Oliveira Salazar. A 50 años de su muerte. El orden sereno
Hay ciertos personajes que, el mundo moderno, se empecina en olvidar; es el caso de Don Antonio de Oliveira Salazar, uno de los grandes príncipes cristianos del siglo XX, presidente y primer ministro de Portugal.
A
cincuenta años de su fallecimiento, resucitamos aquí -con la corrección
de su autor- este artículo de Don Enrique Díaz Araujo para,
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE
SALAZAR: EL ORDEN SERENO
Enrique Díaz Araujo
Al
cabo de una década de la desaparición del mayor estadista
contemporáneo puede intentarse un balance histórico de su personalidad y
de su obra de gobierno. Esto es lo que, anticipadamente y con singular
éxito, ha logrado el ensayista francés Jacques Ploncard d’Assac
con su excelente biografía traducida por Carlos Abascal para la
editorial “Tradición” de México.
Reseñarla, aunque sea someramente, es
un ejercicio de recapitulación de todas las principales cuestiones que
afectan a la vida política moderna ante el paradigma y la encarnadura de
un hombre de Estado ejemplar.
Así
es; el doctor Antonio de Oliveira Salazar es un modelo de príncipes,
acrisolado en una dilatada tarea de conducción de una sociedad
(1929-1970) salvada de los avatares trágicos de la crisis occidental, y
reflejado en un pensamiento egregio nacido y probado en esa amplia
experiencia. El mayor interés que despierta tal ideario proviene
justamente del hecho de que no se trata de una de tantas exposiciones
académicas doctrinarias elaboradas en los gabinetes de los arbitristas,
sino de las reflexiones que consigna un protagonista estupendo del
obrar político. Es un pensamiento plasmado en la acción, modelado en el empirismo organizador que fuera su norma, de una inteligencia “intus legere”,
que lee en los hechos, por un sacerdote de la inteligencia prudencial.
Estamos ante un hombre excepcional a quien acompaña una circunstancia
igualmente excepcional. Se le brinda, sin él quererlo, el Poder de
Portugal, y de ahí en adelante, tomándolo en sus finas y férreas manos,
conforma a una nación por más de cuatro décadas. Con profunda
conciencia de su objetivo histórico, con clara visión de su intención
personal, ya en 1937 se ve a sí mismo como el “frío ejecutor del interés nacional,
sin clientela ni partido, con calma trata de distinguir las causas y
los efectos de la acción política, y compara sin pasión los resultados
de las doctrinas con los procedimientos de gobierno”. Es el
profesor, el científico, el sabio de la ciencia política, empeñado, con
toda modestia, en ser el prudente gobernante. Conoce y repite la máxima
del Aquinate: “Que Dios nos dé al sabio para que nos instruya, al santo
para que nos edifique, al prudente para que nos gobierne”. Y Dios plugo
en darle a Portugal todo, o casi todo eso, en una misma persona.
Quizás, pensamos, porque se complació en ver a este hombre tan ricamente
dotado por Él que desenvolvía los dones con perfecta modestia. Una
modestia colindante con la timidez. Su primera apariencia, lo dice su ex
compañero de Universidad, en Coimbra, el futuro Cardenal Patriarca de
Lisboa, Manuel Conςalves Cerejeira, “es la de un tímido”, y así siguió siempre “un camino recto sin irse por atajos. Sigue siendo el hombre de las grandes cosas y de los pequeños detalles”. Modestia, que para otros, como Eugenio d’Ors, se confunde con el pesimismo. Salazar es “fuerte y taciturno… porque siempre en la raíz de toda auténtica política de misión está el pesimismo”. Y que el visitante radica en la frase con que lo despiden: “El país se salvará, pero los salvadores no se salvarán”.
Modestia
que se deduce por la ausencia completa de su contrafigura, la soberbia.
El filósofo e historiador suizo Gonzague de Reynold hace notar que “está limpio de toda ambición personal y que lleva el poder como un cristiano lleva su cruz”. Añadiendo esta pintura del estadista: “Es
alto con tendencia a encorvarse como bajo una carga constante y pesada.
