Dresde, el genocidio – por Larry Romanoff
“Murió allí más gente en esa tormenta de fuego, en esa gran llamarada, que la que murió en Hiroshima y Nagasaki juntas”.
Los occidentales saben que los americanos bombardearon la ciudad
alemana de Dresde al final de la Segunda Guerra Mundial, pero la mayor
parte de la verdad fue suprimida tan pronto como sucedió. Dresde era el
centro cultural de Alemania del Este, una ciudad llena de museos y
edificios históricos, los historiadores coinciden unánimemente en que
Dresde no tenía valor militar. La poca industria que tenía sólo producía
cigarrillos y porcelana.
Ni Churchill ni Roosevelt estaban interesados en terminar la
guerra ni en atacar las instalaciones militares que aún existían a 100
Kms. a las afueras de Dresde. En ese momento el ejército ruso estaba
avanzando, y hay algo de verdad en la historia de que los americanos
querían demostrarles a los rusos el asombroso poder de una fuerza
militar verdaderamente avanzada, para evitar que Rusia albergara
ambiciones sobre Europa.
Parece que tanto el Primer Ministro
británico, Winston Churchill, como el Presidente de los Estados Unidos,
Roosevelt, querían lo que llamaban “una carta ganadora”, un devastador
“trueno angloamericano de aniquilación” con el que “impresionar” a Stalin.
Pero esto podría haberse logrado de muchas otras maneras y en muchos
otros lugares. Dresde no fue seleccionada por esa razón. Hubo otras dos
motivaciones principales que pronto quedarán patentes.
El bombardeo de Dresde es uno de los muchos acontecimientos
históricos que han sido fuertemente blanqueados por los vencedores, con
cálculos de víctimas por los así llamados historiadores que oscilan
entre 25.000 y 30.000, cuando el número probable fuera al menos 30 veces
mayor. La mayoría de las versiones depuradas de ese holocausto tienden a
ignorar o subestimar deliberadamente el vasto caudal de refugiados que
estuvieron fluyendo hacia Dresde durante semanas; las
estimaciones más exactas que he visto oscilan a partir de 500.000, esto
además de la población regular. Tanto Churchill como Roosevelt eran
plenamente conscientes de esa enorme e indefensa horda y, en su búsqueda del “trueno de la carta ganadora”, se dijo de ellos que
estaban buscando activamente “sugerencias sobre cómo quemar a 600.000
refugiados”. Internet, sobre este tema, está altamente blanqueada.
Un punto importante que los historiadores han elegido pasar por alto, es que los americanos y los británicos no sólo bombardearon Dresde, sino cientos de pequeñas ciudades alrededor de Dresde, muchas de las cuales fueron tan completamente destruidas que nunca fueron reconstruidas. La razón fue genocida, una pequeña parte de la intención general de destruir totalmente Alemania.
Con la destrucción total de esos pueblos más pequeños, la población
estaba siendo conducida -en manada como animales- a ciudades más grandes
como Dresde, donde pudieran ser aniquilados de un solo golpe masivo.
Los bombardeos iniciales rodearon áreas como Dresde, sacando a la gente
de sus pueblos y llevándola a los centros más grandes donde podían
encontrar comida y refugio y tal vez atención médica. A menudo, los
aliados bombardeaban las carreteras y los ferrocarriles de los
alrededores para impedir la huida de los refugiados en esas direcciones,
conduciéndolos implacablemente a los mataderos. El plan era
exterminar a tantos alemanes como fuera posible. Para la fecha del
bombardeo, la ciudad estaba llena de cientos de miles de refugiados que
huían de otras zonas atacadas.
Otro punto que los historiadores se niegan a afrontar es que Dresde
fue seleccionada específicamente para el exterminio no a pesar de, sino
por su valor cultural, para clavar una estaca en el corazón del patrimonio cultural alemán y dejar una herida que nunca pudiera sanar, para la destrucción permanente de partes irremplazables del alma alemana, para abrir una herida en la psique alemana que nunca sanase.
En sucesivas oleadas de bombardeos con incendiarios, los americanos
convirtieron la ciudad entera en una enorme tormenta de fuego, matando
quizás a un millón de civiles. Con tan alto número de refugiados
los números reales totales nunca se sabrán, pero fue una de las peores
masacres en un solo evento de todos los tiempos. Como el autor Kurt
Vonnegut escribió más tarde,
“Ustedes quemaron el lugar, lo convirtieron en una simple columna de fuego. Murió allí más gente en esa tormenta de fuego, en esa gran llamarada, que la que murió en Hiroshima y Nagasaki juntas”.
Esa noche de 1945 fue “una orgía de genocidio y barbarie
contra una indefensa ciudad alemana, uno de los mayores centros
culturales del norte de Europa”. Más de 700.000 bombas de fósforo fueron
lanzadas sobre 1,2 millones de personas. Una bomba por cada 2 personas.
La temperatura en el centro de la ciudad alcanzó los 1.800°C,
derritiendo las superficies de las calles e incinerando instantáneamente
a más de 500.000 mujeres, niños y ancianos.
Los masivos bombarderos aliados atacaron Dresde repetidamente, y
después de completar su tercera oleada, los EE.UU. enviaron un avión de
combate P-51 Mustang que bombardeaba todo lo que se movía.
Volaron a lo largo del río Elba, donde las orillas estaban cargadas de
refugiados que aún llegaban, y los mataron a casi todos ellos.
Ametrallaron columnas de ambulancias y de vehículos de rescate que
trataban de evacuar a los supervivientes, ametrallaron hospitales y
ametrallaron a pacientes indefensos. Ametrallaron a todos los animales
del zoológico de Dresde. Dresde fue realmente una orgía de muerte y
destrucción, pero fue algo más. Era una celebración del mal. Eso no era parte de una guerra; era matar por matar, y para disfrutar de ello. Después de la guerra, Churchill fue nombrado caballero por su éxito, mientras
los americanos celebraban su supremacía en la pacificación civil y
otros celebraban otro capítulo más en la destrucción de Alemania.
Larry Romanoff, 1 de noviembre de 2019