sábado, 22 de agosto de 2020

LA CRISTIANDAD SITIADA-PARTE 4º

LA GRAN Y PERSISTENTE HEREJÍA DE MAHOMA (Hilaire Belloc) - Parte 4



La lucha entre el Asia y Europa oscila a lo largo de un amplio período de tiempo como una marea que sube y que baja. Durante casi mil años, desde la conquista de Alejandro hasta el advenimiento de los reformadores mahometanos (333 AC – 634 DC) la marea fluyó hacia el Este; vale decir: influencias occidentales – griegas y luego grecorromanas – inundaron la tierra en disputa. Por un corto período de alrededor de dos siglos y medio a tres siglos, hasta la Mesopotamia fue superficialmente griega – en su clase gobernante al menos. Luego de ello, el Asia comenzó a refluir hacia el Occidente. El antiguo Imperio Romano pagano y el Imperio Cristiano que lo sucedió y que estaba gobernado desde Constantinopla nunca fueron capaces de mantener permanentemente las tierras más allá del Éufrates. 

El nuevo empuje del Asia en dirección al Oeste fue dirigido por los persas, y los persas y los partos (que eran un sector de los persas) no sólo mantuvieron su dominio sobre la Mesopotamia sino que fueron capaces de realizar incursiones dentro del territorio romano mismo hasta el mismo final de dicho período. En los últimos escasos años antes de la aparición del mahometanismo ya habían aparecido en el Mediterráneo y habían saqueado a Jerusalén. Ahora bien, cuando el Islam vino desde el desierto con sus primeras furiosas cargas de caballería, reforzó poderosamente esta tendencia del Asia a reafirmarse. La uniformidad de ánimo, que es la marca distintiva de la sociedad asiática, respondió inmediatamente a esta nueva idea de una muy simple y personal forma de gobierno, santificada por la religión, gobernando con un poder teóricamente absoluto desde un único centro. Bagdad, con el Califato una vez establecido en ella, volvió a ser justamente lo que Babilonia había sido: la capital central de una vasta sociedad que le marcaba el tono a todas las tierras desde las fronteras con la India hasta Egipto y más allá. Pero aún más espectacular que la inundación de toda el Asia Anterior con el mahometanismo en una generación, fue la riqueza, el esplendor y la cultura del nuevo Imperio Islámico. En aquellos siglos (la mayor parte del VII, todo el VIII y el IX) el Islam fue la más alta civilización material de nuestro mundo occidental. La ciudad de Constantinopla también era muy rica y gozaba de una muy alta civilización que se irradiaba sobre las provincias dependientes – Grecia y el borde marítimo del Egeo y las tierras altas del Asia Menor – pero estaba focalizada en la ciudad imperial. En la mayor parte de las regiones campesinas la cultura se hallaba en declinación. Y esto era notoriamente así en el Oeste. Galia, Bretaña, en algún grado Italia y el valle del Danubio recayeron en la barbarie. Estas regiones nunca llegaron a ser completamente bárbaras, ni siquiera en el caso de Bretaña que era la más remota; pero quedaron saqueadas, empobrecidas y carentes de un gobierno apropiado. Desde el Siglo V hasta principios del XI (digamos, entre 450 y 1030) se extiende el período que llamamos “La Edad Oscura” de Europa – a pesar del experimento de Carlomagno. Vaya lo dicho por el mundo cristiano de aquella época en contra del cual el Islam estaba comenzando a presionar en forma tan pesada. Había perdido a manos del Islam la totalidad de España y ciertas islas y costas del Mediterráneo central también. La Cristiandad estaba siendo sitiada por el Islam. El Islam nos enfrentaba no sólo con un esplendor dominante, con riquezas y con poder sino – y esto es más importante todavía – con un conocimiento superior en materia de ciencias prácticas y aplicadas. El Islam preservó a los filósofos griegos, a los matemáticos griegos y a sus obras, a la ciencia física de los anteriores escritores griegos y romanos. El Islam estaba también por lejos más alfabetizado que la Cristiandad. En la masa de Occidente la mayoría de las personas se habían vuelto analfabetas. Incluso en Constantinopla, el leer y escribir no era algo tan común como en el mundo gobernado por el Califa. Podríamos resumir diciendo que el contraste entre el mundo mahometano de aquellos primeros siglos y el mundo cristiano al cual amenazaba con sojuzgar era como el contraste que existe entre un Estado moderno industrializado y un Estado vecino atrasado y subdesarrollado; un contraste como, pongamos por caso, la Alemania actual y su vecino ruso.{[8]} De hecho, el contraste no fue tan grande como eso, pero el paralelo ayuda a comprenderlo. Durante los siglos por venir, el Islam continuaría siendo una amenaza, aún a pesar de que España fue reconquistada. En el Este se convirtió en más que una amenaza y se expandió continuamente durante setecientos años hasta que consiguió dominar los Balcanes, la planicie de Hungría y casi llega a ocupar a Europa Oriental misma. El Islam fue la única herejía a la que poco le faltó para destruir a la Cristiandad a través de su temprana superioridad material e intelectual. Ahora bien ¿por qué sucedió esto? Parece inexplicable si recordamos los liderazgos personales inciertos y mezquinos, los continuos cambios en las dinastías locales, la base cambiante del esfuerzo mahometano. Ese esfuerzo comenzó con el ataque de unos muy escasos miles de jinetes del desierto, tan impulsados por su afán de saqueo como por su entusiasmo por las nuevas doctrinas. Esas doctrinas le habían sido predicadas a un cuerpo muy disperso de nómades que no podían presumir más que de muy pocos centros permanentemente habitados. Se originaron en un hombre ciertamente excepcional por la intensidad de su genio, probablemente más que medio convencido, probablemente también un poco loco, pero que nunca había demostrado tener habilidad constructora. Y sin embargo el Islam conquistó.