Tiene dos perfiles: uno grave, el otro irónico. Un bello rostro largo,
característico de su raza… Un aire de juventud (1936) y de madurez, de
independencia y de autoridad. Un tímido intimidante,
que defiende su vida interior. Una impresión de razón, de calma, de
confianza se desprende de él, de esa ‘voluntad rígida’. Se confesaría
uno con Salazar, se le confiaría sin recibo toda una fortuna” Tres años después, el historiador Octavio Aubry lo describe en estos términos: “El
hombre es muy sencillo. Nada lo engríe ni lo infla. Después de diez
años de poder -esta es una gran prueba-, permanece perfectamente humano.
Sabe preguntar y escuchar”. Serstevens, periodista, lo cala hondo: “Se
trata de un hombre que nunca tuvo ni el gusto, ni el deseo del poder…
que no tiene la menor brizna de ambición o de vanidad política, que no
encuentra ningún placer de ninguna naturaleza en la dominación de sus
semejantes, que aun tiene, estoy seguro de ello, cierto desdén por su
propio poder, en la medida en que no se hace ilusiones sobre el hombre, y
que acepta todas las responsabilidades, todos los peligros, toda la
abrumadora fatiga del poder absoluto, sin compensación alguna ni de
vanidad ni de dinero, ni siquiera del placer especial que se puede tener
en manejar a las masas”. “Hago fríamente mi deber”… Asceta para Charles d’Ydewalle “es un verdadero doctor y que da consejos, médico y confesor, práctico y canonista”… Según Indro Montanelli “sirve al Estado como los sacerdotes cuando son buenos, sirven a la Iglesia”. “Como no me preocupan la riqueza y los honores, como no me gusta mandar, siempre he trabajado sin exaltación”,
le dirá a Christine Garnier, autora de la afamada obra “Vacaciones con
Salazar”. El filósofo Gustave Thibon, congenia con el gobernante
campesino. Comenta: “Un campesino es esto: el hombre paciente y
recogido que trabaja en colaboración con las fuerzas eternas de la
naturaleza y de la vida, el hombre que, en medio de las tormentas
artificiales que sacuden al mundo, vela sobre las raíces y sobre la
realidad interior, sobre el alma de una nación”. En fin, el autor
de esa recopilación de impresiones personales, Ploncard d’Assac, indica
que esa labor de empirismo organizador, de política evolutiva, “exige una gran modestia en el hombre que la conduce, o, si se quiere, el supremo orgullo de atenerse más a la verdad que a sus propias ideas”. Y eso que sus ideas no eran concepciones baladíes o triviales. “Yo era —dirá— un muchacho con una idea seria”.
Solo en la vida, sin padres, sin hijos, sin fortuna, sin ambiciones, su
idea seria, será el bien de su Patria por la vía del orden sereno.
Un
ejemplo de su firmeza lo brindó el 8-09-1936, cuando dos naves de la
flota portuguesa de maniobras en el Atlántico, el aviso ‘Albuquerque’ y
el torpedero ‘Dào’, se amotinaron para unirse con los rojos de España
(cf. Fr. M. de la Sainte Trinité, Toute la Verité sur Fatima,
Saint-Parres-les-Vaudes: CRC, t. II, 1984, p. 268); Salazar ni dialogó
ni pactó, ordenó rendirlos, bombardearlos o hundirlos, porque la marina
lusitana no puede enarbolar otra bandera que no sea la de Portugal. Los
amotinados entraron en razón y la nación se salvó de entrar en la
tempestad española, como también, pocos años después, por su
neutralidad, se guardó de los horrores de la II guerra mundial. Este
hecho ejemplifica su convicción de que “los gobiernos deben ser tan fuertes que no necesiten ser violentos”.
