos intelectualmente.
Nunca pude satisfacer mi interior. ¡Tengo una gran sed espiritual! ¡Un sincero deseo de Verdad!
-Usted todavía no ha despertado su conciencia como servidor del Señor. Su conciencia todavía duerme. Ya encontrará su propia ley, no se impaciente. Es un proceso largo. Pero, si no lo logra, sepa que jamás trascenderá de su propia carne y morirá dentro de esa gran ilusión que es su cuerpo.
López dijo que quería elevarse para encontrar el camino del Señor. Le hizo una confesión: -Hubo un tiempo en que, influido por la lectura de algunos malos libros, pensé que, con la sabiduría de mi mente y mi elevación espiritual, podía alcanzar una situación de privilegio sobre los seres humanos. ¡Hasta ese punto había llegado mi confusión! Creía que ya había hallado la suma de los conocimientos y sólo entonces me di cuenta de que no sabía absolutamente nada. Por suerte fui dejando de lado el ansia malsana de lograr un Maestro personal para que me otorgara sus poderes maravillosos, como si yo fuese alguien. Fue un tiempo de golpes y más golpes, de desazones e inseguridad, que me bajaron del trono de papel en que me había forjado.
-Usted tiene que prepararse para ser útil y responsable. No tendrá que ser falso ni mentiroso. Iniciará un camino que es duro, árido, pero debe mantenerse fuerte y paciente, y por sobre todo perseverante. Feliz de usted si prosigue el camino del espíritu.
López se sintió protegido: -Gracias, yo siempre imaginaba que mi Maestro me estaría esperando. Quiero contarle algo que es triste pero me ha enseñado mucho. Cierto día, una persona que simbolizaba para mí un verdadero emblema enfermó de gravedad y falleció.
López entrecerró los ojos -Pido al Señor que le brinde paz, iluminación y felicidad... -Para mí fue un choque interno en plena madurez de mi existencia que me hizo pasar de ser niño para convertirme en hombre. Hasta ese momento yo era simpático, irradiaba optimismo, pero luego se despertó en mí una clarividencia intuitiva que me mostró la faceta más egoísta de los seres humanos; fue una experiencia horrorosa ver la mentira y el desagradecimiento por doquier. Ahí perdí la risa fácil. Quiero decirle que mi alma fue templada en el dolor y ese fuego quemó mis entrañas..
-Esta es su familia, López —lo tranquilizó Victoria—. Aquí estamos todos hermanados desde hace mucho tiempo. Tendrá que trabajar mucho adentro para pulirse e ir mejorando. Pero recuerde siempre esto: el espíritu es todo.
López estaba convencido de eso, lo había leído mil veces, pero quiso escuchar la respuesta de la propia voz de la Madre Espiritual.
-¿Por qué el espíritu es todo?, preguntó sintiéndose un poco irreverente. Victoria se lo explicó: -Porque proviene del Eterno. Es la vibración, el magnetismo, la luz. El espíritu es la energía absoluta, la fuerza universal, la vida del éter en constante movimiento. Todo su cuerpo vive en el éter, irá hacia y volverá del éter siempre. Usted vive en constante evolución. ¿Sabe una cosa? Yo lo miro a usted y ¿qué veo?
-¿Qué ve?
¿Materia densa?
-Yo ya no sé si usted es de carne y hueso o es una manifestación astral. Lo miro a usted y veo millones de átomos y de partículas que lo envuelven como una nube y forman su personalidad total.
López la miró sin entender del todo. Victoria siguió. -A partir del trabajo espiritual, en lo más recóndito de su ser, usted encontrará su propio átomo, el átomo madre. Ese no se puede dividir más. Es su totalidad. La chispa que nos insufló Dios en la Creación. Ese es su verdadero Maestro Interior. Su Cristo Interno. Hay quienes lo tienen muy pequeño, como escondido, y otros lo tienen más desarrollado. Cuando lo conozca, usted podrá alcanzar percepciones más sutiles, podrá percibir alguna radiación de la perfección suprema de Dios. Le aseguro que la sabiduría brillará en sus acciones. Ya lo verá. Usted no se desvíe. No traicione a su Cristo Interno. Ahí está su verdad.
