El Combate Cristiano (San Agustín) - Capítulo 1
CAPÍTULO I
La gracia de Cristo vence al diablo
1.
La corona de la victoria no se promete sino a los que luchan. En la
divinas Escrituras vemos que, con frecuencia, se nos promete la corona
si vencemos. Pero para no ampliar demasiado las citas, bastará recordar
lo que claramente se lee en el apóstol San Pablo: terminé la obra, consumé la carrera, conservé la fe, ya me pertenece la corona de justicia 1.
Debemos, pues, conocer quién es el enemigo, al que si vencemos seremos coronados.
Ciertamente
es aquel a quien Cristo venció primero, para que también nosotros,
permaneciendo en Él, le venzamos. Cristo es realmente la Virtud y la
Sabiduría de Dios, el Verbo por quien fueron creadas todas las cosas, el
Hijo Unigénito de Dios, que permanece inmutable siempre sobre toda
criatura. Y si bajo Él está la criatura, incluso la que no pecó 2,
¿cuánto más lo estará toda criatura pecadora? Si bajo Él están los
santos ángeles, mucho más los estarán los ángeles prevaricadores cuyo
príncipe es el diablo. Pero como el diablo defraudó nuestra naturaleza,
el Hijo único de Dios se dignó tomar esa misma naturaleza, para que, por
ella misma, el diablo fuera vencido. Así, Él, que tuvo siempre sometido
al diablo, le sometió también a nosotros. A él se refiere cuando dice: el príncipe de este mundo ha sido arrojado fuera 3.
No porque fuera expulsado del mundo, como dicen algunos herejes, sino
que fue arrojado del alma de los que viven unidos al Verbo de Dios y no
aman al mundo del que él es el príncipe porque domina a los que aman los
bienes temporales que se poseen en este mundo visible. No quiero decir
que él sea el dueño de este mundo, sino que es el príncipe de las
concupiscencias con las que se codicia todo lo pasajero. Así, somete a
los que aman los bienes caducos y mudables y se olvidan del Dios eterno.
Pues: raíz de
todos los males es la codicia, a la que algunos amaron y se desviaron de
la fe, y, así, se acarrearon muchos sufrimientos 4.
Por esta concupiscencia reina el diablo en el hombre y posee su
corazón. Esos son los que aman este mundo. Pero se renuncia al diablo,
que es el príncipe de este mundo, cuando se renuncia a las corruptelas, a
las pompas y a los ángeles malos. Por eso, el Señor, al llevar en
triunfo la naturaleza humana, dice: Sabed que yo he vencido al mundo 5.