Muy
importante es la relación de sor Lucía dos Santos con el primer
ministro debida a la injerencia de N.Sra. de Fátima en la historia del
s. XX y en lo que va del XXI y específicamente en la de Portugal
(referencia extraída del libro de Fr. F. Ma. des Anges, Soeur Lucie. Confidente du Coeur Immaculé de Marie, Saint-Parres-les
Vaudes: CRC, 2014, pp. 359-370). Al concluir la II guerra mundial, los
aliados le exigieron a Oliveira Salazar el cambio del régimen por él
implantado en 1932 en una democracia liberal. Muy fatigado, además
porque se le abría un frente interno civil, militar y religioso,
entonces se manifestó más directamente la Divina Providencia por
mediación de sor Lucía de Fátima, que le hizo llegar, salvadas las
debidas jerarquías de su obispo y del Cnal. Patriarca, la voluntad del
Buen Dios que lo ha elegido para que continúe rigiendo Portugal. Lo
cierto es que ganó las elecciones y siguió gobernando el país para “hacerlo vivir como es su hábito”.
De
paso para Vimieiro, donde había nacido y conservaba una modesta casa de
campo, aprovechaba para visitarla en el convento, consultarla o hablar
largamente con ella por teléfono y suplicarle sus plegarias para
resolver asuntos muy complejos y delicados tomando decisiones justas,
aunque duras.
Conocido
el personaje pasemos, pues, brevísima revista a lo más saliente de su
pensamiento, el cual, por su valor clásico, merece ordenarse como
aforismos, sin parafraseos.
Política
“Represento allí (en el ministerio de Finanzas, 1928) un principio: el de una política de verdad y de sinceridad, opuesta a una política de embuste y de secreto”.
“El pueblo es serio. La vida es seria. El trabajo es cosa seria” (1934).
“Mantendremos nuestras posiciones y emplearemos la misma táctica: tener siempre razón; disponer de la fuerza; conservar la iniciativa política. Pienso que en estas condiciones, siempre estará asegurada la victoria” (1936).
“Estudiar en la duda, realizar en la fe” (prefacio al libro de Antonio Ferro).
“No
nos guiamos por la idea de la perfección, sino por la más modesta de lo
esencial y lo posible” (1933, constitución la Unión Nacional).
“La política se hace mucho con el sentimiento, y muy poco con la razón… No hay regímenes eternos, no hay regímenes perfectos;
no hay regímenes universales… hay regímenes estables e inestables… hay
unos que sirven y otros que perjudican a las naciones” (1949).
“¿No corremos ningún riesgo? No más riesgos que los que son inherentes a toda empresa humana” (1951).
Pesimismo político
“No
se gobierna a ángeles en el espacio, sino a hombres sobre la tierra,
que son como son y no como algunos quisieran que fueran” (1958).
“En las razas, en las nacionalidades, hay dos clases de defectos: los defectos naturales
que pueden ser combatidos pero jamás extirpados violentamente… y los
defectos incrustados, los vicios adquiridos que son sobre todo vicios de
educación, de mentalidad” (diálogo con Antonio Ferro).
“¿A dónde va? No lo sabe a ciencia cierta. Sólo le preocupa el presente éste es el fundamento del porvenir” (Serstevens).
“El
concepto que tenemos de la vida seria, no implica un gesto huraño, un
humor fúnebre, un espíritu en actitud de tragedia. Aunque la vida sea
dura, y lo es para todos en esta hora, lo único que se quiere es ver que las cosas serias se traten con gravedad,
nada más. Es necesario el reposo, por otra parte tan sagrado como el
trabajo, el buen humor y si es posible la alegría y la risa, para la
salud física y moral, para un rendimiento completo de la máquina humana…
el optimismo es necesario en la acción… puede multiplicar la energía de
los hombres si no está desprovisto de buen sentido— pues de lo
contrario toma otro nombre” (1940).
“Mi único dolor es no haber aprendido más para equivocarme menos” (1941).
“Hay
un factor de imperfección en toda organización humana, y sobre todo en
una organización que afecta los intereses más cuantiosos: el egoísmo.