-¡Esa será mi verdad! —repitió López entusiasmado. -Sí, pero la verdad no se da. Usted tiene que llegar a ella. López se quedó en silencio otra vez. Volvió a sentirse solo. -No se preocupe si su mente no asimila estas enseñanzas. Poco a poco. Hoy estoy un poco charlatana. Su Ser Íntimo todavía está guardado y usted mismo se ocupará de encontrarlo. Yo apenas estoy poniendo una semilla, átomos de alta vibración espiritual, que algún día germinarán. Ahora dígale a Teresita que lo lleve a la habitación y recuéstese. Y empiece a meditar sobre todo lo que hablamos.
López se estaba retirando cuando Victoria lo llamó: -Escuche bien esto. Si usted trabaja su espíritu podrá entrar en armonía con el Universo y se convertirá en un ser puro. Sus fuerzas ocultas serán una bendición para los demás. Podrá curar enfermedades, aliviar dolores del cuerpo y del alma. Pero nunca deberá abusar de sus poderes porque producirá mucho daño. Será una maldición para todos y también para usted. Ahora vaya...
López entró en la habitación y se tumbó en la cama. Estaba fatigado. Le vino a la mente la imagen de Hermes Trismegisto en el camino de la Iniciación, cuando buscaba los secretos del arcano en el umbral mismo de la ciencia oculta, y aspiraba a respirar la Rosa de Isis y ver la luz de Osiris. Hermes estudió y meditó con triste gozo durante años y puso en sacrificio su alma en el deseo de conocer las doctrinas Sagradas, pero luego, puesto en un sarcófago abierto, quedó solo en las tinieblas con el canto de los funerales, fue perdiendo su conciencia terrestre y la parte etérea de su ser fluyó de su cuerpo, hasta que Isis, la Rosa Mística de la Sabiduría, se abrió ante él y se transformó en mujer, como un ser angelical, promesa inefable de lo Divino, y le hizo ver la Iluminación más perfecta que abarcaba todo el Infinito. ¿Podría él, López, encontrar su átomo madre y reconcentrarse en su propio ser? ¿Le llegaría la hora Divina en que podría conocer su otro yo, más puro y más radiante, el yo celeste con el que soñó en horas sombrías? ¿Podría desligarse del mundo físico y elevarse entre las esferas luminosas de la Sabiduría, el Amor, la Justicia, la Belleza, el Esplendor, la Ciencia y la Inmortalidad, como lo hizo Hermes?¿Llegaría ahora mismo Osiris para revelarle el Dios oculto del Universo? Un sueño invencible sepultó cada pregunta.
Al despertar, fue hacia el comedor de la casa. Todos los "hermanos" estaban de pie, haciendo un círculo alrededor de la mesa, con las manos entrelazadas. No serían más de doce o quince. Estaban esperando a Victoria para iniciar una ceremonia. Ella no hacía su aparición hasta que no percibía que las vibraciones del Éter estaban en armonía con las corrientes astrales y planetarias. Se decía que su cuerpo estaba rodeado de una capa etérea muy fina que le permitía alcanzar una percepción extrasensorial y le abría las puertas de la otra vida. Las ondas más sutiles del Universo acariciaban su interior como una brisa. Victoria se concentraba antes de empezar. Quería que esa energía que recibía de Dios bajara también a sus hijos espirituales, quienes debían sumar a la corriente vibratoria pensamientos de paz, hermandad y amor fraternal, para que se desparramaran entre millones de seres y elevaran a la humanidad hacia un estado de dicha infinita, al servicio del Eterno.
