EL FUTURO DE LA ARGENTINA: ENTRE FANTASÍAS SENILES Y REALIDADES QUE NO QUEREMOS VER
Puede ser que Duhalde
haya sacado de la galera el conejo de un posible golpe para distraer a
la sociedad de la inminente reforma judicial sin tener en cuenta que en
la infausta saga de las, según él, catorce
“dictaduras militares” el partero de las dos primeras haya sido un
coronel fascista que desde el olimpo de la mediocridad, deshonestidad e
incompetencia que ha signado a la clase política argentina, aún sigue
vigente en la cabeza de un pueblo al que esa misma
ralea política ha hecho- para su propia conveniencia- miserable e
ignorante. Tampoco es cuestión de dramatizar ante el miedo al pasado
cercano, puede ser que esta aseveración, el posible “golpe militar”, sea
solo una fantasía afiebrada producto de un cerebro
que poco a poco se va esclerosando.
Como es obvio, de ese
rebaño de integridad enjuta que es la clase política argentina, salieron
en patota a reprobar al “cabezón”. Desde Fernando Esteche y Cecilia
Moreau, pasando por el “nobel” Pérez Esquivel,
hasta los integrantes de ese conglomerado de inútiles que se llamó en
su momento Cambiemos, todos tuvieron algo que decir; hubo un fenomenal
torneo de twitts y declaraciones que en el fondo expresaban lo mismo: el
miedo de esa rastrera chusma- en la que cada
día es más difícil diferenciar entre moros y cristianos- a perder sus
miserables canonjías algunos y sus abultados hurtos, otros.
En el fondo, con mayor o
menor virulencia, todo dijeron lo mismo: “nunca más un golpe militar”,
como si un golpe militar fuera el peor de los males en una republiqueta
que ha hecho de la anomia una virtud en
su inicuo juego de destruir instituciones, códigos y, por qué no, la
constitución.
Hoy solo un imbécil, o
un malparido que solo quiera llevar agua a su molino, puede minimizar el
riesgo casi inminente de una guerra civil; las condiciones están dadas,
a la grieta infame que desde 1983 se viene
cavando en la Argentina, podemos sumar la desazón que crece en muchos
que tenían sueños, ilusiones y esperanzas y que creyeron en los que
accedieron en diciembre alpoder,
“devenidos en mejores”, podían
arreglar la situación malsana de la república. Hoy se han dado cuenta
que, mentiras por mentiras, ni volvieron “mejores” sino que, en un
campeonato de perversos, le ganan al macrismo por diez cuerpos.
La endémica estupidez
que aqueja a los argentinos hace que esta piara se movilice ante el
anuncio de un posible golpe militar producto más bien de una fantasía
senil que de realidades y soslaya lo que en realidad
puede pasar en la Argentina: una guerra civil que venimos esquivando
desde hace años. Los políticos creen
que lo mejor ante esta desgracia terminal es jugar de avestruz y
enterrar la cabeza en la arena,
no ver lo evidente, escurrir el bulto ante lo obvio. Sería bueno
recordarles que hay un precedente histórico sobre gestos como este: el 3
de julio de 1936 el primer ministro español, Santiago Casares Quiroga,
decía, en declaraciones al diario británico The
Guardian, “Hoy es imposible una guerra civil en España, ni están dadas
las condiciones ni quienes atizan este delirio tienen la mínima
posibilidad de concretarlo”. Quince días después se empezaba a contar el
millón de muertos de la guerra civil.
JOSE LUIS MILIA
Non nobis, Domine, non nobis. Sed Nomini tuo da gloriam.
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