—Ciertamente, hay hombres santos, pero los hombres no son santos… La
manera más sencilla y más hábil de resolver un problema humano, es
encontrarle una solución que tenga en cuenta los egoísmos. Pero esto no
es siempre posible, desgraciadamente, y es necesario entonces hacerles
frente e intentar dirigirlos o dominarlos con la mayor energía” (1942).
“No soy de los que creen que hay una verdad política, pero creo firmemente que hay unas verdades políticas (1943, Discursos).
“La
ingenuidad de los hombres parece no tener límites y la experiencia de
los demás no sirve para nada en la vida, porque cada quien pretende
hacer su propia experiencia” (1965).
“Comprendí
entonces que Salazar quería para su pueblo ese ideal de vida sencilla y
dichosa. Otros habían sonado con grandiosas y sangrantes epopeyas, él
simplemente quería asegurar en toda la medida de lo posible, la dicha de
este mundo para su pueblo. Por eso era al mismo tiempo prudente,
flexible, valeroso, liberal y autoritario” (conclusión de Ploncard
d’Assac)
Providencia. Iglesia y Estado
“Yo
no creo en el destino Yo creo en la Providencia. Es Ella la que desde
hace tantos años me ha encomendado un trabajo contrario a mis gustos” (a
Christine Garnier).
“La
política de la Iglesia no es la política de la nación. Conviene
distinguir la política de los católicos, cuando hacen la política de la
Iglesia, de la política de los católicos, cuando hacen la política de la
nación. La primera la hacen en colaboración con la Iglesia; la
segunda, independientemente de ella (aunque subordinada a los principios
de la moral); en todo caso, como miembros de la sociedad política a la
que pertenecen” (1922).
La Constitución de 1933 “permitió atribuirle a la Iglesia, en la constitución de los hogares y en la formación de la juventud, la parcela de misterio y de infinito
que exige la conciencia cristiana y que no podríamos reemplazar sino
con despreciables falsificaciones”… “la Iglesia se rige a sí misma mejor
de lo que lo haría el Estado a través de su burocracia… El Estado se
abstendrá de hacer política con la Iglesia, seguro de que la Iglesia se
abstiene de hacer política con el Estado. Puede y debe ser así… porque
la política corrompe a la Iglesia… Estimo que es peligroso para el
Estado llegar a tener la noción de un poder tal que le permita violentar al cielo;
e igualmente pienso que es irracional que la Iglesia, basándose en la
superioridad de los intereses espirituales, busque extender su acción
hasta influir en que el mismo Evangelio quiso confiar al César” (1940,
discurso por el Concordato).
Régimen constitucional
“El
problema del régimen (monárquico o republicano) obstruye y envenena la
marcha del gobierno de Portugal. Es necesario hacerlo a un lado, pero
sin subterfugios… hay problemas esenciales para la vida de la Nación que
exceden, disminuyen, que casi ridiculizan el problema del régimen.
Trabajemos, por tanto, dentro de las instituciones actuales sin
romanticismo ni fantasía La Unión Nacional se hizo precisamente para
destruir el espíritu de partido o de facción en donde lo haya” (diálogo
con Antonio Ferro).
Función del Estado
“Considerar el Estado como el ministerio de Dios para el bien común” (1924).
“La tempestad revolucionaria que agita al mundo y amenaza los fundamentos del orden social, impone como la primera de todas las necesidades, la de apoderarse del poder público, conquistar el Estado y defender con intransigencia las posiciones del orden” (Prólogo al libro de Ferro).
Libertad. Censura. Liberalismo
“El Estado debe ser tan fuerte que no necesite ser violento” (Discursos).
“Gobernar, es proteger a las gentes contra sí mismas” (declaración a Max Fischer, 1937).
“La
autoridad absoluta puede existir, la libertad absoluta no existe nunca.
La libertad garantizada por el Estado, reglamentada por la autoridad,
es la única posible” (Diálogo con Antonio Ferro).