A López le pareció que la oración de la mujer era un incesante devenir de frases inconexas, un zumbido rítmico cuyo significado no podía descifrar. Luego lo supo: una vez que abría la ceremonia, Victoria no podía romper el equilibrio armónico de las corrientes astrales. Sólo podía emitir sonidos largos y monótonos, a lo sumo monosílabos, a los que llamaban mantras, que debían alcanzar la altura, la vocalización y la resonancia justas. Cada vez que concluía una de estas ceremonias, Victoria se retiraba a su sillón y todos los participantes intuían que las vibraciones del Universo ya habían bajado a la casa. Cada uno, a su modo, se esforzaba por recibirlas. Algunos apretaban fuerte las manos; otros entre cerraban los ojos e intentaban aislarse de todo lo que los rodeaba o imitaban los mantras de Victoria. De golpe, alguien elevó la voz con ímpetu:
-Fuerza Universal y Cósmica, energía misteriosa, seno fecundo de donde todo nace... Y cada uno de los participantes comenzó a recitar una oración, con los brazos en alto, bus- cando alcanzar el éxtasis interno para que el poder de Dios obrara sobre su espíritu. Después de la ceremonia, todos se distendieron con una enorme sensación de alivio. Empezaron a distribuir la comida. Alguien llamó a los hermanos para mostrar un descubrimiento: la cera derretida de la vela se había enfriado sobre la mesa, dibujando la figura de una paloma de la paz. Fue considerado un hecho celestial. Era difícil discernir en realidad quiénes habían sentido en su espíritu las vibraciones divinas. Uno comentó que, habiendo relegado su pensamiento, se había sentido nadando en un estado emocional de una intensa paz interior, totalmente abstraído y fuera de su voluntad; otro relató haber tenido un vuelo de Amor en el que alcanzó a conectarse con el Bien y a percibir la felicidad verdadera. Y se le notaba: le habían cambiado los colores de la cara y sus ojos se habían vuelto más expresivos. Se sentía repleto de buenos pensamientos. Y así se sucedían las conversaciones en un ambiente de sereno jolgorio. El problema se presentaba para los que no habían sentido nada. Podían fingir que habían percibido una leve sintonía con el Creador, que habían sido transportados a su ser más íntimo, pero no eran sinceros. Esta falta de sensaciones de orden místico o sobrenatural los hacía sentirse apartados del grupo. Se preguntaban por qué sus espíritus no podían vibrar como los del resto de los hermanos, en qué estaban fallando. Los interrogantes eran infinitos, tanto como los intentos por explicar las razones de lo que no sucedió: quizá no habían puesto la fe necesaria en los ejercicios; quizá todavía no era el momento; quizá eran malas personas y harían falta numerosas reen-carnaciones para que su karma se redimiera. Después de la ceremonia, Victoria evaluaba la actuación de cada uno en los diversos niveles del plano astral y sus palabras intentaban apuntalarlos en los tropiezos del camino espiritual.
Tras aquella Navidad, López continuó visitando la casa de la Madre Espiritual. Acumulaba francos en la policía o fingía enfermedades para llegar a Paso de los Libres en tren o en un micro que atravesaba el Litoral por la ruta 14, que por entonces era de tierra. Generalmente iba solo. Los primeros meses su esposa no lo acompañó. A partir de que conociera a Victoria, López se sumergió aun más en las lecturas esotéricas. Devoró La civilización adámica y los tres tomos de Arpaseternas, de Josefa Rosalía Luque Álvarez (Hilarión de Monte Nebo), que narraba la vida de Jesús y afirmaba que éste había sido iniciado en la lectura de los libros sagrados de Moisés y los profetas por un Consejo de Ancianos de la orden de los esenios. En las grutas del monte Moab, al oeste del Mar Muerto, Jesús habría desarrollado su espíritu antes de encontrarse con Juan el Bautista. Victoria compartía mu-chos preceptos de los esenios: la creencia en un Dios único y universal, el amor fraternal que se manifestaba en el silencio, el dominio delas pasiones, la cama y la mesa siempre dispuestas para el peregrino, el amor al prójimo. Si los esenios tuvieron templos y santuarios que funcionaban como Escuelas de Sabiduría para los aspirantes, ella ofrecía su casa como una Escuela de Vida. Se había retirado del mundo para intentar salvarlo y también creía en el poder purificador de las aguas. Una vez había bautizado a José María Villone en la laguna La Brava de Corrientes, de la que se decía que tenía una fuerte carga energética. La tradición secreta de la Orden de los Rosacruces fue otro asunto que suscitó un gran interés en López. No era para menos. A través de las conversaciones con Victoria se inició como aspirante a las enseñanzas de la Fraternidad Rosacruces Antigua, aunque ésta no otorgaba graduaciones o títulos y tampoco requería dinero.
