Por Mario Cabanillas
Presidente del Centro de Estudios en Historia, Política y Derechos Humanos de Salta
2 de abril de 2020
El 38º aniversario de la Guerra de las Malvinas llega en un contexto fuera de lo común, con un país en alerta máxima por un virus, pánico y calles vacías, y con la posibilidad cierta de que la conmoción que domina la agenda política eclipse también el recuerdo de una causa tan cara a los argentinos.
2 de abril de 2020
El 38º aniversario de la Guerra de las Malvinas llega en un contexto fuera de lo común, con un país en alerta máxima por un virus, pánico y calles vacías, y con la posibilidad cierta de que la conmoción que domina la agenda política eclipse también el recuerdo de una causa tan cara a los argentinos.
Hoy, cuando se habla de un “enemigo invisible”, la memoria vuelve a la
exitosa operación militar que permitió recuperar transitoriamente las
islas de ese otro enemigo bien visible, y al conflicto armado que le
siguió, más allá de todo error de cálculo político que lo condicionara.
Malvinas es un estandarte de unión de los argentinos. No es una
convergencia cualquiera: no es transitoria, ni circunstancial. Es la
conexión natural que suscita en una nación una causa justa. Es la unidad
en el dolor por ver una porción de la patria ocupada por el invasor. Es
el abrazo que atraviesa las generaciones en torno a un reclamo de
soberanía que no claudica.
La emoción que nos hermana palpita en el silencio por un territorio aún
irredento sobre el que nos asiste un derecho basado en razones
históricas incuestionables. Puede pasar desapercibido pero irrumpe
desafiante, de tanto en tanto, hasta en una pintada callejera de un
pueblo olvidado, en el autoadhesivo pegado en los cristales de un
vehículo, o en el estampado de una remera.
Desde hace 38 años, esa emoción se traduce también en un genuino
reconocimiento a quienes defendieron con honor las islas en una guerra
sin metáforas, sobreponiéndose al horror y la sangre, al hambre y el
viento helado de la estepa patagónica, a la falta de pertrechos y la
inferioridad tecnológica.
Heroicas acciones en combate, muchas con ribetes cinematográficos,
reconocidas hasta con deslumbramiento por el propio enemigo, que generan
un auténtico orgullo. Como ocurre con el ya legendario coraje de Oscar
Poltronieri que se quedó solo con su ametralladora para enfrentar a 600
ingleses y así permitir el repliegue de 150 de los suyos, la osadía de
los comandos para sus incursiones nocturnas, la audacia de Halcones como
Pablo Carballo, Gustavo Faget y tantos otros, con sus vuelos rasantes
para no ser detectados por los radares.
Nos une el asombro por tantas muestras de abnegación y sacrificio
anónimos, de ingenio, entrega, camaradería y de fe, vividas en la
soledad de nuestro sur profundo. O, en verdad, acompañadas desde el
continente por las oraciones de un pueblo sufriente.
La guerra de Malvinas se fraguó al calor de este tipo de testimonios que
son inspiradores. Cómo no recordar en este día el comienzo de la
Operación Rosario, que permitió restablecer la soberanía y ver flamear
otra vez la bandera argentina en las islas por primera vez desde 1833.
Cómo no evocar a los comandos anfibios del capitán de fragata Pedro
Giachino, primer muerto en combate. Cómo no valorar a los 649 argentinos
que morirían a lo largo de este conflicto, con quienes tendremos
siempre una deuda moral.
Este aniversario llega después de un antecedente diplomático
trascendental: la orden que dio la ONU al Reino Unido de devolver el
archipiélago de Chagos a la República de Mauricio. Un triunfo político
de un pequeño Estado sobre la principal potencia colonial, cuya
evolución nuestra Cancillería debe seguir con atención y sacarle
provecho. Pero también llega en medio de los incesantes intentos de unos
pocos por profundizar eso que se ha llamado la “desmalvinización”.
Por eso, frente a la constante dialéctica marxista que busca suscitar
divisiones y ensuciar la causa de Malvinas y a los veteranos, ahora
también a través de la judicialización de la guerra, no dejemos que esta
cuarentena forzada que estamos viviendo, en la que no habrá evocaciones
en las escuelas, ni actos públicos, sea funcional a los esfuerzos por
borrar y hasta arrancar del corazón de los argentinos el recuerdo de
esta gesta gloriosa.
Publicado Yesterday por Centro de Estudios Salta