“La
autoridad no existe nunca para sí misma, sino para los demás; no es la
propiedad, es una carga… Su acción debe ser justipreciada porque el
error es posible, pero hay menos perjuicio en no dejarse criticar que
en no hacerse obedecer” (1936).
“Si
la democracia consiste en el nivelamiento por la base, en la negación a
admitir las desigualdades naturales; si la democracia consiste en
creer que el poder tiene su origen en la masa y que el Gobierno debe ser
obra de la masa y no de la élite, entonces, efectivamente, pienso que
la democracia es una ficción — No creo en el sufragio universal, porque
el voto individual no toma en cuenta las diferencias humanas. No creo
en la igualdad sino en la jerarquía… El liberalismo es una mentira. No creo en la libertad sino en las libertades.
La libertad que no cede ante el interés nacional es una libertad que se
llama anarquía y que destruirá a la nación. —Asimismo, un Estado cuya
soberanía no está limitada por la moral y el derecho, es totalitario y
nosotros no lo admitimos” (declaración a Serge Groussard, 1958).
Fascismo
“Quisieran,
dice, hablando de los jóvenes nacionalistas portugueses, quisieran
vivir una vida intensa, frenética. Las demostraciones grandiosas y
tumultuosas de la vida alemana o italiana, el estilo de Hitler y de
Mussolini fascinan su imaginación. ¡Ansían que yo los inflame en una
especie de rencor sagrado, que los dirija bravamente contra sus
enemigos! Ese no es mi objetivo: Quiero normalizar a la nación… Porque
el nacionalismo no es una voluntad desordenada de poder, sino todo lo
contrario: es la voluntad de mantener y desarrollar en una nación lo
que es necesario para la vida normal, para la vida
común… No somos una fuerza destinada únicamente a batirse; ¡somos una
fuerza destinada a vencer y a mantener intacta la victoria!” (1938, a
Henri Massis).
El
fascismo es “una corrupción de la política realista — la política del
hecho consumado, la política de la fuerza… no basta la fuerza… también
la razón tiene su fuerza” (1938).
Guerra. Paz. Neutralidad
“Creemos
que la guerra es un mal, hasta cuando es una necesidad, pero sabemos
que hay peores males para los pueblos porque los hay que van más allá de
la muerte y la miseria: tales son el deshonor y la postración”.
“Saludo a los soldados a aquellos para quienes el honor es servir, y
para quienes el deber también se llama muerte… palabra tremenda y
gloriosa (1940).
“Nosotros
no tenemos ningún interés propio y directo que defender en él (el
conflicto mundial)… debemos ser todos como uno solo frente al mundo”
(1939,1940).
“Cuando
la nación se borra del espíritu, como el valor primordial que defender,
ya no hay soldados, ya no hay ejército, sino simplemente bandas
armadas. La unidad nacional es la condición de la unidad del ejército;
por su parte, el ejército es el último cuadro que defiende los destinos y
la conciencia de la nación en las más graves crisis. Estos conceptos
explican muchas cosas de la historia de nuestro tiempo. —Como se ha
llegado a la conclusión de la imposibilidad de conducir en Europa una
guerra de fronteras, las dos más grandes potencias de la tierra
proclaman que están de acuerdo para proponer a las demás la lucha contra
la guerra, contra la propaganda belicista, contra el armamento
convencional o no. Comprendamos bien los términos de la combinación, se
prohíben las guerras que no tendrán lugar, pero se estimularán las
guerras que se seguirán desarrollando. Se reclamará el derecho de
intervenir en los asuntos de los demás en el plano ideológico, el de la
ayuda
financiera
y política, el del suministro de armas el de la preparación de núcleos
subversivos en territorios extranjeros en las guerras de religión de
nuestro tiempo” (1962)
Comunismo. Sovietismo
“El
comunismo penetra por conducto de los medios intelectuales, es
profesado por snobismo por los detentadores de la fortuna, y no tiene
que ver gran cosa con la historia o la pobreza. Se presenta y se
extiende como una filosofía integral del hombre y de la vida y gana sus adeptos independientemente de sus medios de existencia” (1959).