López también siguió las enseñanzas del Gran Maestro Max Heindel, y releyó varias veces una obra central para acercarse al misticismo esotérico cristiano, El concepto Rosacruz del Cosmos. Además estudió los libros del ocultista Krum Heller, conocido como Huiracocha: aprendió de memoria sus tablas de vibraciones del Universo, El Tatwámetro, que explica cómo las vibraciones ejercen su influencia sobre los seres humanos durante veinticuatro minutos de cada par de horas, a partir de la salida del Sol; y su Biorritmo, que enseña a despertarlos centros magnéticos del cuerpo, o chakras.
Encerrado en su habitación o sentado bajo la higuera del fondo de la casa, a la que llamaban "Villa Tranquila", López meditaba acerca de sus acciones en el mundo y esperaba que la iniciación cambiara el curso de su vida, con la que se sentía insatisfecho, y le diera una confianza sobre sí y una autoridad sobre los demás que nunca había tenido. Carlos Silber fue una de las primeras amistades que cosechó en sus viajes a Paso de los Libres. Silber estaba casado con una de las sobrinas de Victoria, trabajaba de despachante de aduana y era un cliente de lujo para el corredor de libros de Editorial Aguilar asignado a la región mesopotámica: compraba enciclopedias, atlas geográficos, libros de arte, ensayos sobre los misterios egipcios y tratados sobre francmasonería. Cuando no estaba en la casa de Victoria, era frecuente encontrar a López recluido en su biblioteca, leyendo o tomando apuntes. No era mucho lo que se podía hacer en Paso de los Libres. A veces Silber lo llevaba a tomar un cognac a la confitería De Cortez, sobre Colón, la calle principal, o cenaban en el restaurante que había montado Ingeme, un ex boxeador correntino. Otras de las atracciones nocturnas de la zona eran el club Guaraní, sobre la barranca del río Uruguay, y el galpón del centro donde empezaba a despuntar el talento de Ernesto Montiel, un joven chamamecero.
Una noche López volvió a la casa de la Madre Espiritual apesadumbrado. Le dijo a Victoria que lo estaba desvelando un tema:
-Si el Universo, que es infinito, es la causa misma de todas las cosas, y engendra todos los misterios de la vida, entonces yo, que soy esfera finita, jamás podré comprenderlo.
-Usted es un espíritu digno de encontrar respuesta a esa pregunta; respondió Victoria. López meneó la cabeza: -Nunca podré captar la totalidad (dijo en tono triste). El Universo es un horizonte inmenso al que nunca podré acceder...
Victoria no quiso dejarlo perturbado: -No hay una respuesta material para entender qué es el Universo. Usted percibirá la Verdad en su cuerpo espiritual, porque su cuerpo espiritual sí es infinito. Ya va a ver. Final-mente se irá abriendo a las leyes cósmicas y logrará revelarse a sí mismo. No se impaciente( y apartó la vista).
López se levantó de la silla y se alejó respetuosamente hacia el comedor, preocupado por el repentino silencio de su Maestra. Victoria tuvo una visión espontánea que le impidió seguir el diálogo: se le habían aparecido dos personas cruzando el puente de Paso de los Libres. Le pidió a Élida que pusiera dos platos y una botella de agua en la mesa. López permaneció incrédulo en el comedor, hasta que finalmente pudo corroborar que Victoria había recibido del Eterno los poderes divinos: a los pocos minutos golpeó la puerta Dalton Rosa, acompañado por otra persona. Montiel fue uno de los pioneros del chamamé en Paso de los Libres, pero siempre renegó de su ciudad porque las radios pasaban música brasileña y a él lo ignoraban. De muy joven, tuvo que escapar a Buenos Aires porque debía una muerte por una pelea, en la que perdió dos dedos. Su abuela Rosa lo embarcó a Buenos Aires, donde se consagró como músico. Luego hizo giras por Europa y Asia, y fue recibido por el Papa. Cuando López lo conoció, en 1950, tocaba en el salón De Cortez y el club Guaraní. Todos los 6 de diciembre se realizan festivales de chamamé que llevan su nombre.
