SIN CRISTINA ES DIFÍCIL, PERO CON CRISTINA NO SE PUEDE
(Por Rubén Lasagno) – El título pretende readaptar aquella metáfora albertista que le dio imprescriptibilidad al cristinismo “Con Cristina no alcanza, pero sin Cristina no se puede”, a la realidad política actual y la síntesis de este neo significado que intento darle a la frase es: sin la ex presidente es muy difícil gobernar tan mal y con ella no se puede gobernar con institucionalidad, coherencia y racionalidad.
Esto lo sabía de antemano Alberto Fernández, sin duda quien más
conoció sus dislates, autoritarismos y corrupción, pero aún así,
siguiendo la zanahoria que ató en un palo su ex jefa en el 2019, cuando
lo llamó para hacer lo que ella no podía, la siguió a costa de su propia
dignidad y hoy cae prácticamente abatido por el aguijón del escorpión
que mató al sapo, cuando éste lo cruzaba sobre su lomo, justo en medio
del río.
El llamado “fuego amigo” es el que baten sobre sus
trincheras los que tenían el compromiso de resguardarlo, cuidarlo y
hacerlo crecer. Pero, teniendo detrás el incubus, no existe ninguna posibilidad cierta de gobernar con algún tinte de normalidad, más aún, si por algún hecho fortuito como la maldita pandemia, la ventrílocua observa que el muñeco empieza a articular palabras por si mismo.
En ese punto desconectará todo signo de vida propia sin dudarlo y para
hacerlo, tiene a la mano a su ejército nefasto, quienes reconstruyen
como ninguno la vocación autogolpista del kirchnerismo más acérrimo, el
mismo que puso en práctica durante 30 años en Santa Cruz y lo exportó a
nivel nacional como marca registrada de la mano de la viuda.
Por si alguien no lo recuerda, en nuestra provincia ningún gobernador
K terminó su mandato, excepto Daniel Peralta, a quien finalmente no
pudieron limar del todo porque lo necesitaban para su propósito de
sostener el poder en la provincia ante la falta de candidatos propios;
pero lo intentaron en el 2009 y en el 2012. El kirchnerismo tiene la
potestad de poner y de sacar a sus propias marionetas, cuándo y cómo
quiera. Y Alberto no es la excepción.
El problema que enfrenta el kirchnerismo/cristinismo es que en Santa
Cruz podía digitar los cambios a su antojo con poca o nula repercusión
mediática y sin necesidad de negociar nada con la oposición inexistente
en los distintos niveles institucionales y políticos. A nivel nacional
la cosa es más complicada. El kirchnerismo hace como el tero, grita en
un lugar, pero hay que estar atento en el lugar donde en realidad pone
el verdadero interés. Ejemplos sobran. El más actual es la pretensión de
cambiar la Corte Suprema para hacerla funcional al cierre de las causas de la jefa de la banda (entre
otros), pero podemos nombrar cientos de medidas distractivas en plena
pandemia ya sea para modificar causas, poner en libertad a los
delincuentes políticos, robar recursos con las emergencias y utilizar la
pandemia y la cuarentena para aplicar todo tipo de restricciones
sociales, evadir controles o atacar a la prensa, dentro de la cuarentena
eterna, que para el gobierno es su zona de confort.
Alberto Fernández por algún momento, seguro creyó que fue elegido por
sus dotes políticas y nunca supuso que Cristina jamás le daría el
protagonismo suficiente como para eclipsar “su obra”: la de volver al poder y soñar con restaurar el neo cristinismo sin
sombras molestas que le impidan salvar a su familia de las causas
judiciales y si es posible, continuar la dinastía con el vago y quien
sabe… hasta Florencia por ahí aparece para el 2023.
Un obsecuente honesto es Sergio Massa, por ejemplo.
Es el mudo colaborador que no deja de agradar a la dama, lo cual no
significa que le tenga confianza; todo lo contrario. Con más importancia
en el triunfo del cristinismo en el 2019 que la de Alberto, Sergio cumple diariamente con las tareas para el hogar que le impone Cristina a través de Máximo y
en silencio el tigrense sueña con un futuro político pródigo en éxito y
votos. Habrá que ver cuántos de sus votantes le quedan cuando pase el
temblor.
Pero no hay duda que sin Cristina es difícil equivocarse tanto y salta a al vista que con Cristina no
se puede gobernar, crear institucionalidad, respeto a la justicia, a la
libertad de expresión y mucho menos un futuro económico con un
plan de salida rápida hacia el mundo real y no ficticio, endogámico,
productor del relato enroscado y cultor del populismo ladriprogresista cultivado
a la sombra de los intereses personales que crecen proporcionalmente en
la misma magnitud que se pierden los recursos públicos.
El fuego amigo, busca despejar el camino para que el cristinismo más
puro llegue intacto a una presidencia espontánea. Para ello necesitan “enfermar”
al presidente. Ya lo dije antes y lo repito. El
kirchnerismo/cristinismo no puede actuar con desmesura en contra del
títere elegido, porque una renuncia o una salida abrupta del poder antes
de los dos años, forzaría a un nuevo llamado a elecciones
y la derrota estaría garantizada. Pero el presidente, por muchas
razones de peso, especialmente la presión enfermiza de su vicepresidente
y el aparato K, puede sufrir un pico de estrés que hasta cumplirse los dos años de mínima en su mandato, lo deje fuera de la foto y lo obligue a recuperarse junto a Dilan en Puerto Madero, mientras el interinato será cumplido por CFK.
Después del tiempo mínimo, donde ya no necesita el renunciamiento y
constitucionalmente quede autorizada a permanecer al frente del
Ejecutivo, la viuda podría fortalecer su poder de forma definitiva y
hacerle vivir a los argentinos la peor época política de la historia
(sí, aún peor que ésta y la década perdida), porque su nefasta
concepción de la política, la corrupción y la venganza que anida en
ella, volverán con lo más deleznable de la política nacional que gracias
a Mauricio Macri a Sergio Massa y a Alberto Fernández, hoy volvemos a padecer.
Por eso, sin Cristina es difícil lograr tan baja calidad institucional en la Argentina y con ella, no podemos pensar en un futuro como país. (Agencia OPI Santa Cruz)