Lo
que intenta realizar es la desintegración de los valores eficientes de
una civilización este género de guerras que se llaman psicológicas
reemplazan ahora a las luchas armadas, pero no pueden alcanzar los
mismos objetivos sino en el caso de que la nación no conserve los
nervios bien templados, como es necesario. No digo que las armas no sean
también necesarias, pero hay que comenzar por poseer un alma fuerte, segura de su verdad, es decir, una doctrina, una conciencia y la decisión de no dejarse derrotar” (1959).
“Batir
al comunismo en el interior de las fronteras y coexistir con él en el
plano internacional” (1953). “La fuerza del proselitismo que lo anima,
exige y nos ordena que se emprenda de inmediato una acción interior,
quiero decir, una acción capaz de reunir los espíritus alrededor de un
sistema de ideas que los inmunice y los proteja porque la represión es
por sí misma incapaz de resolver todas las dificultades” (1952).
“El
mundo está profundamente minado por las fuerzas subversivas. Poco
importa valuar su mayor o menor afinidad con la doctrina comunista;
Rusia misma no mide siempre con tal afinidad la protección que les da” (1948).
“El
comunismo no ha muerto ni ha sido desarmado, proseguirá la lucha a la
luz del día o a la sombra de las sociedades secretas, siempre presto a
revivir y a infiltrarse en la medida en que se lo permitan la debilidad
de las naciones y la locura dé los hombres” (1939).
“Tenemos
por ideal rechazar el materialismo de nuestro tiempo… Por el
espiritualismo —fuente, alma y vida de nuestra historia— estamos
separados sin remedio de una civilización que retorna científicamente a
la jungla. Nos rehusamos a alimentar de ilusiones a los pobres, pero
queremos, a todo precio, preservar de la ola que invade al mundo, la
sencillez de la vida, la pureza de sus costumbres, la dulzura de
sentimientos, el equilibrio de las relaciones sociales, el aire
familiar, modesto pero digno, que es el propio de la vida portuguesa. Y
más allá de estas conquistas o reconquistas de nuestras tradiciones,
está la paz social que pretendemos salvar… Estamos contra todas ‘as
grandes herejías de nuestro tiempo Pensamos que las naciones están a
punto de malbaratar su patrimonio moral. Si el mundo no conoce un largo
período de espiritualismo, de virtudes cívicas y morales, no creo que
vaya a ser posible vencer las dificultades de nuestro tiempo (1937).
Capitalismo. Técnica. Desarrollo
“La
libertad no sabe limitarse o disciplinarse a sí misma. Cualesquiera que
sean las ventajas que implique la competencia, no hay duda de que no
constituye una fuerza económica permanente, porque tiende a su
autodestrucción, y tampoco la colectividad se beneficia con sus ventajas
sin perjuicios notables la plutocracia es esa especie híbrida,
intermediaria entre la economía y la finanza, flor del mal del peor
capitalismo, los regímenes democráticos se prestan, más que ningún otro,
a las componendas, a los entendimientos, a las complicidades confesadas
o inconscientes con la plutocracia. La manera más fácil de mantener al
Estado al abrigo de la corrupción plutocrática, es no ponerlo en la
necesidad de ser corrompido… Cuando los grandes y los pequeños
productores discutan frente a frente los intereses de la producción, y
cuando la masa obrera organizada pueda hacer oír su voz, entonces se
verá que no hay ya lugar para el plutócrata ni para sus negocios… La
organización, en sus diferentes aspectos, habrá librado al trabajo
del despotismo del dinero y habrá llevado al dinero a servir modestamente al trabajo” (1932, Discurso de las Corporaciones).
“La
técnica no puede situarse por encima de la política por la sencilla
razón de que sin política aquélla no existiría o no podría trabajar”
(1958).