Rosa era economista, gerente del Banco del Brasil y también adscripto a una orden masónica. Con los años, su influencia sobre los habitantes de la ciudad de Uruguayana lo llevaría a alcanzar el cargo de vice prefecto. Sin embargo, sus lazos con Victoria eran meramente espirituales. Rosa había llegado de urgencia para pedirle que escuchara la historia del amigo que lo acompañaba, quien estaba acusado de un crimen y no tenía la conciencia en paz. Ella escuchó la defensa y los miedos del hombre durante buena parte de la madrugada, pero bastaron unos minutos de su palabra para convencerlo de que debía tomar la cárcel como un lugar de redención. Dalton Rosa sería el primer vínculo de López con el Brasil. Por su intermedio conoció a Claudio Ferreira, quien tenía el cuerpo mucho más grueso y era veinte centímetros más alto y quince años más joven que López. Su madre lo había educado bajo el influjo espiritista de Allan Kardec, pero Ferreira se entregó al umbandismo. Cuando López lo conoció, se ganaba la vida vendiendo medicinas homeopáticas y esencias aromáticas por farmacias de Rio Grande do Sul. No había duda de que la mayor parte de sus clientes eran devotos del culto afro brasileño. Algunos años más tarde, mediante la decidida acción de López, Ferreira frecuentaría a Perón en su casa madrileña de Puerta de Hierro, y lograría que el General probara y promocionara un tónico para calmar los nervios y estimular el cerebro.
Ferreira conoció a Dalton Rosa cuando abrió su cuenta corriente en el Banco do Brasil. Al gerente le cayó en gracia. Le presentó a la Orden de los Rosacruces de Uruguayana y se ocupó de cubrirle los cheques ante cada imprevisto financiero. La amistad con Ferreira hizo que López cruzara la frontera y estableciera conexiones espirituales en el Brasil. Formó un grupo de amigos de edades y creencias bastantes heterogéneas. Se reunían en la casa del farmacéutico "Maneco" Dos Santos y en la de Milton Núñez de Souza, un librero rosacruz; también se acercaban al grupo dos periodistas locales. Hablaban de faraones, religiones secretas y sentidos ocultos del Universo, e intercambiaban técnicas para despertar las facultades del alma y ponerlas en el camino de Dios. Si lo animaban un poco, López se largaba a cantar y Ferreira lo acompañaba a capella. Los unía la música .La consideraban un llamado del mundo celeste, sutil, inaprensible. Los sonidos eran ondas vibratorias que, combinadas con cierto arte, provocaban el éxtasis; eran el lenguaje del alma. López le comentó a Ferreira el caso de Osiris Quiroz, un joven que visitaba la casa de Victoria Montero y componía piezas musicales de hondas en sensibilidad artística. Había una que comenzaba con una escala de arpegios muy suaves, que subían de tonalidad y terminaban de modo casi inaudible. Osiris la llamaba "Delirium". A López le hacía pensar en el rumor de los peregrinos caminando hacia su destino:
-Creo que nuestro cuerpo es una patria ausente y la música es el verdadero hogar del espíritu. Cualquier instrumento, un arpa, una guitarra, un bandoneón, tocado con manos sutiles, expresa el verdadero lenguaje del alma.
En cada encuentro, comentaban obras, vidas de intérpretes, tarareaban melodías, pero las concepciones de cada uno diferían al hablar de sexo. López había tomado muy en serio las enseñanzas de Victoria. El sexo era una energía divina que la Naturaleza había otorgado a los seres humanos y de la que no debía hacerse un uso pernicioso.
-Cuando usted tiene sexo, actúa como un caballo desbocado. Tiene que aprender a dominar sus instintos. Si no, no estará en condiciones de servir a Dios ni al prójimo, ni siquiera a sí mismo; le había dicho su Maestra.
Ferreira pensaba diferente. En Porto Alegre tenía una novia, Eneida Bueno de Mesquita, hija de un coronel brasileño, con la que habría de casarse pronto. Y tampoco tenía el menor reparo en enlodarse en cualquier prostíbulo de pueblo mientras intentaba ubicar inciensos, sahumerios y productos homeopáticos. A poco de recibir las enseñanzas de Paso de los Libres, López empezó a hacer gala de supuestos poderes frente a los custodios de la residencia presidencial. Una vez, dijo, había tenido una experiencia de mediumnidad con Eva Perón: había sido una noche, mientras cumplía sus tareas en la guardia, cuando recibió el llamado telefónico de un miembro de la Escuela Científica Basilio que lo instó a transferir a Eva Perón el espíritu de Jesús para aliviarla del cáncer que padecía, y le explicó cómo hacerlo. López tomó debida nota de las instrucciones y se acercó al palacio donde Evita dormía. En ese momento, sintió que alcanzaba la elevación espiritual y una percepción tan sutil que le permitió captar un mal pensamiento hacia la primera dama en la mente de un militar que pasaba circunstancialmente.
