miércoles, 22 de julio de 2020
El Liberalismo de Morás (II de II) – Bruno Acosta
En
la primera
parte de este trabajo analizamos ciertas facetas del pensamiento de Nicolás
Morás, uno de los libertarios de moda. Falsa concepción del Estado y de la
naturaleza humana, por un lado; adhesión a la panfletaria “leyenda negra anti
española”, por otro; finalmente, una contradictoria colaboración con regímenes
como los de Alí Jamenei y de Nicolás Maduro Moros.
Si
bien esos aspectos son importantes, y revelan la confusión y el desatino
conceptual de Morás; creemos, no obstante, que lo que sigue es aún más grave.
Estudiaremos dos elementos, aunque habría más por analizar: su falso concepto
de la libertad y su explícita defensa de la contra natura –una constante en
estos grupúsculos libertarios-
Un falso concepto de la
libertad
Ex
falso quodlibet sequitur
Tal
y como enseña el Dr. Antonio Caponnetto en su libro “Metodología de Estudio y
de Exposición Oral”, los escolásticos, fieles a su rigor intelectual, sostenían
que ex falso quodlibet sequitur: de premisa falsa se sigue cualquier
cosa. Es decir, una premisa falsa lleva necesariamente a una falsa conclusión.
Esto
es precisamente lo que ocurre con el concepto de libertad que utilizan los
liberales y el propio Morás. Es un concepto falso, erróneo; por lo cual,
necesariamente, dará lugar a falsas conclusiones. Ellos, escribe León XIII,
“imitando a Lucifer, del cual es aquella criminal expresión: no serviré,
entienden por libertad lo que es una pura y absurda licencia […] Según
ellos no hay en la vida práctica autoridad divina alguna a la que se haya de
obedecer; cada ciudadano es ley de sí mismo. De aquí nace esa denominada moral
independiente, que, apartando a la voluntad, bajo pretexto de libertad, de la
observancia de los mandamientos divinos, concede al hombre una licencia
ilimitada […] el juicio sobre la verdad y el bien queda exclusivamente en manos
de la razón humana abandonada a sí sola, desaparece toda diferencia objetiva
entre el bien y el mal; el vicio y la virtud no se distinguen ya en el orden de
la realidad, sino solamente en el juicio subjetivo de cada individuo; es lícito
cuanto agrade, y establecida una moral impotente para refrenar y calmar las pasiones
desordenadas del alma, quedará espontáneamente abierta la puerta para toda
clase de corrupciones […]”.
Magistrales
y proféticas palabras del Pontífice. La libertad no es pura licencia; la
libertad no es libertinaje; la libertad no es antojo. La libertad, para ser
propiamente tal, debe estar en consonancia con la verdad. “La verdad os
hará libres”, enseña Nuestro Señor Jesucristo (Juan, 8, 32). La libertad
debe tener por objeto un bien conforme con la razón. “La voluntad –escribe León
XIII- cuando apetece un objeto que se aparta da la recta razón, incurre en el
defecto radical de corromper y abusar de la libertad […] [en consecuencia] la
posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud […] [de ahí] las
palabras de Cristo, nuestro Señor: el que comete pecado es siervo del
pecado”.
Una explícita defensa de la
contra natura
En
julio de 2013, Morás escribió en Infobae un artículo que tituló “El sagrado
derecho a amar”. Pasaron siete años, pero nos consta que sigue manteniendo sus
conclusiones y, por lo demás, éstas se derivan connaturalmente del credo
liberal; justamente, porque se desprenden del falso concepto de libertad antes
aludido: la libertad desligada de la verdad; la libertad entendida como antojo.
En
ese escrito, Morás realiza una nauseabunda loa al pervertido de Alfred Kinsey,
biólogo yanqui, tragándose, por lo demás, todas las falsas y disparatadas
conclusiones de sus informes (“El comportamiento sexual del hombre”, 1948; “El
comportamiento sexual de la mujer”, 1953) cuyas muestras –se ha demostrado
hasta el cansancio- fueron tomadas, totalmente, de trastornados sexuales –en
particular, del pedófilo “hombre X”-, cuyos aberrantes actos fueron elevados a
criterios de normalidad.
“Yo
valoro a Kinsey –escribe el obeso- porque era un activista, un militante de la
defensa de la libertad humana y uno de los grandes mártires del humanismo en la
guerra sin cuartel contra la opresión oscurantista”. Morás entiende por libertad y por humanismo,
evidentemente, algo distinto de lo que entendemos nosotros; se equivoca si ve
libertad y humanismo en lo que no es más que esclavitud y animalización.
En
su artículo, Morás mezcla disparates conceptuales como esos, con sensiblerías
mujeriles y blasfemias, con tal de defender a los invertidos de todo jaez. En
un arrebato de cursilería, nos dice que “amigos inesperados son homosexuales
[…] [y] son tan personas como nosotros”; y es mucho más grave cuando escribe
que “no existe una Virgen de los sodomitas, ¿y?”, felicitándose de que “la
Iglesia Católica, institución fundamental del asesinato sistemático del libre
albedrío, está más debilitada que nunca”.
La
catadura moral de su héroe Kinsey se refleja cristalinamente en esta frase
suya, que Morás celebra: “Concluyo que los habitantes de esta nación [por
Estados Unidos] gozarían de mayor libertad, educación y dignidad si en vez de
aristócratas puritanos y esclavistas la hubiesen fundado reos, piratas y
prostitutas”.
El
Instituto Kinsey, según un investigador afiliado al mismo, “tuvo como objetivo
propagandístico hacer respetar la homosexualidad y ciertas perversiones
sexuales, como el sado masoquismo y la pedofilia”, enseña el Padre Miguel Ángel
Fuentes, en una de sus conferencias.
Haciendo
uso de su “libertad”, Kinsey murió a los 64 años, víctima de sus abyecciones
sado masoquistas. Los muy “libres” homosexuales, según reportan los doctores
Edward Fields y Kathleen Melonakos, suelen tener una esperanza de vida veinte
años menor que el resto, debido a sus insanas prácticas y modos de vida.
Así, el 78% de los homosexuales contrae una enfermedad de trasmisión sexual,
como VIH-SIDA, gonorrea, sífilis, herpes simplex, sarna, etc. A la vez, los
invertidos tienen mayor riesgo de padecer enfermedades mentales, como
depresión, ansiedad, trastornos de la conducta, alcoholismo, drogadicción,
etc., según reporta el doctor Whitehead. Todo lo cual demuestra que la libertad
no es tal si no está anclada en la verdad: lo demás, es pecado y esclavitud.
Bruno Acosta
Fuente: Revista Verdad
Nacionalismo Católico San Juan Bautista