“Entramos
en una época en que la política está dirigida por la economía… Pero es
un error creer que todas las sociedades humanas pueden comenzar su
desarrollo económico por la industrialización y de que todos los pueblos
pueden alcanzar el mismo grado de industrialización, o más aún, que la
economía puede estar fundada, no sobre el trabajo propio, no sobre la
técnica propia o importada, sino sobre la generosidad de los demás…
Hemos trabajado mucho, y en una época en la que se habla tanto y en la
que todo parece depender de subvenciones y de ayudas técnicas, podemos
decir que hemos trabajado solos. No debemos nuestro progreso a subsidios
o a favores especiales de ningún país. El capital y la técnica no se
inventan: se les importa o se les crea. En cuanto a mí, preferiría ir un
poco más lentamente, en el marco de una vida modesta, antes que exponer
al país a sujetarse a nuevas formas de colonización extranjera”(1965,
1966, 1968).
Nacionalismo
“Las
instituciones y las leyes deben funcionar de tal manera, que obliguen a
ser patriota por necesidad a cualquiera que no lo sea por disciplina o
por virtud” (1936).
“Soy
partidario del nacionalismo económico… es imprudente abandonar en manos
extranjeras algunas posiciones claves de la economía de un país… Un
país que aprecia su independencia, debe guardarse de crear puntos
vulnerables, tanto en sus finanzas como en su economía. El Estado ha
podido formar, por el contacto con sus propias realizaciones, a los
técnicos de que tenía necesidad; y el capital portugués, agregándose a
los excedentes de las cuentas públicas, ha permitido hacer frente a
todas las necesidades” (1945).
“Política
es la acción que tiende a crear la conciencia nacional de los
problemas… Se diría que algunos países están cansados de su existencia
como naciones independientes” (1956).
“Soy
nacionalista. Creo que una antigua nación es semejante a un ser humano.
Puede fraternizar con los demás, pero su alma y su cuerpo permanecen
intangibles, y no hay ser humano que no conozca, al filo del tiempo,
necesidades de soledad, de originalidad en la acción o en el
pensamiento” (1958).
“Las
Naciones Unidas son inútiles, debo añadir que son nocivas. El gobierno
no puede pedir perdón por considerar la existencia de la Patria como una
cosa fuera de discusión” (1961).
Tal
la médula conceptual de este orden sereno y sólido con el que Oliveira
Salazar configuró a su país. Lo elaboró desde la soledad invulnerable e
incorruptible de su estilo personal. En 1949 exponía este ‘Testimonio”:
“Soy un hombre independiente. Jamás busqué clientelas políticas. Soy,
en la medida de lo posible, un hombre libre. He sido humano. He podido
instruirme. No tengo ambiciones. No deseo ascender más alto, con la
clara serenidad de un espíritu en busca de la verdad, y de una
conciencia que busca el camino de la justicia, considero que puedo dar
testimonio”. Ninguno de sus sucesores estuvo a la altura de las
circunstancias y el sencillo Portugal se normalizó conforme a los
modelos en boga en la Europa de la Decadencia Con las armas de los
soldados desertores, con la rebelión de las masas, se trató de injuriar a
la Dictadura “más honesta, más juiciosa y más mesurada de Europa”
(Bainville). Su nombre y su obra aparecen, por esos motivos, un tanto
olvidados hoy. Pero son ataques y amnesias estériles y pasajeras. “La
razón no depende del número, y la justicia no varía con el valor
material de las causas”, había afirmado Salazar en 1954, añadiendo que
“a fin de cuentas nunca se sabe hasta dónde pueden repercutir los ecos de una voz,
aunque se tenga la impresión de predicar en el desierto”. Portugal,
Europa, Occidente en general, tienen todavía mucho que aprender de la
lección dejada por este profesor cristiano, patriota, modesto y
prudente. Los ecos de su serena voz persistirán por sobre el bullicio
inútil y negativo de las “naciones cansadas”.
ENRIQUE DÍAZ ARAUJO
Fuente: Enrique Díaz Araujo, “Salazar: el orden sereno” en Verbo 220, Buenos Aires 1982, 74-86 (el artículo se reproduce como fue publicado con dos agregados posteriores).