Para desagraviarla, López lo insultó. Ese mismo año, López recibió el primer castigo disciplinario por parte del intendente de la residencia, Atilio Renzi. El motivo fue la lectura de libros esotéricos en horario de guardia. Una versión proporcionada por el propio Renzi indica que López lo enfrentó: "Algún día voy a tener supremacía sobre Perón y vas a ver quién soy yo...", le dijo. La actuación de López durante los últimos días de la vida de Eva también está sujeta a controversias. Si bien distintas fuentes aseguran que no tenía autorización para instalarse en la escalera que conducía a su dormitorio en el Palacio Unzué, el médico personal de la primera dama refirió que, en ese lugar, López ofreció su vida para intentar salvar la de ella:
-Conozco el grave estado de la señora Eva. Cuando ella empeora, yo también me enfermo; cuando ella se alivia, yo mejoro. Quiero ofrecer mi sangre para las futuras transfusiones. Le ofrezco todo mi cuerpo, toda mi vida para que ella pueda vivir; le dijo.
Eva Perón murió el 26 de julio de 1952, y esa noche una manifestación espiritista recorrió las calles de Buenos Aires con velas y antorchas. Victoria Montero, a través de Julio Wandelow, jefe de turno de la central telefónica de Paso de los Libres y peluquero, envió una orquídea para que la colocaran sobre su ataúd. A Evita la velaron durante dos semanas. El doctor Pedro Ara se ocupó de embalsamar su cuerpo en el edificio de la CGT y allí quedó depositada, hasta que se construyera un mausoleo que sería más alto que la Estatua de la Libertad.
Al año siguiente a su muerte, López viajaría a Nueva York por una circunstancia que él mismo definiría como curiosa en su libro Conocimientos espirituales: ganó una beca del gobierno de Perón que promocionaba a artistas de distintos rubros, y viajó a los Estados Unidos junto al pintor Sturlat. En Nueva York advirtió que su arte y su persona corrían el riesgo de pasar desapercibidos si se presentaba simplemente como "José López". Por tal razón se agregó el apellido de su madre: "Rega". Era un tardío pero necesario reconoci- miento. Estaba convencido de que con ese nombre y ese doble apellido (José López Rega) alcanzaría la trascendencia artística que merecía. A su regreso, López les relató a sus íntimos que había cantado en emisoras hispanas de onda corta y se había presentado en una boîte denominada Chico.
Volvió eufórico. José María Villone, que en 1953 dirigía la revista Mundo Radial, le publicó una foto con un epígrafe que informaba de su viaje, única referencia gráfica que existe de esa gira, que duró varios meses. López le relataría al embajador norteamericano Robert Ch. Hill su experiencia como cantante en su país en mayo de 1974, cuando lo recibió en el Salón Blanco de la Casa Rosada.
Luego de la muerte de Evita, la magia de la interacción entre Perón y las masas comenzó a debilitarse. También sobrevino un período de desaceleración económica: la industria dejó de impulsar la producción, la inflación se disparó, las exportaciones se redujeron y las reservas de oro que se habían acumulado en el Banco Central en los albores de la posguerra disminuyeron. El ciclo de expansión económica del primer período peronista mostró incipientes señales de agotamiento. Perón no pudo continuar con su política distributiva. Entonces instrumentó una política de "ajustes" en el sector público y restringió el crédito. Ante la falta de recursos del Estado, abrió la economía a la inversión privada y el capital extranjero. Su debilidad facilitó la presión de los empresarios, que recuperaron posiciones frente a los obreros. El gobierno comenzó a chocar con su propia base de sustentación política.
Pero, si bien la economía tendió a estabilizarse en la última etapa del gobierno de Perón, la progresiva eliminación del pluralismo y las libertades públicas activó la conspiración en su
contra. La punta de lanza fueron los Comandos Civiles (integrados por universitarios y profesionales de derecha), que colocaban bombas callejeras para incidir sobre el clima político. Tampoco lo ayudó un escándalo de corrupción que culminó con el aparente suicidio de Juan Duarte, el hermano de Evita.
