LOS FLAUTISTAS DE HAMELIN
LOS FLAUTISTAS DE HAMELIN
¿Quién no ha
escuchado en su infancia la fábula del flautista de Hamelin? En el siglo
XIII esta ciudad alemana estaba invadida por las ratas y era de tal
magnitud la plaga que la vida en la ciudad
era imposible; los esfuerzos de los ciudadanos de Hamelin para
eliminarlas eran titánicos; sin embargo, todos sus intentos terminaban
en fracaso. Hasta que un día apareció en la ciudad un flautista que
prometió, contra una jugosa recompensa, aniquilarlas;
una vez aceptado el trato, el músico empezó a tocar una extraña melodía
con su flauta y las ratas lo siguieron hasta el rio donde se ahogaron.
Algo parecido
pasa en Argentina, tenemos una inmensa cantidad de ratas, sabemos dónde
están, que es lo que nos roban, de que nos despojan, pero cualquier
método para eliminarlas ha fracasado porque
acá son las ratas las que hacen las listas de donde se elige al
flautista. En casi cuarenta años se han sucedido músicos de variado
pelaje y sexo, pero todos con un denominador común: un
gusto inmoderado por la mentira, la manifiesta ineptitud para gestionar
todo aquello que sea la generación de riquezas como factor de
crecimiento y la deshonestidad como condición sine
qua non para manejar el erario público. Si a esto sumamos una falta de sentido común
para las mínimas cosas que hacen a la vida diaria de una nación y un
insolente apego por la “corrección política” el resultado de esto es el
prontuario de nuestros flautistas.
Algo más
debemos agregar sobre ellos: antes de empezar a tocar la flauta arrancan
la serenata con una frase que, palabras más, palabras menos, siempre
dice lo mismo: “estamos
absolutamente decididos a librar una gran batalla contra la miseria y la pobreza de nuestra Nación”,
el éxito de los conciertos sucesivos de los flautistas está dado por
los índices del
“progreso de la batalla”, cuarenta años atrás la pobreza nacional
estaba en el 9,4% hoy podemos ubicarla sin temor a equivocarnos en un 50
% y subiendo.
Nunca los
flautistas han venido solos, una multitud de comparsas y “plomos” los
han acompañado y si quisiéramos graficar sus performances, una curva,
abruptamente ascendente, graficaría su mediocridad.
Viendo esto, ¿hemos llegado a punto donde peor no se puede estar?, de
ninguna manera, esa curva de la mediocridad revelada entraña una curva
descendente de la calidad de vida que el país de los flautistas puede
ofrecer a sus ciudadanos, al menos a ese sufrido
38% que con su trabajo y sus impuestos sostiene a un malón de vagos y
malentretenidos.
La fábula del
Flautista no termina con él llevando a las ratas al río; como los
ciudadanos de Hamelin tasaron por lo bajo el trabajo musical del
flautista lo defaultearon. El músico juró venganza
y el día de san Pedro y san Pablo volvió a la ciudad y haciendo sonar
su flauta se llevó a todos los niños y jóvenes de Hamelin, a quienes sus
padres no vieron nunca más.
Es probable que esto- el final de la fábula que nos contaron en
nuestra niñez- sea lo único que tienen en común el flautista de Hamelin
y los flautistas que supimos conseguir. Desalentados, nuestros hijos
vuelven a ver a Ezeiza como la salida a otros lugares del mundo donde
sus conocimientos y sus esfuerzos serán recompensados,
y aunque eso entrañe una ruinosa pérdida del producto inteligente
interno, a los flautistas esto lo tiene sin cuidado, siempre estarán los
hijos de los Braian, Keivin y Yessicas, que ellos si quedarán acá
viviendo, mientras les sea posible, de las limosnas
que los flautistas les den para que aplaudan su música.
JOSE LUIS MILIA
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
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