Pena de muerte en Argentina: militares ancianos con Covid-19
Como muchos de uds. saben, quien les escribe, es hijo de un militar argentino
que, allá por los años ’70 cumplió con su deber luchando contra la
subversión marxista. Pasados los años y con la débil asunción al poder
del matrimonio Kirchner, «para ganar la calle», viendo que se debía
aglutinar a la izquierda, hicieron surgir los «juicios de la venganza», como bien se los ha llamado.
Para
ello, no quedó otra alternativa que destruir el estado de derecho,
dejando de lado las famosas leyes de «Obediencia debida» y «Punto
final», el Tratado de Roma, y varios principios jurídicos («irretroactividad de la ley penal», el «non bis in ídem», la «ley más benigna», y un largo etcétera que aburre mencionar).
– «Usted era militar en la década del ’70 en Argentina, entonces es un represor… «.
Punto.
La
condena en estas parodias de juicios ha sido siempre la misma: «cadena
perpetua» que, para estos gerontes, a casi cincuenta años de esa defensa
contra el terrorismo, es lo mismo que decirle: «nos vemos en la
eternidad». En la Iglesia, sólo algunas voces, como la de Mons. Lona,
Baseotto y, últimamente, Mons. Olivera, han dicho algo en pos de esta vergüenza nacional.
Es
verdad que, en pocos casos, (a diferencia de las causas de políticos
corruptos), con el tiempo y con mucho esfuerzo, algunos jueces les han
otorgado la prisión domiciliaria. Pero, para la mayoría la pena se
cumple en cárceles comunes (sí: las «cárceles militares» también fueron,
hace años, abolidas). Pues
bien, parece que ahora, finalmente, se ha vuelto a esa cristiana
práctica, con la que tanto mi padre como yo estamos de acuerdo, de la
pena de muerte: pena de muerte por Covid-19. Y estamos
de acuerdo aún para su propio caso, es decir, ante una posible «falencia
del sistema». Porque la cadena perpetua es inhumana.
Así
es pues, como tantos otros detenidos (justa o injustamente), los
militares han pedido que se les otorgara también a ellos el cumplimiento
de la prisión en sus domicilios por ser «grupo de riesgo». La respuesta
fue, escuetamente: «para los represores, ni justicia» (aunque a más de 4000 delincuentes comunes se las han otorgado, por cierto, para que volvieran a delinquir).
Consecuencia: hoy nuestro padre, sin visitas desde hace cinco meses y habiéndosele negado el arresto domiciliario, ha contraído el virus y se encuentra en un Hospital de infectados.
Tengan
cuidado, que puede ser que pierda esta batalla, pero no habrá sido por
las armas del marxismo, sino por un virus monárquico e imperialista: el Corona-virus.
Que no te la cuenten…
P. Javier Olivera Ravasi, SE