Como forma de alejarse de las críticas, Perón se mostraba los fines de semana con las chicas de la UES (Unión de Estudiantes Secundarios), y salía a pasear en motoneta. La residencia de veraneo, ubicada en Olivos, había sido convertida en un campo deportivo. Pronto estallarían las versiones de encuentros licenciosos que se organizaban en torno al General. Si bien las Fuerzas Armadas, los partidos políticos y los defensores del orden conservador formaban parte de la reacción contra el gobierno, su enemigo más activo fue la Iglesia Católica. Perón se decidió a enfrentarla. Quizás el motivo haya sido la creación del Partido Demócrata Cristiano, auspiciada por los curas, o la búsqueda de un enemigo definido para reencauzar detrás de él a todo el Movimiento y concentrar el poder, como en los primeros años de su gobierno.
En el marco de una campaña anticlerical, Perón promulgó la Ley de Divorcio, reconoció los derechos de los hijos ilegítimos, legalizó la prostitución y abolió la enseñanza religiosa en las escuelas públicas, entre otras medidas. Pagaría el precio de la venganza eclesial. En la masiva concentración de Corpus Christi de junio de 1955, convergieron todas las fuerzas opositoras, pese a que la manifestación había sido prohibida. En respuesta Perón expulsó a dos curas del país. Unos días más tarde, sectores de la Marina y de la Fuerza Aérea programaron un atentado contra su vida, y bombardearon la Casa de Gobierno y la Plaza de Mayo. Hubo más de trescientos muertos. Por la noche, ardieron las iglesias. Perón intentó retomar el diálogo con la oposición y propuso una tregua, pero no fue escuchado. Entonces, luego de amagar con la renuncia, convocó al Movimiento en pleno a la Plaza e instó a sus seguidores a hacer justicia por mano propia contra los enemigos:
-La consigna para todo peronista, ya sea solo o dentro de una organización, es responder a un acto violento con otro acto violento. Y cuando caiga uno de nosotros, caerán cinco de ellos.
Pese a la virulencia de su proclama, Perón no ofreció resistencia ante el golpe militar del 16 de septiembre de 1955, y se marchó a un largo exilio. El cadáver de Evita quedaría a la deriva, pero su figura jamás perdería su fuerza revolucionaria.
FUENTES DE ESTE CAPÍTULO
Sobre Victoria Montero y los hermanos de la casa de la Maestra Espiritual se entrevistó en Paso de los Libres a Nilda Silber, su sobrina; a Luis Silber, su nieto; a Marta Silber, vecina de la casa, y a Mario Rotundo, en Madrid. Para el encuentro de Victoria Montero y Eva Perón se entrevistó a Ema Villone y a Marta Silber. Para actividades oficiales por la inauguración del puente véase Clarín del 22 de mayo de1947. Para el diálogo de la iniciación de López Rega con la Madre Espiritual se utilizó su relato autobiográfico en Conocimientos espirituales (págs. 180-191).
La mención de López a la muerte que cambió su vida no alude a nadie cuya existencia haya podido ser comprobada por ninguna de las fuentes consultadas. También se empleó como fuente un escrito inédito de Carlos Villone donde se narran historias de Victoria Montero, cedido al autor por una hermana de la casa. Para profundizaren la posible relación entre San Juan Bautista, Jesús y los esenios, véase, entre otros, Jesús, y Jesús y los Esenios, de Eduardo Schuré.
Para la relación de López con Ferreira y el grupo de Uruguayana se entrevistó a Eloá Copetti Vianna, segunda mujer de Claudio Ferreira, y se consultó un artículo del diario O Estado de Sao Paulo, publicado el 22 y el 23 de julio de 1975. Sobre la sanción a López Rega en la residencia presidencial se entrevistó al suboficial Andrés López. Véanse también declaraciones del ex intendente Atilio Renzi en el número 1021 de revista Gente.
Las sanciones no figuran en el legajo policial. Para la reacción de López frente a la enfermedad de Evita, véase El último Perón, del médico Jorge Taiana, págs. 112-113